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y en las mismas cámaras. Pero no eran aquellas ideas las de la nueva dinastia; el Austria intervino en Italia, y habiéndose ocultado algunas notas al presidente del consejo, Mr. Laffitte, cumpliendo con sus personales opiniones, con su conciencia y su patriotismo, debió repudiar un poder que ya no le era dado dirigir. Sucedióle Mr. Casimir Perier, y declaró altamente que renunciaba á reemplazarle en la presidencia del consejo, si Mr. Laffitte ocupa su lugar en la presidencia de la cámara. A pesar de esta amenaza, solo tres votos faltaron á Mr. Laffitte. Entonces se levantó el sistema de 13 de marzo, que se transformó mas adelante en sistema doctrinario, y que, no ha llegado todavia al término de sus transformaciones. Mr. Laffitte es tal vez el único ministro que haya dejado el poder para volver á sus antiguas opiniones, sin haberse disminuido en nada su popularidad, su influencia y consideracion, como lo prueba la acogida que encontró en Normandia. Sentado en los bancos de la oposicion, defiende allí los principios que jamás abandonó su probidad. Afligido del presente y poco seguro del porvenir, su creencia en el definitivo triunfo de la libertad y la igualdad es inalterable.

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La liquidacion de sus negocios se acerca á su término (1), y si su fortuna no es ya colosal, aun será brillante. No sé si volverá á ocuparse de negocios, y seria de desear que se re solviese á ello. En 1825 tenia ademas proyectadas dos grandes empresas: 1.a una sociedad comanditaria de la industria, con el capital de 200 millones; y 2.a un banco general para el comercio con el capital de 100 millones. Capitalistas franceses y extranjeros se habian apresurado á acoger estos proyectos, y se habia encontrado la casi totalidad de los fondos. El banco de Francia se alborotó, y Mr. de Villele, que tenia el instinto mas bien que la ciencia de la hacienda, habia prometido la cooperacion y proteccion del gobierno. Sería una felicidad, principalmente en la situacion embarazosa en que actualmente se encuentra el comercio, y con las dificultades que cada dia esperimenta la industria, ya sea para hallar capitales en cambio de valores, ya sea para hacerlos circular,

(1) Este artículo se escribió en 1857. (N. de la R.)

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que Mr. Laffitte volviese á pensar en estos dos proyectos, que parecen fecundos en grandes resultados. Dotar al pais con estos dos grandes establecimientos, sería coronar dignamente una vida financiera, y tenemos la certeza de que Mr. Laffitte no renuncia á ello. En cuanto á su existencia política, nada puede hacer Mr. Laffitte, y solo los sucesos podrán decir cómo acabará. De todos modos, á pesar de sus desgracias y sus faltas, á pesar de las vicisitudes de la fortuna y de los sucesos; á pesar de 50 años de revoluciones diversas, es hermoso para Mr. Laffitte rodear sus ancianos dias de una elevada consideracion, confesada por do quier y por todos; de una virtud ni la misma enemistad le disputa; de una popularidad que sobrevive á la ruina de tantas popularidades. Un hombre honrado, un buen ciudadano, puede aspirar á una carrera tan hermosa; ¿qué mas podria desear?

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J. P. PAGES. Diputado por el Ariege.

G. G.

Segunda série.-TOMO I.

3

OBSERVACIONES

SOBRE

LA POESIA DRAMATICA,

Y EN ESPECIAL SOBRE EL PRECEPTO DE LAS UNIDADES.

ARTICULO II.

Las unidades de tiempo y lugar indudablemente son de me

nos importancia que la de accion: no son como está de la esencia del drama, ni parte su necesidad ó conveniencia del mismo principio y orígen: la unidad de accion es un precepto, una condicion esencial de toda imitacion, las de tiempo y lugar lo son únicamente de las imitaciones escénicas, y proceden de su índole y naturaleza especial: su fundamento es la verosimilitud, es decir, que la accion representada se acerque lo mas posible á la accion verdadera, la copia al original. La verosimilitud aumenta el placer de la imitacion, y contribuye efi-cazmente á escitar el interés: la inverosimilitud por el contrario, mengua el placer de la imitacion, y produce efectos contrarios al interés ; pero como hay á veces tal grado de interés que no deja percibir la inverosimilitud, y como por otra parte hay cosas inverosímiles en el drama, que son sin embargo un orígen y fuente de nuevos goces, como sucede en la locucion rimada ó en el verso de que usan los actores, se han suscitado una multitud de cuestiones, dudas y dificultades sobre la naturaleza y esencia de la verosimilitud dramática, y sobre lo que se ha dado en llamar ilusion teatral; materia de suyo delicada y al parecer no muy bien analizada hasta aquí, y sin embargo importante, por estar esencialmente enlazada

con el fundamento de todas las artes que tienen por objeto la imitacion.

