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No siendo un secreto para nadie el grande interés que Inglaterra tenia co auxiliar la guerra española, y que si á España convenia sacudir el yugo francés, para la Gran Bretaña era cuestion de vida ó muerte quebrantar á su terrible y especialísimo enemigo; no ocultándose á nadie que la guerra de España contra Napoleon estaba siendo mas útil á Inglaterra que los esfuerzos anteriores de todas las demás potencias del continente, el presentar sus auxilios como enteramente gratuitos, y exagerar además la cifra de su coste material de la manera que Wellesley lo hacia, no pudo menos de incomodar á la Regencia, y de resultas de su respuesta á las intempestivas observaciones del embajador despidiéronse los comisionados ingleses, desesperanzados de venir á términos de un avenimiento, y solo suspendieron su salida hasta que se tratase y resolviese el asunto en las Córtes, donde Wellesley le habia llevado, creyendo encontrar en ellas mas apoyo que en el gobierno. Ilubo, sí, en las Córtes quienes sostuvieran la mediacion aun bajo las bases que Inglaterra últimamente proponia, y entre otros, lo hizo en un buen discurso don Andrés Angel de la Vega. La mediacion nadie la rechazaba, pero queríanla los más con arreglo á las primitivas bases propuestas por las Córtes. Y en este sentido impugnaron á Vega diputados tan entendidos y de tan buen decir como Argüelles y Toreno. A ellos se adhirió la mayoría de la asamblea, y en la respuesta que so acordó dar, aunque mas vaga que esplicita, bien se significó al embajador inglés que no estaba la representacion nacional acorde con sus pretensiones y deseos, puesto que se dijo al gobierno «que quedaba enterada de la correspon«dencia seguida sobre la mediacion entre el embajador inglés y el secretario de Estado.» Con esta especie de «Visto» las comisiones inglesas se reembarcaron para Londres.

Todavía sin embargo volvió á tocarse este asunto en las Córtes en el mes de setiembre, resucitado por los ingleses, que de este modo disimulaban poco el interés que en él tenian. Mas debatióse ya sin calor, como negocio que se consideraba y tenia ya por muerto. Así fué que la resolucion se redujo á que pasára el espediente al Consejo de Estado, donde permaneció algunos meses, al cabo de los cuales se devolvió al gobierno con una larga consulta, «cuyo trabajo, dice el conde historiador y diputado en aquellas Córtes, sirvió tan solo para aumentar en los archivos el número de documentos que hace olvidar el tiempo por mucho esmero que se haya puesto al escribirlos.» Tan desdichado remate tuvo una negociacion que habria sido utilísima y que la España habria aceptado con mil amores, si en la manera de conducirla los ingleses no hubieran herido la dignidad y susceptibilidad española, y si en las nuevas pretensiones que en cada periodo de ella aducian, no hubieran recelado los españoles que obraba mas interesadamente que de buena fé la Inglaterra.

Aunque continuaron el resto del año las discusiones sobre reformas administrativas de carácter general, fueron ya pocas las resoluciones notables en cste período de que debamos dar cuenta. Citaremos no obstante, como prueba del propósito que seguia animando á las Córtes de atraer á los indios á fuerza de favorecerlos, el decreto de 9 de noviembre aboliendo los mitas ó repartimientos de indios, y todo servicio personal que bajo aquellos ú otros nombres prestasen á corporaciones ó particulares, debiendo distribuirse las cargas y los tribajos de toda obra pública entre todos los vecinos de los pueblos, de cualquier clase que fuesen; ordenando además que se repartiesen las tierras comunales entre los indios casados, ó mayores de 25 años fuera de la patria potestad, para su cultivo; y que en los colegios de ultramar donde hubiese becas de gracia, se proveyesen algunas en los indios: todo con el fin, decia el decreto, «de remover los obstáculos que impidan el uso y ejercicio de la libertad civil de los españoles de ultramar, y de promover los medios de fomentar la industria y la poblacion de aquellas vastas provincias.>>

Obsérvase la especie de culto que querian las Córtes se diese al código constitucional. Se mandaba celebrar el aniversario de su promulgacion, se prescribia á la Regencia misma que se sujetára en sus documentos al lenguaje de la Constitucion; se espidió un decreto (28 de noviembre), mandando que los tribunales del reino «prefiriesen á todo otro asunto los relativos á infraccion de la Constitucion política de la monarquía;» y se aprobó el establecimiento de una cátedra de Constitucion en el seminario nacional de Monforte.

