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toledano, no en lo que tenía de vigoroso, sino de decadente, implica por lo menos una naturaleza poco vigorosa, propensa á caer en ciertos extremos.

El Sr. Cossío se esmera en describir y patentizar aquel medio ruinoso en que vivió el artista; pero, á mi entender, se equivoca en creer que tal sea el espíritu español. No hay que olvidar que el Greco pintó la Toledo herida de muerte por las inoportunidades de Felipe II; la imperial Toledo que, yendo para señora del mundo, tuvo que reducirse á la conventual y monjil ciudad, refugio de místicos neuróticos; pero no hay que olvidar que en la Toledo de la Catedral y del Alcázar nació el espléndido Garcilaso, numen de nuestro renacimiento literario; que allí tuvo su solar el comunero Padilla y se defendió heroicamente su viuda contra el poder cesáreo; que á Toledo pertenece la cultura de todos los insignes Covarrubias, y que muy cerca, siguiendo río arriba, en la ciudad de descanso de aquellos famosos Arzobispos, más hombres de Estado todos que de Iglesia, nació el genio que se burló igualmente de los Quijotes y de los Sanchos, verdadero Mesías nuestro, aún no bastante comprendido, al contrario del Greco, que, por su sangre oriental, tomó en serio á los Quijotes, á los místicos y á los decadentes.

Nuestra España no es la España del Greco; esta pobre nación, como dicen los amigos del Sr. Cossío, con tan exótico como pesimista criterio; nuestra España tiene otras tradiciones, otro nervio vigoroso aún no agotado, ni mucho menos; interrumpido, es muy cierto, por el espíritu romanista de Felipe II, y del que hay que desposeernos para ser felices, pero por nuestras propias fuerzas, dejando al Greco que llore las lágrimas de la Imperial Ciudad, que pinte sus sombras, para volver la vista á los esplendores de su campiña, á las riberas de su dorado Tajo y á las maravillas de sus artes.

Porque la adaptación del Greco al medio toledano no fué total, sino muy parcial, y especialmente en sus tristezas. Si esta adaptación hubiera sido perfecta, nunca nos hubiera envuelto sus composiciones en aquellas nubes de pizarra que jamás envuelven á la ciudad del Tajo: de algún otro modo hubiera interpretado aquellas finísimas tintas de aire puro, como los ardientes crepúsculos que incendian á la ciudad casi todas las tardes; ni hubiera empedrado sus cielos con los pe. ñascos del acantilado Tajo cuando rodea la ciudad. Si Toledo no tuviera más poesía que la que el Greco vió en ella, nunca hubiese sugerido á Zorrilla ni á Becquer sus más felices inspiraciones.

El Sr. Cossío, encariñado con su artista, hace con él lo que las madres con sus propios hijos, que ponen su mayor empeño en defenderlos de sus empedernidos defectos; para él los del Greco constituyen sus mayores bellezas, y esto no puede admitirse sin protesta, llegando en su entusiasmo á declararlo en su frase final: el más castigo de los pintores españoles. ¿Qué queda, entonces, para Velázquez, para Murillo y para Goya?

No nos faltaba más que declarar al Greco por el más genuine retratista de la más alta psicología conseguida por España: porque si en lo bajo se nos considera como el país de los toros, de la navaja y de las castañuelas, y en lo alto como el asiento de los místicos, de los neuróticos y de los caballeros de seco y cruel carácter, ya puede venir la fin de tal nación que tan sólo ejemplos de esta clase ofrece.

Afortunadamente no es así. Ha habido siempre en España ciertos gérmenes de vida y de poder que son el valladar y nervio de nuestro genio y nuestra idoneidad para toda excelencia. Por cima de nuestra España soez ó neurótica existe un sano y cultivado intelecto al que debemos nuestro mejor pasado y en el que hay que ci

frar nuestra esperanza: si no existiera no tendríamos razón de ser: lo que falta es el hombre en quien cristalice. ¿Por dónde vamos á admitir la eficacia pedagógica y educadora del pesimismo, cuando para impulsar hay que tener fe en algo y confianza en la fuerza de que disponemos?

