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MADRID: 1881.-IMPRENTA DE F. MAROTO É HIJOS, PELAYO, 34

DE LOS

HETERODOXOS ESPAÑOLES

LIBRO VI

DISCURSO PRELIMINAR

D

No de los caractéres que más poderosamente llaman la atencion en la heterodoxia española de todos tiempos, es su falta de originalidad; y esta pobreza de espíritu propio sube de punto en nuestros contemporáneos y en sus inmediatos predecesores. Si alguna novedad, aunque relativa, y sólo por lo que hace á la forma del sistema, lograron Servet y Miguel de Molinos, lo que es de nuestros disidentes del pasado y presente siglo, bien puede afirmarse, sin pecar de injusticia ó preocupacion, que se han reducido al modestísimo papel de traductores y expositores, en general malos y atrasados, de lo que fuera de aquí estaba en boga. Siendo, pues, la heterodoxia española ruin y tristísima secuela de doctrinas é impulsos extraños, necesario es dar idea de los orígenes de la impiedad moderna, de la misma suerte que expusimos los antecedentes de la Reforma antes de hablar de los protestantes españoles del siglo XVI. La negacion de la divinidad de Cristo es la grande y capital herejía de los tiempos modernos; aplicacion lógica del libre exámen, proclamado por algunos de los corifeos de la Reforma, aunque ninguno de ellos calculó su alcance ni sus consecuencias, ni se arrojó á negar la autoridad de la revelacion. Las herejías

parciales, aisladas, sobre tal ó cual punto del dogma, las sutilezas dialécticas, las controversias de escuela, no son fruto de nuestra éra. El que en los primeros siglos cristianos se apartaba de la doctrina de la Iglesia en la materia de Trinidad, ó en la de Encarnacion, ó en la de justificacion, no por eso contradecia en los demás puntos el sentir ortodoxo, ni mucho menos negaba el carácter divino de la misma Iglesia y de su Fundador. Por el contrario, la herejía moderna es radical y absoluta: herejía sólo en cuanto nace de la Cristiandad; apostasía, en cuanto sus sectarios reniegan de todos los dogmas cristianos, cuando no de los principios de la religion natural y de las verdades que por sí puede alcanzar el humano entendimiento. Esta es la impiedad moderna en sus diversos matices de ateismo, deismo, naturalismo, idealismo, etc.

La filiacion de estas sectas se remonta mucho más allá del Cristianismo, y al lado del Cristianismo han vivido siempre más ó ménos oscurecidas, y saliendo rara vez á la superficie, antes del siglo XVII. Todos los yerros de la filosofía gentil, todas las aberraciones y delirios de la mente humana, entregada á sus propias fuerzas, entibiadas y enflaquecidas por la pasion y la concupiscencia, tuvieron algunos, si bien rarísimos, sectarios, áun en los siglos más oscuros de la Edad Media. ¿Qué son sino indicios y como primeros vislumbres del positivismo ó empirismo moderno las teorías de Roscelino y de otros nominalistas de la Edad Media, ménos audaces que su maestro? ¿No apunta el racionalismo teológico en Abelardo? Y esto antes de la introduccion de los textos orientales, y antes del influjo de árabes y judíos, inspiradores del panteismo de Amauri de Chartres y David de Dinant, los cuales redujeron la alta doctrina emanatista de la Fuente de la vida, de Avicebron, á fórmulas ontológicas brutales y precisas, sacando de ellas hasta consecuencias sociales, y dando á su filosofía carácter popular, por donde vino á ser eficacísimo auxiliar de la rebelion albigense. Pero entre todos los pensadores de raza semítica importados á las escuelas cristianas, ninguno influyó tanto ni tan desastrosamente como Averroes, no sólo por sus doctrinas propias, del intellecto uno ó de la razon impersonal, y de la eternidad del mundo, sino por el apoyo que vino á prestar su nombre á la impiedad grosera y materialista de la córte de Federico II y de los últimos Hohenstaufen. La fórmula de esta escuela, primer vagido de la impiedad moderna, es el título de aquel fabuloso libro De tribus impostoribus, ó el cuento de los tres anillos de Boccacio. Esta impiedad averroista, que en España sólo tuvo un adepto, y muy oscuro, y que

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