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despotismo, á la iniquidad, á la sedicion, á la indiferencia por la causa pública. El historiador, siguiendo estos principios, no escribirá ya solamente en pro ó en contra de los reyes, de los grandes y de los pontifices; será el pintor simpático de los pueblos, el apóstol de la humanidad, la lumbrera de las masas. Evitará el tono regañon que comunica á la historia un carácter de un factum ó de un acto de acusacion, Los señores Thiers y Sismondi, que por otro lado han hecho dar á la ciencia un paso inmenso, ¡cuánto mas sensibles y de bulto no, hubieran hecho en las historias que han escrito sus excelentes pensamientos de reintegracion de los pueblos y de las castas, si hubiesen empleado una justicia mas indulgente en el bosquejo de los retratos de los reyes, príncipes y ministros! ¡Qué me importa que no seais ya el Daniel de los reyes, si lo sois del pueblo! Nada de adulacion en la historia; pero nada mucho menos de denigración. Debe estar escrita de modo que nos enseñe á no apreciar ó despreciar á los soberanos y á los grandes, sino por el bien ó el mal que han hecho, y no por las benévolas ú bostiles prevenciones del historiador. De otra manera la historia no llenaria su obgeto. Si es verdad que ella sea el juez supremo de los reyes, necesario es que estos hombres, bastante desgraciados porque todo conspira á ocultarles la verdad, la encuentren por lo menos en la historia; es preciso que sea para ellos un juez íntegro, imparcial; pero de ninguna manera amenazador, declamatorio, regañon exagerado. Es preciso que puedan juzgarse de antemano en su tribunal, reconociendo en el testimonio sabio, moderado, irrefragable que da la historia de sus predecesores, la fiel imágen de lo que dirá de ellos la posteridad.¿Pero en Francia, en Europa, en el siglo en que vivimos, dirígense solo á los reyes exclusivamente los juicios y la instruccion de la historia? No tiene un interés igualmente positivo para los individuos? En efecto, entre los hombres suceptibles de instruccion, clase, por mediana que sea, no puede ser llamada á dirigir de mas cerca ó de mas lejos el timon político? Todo el mundo en el dia (y entiendo decir todas las gentes que leen) tiene interés en penetrarse de las graves lecciones de los pasados tempos: ¿no tiene el pueblo por do quiera á sus elegidos que Segunda Série.-TOMO I.

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son llamados con los hombres de privilegio y el monarca, contribuir á la administracion del pais, á la confeccion de las leyes, á la marcha general del gobierno? «La historia es un espejo en donde ven los reyes la imágen de sus defectos», dijo un erudito del siglo de Luis XIV. Y Bossuet, tan gigantesco en la expresion de las ideas mas comunes, añadió: «En la historia es donde los reyes, degradados por la mano de la muerte, se presentan sin córte ni séquito á sufrir el juicio de los siglos. Cien veces se ha repetido despues este axioma; y en una época en que se creia ostentar filosofía, declamando. sin cesar contra los poderes establecidos, se adoptaba la sencilla ventaja de oponer á los aduladores de las córtes, las acusadoras páginas de un Tácito ó de un Mazerai. Pero desde que los reyes han cesado de ser los únicos opresores; desde que los pueblos aspiran tambien á ser soberanos absolutos, y que gracias al contagio de una autoridad sin límites, se han manifestado los mas ciegos y crueles déspotas; desde que por una consecuencia demasiado precisa, no han faltado tampoco aduladores á la multitud, la utilidad práctica de la historia se ha hecho extensiva á todas las clases de la sociedad. A todos, pues, se dirigen sus lecciones, y se hace indispensable penetrarse de ello, cuando no sea mas que por apresurar el mo¬ mento en que, desengañados los pueblos de ilusiones seductoras y corruptrices, se convenzan que despues de todo, la nacion mas feliz es aquella cuyas instituciones, á la sombra de un poder fuerte y protector, ofrecen mayores garantías para el reposo de los ciudadanos, y para el dulce y apacible cultivo de la industria, las artes y las letras.

Pero cualquiera que sea la estension que se pretenda dar á las graves lecciones de la historia, la moral que de ellas puede sacarse es en todos tiempos la misma. Fúndase siempre en el respeto debido á la autoridad legal, ya sea ejercida por los reyes en una monarquía, ó por magistrados electivos, y á nombre del pueblo, en una república. En todos tiempos y en todo lugar condena la historia las guerras injustas, siu distinguir si fueron decretadas por la codicia de una multitud ambiciosa, ó por la ambicion de un monarca orgulloso; vitupera á los opresores y á los tiranos, y no los encuentra menos fre

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cuentemente en la tribuna ó en la plaza pública donde se ordena el ostracismo, que bajo el dosel imperial ó en los consejos de un déspota receloso.

