Imágenes de páginas
PDF
EPUB

No son muchos los papeles que puedan interesarnos que allí se encuentran, y aun esos han quedados rezagados de los diversos envíos que en distintas ocasiones se han hecho a Sevilla.

Sin embargo, no escasean los relativos a las espediciones marítimas enviadas a las costas del Pacífico, y la correspondencia de los diplomáticos españoles acreditados en Londres a que aquellas dieron orijen; las relaciones de méritos de algunos de los últimos jefes que tuvieron mando en Chile; y los de la voluminosa causa seguida al maestre de campo de la frontera don Salvador Cabrito.

Pero si esto puede parecer de mediana importancia, en cambio existen dentro de aquellos muros, en un subterráneo lóbrego y húmedo, verdaderamente fúnebre, oliendo a cadáver putrefacto, los papeles de los Tribunales de la Inquisicion que Felipe II mandó establecer en sus posesiones americanas: hallazgo tanto mas precioso cuanto que era éste un tema sobre el cual es rarísimo encontrar alguna referencia en documentos emanados de otra fuente.

Nuestros investigadores mas dilijentes apénas si habian podido descubrir algunos trasuntos de lo que aquel tremendo tribunal habia sido en Chile. Y, sin embargo, se ven allí en tan rico caudal las piezas mas interesantes y curiosas que su publicacion (si es que todo pudiera publicarse) demandaría volúmenes enteros; desde el primer proceso de fé, seguido a Alonso de Escobar, uno de los conquistadores de este país; los pleitos de Cristóbal de Molina, el historiador de la espedicion de Diego de Almagro y cura que fué de la Catedral de Santiago, con los domínicos y franciscanos; el largo proceso que se siguió a Francisco de Aguirre porque habia dicho que en su gobernacion podia él tanto como el Papa; el incendio y anegacion del convento de San Agustin por los mansos hijos de San Francisco; la causa seguida al ilustre esplorador del Estrecho de Magallanes, Pedro Sarmiento de Gamboa, porque se valia en la navegacion de ciertos instrumentos que se consideraban diabólicos; y los infinitos de confesores solicitantes: hasta el del jesuita chileno Juan Francisco de Ulloa, cuyos huesos fueron exhumados y quemados en Lima en un solemne auto de fé, por atribuírsele haber dado orijen a una secta que contó en Santiago entre sus adeptos a varias mujeres; el de un médico portugues y su esposa establecidos en Valdivia, torturados y quemados por judíos; y hasta el que se siguió a cierto baron protestante aleman, a quien el rey habia mandado estudiar las minas de esta tierra, que se convirtió al catolicismo para recibir la mano de una encopetada chilena y que fué procesado por haberse permitido prestar ciertos libros a algunos de sus amigos.

El exámen de esos papeles, produce en verdad, tanto frio como la vista del paisaje que se estiende en invierno desde el Cubo del Obispo, vestido el campo de espesa nieve, que cubre como blanco sudario, desde el foso del fuerte, todas las llanuras de Castilla la Vieja hasta mas allá de Burgos, sin mas interrupcion que algunos bosques de pinos en que van a buscar alber

gue grandes bandadas de aves negras que suelen pasar graznando allá en lo alto......

Concluida ya la tarea, es fuerza partir a Madrid haciendo de paso escala en la «Octava maravilla del mundo,» en el soberbio monasterio del Escorial, que el voto de un rey, el mas poderoso de estos siglos, hizo levantar en medio de una inmensa soledad. Aquella suntuasa biblioteca en que todos los libros vuelven al público sus cantos dorados, solo encierra para nosotros algunos manuscritos cuya importancia para el historiador ha cesado ya con su publicacion.

Todavía ántes de llegar a Madrid hemos de detenernos en Alcalá de Henares, en otro tiempo famosa por su Universidad, cuna de Cervantes y tumba del ínclito Jimenez de Cisneros.

