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oriente de nuestra ciudad, entre las sierras de Peñalara y la Morcuera, en una ermita nombrada Nuestra Señora del Paular; cuya imágen de piedra se conserva y venera hoy sobre la puerta de la iglesia, en la ribera del rio Lozoya que da nombre al valle: sitio apacible y retirado á propósito para el retiro Ꭹ contemplacion que profesa aquella religion, verdaderamente monástica. Determinada la fundacion en aquel sitio, vino el rey por el mes de Julio deste año al convento cisterciense de Santa Maria de la Sierra junto á Sotos Albos. De alli despachó artífices que desmontasen el sitio, y plantasen la fábrica con asistencia del fundador Don Lope Martinez. Luego vino el rey á nuestra ciudad, donde dia de Santiago en la iglesia mayor instituyó la orden de caballeria Del Espíritu Santo, para lo mas noble de su reino: cuya divisa era un collar con rayos del sol, y pendiente del una paloma de esmalte blanco. El pensamiento tiene mucho de religion y alteza; y si la muerte deste rey no sobreviniera tan presta y arrebatada, tuviera esta institucion grandes aumentos, porque los merecian el intento y fundador. El cual juntamente mostró alli un libro de las constituciones de su gobierno, que del todo pereció. Tambien instituyó, en este mismo dia y lugar otra divisa para caballeros de menos punto que 'se aventajasen en armas. Todo pereció en flor como su dueño.

XV. Don Juan Serrano, obispo ya de Sigüenza, dió posesion de la ermita y sitio del Paular, por co

mision del arzobispo de Toledo, á nuestro Don Lope Martinez en 29 de Agosto de este año.

En 5 de Setiembre el rey, estando en nuestra ciudad, hizo merced á la villa de Cuellar de dos ferias, una en 20 de Mayo, otra en 8 de Otubre cada año: merced bastante á conservar un pueblo en mucha grandeza; mas (confirmada por Don Juan II en 11 de Marzo de 1444 años) se perdió por culpa de los naturales, ó mudanza de señores; trocándose en una en 25 de Julio fiesta de Santiago, inútil por el tiempo.

De nuestra ciudad partió el rey á ver los principios de la fábrica del Paular, y de alli á Alcalá de Henares, donde vinieron 50 caballeros, nombrados Farfanes, Muzarabes de Marruecos, originarios españoles; y que ahora venian llamados de su rey á servirle: eran muy diestros en la caballeria corta nombrada Gineta, nombre africano, y aunque antigua, mal praticada hasta entonces entre castellanos. El rey alentado y deseoso de no ignorar ejercicio alguno militar, Domingo 9 de Otubre deste año, saliendo de misa subió en un caballo rucio rodado; y queriendo hacerle mal en unas aradas junto á la puerta de Burgos, corcobeando la bestia con la desigualdad del suelo sacudió al caballero con tanto ímpetu, que quebrantado del golpe, instantemente espiró en los surcos de un barbecho: un rey tan brioso, en lo robusto de 32 años y 46 dias, blason de la muerte en el sugeto, en el modo y en la brevedad.

GAPITULO XXVII.

Rey de Castilla Don Enrique III, hasta su muerte.-Obispos de Segovia Don Alonso de Frias, y Don Alonso Correa, y Don Juan de Tordesillas.-Recibimiento del Rey en Segovia.-Revelacion de Santa Maria de Nieva, y poblacion de la villa,-Peregrinacion del Obispo Don Juan de Tordesillas á Roma, y visita de Guadalupe.

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L

E difunto rey D. Juan sucedió su hijo
D. Enrique III deste nombre, en edad

de 11 años y 5 dias, príncipe pacífico y prudente, aunque de conplision tan mal sana, que fue nombrado D. Enrique el enfermo. Avisado de D. Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, que hallándose á la impensada muerte del padre, con sagacidad y secreto dispuso la corona del hijo. Vino el nuevo rey de Talavera á Madrid, donde coronado celebró córtes al principio del año siguiente 1391. Asistieron á estas córtes procuradores de nuestra ciudad Fernan San

chez de Virués, y Garci Alfonso de Urueña. En estas córtes confirmó el rey á nuestro obispo D. Gonzalo y cabildo cuantos privilegios y donaciones tenian de los reyes antecesores, como consta del privilegio rodado que original permanece en el archivo catredal, cuya data dice: Dado en las Cortes que yo mandé fazer en la villa de Madrid veinte y dos dias de Abril del año del nascimiento de nuestro Señor Iesu Christo de mil é trecientos é noventa é un años. Confirman todos los infantes, prelados y ricos hombres de los reinos, queno ponemos temiendo ser prolijos, aunque á muchos hará falta su noticia.

II. Despues de muchos debates sobre un testamento que pareció del rey D. Juan, otorgado en el cerco sobre Cillorico, antes de la batalla de Aljubarrota, se determinó que el reino se gobernase por un consejo compuesto de sus tres estados, religion, nobleza y comun. Decretado ya se ausentaron algunos señores, mal contentos del decreto; y entre ellos el arzobispo de Toledo, publicando que el testamento del rey debia cumplirse, gobernando los que en él eran nombrados gobernadores. En esta conformidad escribió al pontífice, reyes de Francia, Aragon y Navarra, y algunas ciudades del reino. El consejo temiendo algun mal fin destos principios, procuró reducir al arzobispo, enviando para ello á Fernan Sanchez de Virués, persona de la calidad que el caso pedia. Acompañábanle el Dotor Martinez de Bonilla, y escribanos que autorizasen los requirimientos. Llega

ron á Alcalá, donde estaba el arzobispo, á quien nuestro segoviano, despues de las debidas cortesías, habló en esta sustancia.

Confuso el Reyno, Señor Ilustrissimo, con vuestra ausencia, dessea saber vuestro intento. Ayer en la desgraciada muerte de su Rey os vio con sagacidad, y valor assegurar la corona de su hijo; hoi arrepentido (al parecer) te lo que ayer comenzastes, no solo -os apartais de su lado; pero desautorizais su gouierno, achacandole de inuálido con el Romano Pontifice, y Principes confederados: conuocais parciales: juntais fuerzas: assoldais gente: y preuenis armas: acciones todas bien opuestas à la religion de vuestro estado. Si os mueue el bien comun, no se consigue; antes se destruye con semejantes escàndalos. Ayer èstuüo en vuestra mano no hazer lo que hoy pretendeis deshazer con tantas. Confirmastes con juramento el gobierno, que hoi contradezis, ausentando vuestra persona: y aunque publicais que por temor de alguna demasia, ni de vuestro valor se creerá que tal temistes, ni de la religion de los Castellanos, que tal intentassen nuncà contra su Arzobispo de Toledo. Si os engañastes señor; no es bien que vuestro desengaño cueste tanto desassossiego á Castilla. El Reino, desscoso de acertar està en Cortes, comò vos aueis pedido: y por mi enbia á suplicaros assistais en ellas, donde vuestra razon tendrà mas fuerza, que la de otro alguno. Desengañareis á los que han presumido en vuestro valor alguna inconstancia y vuestra Ilustrisina persona, cumpliendo con quien és, causará acierto en cuanto se tratare.

El arzobispo empeñado ya en su porfia, pasion conocida en este prelado, y algo deseoso de mandar, respondió con résolucion.

No era solo el que contradecia el gouierno del Consejo; pues tanbien le contradecian otros muchos señores de Castilla, que se auian ausentado quando el. Y que hasta comunicarlo con ellos no

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