Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ción, me llamaban á tan altas esferas del saber, porque más modesto ó menos pretencioso ha sido siempre el punto de vista de todos mis estudios, y el círculo de mi acción más reducido; no creyendo nunca, ni menos hoy, que mi salud se halla quebrantada por la edad, por recientes desgracias de familia, y por el incesante batallar de la Cátedra, que, por mucha que sea mi voluntad, no escasa ciertamente, pueda cooperar de una manera eficaz y provechosa á los fines que se propone la Academia, en el cultivo y progresivos adelantos de los estudios superiores de la Ciencia.

La noticia de mi elección para Académico de número, á la vez que motivo de profunda gratitud, por la honra insigne que con vuestra benevolencia me dispensasteis, fué ocasión para mí de verdadero pesar; porque, no reconociéndome con dotes científicas bastantes para tan elevado cargo, creía y sigo creyendo que en tomar este acuerdo no procedió la Academia con el mayor acierto, cuando son tantas las personas que por su notoria ilustración y saber profundo en Ciencias Exactas, podían ocupar, mejor que el que en este momento os dirige la pala bra, la silla que tanto ennobleció mi sabio predecesor el ilustre General de Ingenieros D. Celestino del Piélago, de nombre popular en el Cuerpo, veterano de la Guerra de la Independencia, y profundo conocedor de las ciencias todas á que consagra sus estudios y desvelos esta docta Corporación.

Celebridades como el Sr. Piélago, ornamento del ilustre Cuerpo de Ingenieros militares, y una de las más puras glorias del Ejército español, que cuenta en su seno no sólo valerosos y expertos Capitanes, sino también verdaderas eminencias científicas, son las llamadas por derecho propio à formar parte de estos distinguidos Centros del saber, porque sólo su nombre es ya prenda de acierto, y su consejo la guía mejor para dirigir las corrientes científicas y literarias por atrevidos, aunque firmes y seguros derroteros, en busca siempre de la verdad y del mayor brillo y lustre de la patria.

Por fortuna nuestra y honra de España, hoy como ayer, las armas, las ciencias y las letras caminaron y caminan juntas como hermanas en la noble empresa de nuestro engrandecimiento: guerreros ilustres hicieron digno alarde en todos tiempos de profundos estudios científicos ó literarios, empleando las horas que les dejaba libres la ruda tarea de los descubrimientos ó de los combates, en enriquecer la ciencia con nuevas verdades, ó en aumentar el ya riquísimo tesoro de la patria literatura.

Y es muy de notar que no sólo los que en la milicia alcanzaban los puestos superiores daban gallarda muestra de su vasto saber y ele

vación de miras, sino que los simples soldados de nuestros aguerridos tercios de Flandes y de Italia, lo mismo que los que con tanta valentía ganaron para España gran parte del inmenso Continente americano, eran hombres de tan adelantada cultura, que compartian con frecuen cia la vida de los campamentos, los trances de las batallas, y los peligros de incesantes marchas y correrías à través de inaccesibles cordilleras, áridos desiertos, ó procelosos y desconocidos mares, con los dulces encantos de la poesía, de la literatura y de la historia, los unos; y los otros con los no menos gratos y en ocasiones más útiles afanes de los descubrimientos geográficos y astronómicos, ó con el estudio de las Ciencias Naturales, como no lo han hecho nunca en tanto número otros ejércitos, en época ninguna de la Historia.

En el Ejército español de nuestros días se conservan con brillantez las gloriosas tradiciones de aquellos tercios, de aquellos navegantes, y de aquellos guerreros ilustres que fueron el asombro del mundo, no menos por el constante é indomable valor, nunca desmentido en los campos de batalla, que por los variados conocimientos que ostentaban en los días tranquilos de la paz; siendo de ello buena prueba el no escaso número de individuos de esta y otras Academias que visten el honroso uniforme de la milicia, y las distinciones señaladísimas que algunos de ellos han merecido de los sabios extranjeros; recordando en este momento con patriótico orgullo y sentido aplauso que la ASOCIACIÓN INTERNACIONAL GEODÉSICA DE TODOS LOS GOBIERNOS DEL CONTINENTE EUROPEO y la COMISIÓN DE PESAS Y MEDIDAS DE EUROPA Y AMÉRICA vienen repetidas veces nombrando Presidente suyo á un distinguido Académico y General español, como justo y merecido tributo de honrosísima deferencia al autor del monumento levantado á la ciencia patria con la nueva triangulación de la Península y demás trabajos del Instituto Geográfico y Estadístico que tiene á su cargo.

su

El general Piélago ocupaba también un puesto preeminente, no sólo en el Estado Mayor del Ejército, sino en la Administración civil, llevando á todas partes su actividad infatigable, su profundo saber, extremada prudencia, y su afable carácter, y desempeñando todos los cargos y comisiones que le confiaba el Gobierno con tan reconocida competencia, que más de una vez mereció y obtuvo condecoraciones y distinciones honoríficas hasta de naciones extranjeras.

