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PROLOGO.

Las vidas de los hombres célebres son de todos los géneros de historia el mas agradable de leerse. La curiosidad, excitada por el ruido que aquellos personages han hecho, quiere ver mas de cerca y contemplar mas despacio á los que con sus talentos, virtudes ó vicios extraordinarios han contribuido á la formacion, progresos y atraso de las naciones. Las particularidades y pormenores en que á veces es preciso entrar para pintar fielmente los caractéres y las costumbres, llaman tanto mas la atencion, cuanto en ellas se mira á los héroes mas desnudos del aparato teatral con que se presentan en la escena del mundo, y convertirse en hombres semejantes á los otros por sus flaquezas y sus errores, como para consolarlos de su superioridad.

Así es que nada iguala al placer que se experimenta leyendo cuando niño las vidas de Cornelio Nepote, y las de Plutarco cuando jóven: lectura propia de los primeros años de la vida, en que el corazon mas propenso á la virtud cree con facilidad en la virtud de los otros, y en que apasionandose naturalmente por todo lo que es grande y heróico, se anima y exalta para imitarlo. Entonces es cuando elegimos por amigos ó por testigos de nuestras acciones á Arístides, Cimon, Dion, Epaminondas; y estos amigos son tal vez, de los que se escogen en aquella edad, los únicos que al fin no hacen traicion á los sentimientos que nos han inspirado. Modélase uno entonces á su ejemplo, y quisiera ansiosamente sembrar como ellos la carrera de la vida con las mismas flores de gloria y de virtud: y aunque despues el curso de los años, el choque de los intereses, la experiencia fatal que se hace de los hombres resfrien este ardor generoso, no se borran enteramente sus huellas, y siempre queda algo de su fuerza para recurso en las situaciones árduas, y para consuelo en las adversidades. Se puede ciertamente dar la pre

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vértigo que los devora á ellos mismos. No la historia moderna no puede presentar un espectáculo tan enérgico y tan sublime ninguno de nuestros personages, por grandes que se les suponga, se ha encontrado en la situacion de Solon, terminando la anarquía de Atenas por unas leyes sabias y moderadas, pedidas por todo un pueblo, y obedecidas por él: de Licurgo, arrancando de un golpe á la molicie los ciudadanos de Esparta, y sujetándolos á un régimen de hierro para que no fuesen sujetados de nadie: de Temistocles, burlando en el estrecho de Salamina la arrogante ambicion de Jerjes de Mario en fin, vencedor de los cimbros, que iban á tragarse la Italia.

Pero aunque el talento no sea igual, ni la materia tan rica, no por eso deben desmayar los escritores, y abandonar un género tan agradable y tan útil. Es oprobio á cualquiera que pretende tener alguna ilustracion ignorar la historia de su pais; y si la pintura de los personages mas ilustres es una parte tan principal de ella, fuerza es intentarla para utilidad comun, aunque se esté muy lejos del talento de Plutarco, y aun cuando los sugetos que hay que retratar no presenten la fisonomía fiera y proporciones colosales que los antiguos.

¿Y cual es la nacion que no tiene sus héroes propios á quienes admirar y seguir? ¿Cual la que no ha sufrido vicisitudes del bien al mal, y del mal al bien, que es cuando se crian estos hombres extraordinarios? No lo será ciertamente aquel pueblo que alzó en las montañas septentrionales de España el estandarte de la independencia contra el ímpetu fanático de los árabes. Allí no solo se mantiene libre de la opresion en que gime el resto de la península; sino que, adquiriendo fuerzas y osadía, baja á derrocar á sus enemigos de la larga posesion en que estaban. Ningun auxilio, ningun apoyo en príncipe ó gente alguna : dividido entre sí, ya por las particiones de los estados imprudentemente establecidas. por sus reyes, ya por las guerras que estos estados se hacian, verdaderamente civiles: al mismo tiempo nuevos diluvios de bárbaros que el Africa de cuando en cuando envia para reforzar á los antiguos, y todo esto junto mantiene la lucha por siete siglos enteros, y forma una série terrible de combates,

EL CID'.

Cuando se fijan los ojos en los tiempos antiguos de nuestra historia, la vista no percibe mas que sombras, donde están confundidos los personages, los caractéres y las costumbres. La mayor sagacidad, la mas diligente crítica, no pueden abrirse camino por medio de las memorias rudas y discordes, de los privilegios controvertidos, y de las tradiciones vagas que nos han dejado nuestros abuelos por testimonios de sus acciones. Si despues de una prolija indagacion se cree haber descubierto la verdad en este ó aquel hecho, otras consideraciones y otras pruebas vienen al instante á hacer incierto el descubrimiento; y el resultado de un trabajo tan fastidioso no es en los escritores sino una serie mas o menos coordinada de conjeturas y probabilidades.

En medio de semejante oscuridad se divisa un campeon, cuya fisonomía, ofuscada con los cuentos populares y la contrariedad de los autores, no puede determinarse exactamente, pero cuyas proporciones colosales se distinguen por entre las nieblas que le rodean. Este es Rodrigo Diaz, llamado comunmente el CID CAMPEADOR, objeto de inagotable admiracion para el pueblo, y de eternas disputas entre los criticos; los cuales, desechando por fabulosas una parte de las hazañas que de él se cuentan, se ven precisados á reconocer por ciertas otras igualmente extraordinarias.

Muchas de las fábulas, sin embargo, se hallan tan asidas á la memoria del Cid, que sin ellas la relacion de su vida parecerá á muchos desabrida y desnuda de interés. La imaginacion hallaba allí un alimento apacible, y veía señalados todos los pasos de este personaje con circunstancias maravillosas y singulares. Aquel desafío con el conde de Gormaz, los amores y persecucion de su hija, el dictado de CID con que le saludan los reyes moros cautivos, su expedicion bizarra á sostener la independencia de Castilla contra las pretensiones orgullosas del emperador de Alemania, todo preparaba el ánimo á la

1 AUTORES CONSULTADOS. - Risco, Historia del Cid.-Sandoval, Historia de los cinco reyes. - Mariana. - Crónica general. - Escolano, Historia de Valencia. dominacion de los arabes en España por don José Antonio Conde.

Historia de la

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