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los hástiles ó mangos de madera por medio de nervios animales o de esparto que llegaron á labrar de un modo notable, usándolo para cubrir su desnudez y en y en otras aplicaciones. No existiendo en esta ciudad ninguna construcción perteneciente á tan remotos tiempos, pasaremos á la época romana, pero antes convendrá que demos lijera noticia acerca de otros monumentos que acreditan las inmigraciones de ciertos pueblos en esta región andaluza.

La misma escasez que se advierte en Sevilla de las interesantes construcciones de la edad prehistórica, viene observándose al tratar de los diversos pueblos orientales que fijaron su planta en nuestro suelo. Sin embargo, como poderosos auxiliares para esclarecer la historia hispalense de este segundo período, se nos ofrecen, no sólo las monedas acuñadas en los primeros tiempos de la dominación romana, sino también algunas reliquias monumentales que por fortuna permanecen al presente y vienen á ser para nosotros el eslabón que enlaza la memoria de los pueblos primitivos con las de aquellas tribus orientales, cuya influencia se reconoce en la civilización de los de la Bética, según comprueban tan fehacientes testimonios: por éstos vemos perpetuarse los símbolos religio

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de razas de los libio-fénices, tirrenos, griegos y pennos á quienes debieron los españoles el politeismo.

Además de las monedas autónomas, también algunas figurillas de bronce, confirman este aserto: en cuanto á las primeras, vemos aparecer, entre otros, el delfín, símbolo parlante de la raza tirrénica, la esfinje en las de Cástulo, en las de Iliberi la original Triquetra, en las de Ilipa, Coria y Aria el

Sábalo, sin olvidar las de Asido, importantes por varios conceptos; el buey en las de Orippo y muchas más que pudiéramos citar. Entre tales símbolos hay algunos que son comunes á más de un pueblo, pero con variantes esenciales; así por ejemplo, el caballo en reposo indica origen cartaginés, mientras que este mismo animal, representado á la carrera, demuestra procedencia númida. Fué el primero, pueblo estante, el segundo nómada, y de aquí las diferencias que acabamos de notar, no faltando también entre ellas interesantísimos ejemplares que comprueban las luchas de razas como la moneda de Lascvt en que vemos una culebra enroscada á los piés de un jabalí, figurando morderle en la cabeza y otros más que por no ser difusos omitimos.

Pero viniendo á los monumentos arquitectónicos, lo único que encontraremos subsistente, con respecto á Sevilla, es acaso el trozo de lienzo de muralla que corre desde la puerta del León hasta el Palacio de Justicia en el Alcazar de esta ciudad, considerado como resto del primitivo Akrópolis hispalense, por un ilustrado escritor contemporáneo (1).

Hemos tenido ocasión de examinarlo, y á nuestro juicio, no ofrece los caractéres de las construcciones ciclópeas, si bien demuestra por su exajerada robustez, rudeza y enormes masas empleadas ser obra de imperfectos constructores, tal vez cartagineses. Hállase por algunos sitios desprovista de enlucido alguno, como puede verse entrando en los almacenes del Real Patrimonio que están á la derecha é inmediatos á la Puerta del Apeadero en el Patio de Banderas. En este sitio presenta la mencionada muralla una formación desigual, de grandes sillares de corte cuadrado unos y rectangulares otros, de mayor ó menor altura, toscamente pulimentados. Los intersticios ó llagas que dejan entre sí, están rellenos con ladrillos y casco

(1) Tubino. Estudios sobre el Arte en España. Sevilla 1886, I vol. 4.o, pág. 214.

tes, siendo de notar que en algunos sitios, en vez de sillares, aparecen grandes masas de hormigón, compuesto de cal, arena y cantos rodados de varios tamaños.

Su espesor, por ciertas partes, es próximamente de 2 y de 2m 53, en la misma puerta, llamada del León.

Al hacer las obras para cubrir el arroyo Tagarete, nos ha asegurado persona competente, que se descubrieron restos de muralla de formación ciclópea y otros, también, en la calle de la Cerrajería.

