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era casi imposible remover el ganado en suelo propio, y á veces hasta trasladarlo á él: se hacía preciso por esto poner en común las heredades de todos, borradas las lindes durante una parte del año. Juntábase á esto la circunstancia de no conocerse el cultivo de otras plantas que hubieran de permanecer en pie durante el invierno.

Como se ve, esta institución, al igual de todas las demás nacidas consuetudinariamente, es una consecuencia lógica y necesaria de un sistema de condiciones naturales y sociales dado como premisa. No sucede de modo distinto en Francia, en aquellos departamentos de clima y producción semejantes á los de esta provincia: allí se ha creado por la voluntad general de hacendados y ganaderos, y las leyes lo respetan, un sistema de explotación idéntico, conocido con el nombre de vaine pâture (pastos de barbecheras y rastrojos). Ya he dicho que en la Península es también general, sin más que algunas excepciones fundadas en un orden distinto de condiciones naturales ó sociales, que ha producido lógicamente otro orden de condiciones juridicas distinto del que estoy describiendo: tal, por ejemplo, la casería de las Provincias Vascongadas, organizada y conservada con sus fueros; tal la huerta de Valencia, destinada al cultivo intensivo y regida por instituciones peculiares y vivas, el tribunal de Aguas, la junta de regantes, etc. En esta provincia de Santander, donde el cultivo del heno y del maíz (particularmente de este último) es relativamente intensivo, por la abundancia de los estiércoles, tanto, que se halla desterrado el barbecho, la derrota se opone únicamente á la introducción de nuevos cultivos (los cuales se reservan para heredades cercadas particularmente por sus dueños), así como también á la obtención de cosechas de invierno, á adoptar un sistema de rotación de cosechas, etc. Pero es dudoso que conviniera, económicamente hablando, introducir estas novedades aquí donde, lo mismo en la actualidad que en lo antiguo, se imponen el cultivo extensivo, con exclusión de todo otro, como el más adecuado á la topografía del país, á la escasa densidad de su población y á otra multitud de condiciones de prolija enumeración.

las

La palabra derrota ha engendrado cierta confusión en el

ánimo del legislador, prevenido ya desfavorablemente por preocupaciones de escuela. Le pareció un acto vandálico y un atentado contra el derecho sagrado de propiedad eso de abrir portillos todos los años en los cercados que la protejen; y sin más examen de la cuestión, decidió suprimir las derrotas (Real or den de 15 de Noviembre de 1853). La prohibición ha sido precipitada, y no respondiendo al estado ni á las condiciones del país, no ha sido cumplida. Y sobre no haber dado aquella disposición los frutos que se propuso su autor, ha servido en cambio de pretexto para rencillas y cuestiones en los pueblos, que contribuyen, con las demás disposiciones meramente negativas y fragmentarias, á destruir el,antiguo régimen sin reemplazarlo, y mantienen para ello viva la perturbación más profunda y funesta en la vida pública.

El régimen agrícola y pecuario de la Península ofrece todos los grados que la moderna ciencia agronómica reconoce, en orden al cultivo del suelo, desde el más intensivo,—satisfactoriamente representado por las huertas de Valencia, Murcia y Orihuela, etc.,-hasta el más extensivo-de que son ejemplo las dehesas extremeñas, los cortijos andaluces y los pastos comunales de las provincias montañesas. Pues todos estos grados y formas de explotación, si se examinan á fondo las condiciones del medio natural ó social en que se ha producido, se verá que no fueron adoptadas á capricho, sino al revés, con un a sabiduría y una prudencia, que es lástima se confundan ahora, por causa de la abstracción científica en que vivimos, con la rutina y el atraso. El espíritu de la Edad Media fué más favorable que el que ahora domina, para armonizar cada una de las manifestaciones de la vida con el conjunto orgánico de todas las demás: así le fué posible al pueblo organizar racionalmente la agricultura, huyendo de la uniformidad y de la centralización, que es la nota característica de todas las civilizaciones que, por alejarse de la realidad, se van aproximando á su ruina.

El espíritu moderno, preocupado sólo de las soluciones negativas, califica de bárbaro el sistema de las derrotas; y así, con ese criterio, fundado en utopias científicas, ha ido destruyendo el organismo jurídico sabiamente levantado por el em

pirismo, y que era plenamente racional é inexcusable en aquel tiempo, como lo es todavía al presente en las comarcas donde subsisten por espontánea virtualidad las condiciones que le dieron el sér. Las reformas novísimas, todas de carácter negativo, han herido mortalmente la antigua organización concejil, dejando á los pueblos desorientados y sin brújula, precipitándolos sin transición desde un sistema arraigado en la tradición, á la nada ó al caos de la anarquía local, privándolos de toda forma práctica para adoptar la reformas racionales que eran posibles en el régimen agrícola y pecuario vigente. Y así, no sólo se ha hecho imposible el logro de lo mejor, sino que aun lo bueno del régimen antiguo va desapareciendo ó perdiendo de día en día esta cualidad.

