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CAPITULO XXVI.

LOS ALIADOS EN FRANCIA.

LAS CORTES EN MADRID.

DECADENCIA DE NAPOLEON.

19 13

(De octubre á fin de diciembre.)

Posiciones de nuestras tropas en el Pirineo.-Resuelve Wellington atacar la línea francesa.-Pasan los aliados el Bidasoa.-Arrojan de sus puestos al enemigo.-Admirable comportamiento del 4.o ejército español.-Idem del de reserva.-Excesos y desmanes de ingleses y portugueses.-Solicitud de Wellington en reprimirlos y castigarlos.-Rindese Pamplona á los nuestros: capitulacion.-Avanzan Wellington y los aliados.--Combate glorioso.-Pasan el Nivelle.-Acorralan á Soult contra los muros de Bayona.-Hacen alto en Saint-Pé.-Levantan atrincheramientos y líneas de defensa.-Lluvias, privaciones, desabrigo y penalidades de los nuestros en aquel campamento -Vuelve á España una parte de las tropas españolas.-Son embestidos los aliados en sus estancias. -Pásanse á los nuestros dos batallones alemanes.-Atacan los franceses otro lado de nuestra línea. Firmeza de los nuestros.-Pérdida de unos y otros en los combates de estos dias.-Franceses y aliados hacen alto en sus operaciones.-Sucesos de Valencia. -2.° ejército.-Rendicion de algunas plazas que aun tenian los franceses.-Cataluña. -Disminucion del ejército francés.-1.er ejército español.-Reencuentros favorables á los nuestros.-Desánimo de Suchet.-Córtes.- Instalacion de las Córtes ordinarias.Sesion preparatoria.-Discurso del señor Espiga.-Causas por qué faltaban muchos diputados.-Súplenlos los de las extraordinarias.-Influencia que éstos ejercieron en las deliberaciones.-Diferencia de ideas políticas entre estas Córtes y las pasadas.-Causas de esta diferencia.-Cómo se mantuvo el equilibrio de los partidos.-Acuerdan trasladarse á la Isla de Leon á causa de la epidemia de Cádiz.-Presupuesto de ingresos y gastos.-Medios para cubrir el déficit.-Cuestion ruidosa sobre el mando del lord Wellington.-No se resuelve.-Diputados reformistas y anti-reformistas.-Atentado contra la vida del diputado Antillon.-Acuerdan las Cortes y el gobierno trasladar

se à Madrid.-Júbilo de la capital con motivo de la llegada de la Regencia.-Lucha gigantesca entre Napoleon y las potencias del Norte.-Grandes pérdidas del ejército francés. Sistema de guerra de los confederados.-Fuerzas inmensas de éstos.-Sombrios presentimientos de Napoleon. -Memorables y sangrientas batallas de Leipsick, de las mayores y mas terribles que registra la historia de todos los siglos.-Combate llamado de los Gigantes.-Infortunios de Napol on.-Defeccion de sus aliados.-Voladura del puente de Lindenau.-Desastrosa retirada de los franceses.-Esfuerzos y apuros para llegar al Rhin.-Escasas reliquias del grande ejército francés.-Regreso de Napoleon á París.-Sus nuevos proyectos. -Angustiosa situacion de 190.000 hombres dejados en las guarniciones del Elba, del Oder y del Vistula-Rendicion de la de Dresde. -Sufrimientos y penalidades de las otras.-Situacion general de Europa y particular de España al terminar el año 1813.

Al modo que en las enfermedades del cuerpo, asi en las grandes contiendas de los Estados, hay períodos de crisis, pasados los cuales, si aquella se resuelve felizmente, los individuos y los estados progresan y marchan en bonanza en la vía de su restablecimiento, si algun siniestro inopinado no los hace retroceder. La peligrosa crisis por que pasó la España se habia resuelto hacia el comedio de este año, comenzó la nacion á convalecer en el estio, y verém s en el otoño é invierno, en sus dos estremos septentrional y meridional, allí correr prósperos los sucesos militares, aquí los políticos; y en movimientos encontrados, en el Norte salir nuestros ejércitos y derramarse allende las fronteras de la península, en el Mediodía moverse el gobierno y los cuerpos políticos y dejar los confines del reino para restituirse á su asiento

central.