En lo tocante á la muralla del Alcazar, el Sr. Tubino estima que partía de la Torre del Oro á la de la Plata, de aquí al Postigo del Aceite, luego á la torre del Almirante, (Puerta de San Miguel) en la Catedral, dirigiéndose, por último, al Arquillo de Santa Marta. Parécenos exacto este trazado, sin embargo, al examinar la parte alta del torreón de la derecha que flanquea la mencionada puerta de entrada al patio de la Montería (1), hemos visto un arco tapiado, con su quicialera antigua, quizá del siglo XIV, que indica la existencia de una puerta que facilitaría el paso al lienzo de muralla que, partiendo de aquí, se enlaza al torreón que áun descuella por cima de los antiguos almacenes del Cabildo Catedral, continuando hasta el de Santo Tomás, desde aquí á los de la Casa de Moneda, seguidamente al de la Plata y por último, á la torre del Oro. Hubo, pues, dos murallas, una que seguía la dirección indicapor el Sr. Tubino, y la otra de que acabamos de hablar.

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Tal vez de la misma época de estos muros es el notabilísimo pedestal que sostuvo la estatua de marmol blanco de Isis, milagrosamente conservada hoy como despreciable pedrusco en un aposento que hay en el jardín de la Casa de Pi

Llamose antiguamente la Plaza del Triunfo, de los Cantos. Tal vez recibiría este nombre por los que formaban la muralla de que tratamos. Frecuente es en los escritos antiguos encontrar la voz cantos refiriéndose á las piedras empleadas en las construcciones.

latos. Dejamos de copiar la inscripción del frente, por ser muy conocida de los inteligentes, pero sí consignaremos que al lado derecho se muestran esculpidos en bajo relieve Osiris, el buey Apis y el Halcón, consagrado á Osiris y al izquierdo, á Anubis, Ibis y una palmera. Rodrigo Caro habla de una estatua del Dios Canopo y dice: «Hallose la estatua de Canopo en los Alcázares Reales el año de 1606 siendo Alcaide de ellos Juan Gallardo de Céspedes, cavando unas zanjas á poco más de una bara donde á lo que se puede presumir la escondieron sus devotos quando los christianos quebrantaban todos los Idolos de la Gentilidad: es esta estatua de cinco quartas de alto de piedra negra durísima. Llámanle los Antiquarios y Artífices Basaltes ó pedernal Egipcio. Represéntase en ella vna muger sentada con ropage dezente, de grave y hermoso rostro. Tiene en su regazo vn niño de poca edad hermoso y risueño cubierta la cabeza como con una capilla de Fraile que le deciende por las espaldas, los brazos cruzados, el derecho sobre el izquierdo y en el vn azote. Y de la cintura abaxo metido en una red que le cubre todo acabando todo el cuerpecito en punta á la manera que los Mathemáticos figuran el Rombo. Tiene la estatua de esta muger por ambos lados del asiento de arriba abajo y en la peana donde está sentada cavado muchos hieroglíphicos y caracteres extraños, aves, culebras, flores, varios animales, circulos, triangulos, figuras de cruz y del Tau. En el pecho tiene vn taladro como de un real senzillo que le pasa á las espaldas: y parece que este Idolo estaba encaxado ó arrimado en algun nicho ó pared porque teniendo en toda la parte delantera escelente escultura y de Maestro muy aventajado, con admirable polimento por las espaldas está la piedra basta. Yo vi este Idolo muchas vezes con admiracion de su estrañeza y lo vio

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y teniendo noticia de el el Conde de Monterey lo pidió y se llevó á Madrid y despues se llevó á Italia donde se haze justo aprecio destas antiguallas con sentimiento de los curiosos de Sevilla y con poco crédito de la curiosidad española» (1).

(1) Adiciones al libro de las Antigüedades de Sevilla y su Convento Jurídico.-Obra manuescripta del Liz.do Rodrigo Caro. Bib. Colomb. AA. 140-27.

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