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artillería podia ser un recurso, era tambien un embarazo por la dificultad del trasporte. Convencido Napoleon de que no le quedaba otro arbitrio que tomar la vuelta del Rhin, dirigió la retirada en persona precipitándola todo lo posible, á fin de tomar la delantera á los enemigos en los desfiladeros y en los pasos mas peligrosos. Esto lo logró, pero sufriendo todavía bajas enormes en sus desalentadas huestes, porque incesantemente a osadas por los austriacos, prusianos y cosacos, no solo fué menester abandonar los 5 ó 6.000 prisioneros que por ostentacion llevaba, sino que sus soldados, ya con pretesto del hambre, ya fingiéndose enfermos, heridos ó despeados, quedábanse por las noches en los caminos ó en las aldeas, cayendo á centenares en poder de los corredores enemigos, en términos que desde Lutzen á Erfurt, donde llegó el 22 (octubre, 1813), halló su ejército mermado en cerca de otros 20.000 hombres por efecto de este desbandamiento.

Hizo en Erfurt un alto de dos ó tres dias para dar algun descanso á sus tropas, y proveerlas de vestuario y calzado que habia en los almacenes. Desde allí escribió á París pidiendo quinientos millones de francos y nuevos alista mientos, además de los 280.000 hombres ya pedidos, y recomendando que los que le enviasen fueran hombres ya formados, «pues con niños, decia, no puedo defender la Francia;» aludiendo á los muchos reclutas que llevaba en su ejército, y á cuya causa achacaba las muchas deserciones. Faltóle allí su cuñado Murat, que con tanta bravura se habia conducido en Leipsick, y que partió, sin que nada fuera bastante á detenerle, alegando la necesidad de su presencia para defender la Italia. Allí supo tambien la defeccion completa del ejército bávaro, que convertido en enemigo despues de tantos años de aliado, hacia su situacion mas comprometida. Avanzando ya los confederados por todas partes, fué'e preciso levantar el campamento de Erfurt, adelantándose para no ser cortado.

Aun así encontró el 30 de octubre interceptado el camino de Maguncia, y por consecuencia cerrado el paso al Rhin, por el general de Wrede que ocupaba Hanau con 530 ó 60.000 austro-bávaros. Enfureció en gran manera á Napoleon y á todos los franceses esta accion de quien habia sido tanto tiempo su amigo. Propúsose aquél escarmentarle á toda costa, aunque ya no llevaba sino de 40 á 50.000 hombres; ¡tanta habia sido la desercion en las últimas marchas! y de ellos apenas pudo reunir 46.000 bajo su inmediata mano. Con ellos sin embargo, y con ochenta cañones, llevando por delante su vieja guardia, acorraló á de Wrede, de quien dijo con ironía: «¡Pobre de Wrede! le pude hacer conde, pero no general!» Cerca de 10.000 hombres perdió el bávaro, entre muertos, heridos y prisioneros, quedando él mismo tan gravemente herido que se le tuvo por muerto. Sobre 3.000 hombres perdieron los franceses

en este brillante encuentro. Lució todavía con fulgor en medio de su decadencia el astro y el genio de Bonaparte; y asi pudo abrirse paso al Rhin, y asi pudieron ir llegando unos tras otros á Maguncia hasta 40.000 hombres, resíduo de aquellos 360.000 con que habia comenzado la célebre y para él funesta y lúgubre campaña de Sajonia. Acompañábanle en esta desastrosa retirada los mariscales Victor, Marmont, Sebastiani, Mortier, Macdonald y Lefebvre-Des

nouettes.

