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cion desde dentro el baron de Eroles, Rovira y otros gefes. Mas cuando ya creía segura la introduccion del socorro, una capitulacion capciosamente propuesta por el enemigo y aceptada por el de Eroles y el de Campoverde hizo suspender el ataque por parte de los nuestros. Conocióse el engaño, cuando el enemigo, reforzado yá, rompió el fuego con la artillería que habia traido. Merced á tal artificio, que es escusado calificar, el meter en la fortaleza un socorro de 1.500 hombres y de algunos víveres y efectos costó un ruda combate y la pérdida de mas de 1.000 entre muertos, heridos y prisioneros: operacion que sin el engañoso convenio hubiera podido hacerse sin quebranto de nuestra parte. Con esto los franceses tuvieron tiempo para construir líneas de circunvalacion y contravalacion en derredor del fuerte, de modo que tan difícil era á la guarnicion salir como socorrerla de fuera.

Volviendo ya á Suchet, este general discurrió que le era mas seguro obrar con arreglo á las instrucciones anteriores del emperador que acceder á las recientes escitaciones de Macdonald, y que mas gloria personal habria de resultarle de la toma de Tarragona por sí mismo, que de la recuperacion de Figueras hecha con ayuda suya por otro general. Prosiguió pues en su propósito de sitiar á Tarragona. Con los 17.000 hombres que se le habian agregado del 7.0 cuerpo, reunía Suchet á sus órdenes sobre 40.000, de los cuales dispuso dejar la mitad guarneciendo las riberas del Ebro, los fuertes y principales poblaciones de Aragon, haciendo una oportuna distribucion de aquellas fuerzas para mantener en respeto todo el reino y sus confines. En Zaragoza dejó al general Compère con 2.000 infantes y dos escuadrones, y en la frontera de Navarra colocó á Klopicki con cuatro batallones y 200 húsares para contener las escursiones de Mina. Y dadas estas y otras disposiciones (4), movióse ya con los otros 20.000 hombres en direccion de Tarragona, cuartel general, y núcleo y amparo del gobierno y de las fuerzas militares españolas de Cataluña.

Célebre siempre y en todos tiempos, desde los mas remotos y oscuros, la antiquísima y monumental ciudad de Tarragona, cuyas glorias heróicas re⚫ cuerda la multitud de preciosos restos de todas las edades que al través de los siglos se conservan todavía en su recinto, y sirven de constante estudio á arqueólogos, filósofos é historiadores; asentada en una colina, en su mayor parte de piedra berroqueña y jaspe, cuyo pie baña el Mediterráneo, descen

(1) En Tortosa habia reunido un soberbio parque de artilleria con mil quinientos caballos de tiro. En cuanto á provisiones, todo le parecia poco; además de los almacenes que cuidó de establecer en Aragon, en

Lérida y en Reus, formó parques de animales, ya con los bueyes que compraba á los habitantes de los Pirineos, ya conservando los rebaños que habia cogido en las tierras de Calatayud y Soria.

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diendo suavemente al Oeste en direccion del rio Francolí á mil quinientas varas de la poblacion, y rodeada de varias lomas con diversos baluartes y fuertes; poblada entonces de unas 12.000 almas y guarnecida por 6.000 soldados y 4.500 voluntarios, mandados á la sazon por don Juan Caro, muchos menos, aproximadamente la mitad de los que para una regular defensa neccsitaba; aparecióse el general Suchet el 3 de mayo delante de la ciudad, 4 ya trató de embestir la plaza, franqueando al efecto el general Harispe cl rio Francolí, y dirigiéndose hácia el fuerte del Olivo, sito sobre una roca á 400 toesas de aquella, mientras Palombini con otra de sus brigadas se prolongaba por la izquierda, y tomaba algunos reductos que por embarazosos abandonaron los españoles. Por otros lados se colocaron las divisiones do Frére y Habert, acordonando asi la plazà hasta el mar. En cambio protegia á los sitiados una flota inglesa de tres navíos y dos fragatas, à cuyo amparo hacian aquellos salidas que incomodaban al enemigo. En una de ellas que hicieron los miqueletes contra un convento de la villa de Montblanch en que habia un destacamento francés, marchaban cubiertos con unas tablas acolcha. das para poder arrimarse, pero salióles mal la estratagema, y los franceses reforzaron aquel puesto.

