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Tratose en sesion secreta de este negocio (18 de abril): oyéronse acalorados discursos; pedíase por algunos castigo pronto y ejemplar; propúsose por otros se dijese á la Regencia que procediese á lo que prevenia el reglamento de la imprenta; y por último se acordó se manifestase á aquella «la amargura y sentimiento que habia producido á las Córtes la publicacion del folleto, y que resultando debidamente comprobados los insultos que pudiera sufrir la religion por este escrito, procediera con la brevedad correspondiente á reparar sus males con todo el rigor que las leyes prescribian, dando cuenta de todo á las Córles.» De esta impresion causada á los diputados mas constitucionales se aprovecharon los de contrarios principios para pedir medidas radicales de represion para la imprenta, y señaladamente para los escritos que directa ó indirectamente se refirieran á asuntos religiosos. Asi fué que en la sesion de 22 de mayo se atrevió el inquisidor de Lierena don Francisco Riesco á pedir abiertamente el restablecimiento de la Inquisicion. sobre lo cual habia una comision nombrada.

Fué la sesion del 22 de mayo una de las mas notables de aquellas Córtes, y merece bien dar cuenta de ella. Desde luego se advirtió que los enemigos del sistema liberal se habian propuesto dar la batalla aquel dia y promo. ver una sesion ruidosa, porque no solo el salon de sesiones, sino tambien las galerías se vieron concurridas de gente de cierto ropage que acostumbraba poco á asistir. «Se observó, y lo vi yo tambien (dice un diputado eclesiástico de aquellas mismas Córtes), que habia en las galerías un gran número de «indivíduos del clero secular y regular; de frailes solo se contarou 70; uno de «ellos parecia llevar el tono: cuando el señor Gutierrez de la Huerta habló en <defensa de la Inquisicion, al paso que el público mostró incomodarse con «murmullos, aquel religioso le palmoteó, y otros le siguieron. Observóse esto, «y fueron en busca de él, y se escapó. Notóse gran calor en los ánimos de al«gunos asistentes: parecia preparado el concurso de tantos religiosos, cuando «eran tan contados y raros los que asistian á las sesiones. Del convento de «los Descalzos supe que la víspera fueron convocando á los religiosos para «asistir, añadiendo que se trataba de la Inquisicion, y que el padre Guardian «contestó con enojo diciendo que por su dictámen debia quitarse: de esto úl<«<timo no respondo, porque no me lo contó quien se lo hubiese oido. De Ca«puchinos no asistió ninguno (1).»

Comenzó el debate por una mocion del señor Riesco para que se presentára y discutiera un dictámen de comision que habia sobre reponer en el ejercicio de sus funciones al Consejo de la Suprema Inquisicion. El dictámen en

(1) Villanueva; Viaje a las Córtes,

efecto se habia presentado aquella misma mañana en la secretaría, y era favorable al restablecimiento del Santo Oficio. Mas no le habia suscrito el señor Muñoz Torrero, individuo de la comision, y pedia tiempo para estender sú voto particular contrario al de aquella, el cual habia sido de mala manera y como á hurtadillas amañado. Reclamaban tambien otros diputados que se señalára dia para la discusion, pues siendo asunto tan grave necesitaba estudiarse con madurez. Pero insistian los inquisitoriales en que se discutiera en el acto, alegando que, como asunto de religion, era de toda urgencia y debia anteponerse á todos los demás. El vice-presidente, que no era de los de este partido, propuso tambien que se suspendiera la discusion de este asunto para dar lugar á que los diputados meditáran sobre negocio tan grave. Mas esta m'sma proposicion sirvió de motivo á los amigos de la Inquisicion para ensalzar la conveniencia de su restablecimiento, haciendo elogios de aquel tribunal, con grande aplauso de las galerias, llenas de la gente que hemos dicho, propasándose á demostraciones impropias de su hábito, que enardecian los ánimos y obligaron muchas veces al presidente á llamar al órden.