Se vé que en medio de este celo patriótico, de esta laboriosidad de las Córtes, no todos los diputados se esmeraban con igual solicitud en el cumplimiento de su deber. Habíalos que mostraban no mucho apego y aficion á sus tareas, y que abusando de las licencias que á su instancia se les concedian, prolongaban su ausencia mas de lo que consentia el buen servicio, y exigia cl decoro del cargo. Grande debió ser por parte de algunos el abuso, para produeir una órden de las Córtes tan fuerte y tan dura como la siguiente: «Las Córates generales y extraordinarias han resuelto que por medio de los gefes polí «ticos de las provincias, se haga entender á los señores diputados que han «cumplido el término de la licencia que se les concedió para estar ausentes «del Congreso, se presenten en el mismo á desempeñar las funciones de su «cargo; apercibiéndoles que no emprendiendo su viaje dentro de los quince «dias precisos, contados desde aquel en que se les noticie esta soberana reso«lucion, quedan declarados indignos de la confianza de la nacion.»>-Y se acompañaba una nota de los diputados que se hallaban en aquel caso (1).

(1 Orden de 3 de diciembre de 1812.

De todas las materias, de todas las reformas sobre que las Córtes trataron en el período que examinamos ahora, ninguna ni mas radical, ni mas importante, ni mas ruidosa que la que vamos á mencionar. Recordará el lector (1), que hab'endo estado á punto de triunfar por sorpresa los amigos de la Inquisicion que ped an por completo su restablecimiento, solo á fuerza de energía y de maña cons guieron los diputados liberales en una sesion célebre que so suspendiera la ejecucion de asunto tan grave, y que para mayor ilustracion y para que se pudiera deliberar sobre él con toda meditacion y con entero conocimiento, se encomendó á la comision de Constitucion. Pues bien, en 8 de diciembre de este año presentó aquella comision á las Córtes su dictámen acerca de los tribunales protectores de la religion, proponiendo la abolicion definitiva del llamado Santo Oficio: dictámen estensísimo, cuya sola lectura invirtió dos sesiones, pero nutridísimo tambien de doctrina y de erudicion histórica; uno de los mas notables que se han presentado y podido presentarso en asambleas legislativas, como que se trataba de la abolicion de una institucion antiquísima en España, y que habia sido por espacio de siglos la palanca mas poderosa de las dos potestades, espiritual y temporal, y la base y como el alma de la organizacion social española.

No estuvo toda la comision unánime en el informe. La mayoría que propuso la abolicion la formaban don Diego Muñoz Torrero, don Agustin de Argüelles, don José de Espiga, don Mariano Mendiola, don Andrés de Jáuregui y don Antonio Oliveros. Los señores Huerta y Cañedo, de contrarias ideas, hicieron voto particular, que no se presentó hasta cerca de un mes después. Y don Antonio Joaquin Perez formuló tambien el suyo, opinando que el modo de enjuiciar el Santo Oficio era opuesto á la Constitucion é incompatible con ella; pero que no siendo congénitos con la Inquisicion vicios en que sus ministros habian caido, deberia sustituirse otro enjuiciamiento, conforme, en cuanto la materia lo permitia, á lo que prescribia la Constitucion, sometiéndolo todo á la autoridad competente que se designȧra.

El negocio pareció á todos tan grave, y lo era en efecto, que el Congreso acordó se imprimiese el dictámen de la mayoría de la comision, y que la discusion se aplazase para el 4 del proximo enero de 1813, dando asi un principio solemne á las sesiones del nuevo año. Para entonces daremos tambien nosotros cuenta de aquella discusion importantísima, terminando aqui la reseña que nos propusimos hacer de las tareas de la Cortes en el segundo semestre de 1812.

(1) Véase el final de nuestro cap. XIX.

CAPITULO XXIII.

LA GRAN CAMPAÑA DE LOS ALIADOS.

VITORIA.

1813.

(De enero á julio.)

