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ADVERTENCIA

En atención á los lectores á quienes se dedica principalmente este libro, los fragmentos han sido escogidos con preferencia entre los más amenos ó interesantes de cada autor.

En algunos pasajes se han suprimido palabras y frases, por ser de poca importancia ó de sentido obscuro, ó por otras razones atendibles. Cumpliendo lo preceptuado por la Academia Española, las supresiones están indicadas con puntos suspensivos.

Los fragmentos han sido comprobados escrupulosamente con el texto de la monumental «Biblioteca de Autores Españoles » de Rivadeneyra, ó con el del « Teatro histórico-crítico de la Elocuencia española» por Antonio de Capmany. No obstante, la mayor parte de veces se han dividido los grandes párrafos de prosa en otros pequeños, en obsequio á la claridad de la impresión.

En todo el libro se ha adoptado la ortografía moderna, con excepción de algunos trozos del final, en donde hay ejemplos de la usada en otros tiempos.

Las palabras cuyo significado pudiera ignorar el lector, van señaladas con un asterisco. * En un librito aparte están reunidas todas ellas en forma de pequeño diccionario, acompañadas de las respectivas explicaciones. Se ha dispuesto así, al objeto de iniciar á los lectores en el manejo de los diccionarios. Forma este librito un tomo de 96 páginas de igual tamaño que las del presente libro, y se halla en venta en los mismos puntos que éste.

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REGLAS MÁS IMPORTANTES

PARA

LEER BIEN EN VOZ ALTA

LA acertada lectura de una obra en prosa ó en verso, no depende sólo del conocimiento exacto del valor de las letras y de sus combinaciones silábicas, sino que además es preciso dar á las ideas que se expresan toda su importancia, comunicándoles vida y movimiento.

Suponiendo al alumno dotado de perfectas condiciones orgánicas exentas de defectos, como tartamudez, tartajeo, ceceo, etc., vamos á exponer en breve resumen algunas observaciones para leer correctamente en voz alta.

La primera condición que ha de tener la buena lectura, es la claridad. Para ello, han de pronunciarse distintamente las letras, y acentuarse las palabras según su valor relativo, porque, aunque

siempre las voces llevan necesariamente acento, al agruparse en la frase no se han de acentuar todas con la misma intensidad, sino que se ha de tener en cuenta su importancia en la oración. Así se pronunciará de distinta manera la frase: Esta tarde voy á paseo con Juan, según se conteste con ella á las preguntas: ¿con quién vas á paseo? ó ¿cuándo vas á paseo? ó ¿dónde vas con Juan?

Es también de todo punto indispensable entender todas las palabras y frases que contenga el trozo que se lea. Para ello el alumno consultará con sus superiores ó con el Diccionario cualquier duda que se le ofrezca en este sentido.

El lector ha de leer además con expresión, es decir, comunicando á las palabras las pasiones ó afectos que signifiquen. Esto no se adquiere con reglas; se logra sólo identificándose con el autor, con sus ideas y sentimientos, ó representándose interiormente el cuadro ó imagen que el escritor pretenda sugerir.

Ha de tener en cuenta también el tono de la voz; que lo mismo ha de evitar la pesada monotonía, que la empalagosa canturria con que suelen recitar los niños sus lecciones, manteniéndose en un justo medio que sólo la experta voz del maestro puede enseñar.

Esta entonación varía naturalmente según sea el asunto.

Así el verso, por ejemplo, permite más riqueza de tonos que la prosa, y aun dentro del verso, la oda,* que es el género más arrebatado, requiere una elevación que sentaría mal á una elegía, en la que ha de dominar un sosiego doloroso.

*

La sátira, * si es seria, se leerá con el tono de la indignación que ha sido la musa* del poeta; si por el contrario, es festiva, festivo é irónico ha de ser el tono con que se lea.

En las narraciones históricas ha de dominar la severa sencillez que tan bien sienta á la pintura de lo pasado, sencillez que en modo alguno ha de tenerse por incompatible con el calor de la pasión cuando el hecho que se narra así lo requiere.

Los diálogos han de leerse de tal modo que el lector, sin caer nunca en la pueril ridiculez de disfrazar la voz, dé á comprender con claridad al oyente cuándo deja de hablar un personaje y cuándo empieza otro. Esto, que puede aplicarse al diálogo en general y mejor aún al dramático, más que por procedimientos mecánicos, se logra asimilándose el carácter y pasiones de cada uno de los interlocutores, porque entonces el lector es también en cierta manera representante.

En las narraciones novelescas se adoptará un tono ligero ó sentido, según el asunto sea festivo ó apasionado.

En los discursos, como obras compuestas para ser comunicadas de viva voz, el tono ha de ser levantado y sostenido. Las cartas, por su índole, exigen por el contrario una entonación familiar, pero nunca rastrera ó descuidada.

Téngase en cuenta, sin embargo, que el tono aquí indicado para cada género no ha de ser ni con mucho exclusivo é invariable, antes al contrario, hay composiciones que exigen variedad infinita de tonos. El buen gusto, en primer lugar, la práctica y la sensibilidad formarán, mejor que las reglas, los lectores perfectos.

Opónense á estas cualidades otros tantos defectos. A la claridad, la oscuridad, nacida ya de alterar el valor fónico de las letras, ya de acentuar mal las palabras ó lo que es peor las frases, ó ya de precipitarse en la lectura hasta no dejar que los oyentes distingan los sonidos unos de otros.

A la inteligencia de la frase se opone la ignoran

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