Además de pertenecer desde 1838 á la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, ocupó también uno de los sillones de esta Academia desde su reorganización en 1847, ilustrándola con sus constantes trabajos, habiendo sido uno de los individuos que con mayor asiduidad concurrían á sus sesiones, hasta que el peso de los años y

su quebrantada salud le obligaron á buscar el descanso en su pueblo natal, bañado por las inquietas olas del mar Cantábrico.

A tan eminente patricio, à un hombre de ciencia tan consumado, y que tantos servicios prestó á la patria y tan alto renombre adquirió dentro y fuera de España, viene á reemplazar, no por voluntad propia, sino en cumplimiento del deber que de una manera ineludible le impone la elección de la Academia, una persona desconocida en el cultivo de las altas investigaciones científicas y sin méritos bastantes para merecer de esta docta Corporación tan señalada muestra de su consideración y aprecio.

La elección del tema que había de ser objeto de mi discurso ha sido para mí motivo de vacilaciones y dudas, temeroso siempre de no corresponder à la honra insigne de tomar asiento en los escaños de esta Academia. Las investigaciones exclusivamente científicas y las altas cuestiones técnicas quedan por su aridez misma excluídas de estos actos públicos, siendo la natural tarea de vuestras ordinarias sesiones; y las grandes síntesis filosóficas de los conocimientos humanos, en cuanto caen bajo el dominio de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, han sido expuestas brillantemente por muchos de vosotros, que me han precedido en este sitio.

Ante estas dificultades, y coincidiendo por fortuna la elección de la Academia con la publicación de un trabajo mio para vindicar, hasta donde era posible, el buen nombre de España en el extranjero, respecto de nuestra enseñanza popular, concebí el proyecto de ampliar aquellos trabajos, extendiéndolos á los ramos que por las prescripciones de sus Estatutos cultiva esta docta Corporación, eligiendo un asunto cuya magnitud pueda disimular en cierto modo la pequeñez de mis fuerzas, y cuyo carácter patriótico encuentre eco generoso en los corazones españoles. Porque angustia grande y pena acerba da, en efecto, como dice uno de los escritores más eruditos de nuestros días (*), aun

(*) Laverde Ruíz en el Pró ogo à La Ciencia Española del ilustradísimo Catedrático y Académico de la Lengua y de la Historia Sr. Menéndez Pelayo.

& los más insensibles á las glorias de la patria, el ver que en el último tercio del siglo XIX, cuando tanto ha avanzado en todas direcciones el genio de la investigación histórica, aun esté casi enteramente inexplorada la ciencia ibérica de los pasados tiempos, siendo preciso acudir á los escritores de otras épocas para conocer el saber profundo de nuestros hombres de letras, el alto concepto que merecen nuestros sabios en la historia de la ciencia, y sobre todo el número inmenso, casi prodigioso, de traducciones é impresiones que se leían con avidez en toda Europa, originalmente escritas en castellano ó en latín, á tal punto, que una bibliografía completa de estas producciones sería gloriosísima para España (*).

Confirman, sin embargo, con aplauso las obras extranjeras modernas nuestras glorias literarias y artísticas; pero injustamente nos niegan, å la vez que algunos escritores españoles, toda participación en el movimiento científico moderno, olvidando éstos é ignorando aquêllos que siempre bajo el hermoso cielo de España se cultivaron á la par todos los ramos del saber, predominando no obstante en unos siglos la filosofía, en otros la literatura, en otros las ciencias, y en todos ellos el arte, dando constantemente el ingenio español muestra vigorosa de sus aptitudes para la mayor cultura sin más estímulo que alcanzar en todas partes y en todas ocasiones el lauro de la victoria, para olvidar sus triunfos al día siguiente, permaneciendo después ignorados para lo porvenir (**). Díganlo, si no, la ilustración superior de nuestros clásicos en la época de la decadencia romana en que los españoles levantaron la literatura, fueron los maestros en ciencias y dieron los más célebres Emperadores á Roma; díganlo la erudición extraordinaria que revelan las Etimologías de San Isidoro, único libro

(*) Fernando del Pu'gar, Hernán Pérez de Guzmán, Alfonso García Matamoros, Andrés Peregrino ó sea el P. Scotto, Erasmo, Justo Lipsio, Diaz Hernando, Lucio Marineo Siculo, Antonio Agustín, Tamayo de Vargas, Nicolás Antonio, 1 eón Pinelo, José Rodriguez de Castro, Jerónimo de Contreras, Paulo Jovio, Ignacio de Asso, el abate Lampillas, Latassa, Juan Pablo Forner, Denina, Cavanilles, Humboldt, Escudir, Ximeno, Fustér, Torres Amat, Fguiara y Eguren, Beristain de Sonza..... y otros muchos de cuyas obras se hace mención en la Nota A ai fin de este discorso.