Una semana permaneció Napoleon en Maguncia, reorganizando en lo posible sus mermadísimas y asendereadas huestes, cuidando de que se recogie. ran los desbandados y dispersos, y distribuyendo sus tropas y dando y ṣeñalando á cada general su fuerza y su puesto para la defensa de la frontera del Rhin, de aquella frontera que pocas semanas ántes la Europa coaligada habria de buen grado reconocido como límite de la Francia, y aun lo habria agradecido como una concesion generosa de Napoleon, y ahora necesitaba él de grande esfuerzo, y era muy dudoso que pudiera conservarla. Despues de esto partió para París (7 de noviembre, 1813) con objeto de buscar todavía en aquella Francia, agotada ya de hombres y de recursos, recursos y hombres para una nueva campaña. Soldados le quedaban todavía escelentes y en gran número, mandados por distinguidos generales y por oficiales aguerridos. Ade más de las reliqu'as del grande ejército llegadas al Rhin, tenia 190.000 hombres útiles para el servicio. ¿Pero dónde los tenia? Habíalos dejado diseminados por el Norte de Europa, guarneciendo las plazas del Elba, del Oder y del Vistula: que asi como su hermano José al salir de España habia dejado guarniciones mas o menos fuertes, no solo en las fronteras sino en el interior de la península, con el objeto y la esperanza de que le sirvieran de apoyo cuando volviera á pisar el suelo español, asi Napoleon, que en la embriaguez de su ambicion y de su orgullo habia confiado en penetrar otra vez victorioso hasta el Vistula, habia dejado allí derramadas aquellas guarniciones para que le sirvieran de apoyo cuando triunfante otra vez de la Europa coaligada volviera á ostentar sus águilas por aquellos remotos paises (1).

Pero las sangrientas jornadas de Leipsick habian dado al traste con los gigantescos designios del genio de la ambicion, y aquellos 190.000 hombres que juntos hubieran formado todavía un lucidísimo ejército y podido servir de base para otro mucho mas numeroso, aislados y dispersos á grandes distancias algunos, bloqueados casi todos en plazas enclavadas en paises enemi

(1) Había dejado 3.000 hombres en Modlin, otros 3.000 en Zamose, 28.000 en Danzick, 8.000 en Glogau, 4.000 en Custrin, 42.000 en Stettin, 30 000 en Dresde, 26.000

en Torgau, 3.000 en Wittenberg, 25.000 en Magdeburgo, 40.000 en Hamburgo, 6.000 en Erfu.t, y 2.000 en Wurtzburgo.

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gos, á muchas jornadas del Rhin, en medio de los victoriosos é inmensos ejércitos de la Europa confederada, cerrado el camino de la Francia, y sín fácil, y aun los más sin posible comunicacion entre sí, ¿cuál podia ser la suerte de aquellas guarniciones, por grande que fuera su heroismo, sino las penalidades, los infortunios, la desesperacion, y tras ella ó la sumision al enemigo ó la muerte? Así fué sucediendo, como era fácil de pronosticar. La guarnicion de Dresde, fuerte de 30.000 hombres, con estar mandada por un general de tan alta reputacion y de tan firme carácter como el mariscal SaintCyr, tuvo que resignarse á quedar prisionera de guerra, desaprobada por el emperador Alejandro la capitulacion que antes habia hecho (14 de noviembre, 1813), con la ventajosa condicion de poder ir á Francia, y con la facultad de servir despues de cangeada: acto de que los franceses se quejaron amargamente, calificándole de violacion indigna de un tratado, y haciendo por ello cargos terribles á los soberanos del Norte.

Las demás guarniciones de Modlin, de Zamose, de Wittenberg, de Torgau, de Hamburgo, de Stettin, de Glogau, de Custrin, de Magdeburgo, do Danzick, las unas sufrian todos los horrores del hambre, las otras los rigores de la peste, desarrollado en unas partes el tifus, en otras la fiebre hospitalaria, y hasta la fiebre llamada de congelacion, nacida ésta del frio, como aquella de la humedad y de la insalubridad del aire, que arrebataban á millares los soldados y enviaban al sepulcro generales y caudillos ilustres: bloqueadas todas, resistiendo algunas incesante bombardeo; firmes en medio de su abandono, y sin faltarles aquella fé que habia sabido inspirar á sus guerreros Napoleon, y esperando todavía de él poco menos que milagros, si algunas se rindieron y capitularon, agotados todos los medios de defensa, otras subsistian todavía á fines del año, prologando una resistencia que admiraba y desesperaba á sus enemigos. Cada cuál parecia haberse propuesto ser el último que entregára á la coalicion su espada.

