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La antigua Casa Consistorial fué dirigida por arquitectos de la ciudad y destinada para el uso público: su estructura interna, el sistema de construcción sigue las máximas de la agonizante escuela ojival, así como los Concejos robustecieron su organización con la rica sangre de la Edad Media: sus macizos y luces están distribuidos en proporciones bastante harmónicas para sostener las cargas y dejar amplio y expedito el tránsito del pueblo.

La ornamentación se ostenta con extrema abundancia al exterior: es correcta en el dibujo, vigorosa en el claro-obscuro, atrevida y magistral en la ejecución, como fiel imagen de la vida exuberante y riqueza del Municipio. La energía de la naturaleza y el oleaje de la sociedad alientan en esas creaciones fantásticas que resaltan sobre sus muros.

Cada motivo ornamental, aisladamente considerado, es un modelo de perfección, y sin embargo ya se combinan y agrupan sin razón bastante, ya invaden todas las superficies y miembros, ya pertenecen á un estilo nuevo y extranjero. Rómpese también el lazo esencial entre los materiales, la estructura y el ornato, despreciando así la ley estética de harmonía que debe resplandecer en todo buen sistema arquitectónico, y abriendo el abismo en que han de precipitarse las Artes en su decadencia; pero tales eran los caracteres intrínsecos y extrínsecos de la civilización en los días del Emperador.

Muy diferente es la impresión que deja en el ánimo la Casa Lonja: fué trazada por el arquitecto del Rey ó por alguno de sus discípulos y para servir al comercio universal de Indias: su estructura y despiezo se ajustan á un sistema también nuevo y extranjero y remedo de la antigüedad clásica, como la nueva organización que á la sociedad imponía Felipe II simulaba imitar á los antiguos imperios: los macizos no tienen relación acordada con los vanos de luces, siendo aquéllos excesivamente voluminosos y agobiando al espíritu con su pesada mole, como el exceso del poder en aquella robusta monarquía ahogaba los alientos de Corporaciones y ciudades: por lo mismo se rechaza todo adorno que recuerde la variedad y el placer de la vida, y en su lugar se emplean los más sencillos elementos decorativos y éstos agrupados con el constante ritmo que produce el uso de la regla y el compás, al cual también obedece la planta y el alzado; del mismo modo que el Rey absorbía todas las fuerzas sociales en el poder de su voluntad, que unifica y reglamenta por igual todos los movimientos. El Consulado tiene ya un carácter más personal, ostenta una fuerza y singularmente una sombría austeridad que contrasta con el pueblo y la naturaleza sonriente que le rodean.

La Arquitectura nos ha dado á conocer algunos rasgos de la cultura hispalense en aquel siglo, al cual llamaba un inspirado poeta (Escudero y Perosso)

Inmenso siglo! siglo de gigantes,

Que abrió Colón y que cerró Cervantes.

Ella misma nos enseñaría cómo tanta grandeza y tal severidad vino á concluir en un mezquino y licencioso barroquismo. No sería difícil retratar al siglo XVI en toda la plenitud de sus caracteres, escuchando las elocuentes lecciones que pregonan las obras escultóricas y las tablas de los pintores, y examinando los productos de las Artes suntuarias, porque no basta una sola para contener las múltiples y complejas manifestaciones de toda la sociedad. Otra causa, que viene á dar más subido precio á la investigación arqueológica, se deduce de las relaciones que la sociedad sostiene con las Artes: éstas dan productos que son la herencia común de los hombres; casi ninguno conoce sus principios estéticos; pero el artista necesita explorar el gusto del público para obrar con arreglo á él, porque todos le exigen y muchos le imponen condiciones de fondo y forma, desde el palacio que ha de construir hasta el cuadro ó el mueble con que debe adornarlo; de este modo todos contribuyen sin pensarlo á la obra artística dándole colorido local y carácter social, ya por la costumbre, ya con el gusto, ora con la moda, y por esto mismo todos encuentran luego en ella alguna parte de su propio sentimiento.

No es necesario insistir más en estas consideraciones; pero como alguien podrá creer que la Arqueología, perdiéndose en el cúmulo de tan prolijos detalles, no alcanza á comprender los caracteres perpetuos y diferenciales de los pueblos, conviene desvanecer esta duda, que reduciría su estudio á un honesto pasatiempo sin resultado científico. Esa unidad original procede de la raza, de su propia historia y de las circunstancias locales en que vive, y se manifiesta por caracteres singulares de esencia en la manera de sentir los ideales artísticos, y de forma en el modo de representarlos: esa originalidad nunca falta donde hay un sujeto libre en sus actos, y es lo primero que implícitamente se reconoce en todo monumento, puesto que al decir mudanza nos referimos y fundamos en algo permanente. Un ejemplo bastará para ahorrar muchos argumentos: en Sevilla vemos predominando sobre el fondo de las Artes el sentimiento religioso; pero la Religión es considerada no en su justicia y severidad dogmática, sino como el amor y consuelo en la vida, el perdón y esperanza en la muerte; por esto son los tipos ideales la Virgen María y el niño Jesús: en cambio los artistas no han aprovechado ni la rica variedad de la vida del pueblo, ni las ejemplares hazañas de su historia, ni el variado espectáculo de su lujosa naturaleza. Respecto de la forma, aquí es constante la facilidad para manejar el instrumento expresivo de cada arte, á veces sin fina delicadeza ni elegante corrección, pero siempre con esa espontaneidad y ligereza características de las intuiciones.

