Temeridad! Oh miseros humanos! Si vosotros no haceis vuestra ventura, ¿La lograréis jamás de los tiranos? » Llegaba aquí, cuando de la alta sierra De par en par abiertas Fueron de la honda bóveda las puertas: La terrible leccion que antes me diera. A ESPAÑA, DESPUES DE LA REVOLUCION DE MARZO. ¿Qué era, decidme, la nacion que un dia Y el vasto mar Atlántico sembrado Para abarcarla se cansaba en vano; Ora en el cieno del oprobio hundida, ¡Qué de plagas, ¡ oh Dios! Su aliento impuro, La pestilente fiebre respirando, Tendió sus brazos lívidos, ahogando Y á la trompa de Marte aliento dimos; Por tus inmensos términos, oh Iberia? Así, rota la vela, abierto el lado, Las guirnaldas se ven que antes le ornaban, La flámula riendo al aire ondea. Ahogó su vocería El ronco marinero, Terror de muerte en torno le rodea, Terror de muerte silencioso y frio; Y él va á estrellarse al áspero bajío. Llega el momento, en fin; tiende su mano El tirano del mundo al occidente, Y fiero exclama: «El occidente es mio.> Con gritos de soberbia el viento llenan ; Estremecióse España Del indigno rumor que cerca oia, Y al grande impulso de su justa saña Consternados y pálidos se esconden ; Y del Tajo las márgenes responden «¡ Venganza! » ¿Dónde están, sagrado rio, Viendo que aun hay Castilla y castellanos, Diciendo: «Ya acabaron los tiranos.» ¡Oh triunfo! Oh gloria! Oh celestial momento! ¿Con que puede ya dar el labio mio El nombre augusto de la patria al viento? Acompañó hasta aquí; no aprisionado Y el aliento fatídico en la boca. Desenterrad la lira de Tirteo, Y el aire abierto á la radiante lumbre Del sol, en la alta cumbre Del riscoso y pinifero Fuenfria, Con voz que atruene en rededor la sierra, Los ecos de la gloria y de la guerra. ¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime, Unico asilo y sacrosanto escudo Al ímpetu sañudo Del fiero Atila que á occidente oprime! Del hijo de Jimena Animarse los miembros giganteos. En torbo ceño y desdeñosa pena Ved cómo cruzan por los aires vanos; ¡Pues qué! ¿Con faz serena Que vuestro nombre eclipse nuestro nombre, El altar de la patria alzado en vano Juradlo, ella os lo manda: ¡ Antes la muerte Sí, yo lo juro, venerables sombras; Yo lo juro tambien, y en este instante De la devastacion en su carrera Me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura (Abril de 1808.) Las dos siguientes composiciones dramáticas, hijas de la inexperiencia, y tal vez de la temeridad del autor, no se publicarian de nuevo á no haber sido impresas y representadas á veces sin las enmiendas y correcciones que en otro tiempo se hicieron en ellas. Mas una vez que se dan en el teatro y corren en el público, llevando al frente el nombre de quien las escribió, vale mas que, se den como él ha querido que estuviesen, y no como la incuria y la ignorancia las hacen correr ahora. Al cabo de tantos años y en medio de los grandes objetos que ocupan á los españoles, el recuerdo de los debates á que estas piezas dieron lugar seria ciertamente inoportuno y pueril. Por otra parte, decir cómo se censuró, cómo se satirizó, cómo tambien se calumnió al autor con este motivo, seria repetir lo que sucede siempre que sale á luz alguna obra que por un aspecto ó por otro Ilama la atencion del público. El opuso á las calumnias el desprecio, el silencio á las sátiras, y á la buena crítica la docilidad y la enmienda. Y cuando algun tiempo después se trató de volverlas á representar creyó que debia dar una prueba de gratitud y de respeto al público, revisándolas y corrigiéndolas para hacerlas menos indignas de su atencion. Estos nuevos esfuerzos fueron acogidos favorablemente, y las dos piezas han sido oidas desde entonces con bastante benevolencia siempre que los actores se han querido tomar el trabajo de representarlas con algun esmero. Está el autor, sin embargo, muy ajeno de creer que con esta revision prolija