El pleito del Greco está en período de prueba y la sentencia no creemos que sea favorable á la anarquía que representa: en todo fallo habrá de constar su falta de obediencia al ritmo, ley suprema de toda estética, pues hay algo eterno é inmutable cuya inobservancia constituye delito de leso arte; por esto, cuando se sometió á él, su victoria fué completa; en el Sueño de Felipe II, más que en ninguna otra ocasión, tuvo por ello su más feliz momento, pues en tan acabada obra consiguió el Pondus, el sublime equilibrio á que sólo llega el genio. Para esta obra, como para otras suyas más parcialmente, el aplauso tiene que ser unánime y entusiasta; pero en otras hay que reconocer su frenesí rayano con la locura. No importan sus atrevimientos en los tonos ni sus acordes disonantes; este wagnerismo de su paleta debiera estar entonado por una superior armonía, y esto es precisamente lo que falta en la mayor parte de sus producciones.

Ni nuestra regeneración social, ni la artística, puede ser obtenida siguiendo la escuela del Greco; ¡infelices de nosotros si nos entregamos á la neurosis de Don Quijote, si no alcanzamos la olímpica y excelsa altura de Cervantes!

Como obra literaria, el libro del Sr. Cossío no podía resultar modelo de casticidad ni de clásico decir castellano. En muchos casos parece una traducción del inglés, y abundan en ella los textos en esta lengua. No es de ello por completo responsable: consecuencia es de sus incondicionales sumisiones á esa Institución, á la que se muestra tan agradecido. El Sr. Cossío tiene sobrados méritos propios para ocupar primer lugar en dondequiera que se presente; lo que le ocurre es que por su adhesión tan incondicional á tal Centro participa de su idiosincrasia; sus corifeos, por no ser vaticanistas, y no hay que censurarlos por ello, incurren en un anglicanismo exótico, sin llegar á representar nunca el libérrimo espíritu patrio, el selfgovernment, dei que sólo podemos esperar nuestra independencia. Nunca fué renacientista Velázquez; en él no hizo Roma la más mínima impresión, y por ello acreditó y salvó el arte hispano; pero prescindiendo de todo exoticismo y nutriendose de la más vigorosa savia patria.

Otra pequeña observación que pudiera hacérsele al texto de tan acabado estudio es la inexacta reducción de los precios de los cuadros del Greco á nuestra moneda corriente. Dimana ello de la confusión de los ducados antiguos con los modernos; en los días del Greco sólo los había de oro, valor aproximado de diez francos de hoy; y de aquí que aumente mucho la remuneración obtenida por el pintor para sus obras de lo que aparecen en el texto, reducida á ducados de 11 reales de vellón.

En el tomo II, ó de láminas, están bien escogidos los ejemplares que presenta, y algunos de ellos inéditos, menos de los que él supone; pero dejan bastante que desear como tirada.

La impresión y carácter tipográfico es bastante esmerada y correcta, encajando en su estilo con los modelos ingleses que en la actualidad más prevalecen.

Tal es la obra, intrínseca y extrínsecamente considerada, del Sr. Cossío; por ello se viene en conocimiento de la gran labor acumulada, del amor entusiasta por el arte que representa y del servicio prestado á la historia de la paz en nuestra Patria. Muchos puntos obscuros de la vida y de las obras de tan interesante artista

quedan perfectamente dilucidados; su fina crítica destruye victoriosamente algunos errores y afirma muchos puntos dudosos; la curiosidad del aficionado pocas veces dejará de quedar satisfecha; su trascendencia y vulgarización ha de ser, sin duda, extensísima; pero, por lo mismo que la obra tiene tantos méritos, nos duele que esté sobrecargada de tan lúgubres tintas.

El manifestar este dolor y no participar de sus pesimismos en lo pasado y lo futuro, ha sido el único móvil que nos ha impulsado, y respecto á los méritos de su artista querido, no dude que pasión le ha quitado en varias ocasiones conocimiento.

En la crisis actual de las artes su estudio es de una oportunidad extrema; repito que en el Greco es donde más pueden aprender los pintores; en él aprendió Velázquez; á él tendrán que acudir todos los que sigan las corrientes modernas; pero, dominándolo, estudiándolo sin incurrir en sus extravíos, con la serenidad del experimentador científico que, del examen y la prueba á que somete el objeto, deduce las más fecundas consecuencias.

Por lo demás, mi entusiasta aplauso unido á los que tan merecidamente ha logrado. Todos sabíamos lo que valía y de lo que era capaz el Sr. Cossío; hoy más que nunca su nombre adquiere prestigios inmarcesibles.

N. S.

Un mapa del Vizconde MAIOLLO de 1535. (Biblioteca Nacional.)

El ilustrado escritor D. Vicente Vera da cuenta en la Crónica científica de El Imparcial del 10 del corriente de un curioso mapa encontrado no hace mucho en la Biblioteca Federiciana de Fano. Fué su autor el Vizconde Maiollo, y lleva la fecha en Génova, 8 de Junio de 15...4, porque falta la penúltima cifra.