Esa unidad esencial de cada pueblo forma su propia índole en la Historia; pero es más difícil estudiarla en los primeros períodos por estar me

nos determinada y por la escasez de monumentos: en España produce mayor complicación la coexistencia en algunos períodos de razas y naciones diferentes, dado que nuestra situación entre Europa y África era el más acomodado teatro de las guerras que sostuvieron por la ambición de dominarse el uno al otra Continente; pero todas las razas dejaban elementos de. cultura, que aprovechó nuestra civilización para ser la más rica y variada de Europa. No obstante, desde sus principios sobresale nuestro especial carácter, revelado por los historiadores y los monumentos, pues la ciencia española representada por Séneca, la literatura andaluza notada como extraña por Cicerón, las artes é industrias, mencionadas por Plinio, y hasta la es cuela de baile gaditana caracterizada por Juvenal, ni nacieron entonces ni han muerto todavía..

Pero los maduros frutos de la Arqueología no se recogen sin laborioso y anticipado cultivo: para ello es necesario estudiar y comparar prácticamente los monumentos con verdadera atención y método científico, empezando por su fisonomía general y concluyendo en sus últimos pormenores, desde el sistema de la, estructura hasta los adornos que lo engalanan; y supuesto que toda creación estética tiene su origen en una idea y su fin enuna necesidad, satisfecha, conviene sorprender el pensamiento desde que nace en el cerebro del artista, viendo el modo especial en que lo ha concebido, y seguir luego paso á paso los grados de su realización para saber cómo maneja los materiales é instrumentos disponibles en la época y lugar. en que vive. Sólo á tanta, costa, podremos comparar las Artes con la sociedad y comprender la parte que han puesto en cada obra la raza, la topografía, el tiempo, la escuela y el artista..

Es evidente que tales estudios, han de hacerse con ánimo- sereno y sin preocupación de ninguna especie, á la luz de la critica y con el auxilio del análisis, aplicándolos por igual modo á todas las artes y todas las épocas, porque no es acertado despreciar como baladi y á título de artista esos perío dos de decadencia que tienen para la Historia tanto valor como los de mayor florecimiento. Testigo de esta verdad puede ser aquel sistema barroco introducido en España en la primera mitad del siglo XVII, que tendía á encubrir la estructura fundamental con una ornamentación, cada vez más superflua y menos razonada; y como si esto no fuera bastante, lo sustituyó en tiempo de Carlos II la escuela Hamada churrigueresca, ocultando intencionalmente toda idea de solidez con el ostentoso oropel de las garambainas más costosas y groseras: por este camino llegó el siglo XVIII al estilo rocatla, que murió-á manos de la revolución....

Este período tan despreciado suministra entre otras las siguientes observaciones generales:-1.a Bajo el peso de tanta hojarasca permanece oculto y agobiado un sistema de construcción y distribución interior, que muestra buenos conocimientos y grandes esfuerzos para vencer complicaciones.

a

y dificultades sin el efecto correspondiente, símbolo del carácter nacional oprimido por el sistema político y esperanza de futuro renacimiento. 2:a Las formas exteriores de los monumentos no tienen en sí condiciones razonables de estabilidad, y suponiendo abandonado aquel aparato, se derrumbaría por su propio peso, lo mismo que hubiera ocurrido á aquella organiza ción social. 3.a El oro se prodiga con censurable derroche en los palacios, iglesias y casas públicas; pero las del común de los vecinos son pobres y modestas, indicio de la enorme desigualdad económica entre la nobleza y el estado llano.-4. Entre tantas tinieblas brillan ciertos pormenores de in superable belleza y de ejecución maravillosa, como sobre el abatimiento general solían alzarse algunos verdaderos genios.-5.a Andalucía, y especialmente Sevilla, ofrecen mayor número que el Norte de España de esas portadas y retablos, más costosos y por lo mismo más exagerados del gusto barroco, por ser la obligada puerta por donde entraba el oro de América.→→ En una palabra, había cierta discordancia entre el fondo algo sólido y la forma ya teatral de aquella sociedad.

