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AL LECTOR

VII

El vehemente deseo que siempre me ha animado, de llegar á conocer las grandezas de esta insigne metrópoli, y mi afición al estudio del Arte y de la Antigüedad, moviéronme á comenzar á reunir noticias relativas á los monumentos sevillanos: andando el tiempo absorbió este trabajo mi atención de tal modo, y con tal preferencia hube de atender á él, que apenas si en el espacio de más de once años he dejado pasar un día sin dedicarle á lo menos algunos instantes.

Lejos estaba de mi ánimo imaginar que aquel apacible y grato entretenimiento llegaría á producir la publicación de esta obra, que doy á la estampa impulsado por el cariño que tengo á mi madre patria Sevilla y por el anhelo de contribuir con todas mis fuerzas á ilustrar los anales históricos de sus artes, único móvil de mis estudios é investigaciones. Sirvan, pues, los intentos que me han guiado de disculpa á mi audacia; atenúen los rigores de la crítica; sean para lo futuro el amparo de mi nombre, y si los sujetos doctos consideran que he acudido con un solo sillar á reconstruir el grandioso edificio de nuestro pasado artístico, mis esperanzas están satisfechas, y cumplidas con exceso mis mayores aspiraciones..

VIII

Habíame propuesto en el primer plan que tracé de esta obra, precederla de un Proemio en que se diese noticia de los artes y estilos que han florecido en esta ciudad: los descubrimientos realizados por fortuna mía en los archivos de la Catedral y del Alcázar hiciéronme variar de propósito, y en su virtud he sacrificado dicho Proemio á la publicación de interesantes documentos, que serán vistos con más complacencia ciertamente por los aficionados á este linaje de estudios. Tal vez me haya excedido en aquel concepto; pero temeroso de que los trastornos políticos pudiesen algún día hacer que desaparecieran aquellos antecedentes, tan valiosos para nuestra historia, me ha obligado á alterar mi plan más de lo conveniente.

He aceptado y seguido las conocidas clasificaciones artístico-arqueológicas más generales hoy, designando por ojivales á las fábricas llamadas por otros góticas, erigidas desde el siglo XIII á los albores del XVI, y mudejares á las en que se combinan en estrecho lazo los elementos que aportó el arte cristiano y los que proceden del musulmán. Reconozco que ambas denominaciones de ojival y mudejar son viciosas, de cuyo defecto estimo que adolecen también las de gótico y morisco, que varones doctísimos han comenzado á emplear.

No me he atrevido, pues, á seguir la corriente innovadora, considerando que las clasificaciones que he adoptado tomaron hace años carta de naturaleza entre los arqueólogos españoles y también entre el común de los lectores.

Réstame ahora consignar mi gratitud al Excmo. Ayuntamiento, al Emmo. y Rvmo. Sr. Arzobispo D. Fr. Zeferino Cardenal González, al Excmo. Cabildo Catedral y á las Corporaciones y particulares que me han favorecido: á todos desde este lugar envío el más sincero tributo de vivísimo é inquebrantable reconocimiento.

PRÓLOGO

Sr. D. José Gestoso.

Mi querido amigo: Agradezco á usted la honrosa invitación que me hace para escribir un prólogo á su excelente obra titulada Sevilla Monumental, que ciertamente no lo necesita para granjearse por muchos títulos la estimación de los doctos: para la mía tiénelos tan singulares, que avivan el deseo de corresponder, aun cuando sea con este desaliñado escrito, puesto que no da lugar á meditarlo el brevísimo término que imponen las exigencias de la imprenta.

Ha tenido y tiene Sevilla muchos y preclaros historiadores, pudiendo citar por todos y con legítimo orgullo al incomparable Ortiz de Zúñiga, á quien pocos igualan y ninguno aventaja en esta tierra de España, tan rica en cronistas de ciudades: tiene además extraordinario número de monografías ó Memorias singulares sobre los acontecimientos más célebres, edificios notables, Comunidades ilustres y sobre cuanto encierra más digno de nota. Algunas atesoran escogido caudal de curiosísimas noticias y no merecen otras el olvido á que las condena su falta de notoriedad; pero los antiguos escritores tienen un carácter exclusivamente narrativo, más o menos crítico, que no puede satisfacer al gusto de nuestro tiempo, desde que la Arqueología ha cambiado el modo particular de ver la Historia.

Los cultivadores de las Artes hispalenses sentían la necesidad de una obra que las estudiara en sus progresos sucesivos con la crítica ajustada á los últimos adelantamientos; y en este sentido, después de los laudables ensayos de Ceán Bermúdez, abrió con acierto la nueva senda el conocido autor del volumen dedicado á Sevilla en los Recuerdos y Bellezas de España. Hoy viene usted á remediar con largueza aquella necesidad, esclareciendo desde las severas construcciones romanas hasta los licenciosos retablos de rocallas con las luces de la Arqueología, de la Historia y del Arte, hermanadas en su Sevilla Monumental. En ella se describen y clasifican con ex

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tensión y: acierto las venerandas reliquias que dejaron los siglos; en ella se acumula el sazonado fruto de largas vigilias, y sus páginas me recuerdan, con la dulce melancolía de los tiempos que pasaron, las agradables conferencias en que hemos planteado y resuelto por amistosa concordia algunos de sus principales problemas.