Como en nuestra Biblioteca Nacional ha estado expuesto al público en las vitrinas del Departamento de Manuscritos durante muchos años otro mapa del mismo autor, hasta que la falta de espacio para otros atlas ha obligado á retirarle, no estará demás hacer saber que también nosotros poseemos otra obra tan curiosa como la de la Biblioteca italiana.

El mapa, en vitela, mide 72,5 centímetros de alto por 92,5 de ancho. Lleva esta inscripción: Vesconte de Maiollo composuit hanc cartam in Janua de anno Dni.1535 die V February.

Tiene marcados los rumbos, como generalmente los expresan los mapas de esta época, y, siguiendo las costas, va indicando los nombres de pueblos, cabos, etc., con curiosas diferencias en su nomenclatura. En Portugal, por ejemplo, cita, entre otros, á Faro, Godiana, Tauilla, Alepe, Saltes y Angra. Después, en España, Giberlion, Barameda, Arenas Gorda, Siuiga, San Lucha, C. Tarferga, M. Girberta, Malicha, P. de Malica, Maria belis y P. de Tore.

En Africa, Jafarinas, Seipta, Alcaçar Tamor... Caza de caualero, Monister, Offin, Ani Sollin, Albanin, Plaia; Mare pequena, Mautas, Ouo, Bedon, Bugador... Rio doro, Rescate de Gonia, Azenegi, C. Darcha... Cabo verde... y Rio de Gambia, donde termina.

Mar Pequeña está indicada en este mapa enfrente del espacio que separa las islas Fuerteventura y Lanzarote.

En otro mapa de la misma época, también en vitela y conservado en el mismo Departamento de nuestra Biblioteca, se llama asimismo á Málaga Malica, y en Africa los últimos puntos citados son... Casa di Caualo, Femender, Babuesen y Cicantin. En un extremo tiene la figura de un crucifijo y en uno de los lados un guerrero coronado, y con escudo de tres flores de lis; debajo la leyenda: R. de Francia. No tiene, como el antes mencionado, nombre de autor, y sus dimensiones son más pequeñas.

P. Y M.

VARIEDADES

ESPAÑA.-Barcelona.-Esta ciudad ha celebrado la apertura de la primera Exposición de ex-libris hecha en España, bajo los auspicios de la Asociación de Lectura. Figuran en la misma 400 ejemplares y son dignos de especial mención el de la actual Reina de Rumania, dibujado por ella, y el del Rey D. Alfonso XIII, obra del Sr. Riquer.

Madrid.-Nuestro compañero D. Narciso Sentenach publica en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, número correspondiente á Diciembre último, un artículo sobre algunas Miniaturas notables del Museo Arqueológico Nacional, ilustrado con dos buenas fototipias. Se refiere á las iluminaciones contenidas en dos fragmentos de códices conservados en la Biblioteca de dicho Establecimiento: unos Comentarios al Apocalipsis, por San Beato, que procede de la Biblioteca del Monasterio de San Isidoro de León, del siglo x1, y un Cantoral donado por los Reyes Católicos al Monasterio de Santo Tomás de Avila.

Con el fin de conmemorar el centenario de la guerra de la Independencia, ha publicado el diario La Epoca un número extraordinario, correspondiente al mes de Enero. Figuran en él los siguientes artículos: La influencia del Ministro D. Pedro Cevallos en el levantamiento general de España contra Napoleón, por el Duque de Valencia; La Junta Suprema de España é Indias, por el Duque de T'SerclaesTilly; El Marqués de Ayerbe, por su sucesor, D. Juan Jordán de Urríes; La retirada de Dinamarca, por el Marqués de la Romana, y Los Húsares de Extremadura en el quinto ejército, por el Marqués de Monsalud. Merece citarse aparte el que lleva la firma de D. José Ibáñez Marín, titulado Campañas, sitios y batallas, acertada síntesis histórico-militar de dicha guerra. La parte gráfica la constituyen fotograbados reproduciendo retratos y cuadros de Goya y estampas de nuestra Biblioteca Nacional.

Para los aficionados á estudios artísticos puede interesar la publicación del Catálogo de la Biblioteca del Círculo de Bellas Artes (Madrid, 1908), y el Catálogo de la Biblioteca de Bellas Artes plásticas de Antonio Cánovas (1907). El primero nos muestra poseer un número muy limitado de libros y revistas de Arte, y el último, gozar de una colección mucho más selecta y abundante, especialmente en la parte española.

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