A su vez levantaron ellos un reducto en la costa y al embocadero del Francolí para guarecerse de los tiros de la escuadra inglesa, privar de agua á los sitiados, cortando el célebre acueducto romano por la parte modernamente reconstruida; mas como hubiese bastantes algibes en la ciudad, no se hizo grandemente sensible aquella privacion. Mucho animó á los de dentro la llega da del marqués de Campoverde (10 de mayo), procedente de Mataró, con 40.000 hombres, dejando fuera á Sarsfield para incomodar á los sitiadores. La primera acometida de éstos se dirigió al fuerte del Olivo, delante del cual tenian los nuestros una obra avanzada; dos de los mas bravos regimientos franceses la tomaron á la bayoneta; con admirable arrojo intentaron los nuestros recobrarla, y hubo oficiales que plantaron su bandera al pie del parapeto mismo, pero al fin se vieron obligados á retroceder. En recompensa de esta pérdida causaron los nuestros una baja de 200 hombres á los franceses que se estaban fortificando á la derecha del Francolí, y acometiendo el incansable Sarsfield á Montblanch, obligó á los enemigos á abandonar aquel punto. El empeño principal de estos fué la toma del fuerte del Olivo. Dejemos á un historiador francés referir lo que les iba costando esta empresa.

«Muchos dias (dice) hubo que trabajar bajo un fuego no interrumpido, y esperimentando pérdidas sensibles, pues todas las noches se contaban de cincuenta ó sesenta muertos ó heridos entre los dos valientes regimientos que habian alcanzado el honor de este primer asedio... Queriendo abreviar estos ΤΟΜΟ XIII. 2

mortíferos aproches, se apresuraron á establecer la batería de brecha á mug corta distancia del fuerte, y estuvo ya en disposicion de recibir la artiller a la noche del 27 (mayo). Siendo imposible el uso de los caballos en aquel terreno, se uncieron los hombres á las piezas y las arrastraron entre una terrible metralla que derribaba á gran número sin enfriar el ardor de los otros. Como á pesar de la noche descubriese el enemigo desde la plaza lo que hacian aquellos grupos, quiso impedirles mas directamente que lograran su objeto, é intentó acometerlos haciendo una salida repentina. Al frente de una reserva del 7.0 de línea marchó el jóven y bizarro general Salme contra los españo◄ les, y al dar el grito de: ¡en avant! una bala de fusil le derribó sin vida en el suelo. Le adoraban los soldados, y lo merecía por su valor y su talento. Deseosos de vengarle se arrojaron sobre los españoles, á quienes persiguieron á la bayoneta hasta el borde de los fo30s del Olivo, y no retrocedieron sino á impulsos de la metralla, y de la evidente imposibilidad de la escalada... A la distancia á que se habia llegado eran terribles los efectos de la artillería por ambas partes. En pocas horas fué abierta la brecha, pero el enemigo echó abajo diversas veces nuestros espolones... Todo el dia siguiente 29 continuóse batiendo en brecha, y se resolvió dar el asalto, pues no hacía menos de dos semanas que estaban delante de Tarragona, y si una sola obra costaba tanto tiempo y tantos hombres, habia que desesperar de apoderarse de la plaza...>

Asombra donde quiera que se ea la relacion del asalto y toma del Olivo por los franceses: terrible fué la acometida, heróica la resistencia, recio y sangriento por ambas partes el combate: admiró á los nuestros la audacia de los franceses; el general en gefe de los franceses consignó en sus Memorias que los nuestros se habian batido como leones: se peleó cuerpo á cuerpo, á la bayoneta y al sable, asi en el recinto del fuerte, como en el reducto á que se fueron retirando los españoles. Debido fué á la casual circunstancia de haber descubierto el enemigo una entrada por los caños del acueducto de que ántes se surtía de agua la fortaleza, el haber podido penetrar en ella y estenderse por el muro con sorpresa de los nuestros que habian descuidado aquel encañado: de otro modo habrian sido escarmentados todos, como lo fueron los que intentaron trepar á los muros con escalas ó en hombros unos de otros, que todos perecieron. Aun asi tuvieron que sacrificar mucha gente, si bien por nuestra parte se perdieron tambien sobre 4.000 hombres. Se intentó, pero no se pudo recobrar el Olivo. Envalentonado con esta conquista Suchet, tentó la guarnicion de la plaza con palabras halagüeñas, pero solo obtuvo una contestacion desdeñosa y un tanto colérica. Acababan de entrar 2,000 hombres, procedentes de Valencia la mayor parte, algunos de Mallorca,

Celebrado al siguiente d'a consejo de guerra, acordose que el marqués de Campoverde saldria de la plaza,.dejándola encomendada á don Juan Sencn de Contreras que acababa de llegar de Cádiz, y que don Juan Caro iría en busca de mas auxilios á Valencia: que Sarsfield se encargaría de la defensi del arrabal y de la marina, y el baron de Eroles de las tropas que aquél habia estado mandando del lado de Montblanch, y que la junta saliera tambien para atender desde punto menos espuesto á los negocios del Principado. La junta se situó en Monserrat, y Campoverde puso su cuartel en Igualada (3 do jun o). Por su parte los franceses, luego que se vieron dueños de el Olivo, resolvieron atacar el recinto bajo de la ciudad, que terminaba por un lado con los fuertes de Francolí y San Carlos, por otro con el de los Canónigos, llamado tambien de Orleans. Establecidas las baterías con 25 cañones, y despues de unos dias de vivísimo fuego contra el fuerte de Francolí, puesta ya á treinta toesas la segunda paralela de los franceses, y abierta brecha, se prepararon al asalto atravesando el foso con el agua al pecho (noche del 7 al 8 de junio). Los nuestros le hubieran resistido con su teson habitual, pero no teniendo aquel fuerte sino una larga y estrecha comunicacion con la ciudad, no quiso Senen de Contreras que se espusieran á ser cortados, y ordenó se retirasen llevando la artillería. Segundo fuerte de que se apoderaban los franceses.