Las aficiones arqueológicas dieron noble origen á nuestra amistad, cuando en Sevilla era muy escaso el número de personas que en este linaje de estudios se ocupara: entonces los cultivábamos con el puro amor que engendra el deseo de saber, con el entusiasmo de la juventud y con la satis facción que produce el caminar por nuevas sendas apenas exploradas: los monumentos, los archivos y las bibliotecas fomentaban con su poderoso incentivo el nunca saciado apetito, y de ellos sacaba usted los materiales para consagrar luégo á la Patria el lindo Ensayo biográfico del escultor Pedro Millán, las Curiosidades antiguas sevillanas y la Guía artística.

Pero estas mismas circunstancias son el mayor obstáculo para dejar correr la pluma por el camino de los encomios hasta donde el libro merece de justicia, porque la benevolencia á la obra y la amistad á su autor son condiciones desfavorables en la creencia de las gentes para asegurar la im parcialidad del juicio, y basta que algún escritor, cediendo á las instigaciones del afecto, haya dado el ejemplo, para que la generalidad de los lectores estime que siempre debe interpretar los más merecidos elogios como obligado tributo de la lisonja. Por contrario modo las censuras de los amigos, basadas en la confianza y dirigidas por el mejor deseo de inquebrantable rectitud, suelen llevar á una severidad extrema rayana de la inconveniencia.

Pensando que por estas sendas, además de ser muy espinosas, no he de llegar fácilmente al apetecido objeto, porque la opinión común niega að amigo la credibilidad que sin empacho concede á cualquier extraño, creo prudente dejar para quien tenga mayores alientos y más espacio la penosa labor de aquilatar menudamente los grados de mérito y demérito que se mezclan en esta como en toda obra humana, y tomar otro camino más expedito, consignando algunas reflexiones sobre la importancia del contenido científico de este libro, sobre la oportunidad del método expositivo y-sobre los criterios más generales á que obedece; de todo lo cual se desprenderá sin grandes esfuerzos la conveniencia de difundir los estudios de antigüedades en beneficio de la-cultura social.

...Comenzando por el contenido científico, el cual pertenece á la Arqueología, pocas palabras bastarán para indicar su novedad y el valor é importancia que se le concede: Es común noticia que el carácter de los hombres y el de los pueblos se manifiesta en cada época por los hechos que ejecu tan y por las obras que emprenden: los hechos han sido estudiados por las Ciencias históricas, apoyándose en el fundamento siempre falible del testimonio ajeno, dado que por su efimera vida desaparecen con la velocidad

del-rayo, sin dejar tras sí más huella que los efectos por donde puedan ser comprobados. Las Ciencias arqueológicas estudian las obras producidas por las Artes, ya en su concepto más elevado y puro de la belleza, ya en sus aplicaciones a los usos de la vida, y toman por fuentes á los monumentos, donde queda perpetuado el sello indeleble de la personalidad de cada gene, ración, aun cuando hayan pretendido desfigurarlo sus mismos autores.

Parece que el dicho del historiador ó las palabras del cronista determinan más los pormenores del hecho relatado y son para todos abiertamente comprensibles, mientras que es mayor la dificultad de interpretar el mudo y vago lenguaje de los monumentos, que sólo puede ser elocuente para los más perspicaces investigadores; pero en cambio las palabras representan ladudosa imagen del pensamiento, mientras que las obras son el exacto modelado de la idea, y sin duda por este motivo se explica la invasión cada vez más creciente de la Arqueología en los dominios de la Historia, hasta el punto de que los más esclarecidos historiadores actuales pueden llamarse más propiamente arqueólogos.

Además de la ventaja de su inquebrantable certeza tiene la Arqueolo gía otra quizá mas importante, y consiste en retratar á maravilla las continuas y más pequeñas mudanzas que trae á la civilización la diversidad de gustos y hasta de modas. Es cierto que la Religión, las Ciencias, las Letras y las Artes son el reflejo de la sociedad, pero no todas lo son de igual manera ni en el mismo grado: la Religión de los pueblos, una vez formada, se convierte en dogma y permanece inmutable larga serie de siglos, sin que sea fácil distinguir esas diferencias que trae cada uno á la práctica: el Derecho se manifiesta como ley de la vida civil y sirve de norma constante á los pueblos de raza y condición diferentes; así los, Códigos bizantinos. de Justiniano han conservado su vigor en gran parte de la Europa latina hasta el siglo XIX: las Ciencias en general sólo cambian en largas épocas, y cada una de sus partes queda inmóvil en el momento en que se explique satisfactoriamente: las Artes se inspiran en el ideal eterno de la belleza, mas süs creaciones han de amoldarse á las necesidades de la vida y al estado de las costumbres en cada momento, escogiendo un corto número de caracteres estéticos, con preferencia y hasta con exclusión de los restantes, y por ello la Ciencia que ilumine estos recónditos arcanos de los pueblos tiene títulos para llamarse maestra más bien que compañera de la Historia.

Un ejemplo no rebuscado hará patente la verdad que encierra està doctrina: entre los más célebres-edificios de Sevilla se cuentan dos, la antigua Casa Municipal y el Consulado, y de fisonomía tan diferente, que parecen responder á épocas muy apartadas entre sí; no. obstante fueron construidos en el transcurso de medio siglo, y un ligero análisis comparativo de sus ca rácteres más generales enseña que el uno es vivo retrato de la ciudad de Carlos V y el otro representa el genio de Felipe H

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