Imágenes de páginas
PDF
EPUB

J. M. J.

Ronda 11 de Marzo de 1800.

Amadísimo hermano de mi alma: No es decible el consuelo que ésta ha recibido con la noticia que me das de tu conocida mejoría. Dios sea bendito y se digne continuarnos este beneficio, según que sea más de su divino agrado, y pues ya has visto que con pocos días de campo en esa hacienda se adelanta mucho para tu necesario recobro, no rehuses tanto el valerte de ese medio con la frecuencia que exigen tus padeceres y el derecho que tenemos á tu vida y conservación los que la miramos como nuestra más que tuya. ¿Quieres enloquecer? Pues enloquece muy en buena hora, sabiendo que Dios Nuestro Señor te ama, tamquam pupillam oculi sui. Sí, sí, sí y mucho más, porque te quiere para sí y para que por ti lo quieran otros. Jurabit Dominus et non pœnitebit eum 2.

En este correo escribo á Osuna recomendando la demanda del señor D. Joaquín tu hijo y mi favorecedor.

Ayer tuve carta de Moguer, por la que me obliga á salir para allá mañana con toda diligencia. Llevamos cuatro días de serenidad, y hoy de no llover, aunque con huracán y nublado, desde que el sábado, día 8, por la tarde, sacamos en rosario á nuestro San Vicente Ferrer y á nuestra Madre Santísima del Rosario en rogativa, cuya plática en tus religiosas de Madre de Dios me encomendaron á mí.

Mil cosas á mis señores y hermanas, á nuestra bendita Magdalena y á mi sobrino Armesto. Encomendémonos á Nuestro Señor, á quien ruego te me guarde muchos años en su divino amor y gracia, como lo desea tu afectísimo hermano y siervo que más te ama en Nuestro Señor Jesucristo, Fr. Diego José de Cádiz 3.

J. M. J.

Hoy 28 de Marzo 4.

Amadísimo hermano de mi alma: Con indecible consuelo mío recibo la tuya del 22 en que me aseguras de tu mejoría. Bendito sea Dios que nos hace este beneficio, que le pido se digne continuarnos; yo sigo regular, sin cosa notable, á Dios gracias; mas no me dejan ayunar. Esto me tiene con mil temores, porque me parece que puedo hacerlo algunos días. Su Majestad me perdone. Tengo una vida puramente animal.

1 Como á la niña de su ojo, quiere decir en castellano.

2 Juró el Señor y no le pesó, dice en romance.

Un santo de la talla de Fray Diego de Cádiz es maravilla que se exprese asi, á no tener noticias sobrenaturales de las virtudes del P. González, y aunque ningún escrito he visto que acredite tales noticias, me inclino á creer que realmente Dios manifestó al Beato, à la Hermana Antonia y otras almas de mucha virtud, cuán grato le era su fiel siervo el P. González, pues los santos no son encarecedores de las cosas, ni es común en ellos el lenguaje laudatorio que usa sin reparos el célebre misionero en esta y en otras cartas, como el menos lince podrá ver.

3 Al dorso de esta carta está la dirección autógrafa del Beato, concebida en estos términos:

«Al M. R. P. Presentado Fray Francisco González, guarde Dios muchos años.>>

4 Esta carta la escribió en Ronda el 28 de Marzo de 1800. Véase la nota que sigue á ésta, donde se demuestra palpablemente.

Te remito las cruces que me pides y me quedo con sólo dos para alguna necesidad que ocurra, mas si las quieres, avísamelo, pues son más tuyas que mías.

Tengo en mi poder el cuarto tomo de mis borrones y aguardo ocasión oportuna para mandártelo. El quinto, dicen que lo ha publicado ya la Gaceta, mas no me lo han remitido á la hora de ésta.

Hoy tengo que predicar por la mañana de nuestro Padre Jesús Nazareno, y desde mañana, por la tarde, el septenario de nuestra Madre Dolorosa en la iglesia Mayor, sin haberme aún preparado. Esto me aflige no poco. Pide á Dios y encárgalo á la bendita Magdalena-Arcadia, y dale mis expresiones y á todos tus hijos y mis queridos hermanos. Manda lo que quieras y encomendémonos á Nuestro Señor, á quien ruego te me guarde muchos años en su divino amor y gracia, como lo desea tu afectísimo hermano y siervo que más en Nuestro Señor Jesucristo de corazón te ama, Fr. Diego José de Cádiz.

Me ha sido muy sensible la desgracia de la Sra. Marquesa de Corte (q. e. p. d.), singularmente la de su prole. ¡Qué lástima de alma!

J. M. J.

Sevilla 7 de Mayo de 1800.