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Finalmente; la moral de la historia se reduce á un corto número de principios fundamentales, porque toda ciencia verdadera es sencilla en sus elementos.... Apego á la religion, al suelo y á las instituciones de su pais; respeto por las tradiciones de sus antepasados; deferencia hácia la vejez; fidelidad á los tratados; humanidad en la guerra; amor al órden durante la paz; este, si no me engaño, es á corta diferencia el código completo de dicha moral. Desdichados los seres corrompidos que, en su desprecio de la humanidad, solo estudiasen la historia para aprender el abuso de la fuerza y el arte de engañar á los hombres con destreza! No serian menos dignos de compasion los que, observando tan notables diferencias en la religion, en las costumbres y opiniones de los pueblos, tuvieran la fatal inspiracion de sacar de ella la culpable imparcialidad que se muestra indiferente tanto al bien como al mal. ¡Cuánto nos aflige esa triste imparcialidad en Suetonio, contando con frialdad las torpezas del tálamo imperial! Es cierto que puede abusarse de la imparcialidad, como de todo lo bueno se abusa. La imparcialidad, llevada al extremo cuando se trata de la religion, se convierte en escepticismo; cuando se trata de la patria, en indiferencia, en egoismo; y cuando es preciso retratar la virtud, en culpable frialdad. El historiador, inflexible en sus juicios sobre los hombres perversos, puede entregarse á alguna complacencia cuando encuentra ocasion de celebrar lo que tienen de noble y sublime las acciones de los hombres. Entonces solo tiene derecho para descubrir sus sentimientos, sus afecciones, su entusiasmo; y no siendo en casos tales, la mas rigorosa imparcialidad debe presidir á sus relatos; pues de otro modo, desprovista ́la historia de su dignidad, no fuera ya para su pluma mas que un texto movedizo para declamaciones de circunstancias.

III.

MANANTIALES DE LA HISTORIA ANTIGUA.

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Dejemos por un instante estas consideraciones para entrar en detalles mas didácticos. ¿Cuáles son los manantiales de la historia, principiando por la historia antigua? A esto responde la escuela de Voltaire: tenemos tres monumentos incontestables; el primero con la coleccion de las observaciones astronómicas hechas durante 1900 años seguidos en Babilonia, enviadas á Grecia por Alejandro, y de que se ha hecho uso en el Almagesto de Tolomeo; el segundo el eclipse central del sol, calculado en la China 2255 años antes de nuestra era vulgar, y reconocido como verdadero por todos los astrónomos; el tercer monumento, muy inferior á los otros dos, subsiste en los mármoles de Arandel; la crónica de Atenas está grabada en ella desde 263 años antes de nuestra era, pero no va mas allá de Cecrope, 1319 años de anterioridad á la época en que grabada. En este siglo de imparcialidad, sin la cual no existe verdadera crítica, confiesan los sábios que se poseen muchos otros manantiales, que Voltaire y su escuela afectaban desconocer, esto es, los libros. religiosos de las diferentes naciones del Oriente. Pasaron ya los tiempos en que se aislaba la historia antigua de estas sagradas fuentes, sin las cuales ni tendria autoridad, ni sancion, ni aun principio. El Génesis es el primer libro que debe consultar el historiador, y cuanto mas le estudia, mas reconoce, humanamente hablando, cuanta confianza y respeto merecen las tradiciones recogidas por Moisés. « Ignoramos, dice Muller en su Historia Universal (capítulo 3.0) cuantas veces ha salido el sol, desde que en las venturosas llanuras del reino de Cachemira, ó en las saludables alturas del Thibet, animó el Criador con una chispa de su celeste fuego el barro de que formó al primer hombre; pero cualesquiera que sea nuestra incertidumbre sobre este punto, es cosa probada que la era de todas las naciones principia á

corta diferencia en la misma fecha. Las largas séries de siglos de que hablan los chinos, los indios y los egipcios, no son mas que cálculos astronómicos, y no pertenecen á la historia. Las narraciones del libro mas antiguo de los chinos, del Tschuking, solo se convierten en historias hácia la época de la guerra de Troya, y su autor es posterior á Homero y Hesiodo. Los indios no hacen subir sus tiempos históricos mas allá de 5000 años. Segun las épocas de los libros sagrados de los hebreos, calculados por el sistema á mi parecer mas verosimil, creo que pueden contarse 7,506 años desde la creacion del hombre, referida en la Santa Escritura, hasta el año de 1784.» Consúltense tambien los escritos de los Cuvier, los Biot y otros ilustres sábios, que despues de Muller han agrandado el dominio de la ciencia cronológica, y se verá no sólo inclinarse su genio ante los sagrados testos, sino encontrar en ellos los hechos enteramente conformes con la exactitud de sus cálculos. Reconocido, pues, como orígen de la historia, el Génesis abre la carrera. Siguen despues Herodoto y Helicarnaso (pues no hablo de Sanchoniaton, ese Moises de la idolatría, á quien la impudente erudicion de un nuevo Annio de Viterbo, acaba de restituir una existencia fantástica. Herodoto á quien la crítica ligera y subversiva del siglo XVIII ha acusado tantas veces de falso; pero despues se ha estudiado el Egipto y el Orienla gloria del padre de la historia profana ha ganado en ello, y se ha reconocido con que presuntuosa ignorancia algunos críticos temerarios habian desechado un gran número de detalles sobre las costumbres y la geografía, por la sola razon de que nada habian visto que se le asemejase en nuestros paises modernos. Preciso es sin embargo conocerlo; á pesar del crédito adquirido por el Génesis, á pesar de las antiguas tradiciones sobre el Egipto, la Persia y la Siria, que pudo recoger Herodoto, solo nos quedan del mundo primitivo algunos muy oscuros fragmentos de poesías, ó cánones de los reyes, cuya autenticidad no está bien probada.

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Cualquiera que sea la importancia que se de á descubrimientos recientes, y cualquiera que sea tambien el mérito de los que los han hecho ¡cuántas tinieblas cubren todavía la cuna de la monarquía egipcia! Se ha podido romper el miste

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