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¿Cómo, entonces, este último no se encargó de llevar á cabo obra tan importante, encomendándosela á Francisco Martínez? La disposición que en los tiempos de D. Pedro tuvo este hermoso Patio difiere bastante de la actual, como comprueban notables restos que los empleados en el Palacio nos mostraron ocultos, bajo la armadura del tejado del S. O. y en el espacio del zaquizamí. Metidos en esta estrechura hallamos la prolongación del primitivo muro, correspondiente al en que se alza el Salón de Carlos V, que también ha sido examinado por el Sr. Tubino, y cuyas apreciaciones transcribimos con el mayor gusto. Dice así el ilustrado escritor: «Dicho muro fué cortado al apoyar sobre él las maderas que habían de formar el cielo raso, la techumbre y el peso de la mencionada galería, quedando por tanto oculta, una faja longitudinal de más de dos metros de altura, donde se conservan seis arcos, al parecer ornamentales. Compónense éstos de elegantes arquivoltas de medio punto, encerradas en artísticos arrabaes, con las enjutas bellamente enriquecidas por vistoso almocárabe, de muy correcto dibujo y gallarda composición. Hállanse los seis arcos divididos, de dos en dos, por robusto pilar ó macizo, y en ellos, ocupan las claves y el centro de las enjutas, figuras geométricas de elegante trazo, y conchas con inscripciones en caracteres africanos, que algunas veces se continuan en círculo en derredor de la figura que decoran.

Sobre los arcos, permanecen todavía restos de la cornisa y de las zapatas de madera, que sostenían el tejaroz, demostrándonos, que se trataba de un muro al aire libre, parecido en su estructura y decorado al de alguna alfaquia de la Alhambra.

Esta revelación, cuya importancia apreciará el lector, nos explica los huecos que en 1843 perforaban el muro medianero entre el patio y la capilla, donde debía repetirse la misma

decoración, sirviendo los vanos, cerrados con artísticas celosías para embellecer la parte alta de la estancia. >>

No parece por tanto que debe abrigarse duda alguna acerca de la disposición primitiva del Patio de las Doncellas, que carecía, según creemos de las dos arcadas superior é inferior que hoy vemos.

Una vez en el interior de las galerías seguiremos nuestra descripción por las techumbres de alfarje ejecutadas en el siglo XV y en el reinado de los Reyes Católicos: han sido una de las partes del Alcázar peor tratadas por los restauradores de 1856, y promueve á risa la combinación de colorines con que aquellos enjalbegaron los elegantes lazos que las forman, así como los arrocabes y escudos de los mencionados monarcas, que se ven en los espacios de galería, ante los salones de Embajadores y de Carlos V. Un friso de axaraca corre alrededor de los cuatro muros interiores circunscrito en la parte inferior por una inscripción en caracteres africanos. Siguiendo el muro Norte hállase la entrada al llamado Dormitorio de los Reyes Moros, que consta de un arco de medio punto peraltado con tres preciosas celosías de yeso caladas, y leyendas africanas alrededor. A cada uno de los lados hay un ajimez, cuyos parteluces de preciosos mármoles sustentan capiteles esculpidos al estilo del Califato, aprovechados por Don Pedro I de otros monumentos, sirviendo de arrabaes á los primeros, grandes tablas de almocárabe groseramente embadurnadas de azul.

Las puertas que dan entrada á la mencionada cámara ostentan por ambas haces talladas lacerías, ocupando los centros labores moriscas, que tienen por orla dos inscripciones, una cúfica y otra africana. Los tableros de los postigos muestran grandes señales de restauración. Todos los ornatos del arco de entrada son notables, así como los azulejos polícromos de lacería que se ven en los intradoses, las

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bellísimas quicialeras en que giran las puertas, con adornos mudejares en relieve tallados y dorados. La estancia en que nos ocupamos consta de dos partes: la primera es un espacioso salón con frisos de yeserías y techumbres de alfarje, que creemos posterior á las obras del rey Don Pedro, y maltratadas por las restauraciones. Un gran arco de ojiva rebajada, preciosamente angrelado, que arranca de sendas columnas con capiteles de mármol blanco de la época del califato, da ingreso á un alhami con análogos ornatos que el resto del salón situado á la derecha del arco de entrada. En el muro de este salón primero y frente á la puerta, ábrense tres arcos ultrasemicirculares sostenidos por dos columnas, con capiteles también al estilo del califato, los cuales sirven de ingreso á una alcoba, que á su vez contiene otro alhami con arco lobulado de menores proporciones que el ya descrito en el salón de entrada. En el muro mayor de esta alcoba, nótanse todavía las señales de la puerta que abrió el arquitecto Zintora correspondiente al vestíbulo, y de la cual dejamos hecha mención. Notaremos la basa árabe-bizantina de la columna izquierda del arco del alhami, que ostenta una leyenda en caracteres cúficos de resalto y las puertas de los ajimeces, que aun conservan algunos restos antiguos si bien creemos que estas no son anteriores al reinado de los Reyes Católicos.

Del llamado Dormitorio de los Reyes Moros, pásase á una pequeña sala cuadrada que precede al Patio de las Muñecas. Tiene un elegante techo de alfarje taraceado y pintado, del siglo XV, friso de yesería ajaracado, y zócalo de alizares. Un arco peraltado, con celosías que ostentan la cruz de San Juan por su parte interior, intrados y gran arrabaá de almocárabe da acceso al Patio, que si en su origen pudo cautivar la vista y deleitar el ánimo, hoy apénase éste al considerar los desacertados reparos de que ha sido víctima, pues

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