hiciese desaparecer los principales defectos de que adolecian. La correccion y la lima pueden sin duda añadir perfeccion á las obras que ya tienen bastante mérito en sí mismas, pero no alcanzan jamás á allanar los inconvenientes que nacen de la mala eleccion del asunto, de la falta de experiencia, y mucho menos de la de talento. No era posible, con efecto, dar al Duque de Viseo la verosimilitud, el interés histórico y la dignidad de que su argumento carece. Sedujeron al autor unos cuantos pasajes llenos de novedad y de energia que hay en el drama inglés de donde tomó el asunto de su poema; y le pareció que ajustándolos á un cuadro menos apartado de nuestra escena podrian producir efecto en los espectadores españoles. Mas no vió entonces, como ve ahora, que sacar estas bellezas de allí era quitarles mucha parte de su nativo valor. La licencia de un drama, el prestigio de la música, y el sistema mas abierto en que trabajan los autores ingleses y alemanes, autorizan las libertades, cubren las inverosimilitudes y agrandan las proporciones; de modo que la exageracion y la violencia se hacen notar menos, y las bellezas que el asunto proporciona se desplegan con mayor vigor. Reducir estas composiciones al rigor exacto de las reglas establecidas por los legisladores poéticos del mediodía, es mutilarlas miserablemente, violentar su carácter y anonadar su efecto. Si á esto se añade la inexperiencia del poeta, que en muchas partes no ha hecho mas que indicar las situaciones, en vez de desenvolverlas, y ha puesto la hipérbole y la dureza donde debieran reinar la delicadeza y la verdad, se verá que aun cuando haya algunos aciertos en esta composicion, de que á mi no me toca hablar, están mas que bastante compensados con los inconvenientes expuestos. Advirtióse en el Pelayo algun adelantamiento: mejor ordenada la fabula, mas bien desempe ñadas las escenas, mejor preparadas las situaciones, mas propiedad y verdad en el estilo. Es cierto que el escritor aun no habia sabido crear un interés dramático suficiente para llenar cumplidamente los cinco actos; que faltaba el equilibrio debido entre los personajes, puesto que el de Munuza no es mas que un bosquejo, y muy ligero; que el estilo aun no tenia la firmeza y la igualdad correspondiente, y que el diálogo no estaba tampoco acabado de formar. Pero todo lo cubrió al parecer el interés patriótico del asunto: los sentimientos libres é independientes que animan la pieza desde el principio hasta el fin, y su aplicacion directa á la opresion y degradacion que entonces humillaban nuestra patria, ganaron el ánimo de los espectadores, que vieron allí reflejada la indignacion comprimida en su pecho, y simpatizaron en sus aplausos con la intencion política del poeta. Esta indulgente acogida le obligaba á redoblar sus esfuerzos para hacerse mas acreedor á la estimacion pública, y justificar con nuevas producciones la consideracion que se le dispensaba. Con esta mira, y arrastrado tambien de su aficion á este género de poesía, tenia ya bastante adelantadas tres tragedias, Roger de Flor, El Príncipe de Viana, y Blanca de Borbon; asuntos en que á catástrofes interesantes y patéticas se reunia la ventaja de poder retratar en grande costumbres y caractéres de pueblos, de tiempos y de personajes muy señalados. La agresion francesa vino, y la revolucion estalló. Desde entonces la obligacion de atender exclusivamente á trabajos harto diferentes, la necesidad de trasladarse de una parte á otra, y el torbellino bien notorio de infortunios, persecuciones y encierros que el autor ha sufrido, dieron al traste con sus papeles, con los mejores años de su vida, y con todos sus proyectos literarios, que las circunstancias en que hoy dia se ve la patria no le consienten renovar. Otros escritores gozarán tiempos mas serenos, y serán sin duda mas felices. Madrid, 1.o de marzo de 1821. |