Pero los desafectos á aquella institucion, sin dejar de contestar á los discursos de sus contrarios, viendo el obstinado empeño de éstos, y lo preparados que iban para dar la batalla y ganarla por sorpresa, tentaron por su parte dos med os, el uno para probar ser cuestion ya resuelta, el otro para aplazarla. Alegó para lo primero don Juan Nicasio Gallego que en el decreto de creacion del Tribunal supremo de Justicia se habia dicho: «Quedan saprimidos los tribunales conocidos con el nombre de Consejos;» y que en estos estaba comprendido el de la Inquisicion. Y como esta doctrina se impugnase y negase, el mismo diputado apeló á otro recurso, que fué el segundo medio, á saber que en el acuerdo de las Córtes de 13 de diciembre úitimo, al discutirse la scgunda parte del proyecto de Constitucion, se habia dicho: «Que ninguna pro«posicion que tuviese relacion con los asuntos comprendidos en aquella ley «fundamental fuese admitida á discusion, sin que examinada préviamente «por la comision que habia formado el proy cto, se viese que no era de modo «<alguno contraria á ninguno de sus artículos aprobados.» Y como muchos diputados creian que la existencia del tribunal de la Inquisicion era incompaible con los artículos constitucionales, pedia que pasára el proyecto ó dictamen al exámen de la comision de Constitucion.

Al fin, despues de acalorados debates se procedió á votar la primera profosicion del vice-presidente, á saber, que se suspendiera por ahora la discusion de este asunto, y quedó aprobada. Púsose después á votacion si pasaría el dictamen á la comision de Constitucion conforme al acuerdo de la sesion de

43 de diciembre, y tambien se resolvió afirmativamente por mayoría (1). De este modo quedaron frustrados en la célebre sesion de aquel dia los trabajos y esfuerzos de los enemigos del sistema constitucional para reponer solemnemente al tribunal del Santo Oficio en el ejercicio de sus antiguas funciones, hasta entonces mas suspendidas de hecho que espresamente abolidas por ninguna ley, y tomaron tiempo los adversarios de la institucion para preparar su abolicion legal, que, como veremos, no tardó en ser decretada.

(1) Diario de las Sesiones de Córtes, tomo XIII.-Sesion del 22 de mayo de 1812,

CAPITULO XX.

WELLINGTON.-LOS ARAPILES.

LOS ALIADOS EN MADRIÐ.

1812.

(De junio á fin de diciembre.)

Desobediencia de los generales franceses al rey José.-Justas quejas del mayor general Jourdan sobre este punto.-Realízanse sus temore-Levanta Wellington sus reales de Fuenteguinaldo.-Toma de los fuertes de Salamanca.-Movimientos del ejército francés de Portugal: Marmont. - Célebre triunfo de los aliados en Arapiles.-Premio de las córtes á Wellington: el Toison de oro.-Retirada de los franceses.-Marmont herido.—Clausel general en gefe.-Va José con ejército de Madrid á Castilla.-Llega tarde -Regresa por Segovia á Madrid.-Huye el ejército francés al Ebro.-José y los franceses evacuan la capital. Entran en Madrid Wellington y los aliados.-Alegría y festejos en la poblacion. Publícase la Constitucion de la monarquia.-Toman los aliados el Retiro.-bando del general Alava.-Penosa retirada de José á Valencia.-Rinde el Empecinado la guarnicion de Guadalajara.-Recogen los franceses las guarniciones de Castilla la Vieja. Pierden la de Astorga.-Parte Wellington de Madrid á Búrgos.-Cerca y combate el castillo.-Brillante defensa de los franceses.-Levanta Wellington el sitio con pérðida, y se retira de Burgos.- Fatal ocasion en que lo hizo: cuando las Cortes le acababan de nombrar Generalísimo de todos los ejércitos de España.-Resiéntese el general Ballesteros de este nombramiento.-Es separado del mando de Andalucía.-Repónese el ejército francés de Portugal, y es reforzado.-Vuelve sobre Búrgos.-Persigue á Wellington y á los aliados.-Evoluciones de unos y otros en Castilla la Vieja.-Retirase Wellington á Salamanca.-Destruccion de puentes.-Siguele el francés.-Retrocede el general británico á Portugal.-Pasa el 6.o ejército español á Galicia.-Distribucion del ejército francés y regreso de José á Madrid.-Va Wellington á Cádiz.-Obsequios que recibe.-Se presenta en las Córtes. - Le dan asiento entre los diputados.-Su discurso.-Contestacion del presidente.-Pasa Wellington á Lisboa.