¡Qué maravillas de tallados en los artesonados de las salas del que es hoy archivo del Estado y antigua residencia que fué de los Arzobispos de Toledo! I ademas, ¡cuántos papeles! pero su consulta en lo que puede interesarnos es fácil, por existir allí un índice perfectamente arreglado de lo mas sobresaliente, entre lo cual podemos contar las espediciones y tentativas de colonizacion que el Gobierno de España proyectó en el último tercio del siglo pasado en las costas desoladas de la Patagonia Oriental. Chile se encuentra en ese archivo mal representado, aunque en cambio existe allí intacta la historia completa de los primeros ensayos de la independencia de Méjico.

Nos hallamos al fin en Madrid, y su cielo y la alegría que se ve rebosar por todas partes parece que predisponen el ánimo para el estudio. Muy inmediata está la biblioteca del Real Palacio en la cual se penetra con cierta dificultad, pero que algo de bueno encierra para nosotros y muy especialmente el trabajo mas sério que durante la colonia se emprendiera sobre la topografía de nuestro suelo, la Historia Hidrográfica de Chile, que el presidente Amat, el implacable adversario de los jesuitas, futuro virey del Perú y amante de la Perrichola, hizo levantar a los mas conspicuos injenieros de su tiempo.

A un paso del Palacio, la Biblioteca Nacional, a cargo del simpático y amable secretario de la Real Academia de la Lengua, don Manuel Tamayo y Baus, tan rica de curiosidades, como hoy pobremente alojada.

Muy cerca están tambien el Ministerio de Marina con sus preciosas colecciones de manuscritos de Vargas Ponce y otros marinos; la Academia de la Historia, poseedora de los cien volúmenes de copias del estudioso don Juan Bautista Muñoz, que al fin hubo de morir de fatiga de la dura labor que se habia impuesto; el Depósito Hidrográfico con los valiosísimos documentos náuticos de la espedicion de las corbetas Descubierta y Atrevida, cuyo jefe el italiano don Alejandro Malaspina, sufrió mas tarde una larga prision de estado; y los de don José de Moraleda, marino tan distinguido como modesto y cuyas cartas de las islas y costas de Chiloé aun hoy se consultan con provecho; el Ministerio de la Guerra, que conserva colecciones de mapas

curiosísimos y donde con el visitante se gasta esquisita cortesía; y, finalmente, el Archivo Nacional, establecido en el mismo local de la Academia de la Historia y que encierra los espedientes de todos los caballeros de Santiago desde Jerónimo de Alderete, a quien el emperador premió de ese modo sus servicios en la conquista de Chile, hasta doña Catalina de Erauso, la monja alférez, marimacho con traje de soldado, que, entre otras muertes, cometió la de su propio hermano, y que mas tarde quiso espiar sus culpas yendo descalza en peregrinacion a Roma. Allí están tambien las pruebas del famoso don Alonso de Ercilla, las de algunos presidentes de la Colonia y las de no pocos compatriotas, como ser los Cortes Azua, los Vargas, los Toro Zambrano, etc. Nos queda aun que pagar nuestro tributo a Sevilla que, como dijo muy bien uno de nuestros mas distinguidos escritores, puede considerarse como la ciudad santa, la Meca a que todo el que aspira a conocer la historia de los pueblos americanos debe forzosamente llegar.