a

El método lógicamente considerado ha de obedecer a la materia científica, en la cual tiene su fundamento; pero como es un modo de facilitar la adquisición del conocimiento conviene atender en mucho a la calidad de lá obra y al fin que se propone el autor. En la Sevilla Monumental todo debé agruparse alrededor de la insigne ciudad como punto capital, y bajó este sentido la división en grandes épocas sincréticas conforme a los estilos artísticos es lo más á propósito para explicar la vida y cultura sevillanas: asi se comprende el encadenamiento de los siglos, la herencia que cada uno recibe de los anteriores y el legado que deja á la porvenir, y esta es la única manera de llevar la luz á la Historia de las Artes, segundo objeto del libro. Con tal sistema evitase la enojosa repetición de los caracteres análogos que forman la índole de cada ciclo, y el lector, á la vista de los objetos así agrupados, va construyendo por una insensible comparación su propia ciencia, que es la única estimable. La Sevilla toma por base la Arquitectura y á los edificios subordina los demás productos artísticos que contienen, porqué el orden topográfico claramente explicado en su portada obliga á quebrantar el rigor del sistema.

Alleer el título de la obra, y hojear to publicado, veo, amigo mío, que nadie puede resistir á la tentación de ese diablillo que se llama la afición: promete la portada una Historia y descripción de todos los edificios notables; y reza el texto no sólo la descripción dibujada por buena mano, mas también el juicio arqueológico mejor pensado en casi todas las ocasiones, y por este camino corre con holgura la peñola del autor, dando mucho más de lo que ha ofrecido: no sucede lo mismo en la parte de historia, pues queda reducida á breves notas que abren el apetito sin satisfacerlo, y se callan muchas más ya conocidas del público y que ha reservado usted en su cartera..... Iba

á continuar censurando este defecto, cuando leo la más cabal contestación á mis razones en el capítulo dedicado al Alcázar, donde hay verdadero derroche de noticias hasta hoy ignoradas; y por si no fueran bastantes, pronto vendrá el estudio de la Catedral, que deje satisfechos á los más exigentes. ¡Cuántas más se salvarán para siempre de los destrozos del tiempo y de los hombres por las exploraciones diarias que le he visto hacer en los archivos del Real Patrimonio y del Excmo. Cabildo eclesiástico! Usted ha tenido la constancia de adquirir los conocimientos preliminares necesarios para descifrar los viejos y carcomidos papeles y sacar los granos de oro contenidos en tanta arena, con esa paciente y obscura labor que sólo puede apreciar quien á ella se ha dedicado. Tiene además la fortuna de penetrar en el sagrado recinto de los claustros vedados á los profanos y ha de continuar la comenzada empresa hasta llegar á su feliz término, contra la vulgar indiferencia, que puede hacer desmayar á quien trabaja por el premio, pero no debe detener á quien camina desinteresadamente en busca de la verdad.

Sentimos en nuestro estudio los efectos destructores del tiempo y de los hombres; pero esto es una ley de la vida, que se cumple así en la naturaleza como en la sociedad: nacer y morir, construir y derribar es la tarea diaria de todo sér que no tiene en sí la razón de su existencia: precisamente por ello representa cada monumento á su época, y á todos los consumiría el tiempo sólo, si no procurase conservarlos el uso y la reparación constante del hombre. Es, pues, necesario no dejarnos llevar de apasionada censura, sino madurar el juicio distinguiendo las mutilaciones ejecutadas por interés egoísta, siempre repugnante, de esas otras que obedecen á necesidades de la sociedad. Cuando los pueblos se transforman en esos ciclos que constituyen los períodos históricos, ya por invasiones de razas, ya por cambios sociales, suelen aprovechar los restos que son favorables á las nuevas ideas y destruir los contrarios, como destruyen las instituciones que no son compatibles con su vida. El cristianismo derribó los ídolos paganos y utilizó las basílicas judiciales, y nadie podrá pedir al Renacimiento que proteja al feudalismo. Ese amor que tiene nuestro siglo al estudio y conservación de todas las antigüedades y de todos los pueblos; ese criterio universal con que reune, escoge y aplica á las necesidades de la vida lo que siente como bello, sin distinción de estilos, es un síntoma de civilización madura: quizá vivimos en una época crítica y se acerca otra nueva edad á la que dejamos hecho el inventario y depósito de nuestra herencia.

Contrista el ánimo la lectura de las palabras con que termina usted el artículo de la parroquia de Santa Ana: «Quisiéramos citar otras preciosidades, pero la desmedida codicia de los que nada respetan cuando se trata del lucro personal nos detiene: no queremos contribuir, guiados de la mejor intención, á que las pocas reliquias que nos quedan pasen á manos de traficantes para enriquecer después los museos extranjeros. Esto expresa una

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