Resumiendo; al terminar el año 1813, Napoleon, que aun despues del desastre de Moscow habia aspirado todavía á enseñorear la Europa, que menospreciando la mediacion del Austria y convirtiéndola imprudentemente de aliada en enemiga, presumió poder triunfar él solo de toda la Europa coali gada, y creyó bastarle su genio para reparar de un solo golpe todos sus anteriores desastres y para encumbrarse á tanta ó mayor altura que en la que ántes se habia visto, recogió por fruto de su desmedido orgullo y por resul. tado de la atrevida y temeraria campaña de Sajonia, haber perdido entre combates, enfermedades y marchas 300.000 hombres, dejar 490.000 comprometidos y bloqueados en plazas de naciones enemigas, contar apenas 50.000 hombres útiles para defender las fronteras del Rhin y resguardar

la Francia, verse abandoñado de todos sus aliados, y haber regresado á París á pedir á la Francia mas hombres y mas oro, para ver todavía de satisfacer, so pretesto del engrandecimiento de la Francia, aquella ambicion que le hacia perderlo todo por querer ganarlo todo.

De la parte de España, aquellos ejércitos imperiales que tan fácil habian creido amarrarla al carro triunfal de Napoleon, y que llegaron á mirar У á gobernar como un departamento del imperio francés, se hallaban lanzados del suelo español: las tropas aliadas, inglesas, portuguesas y españolas, pisaban el territorio de la Francia, arrollaban las huestes de Bonaparte, y amenazaban una plaza fuerte del imperio. Y el gobierno español, primero fugitivo y después refugiado en una ciudad murada á la estremidad del reino, y las Córtes españolas. ántes reducidas á deliberar en el mismo estrecho recinto entre el estruendo y el estallido de los cañones y de las bombas enemigas, disponíanse ahora uno y otras á funcionar libre y desembarazadamente en la antigua capital de la monarquía. Con tan felices auspicios se anunciaba el año 1814, que habia de ser fecundo en grandes sucesos, previstos ya unos, inopinados otros, aquellos lisonjeros sobremanera, éstos sobremanera amargos.

CAPITULO XXVII.

EL TRATADO DE VALENCEY.

1814.

(Enero y febrero).

Esquiva Napoleon la paz que le ofrecen las potencias.-Célebre Manifiesto de Francfort. -Tratos que entabla Napoleon con Fernando VII. en Valencey.-Mision del conde de Laforest.-Sus conferencias con los principes españoles.-Carta del emperador á Fernando, y respuesta de éste.-Negocian el conde de Laforest y el duque de San Carlos.Tratado de Valencey.-Trae el de San Carlos el tratado á España.-Instrucciones que recibe de Fernando VII.-Viene á Madrid.-Viene tras él el general Palafox con nuevas cartas y nuevas instrucciones del rey.-Otra vez el canónigo Escoiquiz al lado de Fernando.-Emisarios franceses en España.-Objeto que traian y suerte que corrieron.-Mal recibimiento que halló el de San Carlos en Madrid.-Presenta el tratado á la Regencia.-Respuesta de la Regencia á la carta del rey.-Ponelo en conocimiento de las Cortes.-Consultan éstas al Consejo de Estado.-Digno informe de este cuerpo.Famoso decreto de las Córtes y Manifiesto que con este motivo publicaron.-Cómo y por quiénes se conspiraba contra el sistema constitucional.-Escándalo que produjo en las Cortes el discurso del diputado Reina.-Tratado con Prusia, en que reconoce esta potencia las Cortes y la Constitucion de España.-Intentan los enemigos de la libertad mudar la Regencia.-Cómo burlaron esta tentativa los diputados liberales.Cierran sus sesiones de primera legislatura las Córtes ordinarias.-Se abre la segunda legislatura.

Aunque los sucesos que vamos á referir pertenecen al año que encabeza este capítulo, su preparacion venia de algunos meses atrás, á los cuales es fuerza que retrocedamos un momento.

Indicamos ya en el capítulo anterior que Napoleon á su regreso á París (9 de noviembre, 1813), despues de sus grandes derrotas en Alemania, lejos de darse por vencido, y de admitir francamente las proposiciones de paz de las potencias confederadas, no obstante ser aceptables, y aun ventajosos los lím:tes en ellas señalados al imperio francés, obstinado y terco en el sistema ins

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