Existe en ella el Archivo de Indias, encerrado desde hace cerca de un siglo en la Casa Lonja, calle de por medio con la espléndida Catedral, el Alcázar de los moros y la Casa de la Contratacion, en un edificio de dos pisos, de poca apariencia por de fuera, pero admirable por sus proporciones, por la riqueza de sus mármoles y por su escalinata, que no cede en belleza a ninguna otra de su jénero en el mundo entero. Construida aquella casa por el famoso arquitecto Juan de Herrera, de órden de Felipe II, que no podia en sus escrúpulos tolerar que los tratos mercantiles se verificasen en las gradas de la Catedral; pero en resúmen, costeada por los mercaderes de Indias, y estrenada por ellos a mediados de 1598. A pesar de estar edificada en el centro de la ciudad, desde su terrado se domina toda la llanura vecina que baña el perezoso Guadalquivir, los campos en que existió Itálica, dentro de cuyo circo crece todavia el amarillo jaramago, y en lo alto de una colina inmediata, la pequeña aldea de Castillejos, donde en lecho prestado fué a morir, lleno el corazon de desengaños, el mas eminente de los conquistadores americanos, Hernán Cortes.

Sirvió el nuevo edificio durante cerca de dos siglos a su primitivo destino, pero con la decadencia del comercio de América la Casa de la Contratacion, se trasladó a Cádiz. Pensóse entónces, al terminar el reinado de Cárlos III, en encerrar dentro de sus paredes los papeles relativos a las diferentes colonias americanas, que andaban dispersos en diversas oficinas, y al fin, desde 1785 a 1788, despues de haberse fabricado estantes suntuosísimos de madera de cedro que se encargó espresamente a Honduras y cuya fragancia en las mañanas del estío aun perfuma todos los ámbitos de aquel recinto, se instaló allí el Archivo de Indias. Posteriormente su caudal se ha ido aumentando con diversas remesas, habiendo solo en estos últimos meses llegado a él muchos papeles que estaban guardados en el Ministerio de Estado en Madrid, y que no son, por cierto, de los ménos importantes, como que abarcan todo el período de la revolucion hispano-americana, desde San Martin a Bolívar.

Al penetrar bajo aquellas espléndidas bóvedas, junto con la admiracion que se esperimenta con la contemplacion de tan hermoso monumento, siéntese desfallecer el ánimo ante la magnitud de la tarea que desde luego se presenta para rejistrar aquellos 70,000 legajos, que, trabajando sin cesar durante las horas hábiles, no demandarian menos de veinticinco años de concienzuda labor para examinarlos a la lijera. Pero, ya que nos hemos propuesto estudiar solo las fuentes de la historia patria, bástenos saber que Chile, la mas pobre de las colonias, está representada por no ménos de 700 legajos, que contienen desde las cartas de Pedro de Valdivia, copiadas con letra tan clara y en tal estado de conservacion que parecen escritas ayer, hasta las notas de García Carrasco, que dan fé de sus vacilaciones, dudas y errores ante el asomo de los primeros síntomas de revuelta que, bajo apariencias tímidas y encubiertas, dejaban vislumbrar los hasta entónces sumisos habitadores de este país. Allí está el Chile antiguo como galvanizado en aquellos papeles, de letra muchas veces indescifrable, o humedecidos, cuando llevados a la Metrópoli en el cajon del rey, alguna tormenta asaltaba a los galeones que cargaban junto con ellos la plata de Potosí; allí estan los espedientes que dan fé de los servicios de los conquistadores, de las guerras de Arauco, de las espediciones piráticas, de las cuestiones de patronato, de las cartas de los obispos y de los cabildos eclesiásticos y seculares, de las nímias etiquetas que solian ocurrir entre los mas encumbrados personajes, sobre precedencia en las fiestas, sobre asiento en las iglesias y hasta acerca del modo de llevar la capa; las querellas de los doctores de la Universidad, de los chismes de vecindario y hasta de los secretos del tálamo......

En Cádiz aun pueden verse los papeles de la Contratacion posteriores a la época de su traslacion de Sevilla, depositados en dos salas de la Biblioteca Provincial, aunque carecen casi en absoluto de toda importancia.

Pero el conocimiento de los archivos españoles no bastaria por sí solo para procurarse todas las informaciones necesarias para una historia completa de Chile. Las bibliotecas europeas encierran, en efecto, y especialmente la de Londres, algunos papeles curiosos.