Amadísimo hermano de mi alma: Correspondo á la tuya del 3 agradeciéndote la extremada caridad que te debo, con el cuidado que tienes de mí y de mis cosas. Hasta ahora, ninguna novedad ha ocurrido en mis asuntos, y me parece que no la habrá en el próximo Capítulo; por lo menos, no oigo ni descubro indicios de ello. Empéñate con Dios, y haz que se empeñe la bendita Magdalena-Arcadia, para que se cumpla en mi la voluntad del Señor en la preservación de mi ruina. Por nueva orden de mi director he consultado con mi P. General el asunto de mi retiro, y nada ha respondido; sólo me ha dicho que tratará con los Padres de asignarme à un convento, tal vez de puerto de mar, donde me puedan tratar como á enfermo, para que no se diga que mi mansión es siempre en Ronda 2. Luego que se me comunique esta resolución, te la avisaré. El padre

I El croquis de este sermón está en el Cuaderno 21 de Ideas Panegiricas y corresponde al número 15. Veamos cómo lo cuenta el Beato Diego: «15. Dia 28, por la mañana, prediqué ibidem (en el mismo lugar, esto es, en Ronda, donde predicó el anterior sermón) en Santa Cecilia, la fiesta de N. P. Jesús Nazareno que le hizo su Hermandad de las Cruces, etc.....>>

A continuación del croquis indicado están los del Septenario de Dolores, que predicó con el tema siguiente: «Tuam ipsius animam pertransibit gladius, ut revelentur ex multis cordibus cogitationibus.» (Luc. 2, 35.)

2 El menos avisado verá la tenacidad de su director el P. Alcover para que se retirara el sabio misionero á la vida contemplativa y dejara la apostólica que llevaba. El P. Alcover andaba secretamente en inteligencia con los superiores del Beato para conseguir lo que deseaba él, y sobre todo para que lo trasladaran al convento de Granada, y como un Provincial se opusiera resueltamente à sus pretensiones, hasta indicar que prohibiria al Beato dirigirse con él, acudió una y otra vez al Rvmo. P. General Fray Nicolás de Bustillo que, á la sazón, estaba en Andalucía girando la Santa Pastoral Visita. Nada consiguió al fin; pero no dejó piedra por mover ni registro que no tocara, acibarando de este modo el alma hermosisima de su santo dirigido. Asi se explica que, mientras á su director sólo escribiera en este año de 1800 diez cartas, al P. González enviara veintiuna.

sale de aquí mañana para Sanlúcar, yo permaneceré aquí hasta el 8 de Junio, porque son muchos los sermones que me han encargado, y el último en aquel día, si no dispone Dios otra cosa.

Al Sr. Prior de Santa María, de Carmona, le responderé, luego que pueda, en derechura. Tus recaídas y males me pesan mucho, y es tanta la miseria en que me veo, que me temo una ruina en ella, si me faltas. No digo más. Cuídate, por caridad. No puedo más, mande lo que quieras al que de corazón es todo tuyo y lo será en Nuestro Señor Jesucristo, Fray Diego José de Cádiz.

P. D.-A todos tus hijos, mis hermanos, á nuestra bendita Magdalena y Armesto, miles de cosas. Días pasados te envié el cuarto tomo con un religioso capuchino que pasó á Córdoba por ésa.

(Continuará.)

I De este siervo de Dios hice mención ligerísima en la biografia del P. González. Las amplio muy someramente. Llamóse Manuel Armesto Carrera, y fué hijo de D. Diego y D. Leonor. Nació en Galicia, dedicándose al oficio de carpintero, que desempeñaba en Ecija con pasmosa habilidad. Fué hombre de extraordinaria mortificación y penitencia, y tan dado á los ejercicios espirituales, que consiguió un altísimo grado de perfección y unión con Dios, cuya presencia guardaba siempre en medio de las rudas tareas de su oficio. Alma hermosa, desligada de todo afecto terreno, mereció del Divino Espíritu singulares gracias que no pudo ocultar, á pesar del exquisito cuidado que ponía, y asi hubieron de verlo más de una vez rodeado de luz, enajenados los sentidos y con el rostro tan radiante, que más parecia àngel que hombre.

Se propuso imitar al Patriarca San José, dándose tan buena traza, que en todo se le parecía; pues hasta la castidad guardó, viviendo célibe y como un anacoreta entre el bullicio y corrupción del mundo. Tal fama de santidad adquirió, que, como vemos en la carta que da margen á esta nota, el insigne taumaturgo del siglo xvi se encomendaba muy de veras en sus fervorosas oraciones.

Murió como había vivido, que la muerte es conforme á la vida, dejando muy claras señales de estar gozando de Dios, y ejemplos hermosos que imitar especialmente á la clase obrera. Fué enterrado el dia 2 de Mayo de 1841, habiendo testado el 12 de Febrero de 1841 ante D. José Diaz. Su partida de defunción puede verse en la parroquia de Santa Cruz de Ecija, Libro 23 de Defunciones, folio 236 vuelto.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

El Greco, por D. Manuel B. Cossío. Dos tomos de texto de 727 páginas en tamaño de 8.o mayor y uno con 193 láminas. Madrid, Victoriano Suárez, 1908.

Á mi poder llega este libro, cuyo éxito editorial podemos decir que estaba descontado, tanto por la autoridad de su autor, como por la verdadera expectación y deseo que había de que llegase á aparecer, después de tanto tiempo como se venía preparando.

