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LA HISTORIA

CONSIDERADA

COMO CIENCIA DE LOS HECHOS.

1.

PROLEGOMENO-OBGETO DE LA HISTORIA.—DEFINICIONES.

Los filósofos que distinguen en el entendimiento humano tres

facultades principales, la memoria, la razon y la imaginacion, han hecho derivar de estas tres facultades una distribucion general de los conocimientos humanos, en historia, en filosofía y en poesía. De la memoria deriva la historia, como deriva de la razon la filosofía, y como la poesía reconoce por su madre á la imaginacion. No es preciso añadir, que estos límites teóricos se saltan necesariamente en la aplicacion; pues ¿qué séria la historia sin la filosofía para coordinar los hechos?

La historia, considerada en su materia, se compone de hechos; los hechos son ó de Dios, ó del hombre, ó de la naturaleza; los de Dios pertenecen á la historia sagrada; los del hombre á la historia civil ó política; y los de la naturaleza se refieren á la historia natural.

La historia sagrada manifiesta á un tiempo los misterios y ceremonias de la religion, los milagros y las cosas sobrenaturales, cuyo principio es solo Dios; la diciplina y los fastos de la iglesia. Las profecías en que el relato ha precedido al suce

so, son una ramificacion de la historia sagrada. La historia civil se compone de los hechos que provienen del hombre: depositaria fiel de las tradiciones de los antiguos, de las revoluciones de los tiempos pasados, del origen de las instituciones políticas, de la gloria y celebridad de los hombres, distribúyese la ciencia histórica segun estos obgetos, en historia política, propiamente dicha, y en historia literiaria; pues con razon dijo el canciller Bacon, que la historia del mundo, sin la de los sabios, es la estátua de Polifémo á quien se ha arrancado el ojo. La historia civil se subdivide en historia general, personal ó biografia, singular ó particular, describiendo una accion aislada, un sitio, una batalla, una conspiracion, una embajada, una intriga, un viage, &c. Si es cierto que la historia es el retrato de los tiempos pasados, las antigüedades (y por tales entiendo los monumentos, las inscripciones y medallas) son cuasi siempre dibujos echados á perder; las biografias son retratos ó miniaturas mas o menos lisongeados, y la historia general, un cuadro del cual las memorias son estudios. Háse dicho tambien que la cronología y la geografía son los dos ojos de la historia. ¿Y quién debe llevar la antorcha? la crítica. Ella es la que vivifica esas dos hijuelas de la ciencia, y hace de ellas sus indispensables apoyos. Con la crítica, coloca la cronología á los hombres en sus tiempos, al paso que la geografía los distribuye sobre el goblo. Ambas adquieren grandes auxilios de la historia de la tierra y de la del cielo, esto es, de los hechos históricos y de las observaciones celestes; en una palabra, la ciencia de los tiempos y de los lugares, son hijas de la astronomía y de la historia.

No hablaremos de la historia natural, aunque, sin parecer demasiado filantropos, pueda decirse que es tal vez mas digna del estudio de un filósofo, que la de los hombres; en esta no hay mas que hechos diversos producidos arbitrariamente por las circunstancias; allí hay siempre leyes inviolables y acciones siempre uniformes. La historia de los hombres nos presenta con demasiada frecuencia el triunfo de la violencia y la intriga, sobre el derecho y la virtud, y con demasiada frecuencia tambien nos hace observar los vicios y descarrios de nuestros semejantes, mas bien que sus cualidades; su tendencia algunas

veces sería á hacernos dudar de la providencia. La historia de los animales nos descubre solo sus perfecciones, y eleva constantemente nuestro espíritu hácia su autor. Voltaire no aprueba esta trilogia histórica; admite solo la historia sagrada y profana; y la natural, llamada segun él impropiamente historia, es solo una parte esencial de la física. Pudiérase disputar mucho sobre este punto, y probar que en esto ha cometido Voltaire un paralogismo; pero semejantes discusiones tienen algo de escolástico, y jamás han hecho adelantar un paso á la ciencia. Solo añadiré que Lacepede, el discípulo de Buffon, estaba tan poco conforme con Voltaire, que ha escrito una historia general, física y civil de la Europa, desde el fin del siglo V, hasta mediados del XVIII.

