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sideramos antiguas, si bien muy restauradas. En el fondo de este salón hay un alhami separado por un gran arco que voltea sobre columnas con capiteles árabe-bizantinos. Su techo es de alfarje, y sus ornatos restantes, análogos en todo á los del salón. Grandes zócalos de alízares ajaracados ornan los muros de ambos departamentos, sobre los cuales corre á manera de friso, una ancha zona de yesería, en cuyos espacios se ven alternando castillos, leones y bandas con dragantes, y la tan repetida leyenda en caracteres cúficos de resalto: ¡Gloria á nuestro señor el Sultán Don Pedro! ¡Protéjale Alláh!

No debemos pasar en silencio la interesante leyenda latina en caracteres monacales, relevados en yeso, que orna exteriormente y sirve de arrabaá al arco de entrada á esta cámara. Contiene errores de bulto que creemos proceden de los artistas mudejares que intervinieron en su ejecución, dice así:

ANIMA: CRISTE SANTIFICAME CORPUS CRISTE: SALUAME: ¿QU a? tu : est : CRISTUS LIBRAME: ACALAT.. 8: (SIC) CRISTE LAUAME: PASOS CRISTE CONFORTAME : OBENES (SIC) IHESUS: AUDE ME INIPRIMITA3: (SIC) SEPARARE : TE: APOSTOL: MADINO

DEFENDEME.

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Según tradición vulgar, en este salón murió D. Fernando III, el Santo. Como nuestros lectores comprenderán, es tan absurda, que no merece siquiera detenernos á refutarla.

Pasemos ahora al Salón de Embajadores, que es la más notable estancia de las que actualmente forman el Palacio de Pedro I.

Llamose en lo antiguo de la Media Naranja, y así lo hallamos consignado en cuantos documentos hemos tenido á la vista, recibiendo tal nombre por la gran cúpula de alfarje, formando bella lacería que le sirve de techumbre. Es de planta cuadrada y mide 12 metros en cada uno de sus frentes. Su puerta principal está en la galería E, en cuyas hojas he

mos de detenernos por ser de especial interés las noticias en ellas contenidas, cediendo la palabra al doctísimo D. José Amador de los Ríos, que 'as describe de esta suerte:

«Despiertan, ante todo, las Puertas del Salón de Embajadores la admiración de los viajeros por su extremada suntuosidad y grandeza. Constan de dos hojas, construídas de fino alerce, las cuales se levantan á la altura total de 5'30 metros, y ofrecen individualmente el ancho de 1'97 metros, produciendo en consecuencia, el total de 3'84 metros. Divididas en dos zonas, presentan en la inferior, dos postigos que miden 1'97 metros por 1'2 metros, y que apareciendo primitivamente adintelados, han sido en tiempos no muy distantes de nosotros, decorados al exterior de poco airosos arquillos meramente ornamentales, cuajadas ambas hojas, en una y otra zona, de rica obra de laceria, que se corresponde exactamente en el exterior y en el interior, constituyen en realidad, y en todo el valor técnico de la palabra lo que se entendió durante la Edad Media por unas puertas grandes de Palacio de dos fases y con postigo, al tenor de lo preceptuado para el examen de los carpinteros de tienda en las Ordenanzas de Sevilla.... Es la indicada obra de laceria, que produce en verdad muy vistoso efecto, bien que en parte desnaturalizado por las desdichadas restauraciones y pintaduras de que ha sido víctima, en extremo complicada. Prodúcense en la zona superior, alternando con otros menores de variadas formas, los celebrados y fastuosos lazos de á doce, que ofreciendo en su total desarrollo triples y graduales estrellas, de muy gallardas trazas, se atan por las cabezas con aquéllos, engendrando multiplicadas combinaciones geométricas, los cuales contentan y desvanecen al propio tiempo la vista recorriendo todo el espacio. Hácense en los intermedios de las cintas, que van por todas partes pareadas, muy variados casetones, cuyos lados ó fasetas difieren de cuatro á doce, al compás del mo

vimiento que producen las indicadas cintas, desarrolladas siempre en línea recta.-Llenan los precitados intermedios delicadas flores y follajes, acomodados, así en el sentido de su desorrollo general, como en la terminación particular de sus formas, al ya anunciado movimiento de las cintas. Aunque ejecutadas en su totalidad con cierta gallardía y franqueza, y á veces preciosamente acentuada, no guarda ya esta talla la pureza de sus antiguos modelos, revelándose á la mirada del inteligente como obra de imitación, ó tradicionalmente derivada. En vez de las flores y follajes que exornan el mayor número de los referidos casetones, muéstranse lo mismo en los centros de los lazos de á doce, que en los de los ángulos y en los dos mayores de la faja exterior, que sirve de cuadro á toda la obra de lacería, repetidas inscripciones arábigas, las cuales expresan en común el nombre de Dios, si bien en los cuatro últimos casetones se halla tallada en caracteres mogrebinos, la siguiente leyenda: Gloria á nuestro Señor, el Sultán.

Termina al exterior la obra de laceria, con un marco general de muy delgados filetes, á que se atan de trecho en trecho las cintas que la componen; y completan la decoración de ambas hojas dos fajas ó cartelas verticales de o'17 de ancho, graciosamnete perfiladas y cuajadas de menudas flores y follajes, sobre las cuales resaltan en su haz exterior notabilísimas leyendas arábigas, mientras ocupan las orlas de la interior preciosas inscripciones latinas. Tienen las expresadas fajas por remate, en uno y otro extremo, grandes lazos circulares, cuyos centros ocupan escudos de armas, brillando en los de la parte superior los leones y castillos y resaltando en los de la inferior las bandas y dragantes, signos característicos del Rey Don Pedro. Contrasta con esta riqueza de los largueros en ambas hojas la excesiva sencillez de los peinazos que cierran el marco general de la zona superior, pues que aparecen totalmente despojados de exorno, si

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