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admiracion de las hazañas siguientes. Mas estos y otros cuentos adoptados imprudentemente por la historia, han sido ya confinados á las novelas, á los romances y al teatro, donde se ha hecho de ellos un uso tan feliz; y Rodrigo, por ser menos singular en su juventud, no se presenta menos admirable en el resto de su carrera.

Nació en Burgos, hácia la mitad del siglo XI, de don Diego Lainez, caballero de aquella ciudad, que contaba entre sus ascendientes á don Diego Porcelos, uno de sus pobladores, y á Lain Calvo, juez de Castilla. Reinaba entonces en esta provincia Fernando I, que, reuniendo en su mano el dominio de Leon, Castilla y Galicia, fundó la preponderancia que despues gozó la nacion castellana sobre las demas de la península. Este monarca tuvo cinco hijos, y á todos quiso dejarlos heredados en su muerte. Ni las desgracias sucedidas por igual division que hizo su padre el rey de Navarra don Sancho el Mayor, ni las representaciones de cuantos hombres cuerdos habia en su corte, pudieron moverle de su intento. El amor de padre lo venció todo; y por hacer reyes á sus hijos labró la ruina de dos de ellos, y sumió al estado en los horrores de una guerra civil. Cupo en la particion Castilla á Sancho, Leon á Alfonso, y Galicia á García; las dos infantas Urraca y Elvira quedaron heredadas, esta con la ciudad y contornos de Toro, aquella con Zamora, y se dice que todos por mandado del padre juraron respetar esta division, y ayudarse como hermanos. Vana diligencia, jamas respetada por la ambicion, y nunca menos que entonces : porque don Sancho, superior en fuerzas, en valor y en pericia á sus hermanos, luego que murió su padre, revolvió el pensamiento á despojarlos de su herencia, y á ser el único sucesor en el imperio del rey difunto.

Era entonces (1065) muy jóven Rodrigo Diaz. huérfano de padre, y don Sancho, por gratitud á los servicios que Diego Lainez habia hecho al estado, tenia á su hijo en su palacio, y cuidaba de su educacion. Esta educacion seria toda militar; y los progresos que hizo fueron tales, que en la guerra de Aragon y en la batalla de Grados, donde el rey don Ramiro fué vencido y muerto, no hubo guerrero alguno que se aventajase á Rodrigo. Por esto el rey, que para honrarle le habia armado poco antes caballero, le hizo alferez de sus tropas, que en aquellos tiempos era el primer grado de la milicia, al modo que despues lo fué la dignidad de condestable.

Desembarazado Sancho de las guerras extrañas, volvió su pensamiento á la civil, que tal puede llamarse la que hizo al instante á sus hermanos. Los historiadores están discordes sobre á quién de ellos embistió primero; mas la probabilidad está por la opinion comun, que designa á don Alfonso como la primera víctima. Sus estados lindaban con los de Sancho, y no es creible que este quisiese atacar antes al mas lejano. La lucha no podia durar mucho tiempo entre dos concurrentes tan desiguales. El rey de Castilla ardiente, esforzado, feroz, con un poder mucho mas grande, con una destreza militar superior á la de todos los generales de su tiempo, debia arrollar

facilmente al de Leon, mucho mas débil, muy jóven todavia, y falto de práctica en las cosas de la guerra. Mas no por eso este príncipe se dejó arruinar sin estrago y peligro de sus contrarios. Vencido en las primeras batallas, toma fuerzas de su situacion desesperada, junta nuevo ejército, y vuelve á encontrar á su hermano á vista de Carrion. Su impetu fué tal, que los castellanos, rotos y vencidos, abandonaron el campo de batalla, y se encomendaron á la fuga. Rodrigo, en este desastre, lejos de perder el ánimo, aconseja al rey, que reuniendo sus tropas dispersas, acometa aquella misma noche á los vencedores: « Ellos, le dijo, se abandonarán al sueño con el regocijo de la victoria, y su confianza va á destruirlos. » Hecho así, los castellanos, puestos en órden por Rodrigo y el rey, dan con el alba sobre sus contrarios, que descuidados y dormidos no aciertan á ofender ni á defenderse, y se dejan matar ó aprisionar. Alfonso huyendo se refugia á la iglesia de Carrion, donde cae en manos del vencedor, que le obliga á renunciar el reino, y á salir desterrado á Toledo, entonces poseida de los moros.

La guerra de Galicia (1071) fué mas pronta y menos disputada, aunque con mas peligro de don Sancho. Su hermano García tenia enagenadas de sí las voluntades de sus vasallos. Cargados de contribuciones, atropellados por un favorito del rey, á quien habia abandonado toda la administracion, su paciencia llegó al término, y convertida en desacato, á los ojos mismos del Monarca hicieron pedazos al privado. Con esto, divididos en facciones y mal avenidos, no pudieron sostenerse contra los castellanos, que entraron pujantes en Galicia. Huyó don García á Portugal, y con los soldados que quisieron seguirle, ó vinieron á defenderle, quiso probar ventura junto á Santaren, y dió batalla á su hermano. Pelearon él y su gente como desesperados, y la fortuna al principio los favoreció: don Sancho sc vió en poder de sus enemigos, y García, dejándole entregado á unos caballeros, voló á perseguir los fugitivos. Entre tanto el Cid con su hueste, aun entera, acometió á la parte donde estaba el rey de Castilla prisionero, y disipando la guardia que le custodiaba, se apoderó de él, y poniéndole á su frente, salió á buscar á don García. Volvia éste de su alcance cuando le anunciaron el vuelco que habian dado las cosas, y sin desmayar por ello, acometió á los castellanos; pero á pesar de su esfuerzo vióse arrancar la victoria que ya tenia, y precisado á entregarse prisionero al arbitrio de su rival, que le despojó de reino y libertad, y le envió al castillo de Luna.

Sería mejor quizá para el honor de la especie humana pasar en silencio estos escandalosos debates, hijos de una ambicion desenfrenada, que olvida enteramente los lazos mas sagrados de la alianza, de la compasion y la sangre. Señor de Castilla, de Galicia, y de Leon, Sancho 11 no se consideraba rey, si no poseía tambien la corta porcion de sus débiles hermanas. Lanzó de Toro á Elvira, y puso sitio sobre Zamora. Aquí la suerte le tenia guardado el término de su carrera ; y el terror de tantos reyes estrelló en una ciudad defendida por una

COLECCION

DE LOS MEJORES

AUTORES ESPAÑOLES.

TOMO XXXIV.

VIDAS

DE

ESPAÑOLES CÉLEBRES.

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