Ya que me ocupo de definiciones ¿por qué no recordar tambien las distinciones que nuestros predecesores del siglo XVII admitian, no ya sobre el asunto de la historia, sino sobre la forma en que se escribia? Con respecto á esta, decian, es sencilla, figurada ó compuesta. Sencilla, no tiene artificio ni ornato; es solo un relato fiel de las cosas pasadas, y del modo como han acontecido; tales son los anales de los griegos por las olimpiadas, y los fastos consulares de los romanos; siguen despues las crónicas del bajo imperio y de la edad media, y finalmente los diarios desde el de la Estrella hasta las Gacetas oficiales. La historia figurada admite los adornos que le presta el saber del escritor, como las historias. políticas de los griegos y romanos desde Herodoto á Tácito, y la mayor parte de las modernas desde Comines y Dávila, hasta Daniel y Mazerai; desde Voltaire y Rainal hasta Lacretelle, Thiers y Sismondi. «Es, segun dice un crítico antiguo, una historia razonada que, sin pararse en la certeza y en la apariencia de las cosas, penetra hasta en los pensamientos de las personas que obraron de mancomun, y manifiesta sobre los resultados de cosas que emprendieron, lo acertado de su conducta, ó la falta de su juicio. Por último la historia compuesta es aquella que, ademas de los adornos de la figurada, tiene pruebas sacadas de la sencilla, que presenta con frecuencia para apoyar lo que expone con boato y artificio.

Estas definiciones, muy sencillas, y aun un poco escolares,

no debian tardar en ser olvidadas para ceder el puesto á otras mas pomposas y menos exactas. No estaba lejano el tiempo en que se iban á ver producciones históricas fuera de toda forma; y la historia figurada debia hacer lugar á la historia filosófica, título pomposo y hueco que anunciaba menos una historia razonada, que una produccion en que los hechos históricos fuesen sacrificados á las preocupaciones del momento. Todo era entonces filosófico, como todo es en el dia pintoresco. De todos modos, siempre se dirá, historia cronológica, historia genealógica, historia política, historia secreta, historia literaria, historia eclesiástica, y por último historia general. Estas voces sencillas y claras son superiores á la moda y al favor de un dia; se entienden por ellas mismas. Añadamos que la historia cronológica puede ser sustanciosa y de agradable lectura, cuando se escribe como lo han hecho los autores del Arte de comprobar las fechas, el presidente Henault, y Voltaire en sus Anales del Imperio. La historia genealógica prestará luz á la historia moderna, cuando se la sepa tratar con una erudicion imparcial y desinteresada, como lo ha hecho Schoell en su Historia de los estados europeos. La historia política y moral es la mas fecunda en reflexiones: Thucidides, Tácito, Bossuet, Montesquieu, Ancillon, Guizot, Heéren, &c., tales son los modelos de este género grave y útil. La historia secreta no era en otros tiempos otra cosa que la historia de las córtes; en el dia ofreceria particularidades curiosas acerca de los hombres de revolucion: este género ha presentado siempre muchos atractivos á la malignidad humana; pero la historia escrita de este modo infunde siempre sospechas de calumnia, cuando no de lisonja. La historia literaria, descuidada de todos los antiguos, excepto de Veleyo Paterculo, desde el ejemplo dado por Voltaire, ha tomado lugar en la historia general: lo mismo puede decirse de la historia eclesiástica, y entra por mas de la mitad, y con razon, en el Ensayo sobre las costumbres. Los imitadores deben en este punto seguir á Voltaire, separándose del espíritu malo y falso que condujo su pluma. La história parlamentaria, creada por Rainal, florece en el dia entre nosotros. Con respecto á la historia general, debe abarcar todas las otras en una justa proporcion.

II.

OBGETO MORAL DE LA HISTORIA.

Lo que mas atestigua la elevada capacidad del hombre, y prueba que esta criatura, pasagera sobre la tierra, ha sidọ formada para un destino eterno como el tiempo, es el constante esfuerzo del espíritu humano por fijar lo pasado, á fin de hallar en él lecciones para el presente y esperanzas para el porvenir. Mirada la historia bajo este aspecto, no es solo una ocupacion grave; es una religion con sus misterios, sus dogmas, sus deberes y su fin: ¿qué digo? hasta su predestinacion tiene ese culto. Allí descansan las convicciones de la escuela fatalista, escuela sombría, austera, y cuyos terribles y amenazadores oráculos recuerdan los misteriosos sonidos de la encina de Dodona, ó los roncos acentos del druida, presidiendo en las playas del Armorico, á los postreros dias del culto de Teutatés. La escuela moral histórica es tambien una religion, y es su santuario la conciencia. En cuanto á la escuela pintoresca, que se apoya en detalles exteriores, y en textos descarnados, aunque tiene en el dia en su favor el capricho de la moda, si no merece al parecer menos aprecio, tiene sin embargo un obgeto menos serio, y un fin no tan gravemente útil.

La historia debe tener tambien su fe, y no excluyo con esta palabra á la crítica, esto es, la tendencia moral de la historia. ¡Lejos de mí aquel que quiera materializarla, el que en las acciones buenas ó malas de los hombres no ve mas que el reflejo de tal ó cual pasado siglo; y que demasiado consecuente con ese sistema envilecedor para la humanidad, para escribir la historia, sofoca el grito de su conciencia! Es preciso que la conciencia se someta á elevados pensamientos morales y filosóficos; es preciso combatir al fanatismo siempre y por do quiera que se presente, como tambien la sacrílega impiedad, que es igualmente un fanatismo; es preciso hacer la guerra al

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