Las fuerzas aliadas que al mediar setiembre dejamos en la cordillera de los Pirineos despues de haber lanzado del suelo español á los franceses y escarmentadolos en el esfuerzo que para invadirle de nuevo hicieron, mantuvié ronse el resto de aquel mes, dándose respiro y descanso, casi en las mismas posiciones en que las hemos visto, estendiéndose desde el Bidasoa hasta 1.s Alduides. A la parte de aquel rio se colocó el general inglés Graham luego que terminó la conquista de San Sebastian y su castillo, fortificándose él ahora como en segunda línea entre los montes Aya y Jaizquivel, formada la primera por la orilla arriba del Bidasoa, divisorio de España y Francia. Al otro estremo de la línea estaba don Francisco Espoz y Mina con la octava division, bien que ocupados dos trozos de ella en amenazar, el uno el fuerte de Jaca, que aun tenian los franceses, el otro á San Juan de Pié-de-Puerto. La villa de Lesaca continuaba sirviendo de cuartel general al duque de Ciudad-Rodrigo, que reuniendo municiones y haciendo aprestos militares, se preparaba á nuevas operaciones detenidamente, como siempre que proyectaba algun movimiento.

No menos se preparaba el de Dalmacia (Soult), que tenia sus reales en San Juan de Luz, fortificando con obras de campaña su primera línea, instruyendo, reorganizando y disciplinando sus tropas, las cuales se reforzaban con los conscriptos del Mediodía del imperio, habiéndose destinado hasta 30.000 de ellos al ejército de la frontera de España, cuyo depósito estala en Bayona.

Comprendia Wellington todo el efecto que haria en Europa, todo lo que acreceria su reputacion, el ser el primero que se atreviera á pisar el suelo francés y á invadir aquella nacion, terror hasta ahora de las demás potencias, y que parecia aspirar á absorverlas todas. Decidido ya á ello el generalis mo de los aliados, y provisto de cuanto era menester, determinó dar un avance simultáneo por toda la línea; instruyó á los generales de su plau de ataque; todos habian de arremeter á una señal dada, que era para los ingleses un cohete disparado desde el campamento de Fuenterrabía, para los españoles una bandera blanca enarbolada en San Marcial, ó bien tres grandes fogatas. Era la mañana del 17 de octubre, y dadas las señales, moviéronse todos resueltamente á cruzar el Bidasoa, como lo verificaron los ingleses y portugueses en cuatro columnas por otros tantos vados entre Fuenterrabia y Beovia, por otros mas arriba dos divisiones del 4.0 ejército español que regia Freire, mandadas inmediatamente por los generales Bárcena y Porlier, y por otro vado aun mas arriba la division del mando interino de Goicoechea.

En tierra francesa unos y otros, mientras los anglo-portugueses tomaban, marchando desde Andaya, la altura titulada de Luis XIV, y se apoderaban de siete piezas que el enemigo tenia en los reductos, el bizarro coronel español Losada, de la brigada de Ezpeleta, caia víctima de su arrojo en la parte de Saraburo; y como este desgraciado incidente hiciera vacilar al pronto aquellas tropas, advertido que fué por el brigadier Ezpeleta, tomó una bandera en la mano, y lanzándose con ella intrépidamente al rio, de tal manera reanimó con su ejemplo á los suyos que todos le siguieron, y se apoderaron en poco tiempo de los puestos fortificados del enemigo. Parecida operacion ejecutaba la cuarta division española, cogiendo tres cañones que los franceses tenian en el declive de la montaña de Mandale, desalojándolos en seguida de la Montaña Verde, y persiguiéndolos camino de Urogne, en la carretera de San Juan de Luz. Condujéronse con igual brío las demás tropas, y no hubo punto en aquellas montañas, de los que tocaba tomar á los españoles, de que no se enseñoreáran las ya acreditadas tropas del 4.o ejército.

Por la derecha de la línea llenaba tambien cada uno su obligacion cumplidamente. El general inglés Alten, ayudado de la division española de Lon

ga, encargado de einbestir los atrincheramientos de Vera, hizo 700 prisioneros franceses, con 22 oficiales: y don Pedro Agustin Giron, que en la ausencie del conde de La-Bisbal regía el ejército de reserva de Andalucía, obligó á los enemigos á encaramarse y guarecerse en la cumbre y santuario de la escabrosa montaña de la Rhune, donde estuvieron aquella noche y todo el siguiente dia. Mas como en la mañana del 8 acudiese el generalísimo de los aliados, y dispusiese de acuerdo con Giron atacar las obras que en el contiguo campo de Sare el enemigo tenia, y consiguiera desalojarle de allí por medio de una bien entendida y valerosamente ejecutada maniobra, bajaron los franceses al amanecer del 9 (octubre) de la cima y ermita en que se habian cobijado, tomando los nuestros posesion de las obras y recintos que aquellos iban evacuando. Todavía el francés recobró el 12 uno de los reductos, é intentó el 13 recuperar otros atacando los puestos avanzados de las tropas de Giron, pero nuevamente escarmentados aquel dia, mostraron no querer por entonces mas reencuentros. Aquellos triunfos no los obtuvimos sin sacrificio, pues perdimos en los diferentes combates 1.562 hombres, de ellos la mitad inglesos y portugueses, la otra mitad españoles, por haber tocado á éstos los puntos de mas dificultad y empeño.