El resultado responde perfectamente y con creces á lo que podía esperarse, pues es de aquellas obras en que luce desde el primer momento la larga meditación con que han sido elaboradas y el amor y concienzudo trabajo que se han impuesto sus autores para llevarlas á efecto.

La obra del Sr. Cossío podemos por todo esto diputarla como definitiva en lo que es materia de su contenido. La reconstitución de la figura y labor del Greco está obtenida por tan escrupulosos medios, que muy difícil será se pueda añadir á ella algo verdaderamente sustancial y nuevo; bien tranquila puede estar su conciencia literaria de que ha cumplido con su deber de historiador y de crítico.

Comienza la obra con un proemio de antecedentes y motivos de gratitud, y á seguida se ofrece el Sumario, que forma el programa de la obra, y basta ojearlo para que el mayor interés se despierte por leer aquellos doce capítulos que forman el cuerpo de la obra. Complétase ésta con el Catálogo de las conocidas de tal autor; no falta la Bibliografia, á la que siguen los Apéndices documentales, concluyendo con las Adiciones y Correcciones necesarias en trabajos que quieren pronunciar la última palabra en las cuestiones que abarcan hasta el último mo

mento.

Pero después de leer el libro puede preguntarse aún: ¿Es el Sr. Cossío un entusiasta ó un crítico en algunos momentos despiadado del Greco? De todo tiene, porque, si bien se muestra, en ocasiones, verdaderamente seducido por las bellezas de su pincel y profundidad de su expresión, en otras se le ve hacerlo solidario y partícipe de aquellos defectos nacionales, de aquellas funestas tendencias que se enseñorean de nuestra historia, y, á fuerza de ser fiel intérprete de su tiempo, retrató

de mano maestra más las sombras que las grandezas de nuestros abuelos, más la Toledo y la España decadente que el bello ideal que el arte sólo puede obtener, sin protestar nunca lo más mínimo de aquel estado de cosas, ni de aquel mundo en que vivía.

Nuestros intelectuales fueron siempre unos espíritus poco conformes con la realidad que les cercaba: ni Cervantes, ni Lope, ni Velázquez se sometieron á ella de grado; el Greco, quizá como extranjero, se curó poco de la suerte de nuestros destinos.

¿Por qué entonces la explosión de entusiasmo que hoy despierta y la gran oportunidad de la obra que nos lo da redivivo? Sin duda, méritos grandes posee el Greco para que así suceda.

No es completamente moderna la apreciación de ellos; todos nuestros tratadistas de Bellas Artes, empezando por el propio Pacheco, lo celebran y ensalzan, colocándolo entre los pintores de primera fila; pero las reservas y distingos que sobre él establecen quizá subsistan, y más después de conocerlo y examinarlo detenidamente. Hay que reconocer en él á un pintor, á un técnico de mérito excepcional. Su dominio de la paleta, su factura es siempre maravillosa, y esta es la cualidad que lo salva hasta en sus momentos de mayor delirio. Pero hay que reconocer también que, como buen oriental, es siempre un indisciplinado, un exaltado en que el ritmo de la naturaleza no obra eficazmente sobre sus potencias. Por eso bordea lo sublime, sin decaer á esta altura, y por esto quizá el entusiasmo que hoy despierta entre los que pretenden escalar las alturas del modernismo estético.

Pero, aunque sea tan gran maestro y, sobre todo, tan gran impulsador, no pasa de ser un guía que señala; pero no que discurre por las sendas y lugares del nuevo arte. Quizá esto quede reservado para otros, pues por la obra que nos deja, se le ve tan sometido al medio en que vive, que apenas puede nunca darles aplicación verdaderamente feliz y seductora.

La metafísica de su arte no puede ser más dura: es el pintor de los caballeros de corazón de acero, de los inquisidores, de los teólogos reaccionarios, de los santos inexpresivos. Nunca la nota tierna y alegre brotó de su paleta; apenas pintó niños ni mujeres, y éstas nada atractivas; la simpatía, la expresión de la vida en lo que tiene de bella, le estuvo vedada. De aquí quizá esa cierta falta de cordialidad con que ha sido acogido por el mundo, que aún no ha llegado á participar del entusiasmo con que los técnicos lo celebran y subliman.

Decía de él el P. Sigüenza que, aunque contentaba á pocos, «se ven cosas excelentes de su mano», y este juicio quizá sea el definitivo acerca de tan extraño pintor, que si, por un lado, enseña más que ninguno, por otro, hay que huir de él para no caer en el abismo.

El Greco es un gran técnico del color, pero no de la forma y de la línea, que pocas veces logra contener en sus verdaderos límites, pues, aunque su tendencia tenga por objeto hacerla más expresiva, un nervioso impulso de su mano, aún no estudiado por completo, lo lleva las más veces á la caricatura y á la desproporción más grotesca, con la que nunca transigirá el espíritu de corrección y de equilibrio propio de los bien templados europeos. Todos los que pintan saben lo difícil que es encajar y proporcionar, y de esto nunca se cuidó el cretense. Yo no digo que el Greco fuera un semita, pero mucho lo parece; por lo menos era más un greco asiático que un heleno puro, y aquella misma fácil adaptación al medio

« AnteriorContinuar »