No puede, en realidad de verdad, decirse que sean muchos los manuscritos españoles del «British Museum» (aunque el catálogo impreso referente a ellos lleva ya cinco gruesos volúmenes), que tengan algun interes para nosotros: ese interes se deriva de que, salvo rarísimas escepciones, se puede estar completamente seguro de encontrar en aquella biblioteca cuanto libro impreso se desee.

Entre los mas importantes y que mas de cerca nos tocan, recordamos haber visto allí los escasísimos memoriales que el jesuita Luis de Valdivia escribió para implantar en Arauco la guerra defensiva; los de Diego Flores de Leon y los de otros procuradores que las ciudades chilenas diputaban a la Corte en demanda de socorros o exenciones; la primera edicion de La Araucana de Ercilla, que ningun bibliografo habia descrito hasta hace poco; y un tratado de Juan Luis de Arias en que asevera, valiéndose de testimo

nios atendibles, que el piloto Juan Fernandez fué el primer descubridor de la Australia.

A pesar de que, segun se dice, la Biblioteca Nacional de Paris es mas rica que la de Londres, está de tal manera organizada, (al ménos por lo que toca al estranjero) que se sale de ella disgustado: reina ahí la desconfianza como base de las relaciones con el lector, y a éste ni siquiera se le permite consultar el catálogo.

Por lo demas, en la seccion de manuscritos solo se encuentran algunas reales cédulas, y esas, de escasa importancia.

Otro tanto podemos asegurar de las de Viena, Berlin y de las italianas, con escepcion de la del Vaticano, que no sabemos si algo encierre porque no pudimos examinarla.

Durante el gobierno de la metrópoli, Chile dependió mas inmediatamente del Perú, y allá como en nativo caudal, podria lejítimamente pensarse que hubiera de estar la solucion de muchos de nuestros problemas históricos. ¿Cuál no será el desencanto cuando al cabo de poco tiempo es fácil persuadirse que, junto con la grandeza de aquella capital que durante la edad de nuestros sebos y cordobanes se la llamaba la Aténas del Nuevo Mundo, el tiempo, el desastroso incendio de 1821, la incuria y las conmociones políticas han dado cuenta de todo?

El palacio de los vireyes, no encerraba un solo papel, propio o ajeno, de aquella edad; del archivo de la antigua Audiencia, depositado en la sala de las Cortes de Justicia, si algo existia, no se podia consultar; los libros del Cabildo y del Obispado ofrecian un interes completamente secundario; y, finalmente, los espedientes de la Inquisicion que se guardaban en la Biblioteca Nacional habian sido ya esplotados y casi nada tenian que ver con Chile. Aquella misma Biblioteca, que debia suponerse rica en libros impresos en otro tiempo, no poseia un verdadero catálogo, y aunque el Archivo nacional estaba ya creado, por mucho que se rejistrase no era fácil encontrar mas de una que otra pieza referente a la época en que el porfiado Quintanilla, encerrado en Chiloé, se empeñaba en sostener un dominio ya imposible.

Casi no tenemos para qué hablar de Buenos Aires; sin mas relaciones con nosotros en aquel tiempo que los de un lugar de tránsito para los soldados o mercaderías que pasaban a Chile, bien poco puede atraer nuestras miradas. Esos escasos documentos y los mas importantes de la correspondencia. de Dorrego, destinado con el tiempo a ser dictador en su patria, y de la de don Bernardo Vera con aquel Gobierno revolucionario en la época en que aquí se desarrollaban los primeros sucesos de nuestra independencia, son acaso los únicos que llaman la atencion.

En la ciudad boliviana de Sucre, la antigua Chuquisaca, existe un arsenal considerable de papeles, aunque no es aventurado suponer que su exámen ha de suministrar pocos materiales a la historia chilena. 4

1 D. G. René-Moreno ha publicado en las pȧjs. 111-111 del tomo VI de la Revista Chi

« AnteriorContinuar »