Debemos empezar suponiendo en general, que toda accion ú objeto real y efectivo produce en nosotros cierto número de sensaciones que le son peculiares, y que toda imitacion de este objeto, respecto de nosotros, no consiste en otra cosa que en reproducir por los medios que le son propios aquellas mismas sensaciones. Cuanto mas se aproxime el número de estas sensaciones reproducidas á las que escite el original, cuanta mas analogía y semejanza tengan con ellas, mas perfecta y acabada será la imitacion. De modo que la imitacion de un objeto mas bien es una cosa relativa á nuestras sensaciones, que al mismo objeto que trata de imitar; mas bien que buscar la semejanza del original, debe buscar la semejanza de las sensaciones que escita. La perspectiva produce imitaciones tan perfectas que a veces es imposible distinguirlas de sus originales: el Templo del Escorial del Diorama, por ejemplo, es una de las imitaciones mas acabadas y completas; pero seguramente no lo es por su semejanza material con el templo que representa: porque ¿qué hay de comun entre las lí neas y colores estendidos sobre un plano, y la disposicion real de los mármoles y demas materiales que constituyen el edificio original? casi nada: y asi es que sin variar en nada la imitacion, con solo mirarla el espectador de diferente punto de vista, desaparece todo su efecto y su bondad. La imitacion material no ha cambiado; lo que ha cambiado han sido únicamente las sensaciones que en nosotros producia. ¿Qué hay de comun entre un trozo de poesía y una batalla, entre una sinfonía y una tempestad? nada, sino las sensaciones que en nosotros reproducen y escitan. El artista imitador, pues, no debe proponerse precisamente la semejanza de su creacion con el tipo original, sino la semejanza de las sensaciones que aquel escita en el hombre.

Pero las sensaciones de los objetos y escenas naturales se causan por medio de los diferentes sentidos que afectan, y las de las artes siguen por necesidad el mismo camino. Imaginad un baile campestre en medio de un valle verde y florido: la vista os hará sentir y conocer la disposicion y movimiento de

los actores, y lo frondoso y florido de los árboles; el oido, el canto y el compás de los instrumentos, y el olfato, el ambar del ambiente y de las flores. Tratad ahora de imitar esta escena como artista. ¿Sois pintor? solo imitareis las imágenes. sujetas á los ojos ¿pero qué idea me dareis de la música que anima á la escena, de los olores que embalsaman el aire? ¿Sois músico? solo imitareis los sonidos, el ruido y algazara de los actores, el susurro del arroyo y el rumor del céfiro entre las hojas, pero ¿qué idea me dareis del colorido y de los olores? Vuestros medios son seguramente expresivos, pero limitados; imitan bien un género de sensaciones, pero son incapaces de dar la menor idea directa de las demas. El color solo puede representar al color, el sonido al sonido; pero que se os den otros medios, y vuestrá imitacion perderia tal vez en eficacia, pero ganará en estension; escitará sensaciones menos semejantes, pero las escitará en mayor número, y con el auxilio que se prestan unas á otras, tal vez dareis mas semejanza á la escena que el músico y el pintor. Este es el objeto de la narracion. Leed en el libro 2.o de la Eneida la invasion de Pirro en el alcázar de los reyes de Ilion, y vereis al hijo de Aquiles armado y resplandeciente lanzarse veloz por los anchos pórticos de la mansion de Príamo, correr, alcanzar y traspasar con su lanza al infeliz Polites, que herido de muerte sucumbe y espira á los ojos de su anciano padre: vereis á Príamo lanzar con desfallecida mano contra el matador de su hijo el dardo imbécil é incapaz de berir, é insultar en su dolor al feroz y desapiadado griego: oireis el rugido y atronadora voz de Pirro, el sublime nunc mórere dirigido al anciano, y se os figurará que le estais viendo, cuando despues de aquellas fulminantes palabras se arrojó encarnizado sobre el infeliz Príamo y

altaria ad ipsa trementem

Traxit, et in multo lapsanten sanguine nati,
Implacuitque comam leva, dextráque coruscum
Extulit ac lateri capulo tenus abdidit ensem.

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La narracion escita en nosotros, cuando es perfecta y ade-. cuada, gran parte de las sensaciones que escitaria el cuadro ó

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