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el ansia de ostentación y de riqueza á que tan aficionados fueron nuestros dominadores mahometanos, durante tantos siglos como permanecieron entre nosotros. En los Museos extranjeros, en que abundan las piezas y joyas orientales, apenas se encuentran tampoco ejemplares de las hispano-arábigas.

Las que en el nuestro Arqueológico se guardan corresponden más bien á la labor de los moriscos, que seguían las tradiciones de la industria cuando aún constituían pueblo aparte de los reinos cristianos, y que á su vez se enlazan con los productos más industriales de la orfebrería de muchas regiones españolas. Obsérvase por ellas el cierto grado de amaneramiento en que habían caído, queriendo sacar todo el partido posible de la labor de filigrana, que fué la llevada en los últimos tiempos á un grado inverosímil de finura, indudablemente de bastante mérito como manipulación, pero de poco saliente efecto artístico. El carácter semita se impone en estas joyas que pudiéramos llamar de gusto popular, como un recuerdo de la habilidad de nuestros dominadores, faltando en ellas aquella inspiración especial, que sólo poseen las obras proyectadas y ejecutadas por los verdaderos artistas, dando los tipos é imprimiendo el carácter á cada época.

(Continuará.)

NARCISO SENTENACH.

LA "BET HAM-MIDRÁS,,

O "CASA DE ESTUDIO,, DE LOS JUDIOS EN TOLEDO

OMO Suplemento del Templo, que debía ser uno solo en toda la nación, según las prescripciones de la Ley, y siéndoles imposible á los judíos reunirse todos en aquella casa llamada con palabra de Jacob Beth-El, tuvieron otros lugares destinados á la oración, á las preces litúrgicas y cantos sagrados, ya que no al sacrificio, que era privativo del templo. A estas casas de reunión, vulgarmente conocidas por sinagogas, diéronlas el nombre de Bet hak-kenneset, y su origen se remonta á los tiempos primitivos de la república hebrea, aunque su desarrollo principal coincide con la época de la vuelta de la ĉautividad babilónica y tiempos posteriores.

El corazón humano necesita de la comunicación con los demás hombres en todos los órdenes de la vida, incluyendo el orden religioso; de aquí que, prohibido á los hebreos el ceremonial religioso relativo al sacrificio y á las ofrendas fuera del tabernáculo ó del templo, pero no en lo perteneciente á las preces y cánticos sagrados, debieron de reunirse los. beni-Israel primero en su casa y después en algún local destinado ad hoc para cantar las divinas alabanzas y hacer preces públicas y privadas en los pueblos respectivos. Tal fué el origen filosófico de las sinagogas; el histórico está más obscuro; pero ya hallamos algunos vestigios en el v de los Reyes. Había muerto un niño que las oraciones del profeta Elíseo obtuvieran para la Sunamitis, y ésta, llena de aflicción, dijo á su marido:

-<<Envía conmigo un mozo y la pollina, que voy á buscar al hombre de Dios para que vuelva». A lo cual él respondió:-«¿Para qué vas á él, si hoy no es día de kalendas ni de sábado?» (iv-23.) Parece, pues, que los sábados y las kalendas había reuniones públicas, presididas entonces por Elíseo.

En el libro de Judit se aclara más el concepto, hablándosenos del pueblo que estuvo toda la noche orando al Dios de Israel dentro de la Iglesia (VI-21). Como el hecho ocurría en Bethulia, donde no había templo, los bethulienses se juntaban en un determinado y conocido lugar para hacer oraciones, que es precisamente el concepto de sinagoga. Cuando Mardoqueo dió á Esther la noticia de lo dispuesto por Amán respecto á los judíos, respondió la Reina:—«Reúne á todos los judíos que viven en Susa y rogad por mí. No comáis ni bebáis en tres días con sus noches, que yo haré lo mismo con mis doncellas» (IV-16). El texto sagrado no necesitaba decir que la reunión de los judíos de Susa sería en algún local determinado, pues no iban á juntarse en la plaza pública, siendo como era grandísimo el número de hebreos residentes en la corte de Asuero, según se colige del mismo libro de Esther (cap. Ix). Ultimamente, Santiago nos asegura que «Moisés tiene en cada ciudad, desde tiempos antiguos, quien le predique en las sinagogas, donde era leído todos los sábados» (Actas, xv-21). No dice el santo Apóstol cuáles eran aquellos tiempos antiguos; pero ya se deja entender que se refiere, por lo menos, á los tiempos posteriores á la cautividad, en que se multiplicaron las sinagogas en todo el mundo civilizado.