Gran pérdida costó á éstos la posesion de los otros baluartes. Una noche, despues de haber trabajado á corta distancia del camino cubierto del de Orleans, salieron de él 300 granaderos españoles, y cuando aquellos reposaban de las fatigas del dia, se arrojaron sobre ellos y acuchillaron una gran parte que descuidados dormian. En otra salida que del arrabal hizo Sarsfield con una brigada, destruyó muchas de sus obras, y mató algunos trabajadores, ahuyentando á los otros con espanto. Cuando repuestos los enemigos atacaron en dos columnas la luneta del Principe (16 de junio), una de ellas al dar el asalto sufrió un fuego mortífero, muriendo con otros muchos el valeroso comandante que la guiaba: la otra mas afortunada, logró penetrar en la luneta, y mató 100 30ldados nuestros, haciendo á otros prisioneros. Encarnizóse la lucha y creció la matanza para las obras de aproche contra los dos bastiones de San Carlos y de los Canónigos. Confiesan los historiadores franceses que en una veintena de dias perdieron 2.500 hombres, entre ellos un general, dos coroneles, quince gefes de batalion, diez y nueve oficiales de ingenieros, trece de artillería, y ciento cuarenta de las demas armas. Y aun les faltaba conquistar, el arrabal primero, y la ciudad después.

Habia llegado á ésta de refresco, procedente de Valencia, una division de 4.400 hombres, guiada por don José Miranda. Los 400 que iban desar

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mados, se fueron á incorporarse én Igualada con las tropas de Campoverde, que de este modo llegó á reunir un cuerpo de mas de 44.000 hombres, para obrar por fuera en favor de los sitiados, ó sorprendiendo convoyes, ó arrojándose con oportunidad sobre las trincheras enemigas. Sorpresas de estas hacian tambien otros gefes, tal como el baron de Eroles que cogió en Falset quinientas acémilas, y como Villamil que en Mora de Ebro destrozó un grucso destacamento que mandaba un coronel polaco. Por parte de los franceses el general Harispe con una division francesa y otra italiana vigilaba el camino de Barcelona, y Habert con otra division guardaba los caminos de Tortosa y de Reus; y además receloso Suchet del aumento de fuerzas del marques de Campoverde, llamó la brigada de Abbé que habia estado observando los movimientos de Villacampa hácia Teruel, como quien daba tanta importancia al sitio de Tarragona, que á este objeto esencial lo subordinaba y lo sacrificaba todo.

Su propósito era batir á un tiempo los tres fuertes, Canónigos, San Cárlos y Real, á cuyo efecto colocó en la tercera paralela cuarenta y cuatro piezas de sitio, que con vivísimo fuego protegian las obras de ataque, que tenian que rehacer á menudo, porque á menudo las destruia la artillería de la plaza. Al fin el 20 de junio, el mismo dia que salvaban á los franceses sitiados en Badajoz los mariscales reunidos Marmont y Soult, una escena espantosa se representaba al pie de los muros de Tarragona. «No agita laire, dice un escritor estrangero, la mas ruda batalla con ruido tan terrible como el que resonaba delante de la plaza sitiada.» Por la tarde se hallaban practicables las brechas en los tres bastiones. El 21 ordenó Suchet los très asaltos simultáneos, á los que se arrojaron tres columnas, llevando todos sus reservas. Viva, empeñadísima y sangrienta fué la lucha, tomándose y perdiéndose muchas veces por unos y otros los boquetes. Apoderáronse primero los enemigos del fuerte de los Canónigos ú Orleans, y sucesivamente de los de San Carlos y Real, derramándose luego por el arrabal ó ciudad baja. En tan criticos momentos, Velasco que habia reemplazado á Sarsfield en la defensa del arrabal, se lanza sobre una columna enemiga y la obliga á refugiarse en las casas, donde se pelea cuerpo á cuerpo: llegan refuerzos franceses, y rechazan á los nuestros hasta la puerta de la ciudad; muchos vecinos del arrabal son asesinados; vuelven los enemigos sus cañones contra la escuadra inglesa, que leva anclas, aunque disparando inútiles andanadas de todos sus buques. En estas acometidas y defensas perecieron de una y otra parte acaso 1.500 hombres; apenas nos hicieron prisioneros: juntos fueron quemados los cadaveres españoles y franceses.

Faltaba solo conquistar la ciudad alta, é inmediatamente dispuso Suchet

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