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GAPITULO XXXIV.

Coronacion de los Reyes Católicos en Segovia.-Vitoria de Toro contra Portugal-Alboroto de Alonso Maldonado en Segovia.-Obispo de Segovia restaura el obispado de Osma.-Enagenacion de los sesmos de Valdemoro, y Casarubios.-Primer Tribunal de Inquisicion en Segovia.

I.

pocas horas supo en nuestra ciudad la princesa Doña Isabel la muerte de su

hermano Enrique; y con prudente sentimiento vistió su persona y casa de luto. Despachó al punto mensageros al príncipe al príncipe su marido á Zaragoza, aunque desde Alcalá los habia despachado antes el arzobispo de Toledo. Previno para el siguiente dia lunes oficio funeral por el difunto rey en la iglesia catredal: y que todos los sacerdotes en parroquias y conventos ofreciesen sacrificios por el descanso de su alma. Todo se cumplió con la solenidad que permitió la estrechura del tiempo.

TOMO II.

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Nuestra ciudad se juntó en la tribuna de San Miguel, lugar entonces de su ayuntamiento; y ordenó que el dotor Sancho Garcia del Espinar, su letrado, aunque oidor del consejo de los reyes, con cuatro regidores, Rodrigo de Peñalosa, Juan de Contreras, Juan de Samaniego, y Luis Mexia de parte de la ciudad sinificasen á su alteza el sentimiento de la muerte de su hermano, y el contento de sucesion tan feliz para nuestra ciudad que estaba pronta y dispuesta para cuanto su alteza ordenase (49).

Con esto el siguiente dia, martes 13 de Diciembre fiesta de Santa Lucia, habiendo nuestros ciudadanos levantado un cadahalso cubierto de brocados en la que hoy es plaza mayor, concurrieron á la del Alcázar todos los nobles con mucho lucimiento y gala, y concurso inumerable de pueblo dividido en oficios y gremios, que oyendó que salia la princesa, guiaron á la plaza divididos en forma militar con muchos instrumentos y gala, ensanchando la alegria y lealtad la estrechura del tiempo. Prosiguió la nobleza, y al fin entre cuatro reyes de armas Don Gutierre de Cardenas, su maestresala á caballo con el estoque desnudo y levantado, insignia de la justicia real, y en esta ocasion muestra del valor desta gran señora. La cual en un palafren salió del Alcázar de hermosa y real presencia, estatura mediana bien compuesta, de color blanco y rubio, ojos entre verdes y azules, de alegre y severo movimiento, todas las acciones del rostro de hermosa propor→

cion, en la habla y acciones natural agrado, y brio magestuoso; en edad de 23 años, 7 meses y 20 dias. Recibieronla debajo de un palio de brocado nuestros regidores Rodrigo de Peñalosa: Iuan de Samaniego: Luis Mexia: Pedro Arias: luan de Contreras: Fernando de Auendaño: Gonzalo del Rio: Francisco de Tordesillas: Iuan de la Hoz: Luis de Mesa: Rodrigo de Contreras: Francisco de la Hoz: Rodrigo de Tordesillas: Francisco Arias: Francisco de Porras: Gonzalo Lopez de Cuellar: Pedro Hernandez de Rosales: y Iuan del Rio: dos dellos llevaban el palafren por el freno, con que llegaron á la plaza.

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II. El concurso era inumerable, la plaza entonces pequeña: dejó la reina el palafren, y subiendo con magestad al teatro ocupó una silla que sobre tres gradas se levantaba en medio. Al lado derecho asistía en pie Don Gutierre de Cardenas con el estoque. Y a poco rato, habiendo los reyes de armas prevenido silencio un faráute (segun escribe Mariana, lib. 24 cap. 5) dijo en voz alta, Castilla, Castilla por el rey Don Fernando, y la reina Doña Isabel. Y levantando el estandarte real, sonaron todos los instrumentos: aplaudiendo nuestro pueblo, y alegrándose nuestra ciudad en tan leal, y dichosa acción. Pues sin competencia puede gloriarse de que con ella dió principio á la mayor monarquia que el mundo ha visto despues de Adan, su universal señor: advirtiendo Zurita (tom. 4 lib. 19 cap. 13) y otros, Que no se halló grande alguno en esta sazon con la Prin

cesa en Segouia. Celebrado el acto, la reina bajó del teatro y ocupando el palafren con el mismo acom→ pañamiento volvieron á la iglesia catredal, donde la recibieron obispo y cabildo con solene pompa, y el himno Te Deum laudamus. Postrada la reina ante el altar mayor dió devotas gracias a Dios, en cuya mano están los corazones de los reyes: suplicandole gouernasse el suyo y de su marido: y para aumento de la Fe Christiana continuasse tan fauorables principios. Pasó de la iglesia al Alcázar, en cuya puente levadiza esperaba el alcaide Andres de Cabrera, que continuando en su lealtad entregó el Alcázar á su reina. La cual en favor y memoria del servicio le hizo merced de que los reyes de Castilla todos los dias de Santa Lucia beban en copa de oro, y luego la envien al alcaide y sus descendientes, que hoy lo gozan. Desde el Alcázar fue á dormir aquella noche á palacio.

III. Al siguiente dia confirmó á nuestra ciudad cuantos privilegios y franquezas tenia, diciendo en la confirmacion, que lo haze en premio de la mucha lealtad que con ella hauia tenido. A pocos dias celebrados los funerales de Enrique, vinieron á nuestra ciudad el cardenal Don Pedro Gonzalez de Mendoza y sus hermanos, que todos besaron la mano á la reina; á quien el cardenal dijo: mis hermanos y yo venimos á cumplir la palabra que dimos al Rey nuestro Señor junto á Carrion: V. A. ordene de nosotros todo lo que cumpliere á su Real seruicio.

Estos señores fueron los primeros que acudieron; y despues el condestable Don Pedro Fernandez de Belasco, el duque de Alva Don Garcia Alvarez de Toledo, el conde de Benavente Don Rodrigo Alfonso Pimentel, el duque de Alburquerque Don Beltran de la Cueva, y el último Don Alonso Carrillo arzobispo de Toledo, que en una gran sala baja de palacio publicamente juró sobre los evangelios á la serenísima reina Doña Isabel por legítima señora destos reinos: y como á tal la besó la mano, haciendo lo mismo cuantos hasta alli no lo habian hecho. Asistia por estos dias, y lo continuó toda su vida, la reina con tanto cuidado á los negocios que muchas noches pasaba despachando hasta amanecer, cumpliendo con estraordinario valor el encargo de la magestad real.

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IV. El rey Don Fernando, que en Zaragoza habia sabido la muerte de su cuñado Enrique, llegó con prisa á nuestra villa de Turégano en 30 de Diciembre; donde tuvo aviso de la reina y grandes se detuviese en tanto que se le prevenia decente recibimiento. Quisieran algunos que sin verse los reyes se tratara el modo del gobierno, ocasion para dividir aquellos ánimos tan unidos, y proseguir las desavenencias en que los mal intencionados medran. La reina, penetrando estos intentos, avisó á su marido se viniese á reinar donde ella reina ba. Partió el rey de Turégano para nuestra ciudad lunes dia segundo del año 1475. Salieron los grandes á re

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