Viéndose los aliados dueños de una parte de suelo estrangero y enemigo, de suyo propensa la soldadesca é entregarse á escesos y desmanes, diéronse á cometer todo género de vejaciones y tropelías, como quien encontraba la ocas'on de desquitarse de las que los franceses habian por mas de cinco años cometido en España. Aunque vituperable este proceder en todos, estrañabase menos en aquella parte del ejército español que habia pertenecido ántes á guerrillas y cuerpos indisciplinados. Pero lo notable y estraño fué que primero que éstos y mucho mas que ellos se desbordaron y señalaron en la obra de destruccion, de incendio, de pillage y de violencia los ingleses y portugueses, con el escándalo de ser muchos de sus oficiales los que en vez de contener y reprimir concitaban con su propio ejemplo á los soldados al saqueo. Bien que deja de asombrar semejante conducta, cuando se considera que una gran parte de ellos eran los incendiarios, saqueadores y violadores de San Sebastian. En honor de la verdad en esta ocasion anduvo Wellington mas solícito que en aquella en corregir y castigar los desmanes de su gente: en una proclama les decia á los oficiales despues de una severa reprimenda, que estaba determinado á dejar el mando de un ejército cuyos oficiales no le obedecian, y envió varios de ellos á Inglaterra con recomendacion y á disposicion del príncipe regente. ¡Lástima que no hubiera desplegado en San Sebastian algo siquiera de esta laudable severidad!

No tuvo por prudente Wellington avanzar é internarse más en el territorio

francés, en tanto que no se rindiese la plaza de Pamplona que dejaba atrás. Y mientras esto sucedia, habilitó los puentes del Bidasoa y fortificó sus estancias del otro lado de los Pirineos. Continuaban bloqueando á Pamplona don Cárlos de España y el príncipe de Anglona con una division del 3. er ejército. El general Cassan, que mandaba la guarnicion francesa, mostróse muy firme en tanto que pudo esperar ser socorrido de Francia. Mas esta esperanza se iba desvaneciendo, el tiempo transcurria, los víveres escaseaban, desanimaba su gente, y vióse precisado á proponer á los nuestros (3 de octubre, 1813), ó que permitieran salir á los vecinos y paisanos ó que le suministráran raciones para ellos. Con la negativa, que era natural á esta proposicion, resolvióse á tentar una salida desesperada, la cual se verificó con la acostumbrada impetuosidad francesa (10 de octubre), en términos de arrollarlo todo los suyos en el principio hasta alojarse en algunos de nuestros atrincheramientos. Mas por fortuna, repuestas de aquella primera sorpresa unas compañías españolas, arremetiéronlos á la bayoneta tan vigorosamente que los desalojaron de aquel puesto y siguieron acosándolos hasta el glacis de la plaza. Pertenecian estas compañías al 3.er ejército que mandaba el de Anglona.

Informado á los pocos dias don Carlos de España de que el gobernador francés tenia el designio de desmantelar la plaza, hízole intimar (19 de octubre) que si tál ejecutase, estaba autorizado por el genera ísimo de los aliados,

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asi lo cumpliría, para pasar á cuchillo la plana mayor y toda la oficialidad, y para diezmar la guarnicion entera. No era en verdad el general Cassan hombre á quien se intimidára facilmente con amenaz is, y asi fué que respondió desdeñosa y altivamente á la del español. Pero las circunstancias eran mas fuertes que su carácter, y la necesidad superior á su firmeza. Asi fué que el 24, cediendo á las unas y á la otra, él mismo mostró deseos é hizo indicaciones de ajuste, con tal que los dejasen á él y á la guarnicion de su mando volver libremente á Francia. No fué la proposicion admitida, pero dió ocasion á conferencias y tratos, que tuvieron por término convencerse al fin el francés de la inutilidad de su resistencia, y avenirse á rendir la plaza (31 de octubre, 1813), quedando prisionera de guerra la guarnicion: y firmada que fué la capitulacion, entraron los españoles en la posesion de una de las primeras y principales plazas que habian estado constantemente en poder de franceses desde los primeros dias de su invasion en España en 1808 (1).

Desembarazada y libre con esto la derecha del ejército aliado, pudo ya

(1) En la Gaceta de Madrid del 20 de noviembre se insertó la copia de la capitulacion de Pamplona, espresando las proposiciones hechas por el gobernador Cassan,

en diez y ocho artículos, y las respuestas que á cada una de ellas fué dando don Cárlos de España.

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