Movimientos en las provincias del Norte -Mendizabal y Longa.—Caffarelli y Palombini.Reemplaza Clausel á Caffarelli en el mando del ejército francés del Norte.-Sitio y toma de Castrourdiales por los franceses.-Crueldad con que tratan la poblacion.-Rinde Mina la guarnicion de Tafalla.-Nueva conjuracion de generales franceses contra Mina.Clausel y Abbé -Ojean el pais.-Búrlalos el caudillo español.-Retírase por último hácia Vitoria.-Aragon.-Sarsfield, Villacampa, el Empecinado, Duran.-Cataluña.-Correrías de Eroles, Llauder, Rovira y otros. --Copons y Navia general en gefe del primer ejército. Hace desmantelar varias fortificaciones francesas.-Accion honrosa de Llauder en el Valle de Rivas.-Valencia.-Segundo ejército: Elio.-Manda sir John Murray la espedicion anglo-siciliana.-Derrota de españoles en Yecla.-Nueva desgracia en Villena.-Reparan estas perdidas triunfando de Suchet con los aliados en Castalla.-Portugal y Castilla -Prepara Wellington la campaña grande.-Situacion de Napoleon despues del desastre de Rusia. -Saca cuadros y tropas de España para reforzar su ejército de Alemania.-Trasládase José por disposicion de su hermano á Valladolid. - Alza WcIlington sus reales.-Muévese hácia Salamanca.-Fuerzas que lleva.-Avanzan los anados por la derecha del Duero hácia el Esla.-Concurre tambien el 4.o ejército español de Galicia y Astúrias.-Sorprenden y desconciertan estos movimientos á José y sus generales.-Evacuan los franceses definitivamente à Madrid.-Gran convoy de preciosos objetos, fruto de sus despojos, que llevan delante de sí.-Concentracion de ejércitos franceses en el Duero.---Comienzan su retirada.—Síguenlos los aliados.-Avístanse cerca de Burgos.-Evacuan los franceses esta ciudad.-Vuelan el castillo.-Terrible esplosion y estrago.-Prosigue José retirándose bácia Vitoria.-Pasan tras él el Ebro Wellington y los aliados.-Consejo de Reille á José: no le adopta.-Combinaciones y movimientos de unos y otros contendientes en Vizcaya y Alava.-José en Vitoria.-Llama y espera á Clausel y á Foy, y no acuden. -Fuerzas y posi iones de los ejércitos enemigos.-Céle

bre batalla en los campos de Vitoria.-Comienzala don Pablo Morillo.-Accidentes principales del combate.-Gran triunfo de los aliados.-Pérdida enorme de los franceses en el material de guerra.-Recompensas á lord Wellington.-Penosa retirada de José á Pamplona.-Refúgiase en el Pirineo -Entra en Francia.-Van los españoles tras el gran convoy camino de Irún.-Defiéndele Foy y le salva.-Combate y toma de Tolosa por los aliados.-Deja Foy guarnicion en San Sebastian.-Combate del Bidasoa.-Es arrojado el francés del suelo español--Esplicase qué habia sido de Clausel, y lo que hizo.-Toman los nuestros los fuertes de Pancorbo y los de Pasages.-Juicio de esta importante campaña.

La lucha material de las arinas se mantuvo viva on los primeros meses de este año, más que en otras partes de España, en las provincias del Norte, no obstante los frios de la estacion, alli mas que en otras regiones rigurosa. Tres divisiones pertenecientes al que segun la última organizacion era ahora nuestro 4.0 ejército, regidas, la una por don Francisco Longa, la otra por don Gabriel de Mendizabal, y la otra por don Francisco Espoz y Mina, eran las quo maniobraban entre Burgos y las Provincias Vascongadas y Navarra. El caudillo Longa con la gente que le seguia siempre y dos batallones de vascongados acometió y rindió (28 de enero) la guarnicion enemiga que defendía el pueblecito de Cubo, en el camino real de Burgos á Vitoria. Corriéndose luego á Bribiesca, vióse alli apurado por dos divisiones de los italianos Caffarelli y Palombini, que confluian a aquel punto, de Vitoria la primera, de Madrid la segunda; mas fué bastante prudente y no pecó de confiado el caudillo español para evitar su encuentro, de modo que malogrado el propósito de los dos generales enemigos, tornóse á. Vitoria el uno, y situóse el otro en la villa dз Poza, en la carretera de Burgos á Santoña, importante por la riqueza de sus minerales y de sus celebres salinas.

Ageno estaba Palombini de que alli le estuviese Longa acechando; pero este activo militar, unido y en combinacion con Mendizabal, á quien habia dado aviso, lanzóse un dia de repente y al amanecer (14 de febrero) sobre la misma poblacion, sorprendiendo algunos soldados y cogiendo armas y bagages. Guió y protegió Mendizabal aquella empresa, y llevaban entre los dos sobre cinco mil hombres. Pero acostumbrado Palombini al sistema de guerra do España, como que llevaba tiempo de pelear en ella, salióse al primer ruido al campo, donde andaban forrajeando muchos de los suyos, recogió las tropas que con la confianza tenia diseminadas, y repuesto volvió contra los nuestros, arremetiéndolos con tal ímpetu, que aunque los españoles defendian el terreno palmo á palmo, hubieron de retirarse llevando gran parte de la presa en la primera entrada cogida. Palombini avanzó desde alli á Vizcaya, donde andaban los nuestros tan atrevidos que hasta la misma Bilbao se veia con frecuen

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