Indicamos al final del penúltimo capítulo el pensamiento de lord Wellington de lanzarse con el ejército aliado sobre Castilla la Vieja, aprovechando la

circunstancia de ver á Napoleon enredado ya en la guerra con Rusia, y mermado de una parte de sus mejores tropas el ejército francés de España. Bien penetraron ó previeron el proyecto del general británico, así el duque de Ragusa (Marmont) que mandaba el ejército francés de Portugal, como el rey José y el mayor general Jourdan, y con tiempo procuraron prevenirse para el golpe que por Castilla veian amenazar. Mas para esto necesitaban de la cooperacion y auxilio de los ejércitos de Andalucía, de Extremadura, y aun del Norte, y pronto comenzó á esperimentar el rey José en la conducta de sus generales cuán acostumbrados estaban á no obedecer sus órdenes, y cuán poco le servia el mando supremo de que últimamente le habia investido el emperador su hermano. El duque de Dalmacia singularmente, fuese resentimiento de no haber sido él nombrado mayor general, fuese hábito de mandar casi como soberano en Andalucía, es lo cierto que ó se negaba á toda combinacion que el rey le propusiera, ó le respondia proponiéndole otra contraria.

Asi el mayor general Jourdan, escribiendo al ministro de la Guerra, se lamentaba diciendo: «El duque de Ragusa anuncia de una manera positiva que «lord Wellington va á tomar la ofensiva sobre él; sin embargo el duque de Dalmacia, que en este caso debia enviar al conde de Erlon en socorro del aejército de Portugal, no ha hecho nada. El duque de la Albufera (Suchet), «que debia dirigir una division sobre Madrid, se niega á ello; y el conde Caffa«relli pretende que no puede enviar hoy socorro alguno sin esponer las pro«vincias del Norte á un peligro inminente. Si pues Wellington marcha con to«das sus fuerzas reunidas, el ejército de Portugal tendrá que combatir solo. «Es posible que el enemigo sea batido; pero si sucediera lo contrario, p dria «haber resultados muy fatales, y todo por no haber sido ejecutadas las órde«nes del rey. Si estas órdenes hubieran sido cumplidas, el rey, reuniendɔ «<su guardia á las tropas del ejército del Mediodía y de Aragon, que se ha«bian aproximado al Tajo, hubiera ido sobre el flanco del ejército inglés con «un cuerpo de 20 ó 25.000 hombres, lo que ciertamente habria asegurado un «éxito brillante.....» «Estoy tan firmemente penetrado del peligro que cor→ «ren los ejércitos, si quedan asi aislados, sin punto de apoyo en el centro, «que he creido deber hacer presente á V. E. mi opinion. Podrá no ser fun«dada, pero al menos mi conducta es dictada por el celo del servicio de »s. M. I. y por la gloria de sus armas.»>

Realizáronse los temores del rey José y cumpliéronse las previsiones de su mayor general. El 13 de junio (1842) levantó Wellington sus reales de Fuenteguinaldo, y con el ejército aliado dividido en tres columnas, agregados á ċl don Carlos de España y don Julian Sanchez, púsose á corta distancia de SaJamanca, que evacuó Marmont, tomando la vuelta de Toro, dejando solo 800

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