Una observación antes de abandonar este punto interesantísimo. He dicho que la disposición por la cual fueron prohibidas las derrotas ha sido infructuosa, pues si bien aquel régimen ha desaparecido con posterioridad en algunas comarcas de Asturias y Galicia, no se debe esto al precepto citado: ha desapa-recido espontáneamente y por la fuerza misma de las cosas. Nótase en todas las localidades donde tal fenómeno se ha producido, que son poco montañosas y escasas de terrenos comunes, y por tanto, susceptibles muchos de ellos de cultivo; por lo cual los han apropiado en mucha parte, y fuera de la leyque sólo así se hacen estas cosas,-los vecinos mismos. Las condiciones de la topografía por un lado, y de otro la poca altitud de estas comarcas sobre el nivel del mar, á más de favorecer el cultivo particular, reduciendo la masa de terrenos comunes (escasos, relativamente, siempre, por ser más favorables al ensanche de la población en los valles poco montañosos), ha promovido un sistema más intensivo en ganadería que el de antes, reduciendo al par, también, y notablemente, el número de cabezas; exigencia obligadamente impuesta por todo este conjunto de causas, y favorecida por el mayor valor de los productos de la industria pecuaria, debido al desarrollo industrial y mercantil y á las vías de comunicación; como también á la mayor regularidad y permanencia de los pastos, y al cultivo forrajero, durante el semestre de invierno; para todo lo cual son favorables estas comarcas respecto de las montañosas,

donde los fríos y las nieves son más comunes y frecuentes. Las huertas de avellanos y de manzanos para sidra, y algunos bosques particulares, han contribuído también en muchas de estas comarcas, donde en los cuarenta años últimos se han fomentado estos cultivos, á la desaparición espontánea de las derrotas, que subsisten sólo en Santander y Asturias, v. gr., donde actualmente tienen razón de ser, ya por la circunstancia de poseer vastos terrenos comunales, y por tanto, extenso número de ganados, ya por el estado de desquiciamiento en que se halla la administración local, y, por supuesto, merced á una condición muy importante para una civilización que proclama ante todo el principio de la libertad individual, es á saber: la voluntad unánime de los mismos interesados.

Atendido el interés del asunto, trascribo á continuación unas ligeras indicaciones que sobre derrotas publiqué el año pasado en un periódico local de esta provincia:

«Es un absurdo, hijo de una inexperiencia completa de lo que es la agricultura (cuyo carácter jurídico no quiere reconocerse por los que ligeramente la tratan), el mantener la conveniencia de la supresión de las derrotas, mientras se abandona en absoluto la policía rural, y se tiene ésta como en país de vándalos; donde, además, no hay órganos para la justicia local, y los que existen son incapaces para ello. ¿Qué adelantará el que siembre, aunque se le diga de palabra, no de hecho, que están suprimidas las derrotas, si al sembrar ve luego invadidas sus tierras por los ganados frecuentemente?

>>Cuando en verano, estando entonces cubierta toda la mies de un fruto igual, y los ganados en puertos y sierras bajas, con abundantes pastos, los daños que ocasionan los ganados son muy notables, ¿qué sucederá en invierno, sin pastos comunes, sin alimento en casa de los ganaderos, hambriento y acumulado todo él en el casco del pueblo? Lo que es natural: introducirse muchas reses en la mies de continuo, y hacer imposible el fruto de las tierras de forrajes; á las cuales tierras en cada descuido se van directos aquellos ganados. Entonces, además, no se repartiría el daño entre muchas tierras, ó sea entre todas, como en verano; y algunas pocas sembradas soportarían los daños solamente.

>>Pedir supresión de derrotas es absurdo. Eso se obtiene pidiendo y llevando á cabo la supresión de la anarquía municipal, que engendra el absoluto abandono de la policía, sin la cual no cabe fruto de invierno en la montaña.»

Celadores de frutos.-La policía rural, por su parte, se ajustaba á la modesta exigencia de respetar tan sólo el maíz y la yerba en la época de verano. Por esto era obligatorio, como carga concejil de los vecinos, el servicio de guarda de frutos durante el estío. En el resto del año nada había que guardar; no era, pues, necesaria en dicha estación policía de ningún género. De suerte que si algún vecino, apartándose del sistema seguido por todos los demás, quería utilizar de otro modo sus prados, necesitaba para sustraerlos á la irrupción de los ganados comunes, cerrarlos por completo con tapias costosas, que había de mantener constantemente alzadas, pues si llegaba á entrar el ganado, las Ordenanzas no autorizaban al dueño de la heredad para indemnizarse del daño sufrido, ni menos castigaban á los dueños de las reses invasoras.

Aprovechamiento y repoblación de los montes.-El silencio de las Ordenanzas en cuanto á la conservación y fomento de los montes, lejos de invalidar la regla general expresada en los ejemplos anteriores, la confirma plenamente á su modo. ¿Para qué habían de formular preceptos encaminados á la formación de bosques, si los había espontáneos de gran extensión y tan densos que eran casi impenetrables? Bastaba con establecer una vaga inspección, una leve vigilancia sobre el aprovechamiento tan exiguo y reducido que de las riquezas forestales podían hacer los vecinos. Los cuales, faltos de grandes vías para la extracción y transportes de maderas, se limitaban á surtirse de leña para sus hogares, maderas para la construcción y reparación de sus casas y aperos de labor, exportando, á lo más, para Castilla, los pocos pueblos fronterizos con ella, unos cuantos carros de palas, garios y bieldos. Sólo después que las ferrerías y la Marina, y el deseo de los pueblos de extender las zonas de pasto á medida que subía el precio del ganado hasta cuadruplicarse, hicieron talar los bosques próximos á los

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