(**) En los tiempos medios florecen aqui, dice el ilustre autor de La Ciencia Española, la astronomía y las matemáticas, y en cambio nuestra literatura de esos tiempos es ruda é incompleta aún; nuestra teologia no llega ni por asomo à la que tuvimos en el siglo XVI. Humanidades no podía haberlas; los estu dios históricos estaban asimismo en la infancia. Por el contrario, en el siglo XVI, florecen la teologia, la filosofia, la jurisprudencia, las humanidades, la medicina, la poesia lírica, la prosa; y decaen algo los estudios matemáticos y astronómicos En el XVII imperan el teatro y la critica histórica y decaen la teología y otras ciencias, decaen la poesia lirica y la prosa. En el xvi desaparece, ó poco menos, el teatro, renacen la lírica y la prosa, falta casi del todo la teologia, cultivanse con empeño las ciencias naturales, prosigue su camino la critica, y nace con Hervás la filologia comparada, y con Andrés, la historia literaria. Y este es el giro constante y perenne que han llevado las ciencias en nuestro suelo, hasta pudiendo decir que somos afortunados entre todos los pueblos de la tierra, pues, más o menos, y en una época ó en otra, lo hemos tenido todo (Nota B).

científico durante casi toda la Edad-Media en Europa; las famosas Tablas alfonsinas, que por espacio de cuatro siglos fueron las únicas que emplearon todos los astrónomos; el trazado de los mapas y la corrección de las cartas planas; la invención de la brújula de variación; el descubrimiento del polo magnético y de la Cruz del Sur (*); la defensa del sistema copernicano; la construcción de los telescopios; la formación de los almanaques, antes que en ningún otro país; la invención del nonius; la teoría del mínimo crepúsculo; el problema de la longitud; el haber descubierto el medio de hacer potable el agua del mar; el blindaje de los buques; la circulación de la sangre; la práctica de la triangulación geodésica, siglos antes que las demás naciones de Europa se ocuparan en trabajos análogos; la invención del telégrafo magnético; el estudio de la botánica ultramarina; los más útiles problemas de la metalurgia; nuestra participación directa é inmediata en la corrección del calendario; el arte de enseñar á los mudos y á los ciegos; la inoculación de la vacuna (**); la aplicación de la medicina á la curación de la locura, creando los manicomios mucho antes que Francia, Inglaterra y Alemania; los descubrimientos médicos relativos à las intermitentes; el del suco nérveo, debido á doñaOliva Sabuco; la célebre hipótesis del fuego como unidad dinámica; la de que los colores no residen en los objetos, sino que son la misma lux refracta, reflexa ac disposita, principio consignado por Cardoso con estas mismas palabras en su Philosophia libera; el efecto y apli cación de la fuerza del vapor; la aplicación del globo de hidrógeno de Lunardi á las investigaciones físicas en las regiones superiores de la atmósfera, realizada en Madrid diez años antes que lo hiciera Gay-Lussac en París; la hipótesis sobre los terremotos considerándolos como fenómenos eléctricos, ideada por el P. Feijóo; el descubrimiento del platino, dado á conocer por Ulloa en 1748; el de infinitos ejemplares de los reinos vegetal y animal, y el de algunos medicamentos, como el palo santo ó guayaco, la raíz de China y la corteza de la quina. Un ingeniero español, Agustín de Betancourt, adivinaba en Londres el secreto de Watt y lo daba á conocer en París antes

(*) Señalaron nuestros cosmografos la Cruz del Sur para reemplazar en aquellas latitudes meridionales la estrella polar de la vieja Europa, y la impusieron á los siglos, haciendo exclamar á Humboldt y a Brewter «¡qué maravillosa, qué misteriosa perspicnidad la de aquellos profundos observadores!» (**) La inoculación de la vacuna era conocida en Galicia mucho antes de haberla estudiado los ingleses, y antes que ellos descubrimos la circulación de la sangre; y, cuando nadie creís que fuese po -ible poner en contacto con la sociedad á los sordo-mudos, realizó tan admirable portento Pedro Ponce de León, monje de Sahagún. La obra que escribió el aragonés Juan Pablo Bonet, titulada Redection de las letras y arte para enseñar á ablar los mudos, impresa en Madrid en 1620, es extraordinariamente rara por el gran empeño con que la buscan los extranjeros. El maestro Alejo de Venegas expone el procedimiento para enseñar á los ciegos en su tratado de Ortografía, impreso en 1531.

« AnteriorContinuar »