II

Desde muy antiguo existieron los hebreos en España, y aún no falta quien suponga haber sido fundada Toledo por ellos, apoyándose en el mismo nombre de la ciudad. Para nuestro objeto es enteramente adiáfora esta cuestión, pues nos basta saber que ya en el Concilio de Ilíberis se prohibe á los cristianos el comer con los judíos y á éstos el que dieran la bendi. ción á los campos (can., 49 y 50). Los Concilios celebrados en tiempos de los visigodos viéronse precisados á multiplicar los cánones defendiendo á los cristianos contra la maléfica influencia de los judíos, prohibiendo á éstos el ejercicio de ciertas profesiones y abriendo el camino para que en tiempos siguientes se estableciera la separación completa de ambos pueblos,

confinando á los judíos á barrios bajos llamado en Italia Ghetos, nombre que se hizo común en las restantes lenguas neolatinas. Bien es verdad que los mismos Concilios tuvieron que defender á los judíos contra el celo exagerado de algunos Reyes y contra la acometividad del pueblo cristiano. Pueden servir como ejemplo de lo que decimos el canon 63 del Concilo IV de Toledo con los 64, 65 y 66; el canon 3 del Concilio VI; el 14 del Concilio III; el 9, que es bien largo y confirma las leyes anteriores contra los beni-Juda, del Concilio XII, y por no citar más, el canon 8 del Concilio XVII. De todos ellos, y mejor aún de su conjunto, se deduce que los judíos de Toledo eran muy numerosos, lo cual sabemos también por otras fuentes.

Quizás lo fueron más después de la reconquista de Toledo, sobre todo en el reinado de Alfonso X, que trasladó á esta ciudad las famosas escuelas cordobesas, ya decadentes en la capital de los califas de Occidente. Aquí nació Abenesra, el sabio, el grande, el admirable doctor, como le llamaban los judíos; aquí ejerció su ministerio doctrinal Rabi Aser, de nación alemana; pero que vino á ser el jefe de los rabinos de Toledo, sucediéndole en la enseñanza su hijo Rabi Fehuda; aquí vivieron y enseñaron multitud de rabinos célebres que dieron lustre y prez á Toledo con las famosas escuelas, fundadas y sostenidas por Alfonso el Sabio; escuelas que fueron en su tiempo el foco más luminoso de ciencia conocido en Europa y aun el mundo, ya que por entonces habían decaído de su esplendor las escuelas orientales.

III

¿Dónde se reunían? ¿En qué punto de la ciudad imperial se hallaban emplazadas las escuelas? ¿Queda de ellas algún rastro, algún indicio que nos indique con certeza, ó á lo menos con fundada probabilidad, dónde y en qué parte de la ciudad se hallaban las famosas escuelas rabínicas, de las cuales salieron obras tan notables como las Tablas Alfonsies, el Astrolabio redondo y el Llano; el libro llamado Azafeha, ó Lámina; el del Cuadrante; etc., etc.?

Esto es lo que queremos poner en claro, pues no sabemos de nadie que lo haya hecho, ni siquiera intentado hasta la fecha.

Tres cosas necesitamos dar por sentadas, que son otros tantos hechos históricos reconocidos por todo el mundo y por nadie negados: primero,

la existencia de numerosos judíos en Toledo; segundo, la existencia de sinagogas toledanas, donde aquéllos se reunían para orar y explicar la ley: de ellas trataremos con más extensión en otra parte; tercero, la existencia de Academias científicas, de escuelas de Filosofía, Teología, Matemáticas, Astronomía, Física y Literatura, bajo la protección de D. Alfonso el Sabio: escuelas á que concurrían judíos, árabes y cristianos, pero en mayor número los primeros. No creemos prudente pretender la demostración de estas tres cosas muy sabidas, y por eso las damos por supuestas y como antecedente obligado de nuestra disquisición.

Ahora bien: cabe las sinagogas había casi siempre, y casi en todas partes, un lugar destinado al estudio: una escuela. Quizá de ahí trae origen el hecho de que cabe la iglesia catedral se construyera también el local correspondiente para escuela; y después este local, no sólo era un anejo de la iglesia matriz, sino que lo fué de muchísimas iglesias parroquiales; y como en las catedrales se instituyó un Canónigo que, con el nombre de Magister Scholæ, Maestrescuela, estuviera al frente de la enseñanza, así también en las iglesias parroquiales había un clérigo que tenía el oficio de

maestro.

Para distinguir la sinagoga de la escuela aneja, llamaban los judíos á la primera Bet hak-kenneset, «casa de reunión», y á la segunda Bet hammidrás, «casa de estudio». Probablemente, casi con seguridad, el local donde los judíos pertenecientes á las sinagogas llamadas de los libertos, de los cirenenses, de los alejandrinos, de los de Cilicia y de Asia, disputaban con Esteban y no podían resistir á la sabiduría y al Espíritu (Santo) que en él hablaba» (Actas, vi-9,10) no era la sinagoga propiamente dicha, sino la «casa de estudio» ó la escuela, Bet ham-midrás, contigua á alguna de aquellas sinagogas. También es probable que la escuela de un cierto Tirano, donde disputaba San Pablo, estando en Efeso (Actas, x1x-9), fuera una de estas casas de estudio; aunque quizá sea más probable que se trata de una escuela griega, de las muchas que había en las ciudades de Asia. Respecto á lo primero, es decir, al local en que disputaban con San Esteban los judíos en Jerusalén, no puede admitirse que fuera una sinagoga, porque en ellas no se permitían discusiones, sino sólo explicaciones del texto sagrado con aplicaciones prácticas al orden moral.

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