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hombres bestialísimos, no escarnecerán de aquel requerimiento y de quien lo hizo? ¡Y que afirme Anciso, como testigo de vista, que de aquella forma que él hizo la guerra á los vecinos de la provincia del Cenú, se hicieron allá todas las guerras! ¿Quid ægemus testibus? ex ore tuo, oh bachalarie Anciso, te judico, y pregúntote si eran obligados á creerte luégo, que el Dios que les hacia saber era Trino y Uno, y así de las otras particularidades de tu requerimiento? ¿Bastabas tú, quizá, con gente armada, que venias á robar su oro, sus haciendas, sus mujeres y hijos, y su libertad, por testigo? ¿Y qué sabian qué cosa eran frailes, ni clérigos, que nunca jamás habian visto ni oido; fe, ni Cristo, ni qué era ser cristianos, y los demas que habian de ser entre ellos por disparates tenidos, puesto que en sí fuesen margaritas divinas? Aunque yo para mí por cierto tengo, que mucho de lo que Anciso aquí dice fué fingida fábula, y no historia del todo allí acaecida, porque parece ser imposible en dos años poder aquellos Caciques entender qué cosa era Sant Pedro, ni Papa, ni otros términos y sentencia que allí Anciso refiere, como fuese aquella la primera vez que españoles entraron allí, y no supiesen vocablo ninguno de su lengua, cuanto ménos en una hora que pudieron en aquello tardar, y por ésto tengo por incierto que del Papa ni del Rey dijesen aquellas palabras los indios.

CAPITULO LXIV.

Desque los Pedrárias, y los oficiales del Rey é tambien el Obispo, vieron que todos los que iban á hacer aquellas entradas siempre traian robado mucha cantidad de oro, aunque algunos dejaban las vidas en la demanda, comenzaron á tomar gusto en lo que aquellos traian, porque á todos cabia, por diversos caminos ó respectos, alguna parte. De aquí provino que ya las entradas se aprobaban y hacian por todos, áun aquellos que de oficio les incumbia vituperallas, y acusallas, y estorballas en cuanto pudiesen, viendo tan manifiestos los grandes estragos que en aquellas gentes se hacian, y el daño que de allí resultaba, áun para el provecho del Rey, ya que de la honra de Dios ni de la infamia de la religion cristiana y de la perdicion de tantas ánimas no se hobiera de tener algun cuidado; y así, en cada cuadrilla que salia de españoles, y que Pedrárias licenciaba y mandaba que fuesen á robar oro y captivar indios para los hacer esclavos, el mismo Pedrárias y cada uno de los cuatro oficiales del Rey, y, lo que más de llorar era, el mismo reverendo Obispo, enviaban los criados que cada uno tenia é queria, y de vuelta repartíase todo el oro que se habia robado y los indios que tomaban, condenados por esclavos, y cada uno de los Pedrárias, y oficiales, y Obispo, rescibia tantas partes cuantos criados habia enviado: y desta manera no se derramaba gota de sangre, ni robaba castellano, ni captivaba persona alguna, de que todos no fuesen reos, y á la restitucion del todo, in solidum, cada uno dellos, y el señor Obispo que habia de poner la vida por defension de aquellas sus ovejas, no fuese obligado. Entre otras estaciones hizo una Vasco Nuñez, por induccion é mandado de Pedrárias, desta manera: él habia escrito al Rey, que en el

rio Grande del Darien, por él arriba, tenia nuevas que habia grandes riquezas de oro por estar por allí el dios ó ídolo de Dabayba, y por esta nueva habia muchos de los principales que habia consigo traido Pedrárias, que la empresa de irlo á buscar por gran merced le demandaban, pero Pedrárias, segun dijo ó se sintio dél, no quiso concedella á ninguno, porque sino saliese verdad no culpasen á sus Capitanes, sino al mismo Vasco Nuñez que lo habia inventado; y por ésto mandólo que tomase 200 hombres, y fuese á buscar el dios de Dabaybay traer la riqueza de que se tractaba. Embarcóse con ellos en muchas canoas, porque no habia otro aparejo para por aquel rio navegar, y llegando á la tierra y señorío de los que se llamaban gugures, que era mucha, saliéronles al encuentro con muchas canoas, armados, yendo los españoles descuidados, y diéronles tanta priesa que antes que mirasen por sí tenian la mitad de los españoles muertos ahogados, porque los nuestros, y todos, somos en el agua, en especial en aquellas canoas, gatos, y los indios, por ser grandes nadadores y desnudos en cueros, hácennos grande ventaja, trastornando las canoas, lo cual hecho poco trabajo es menester para matarnos. Entre los primeros cayó luégo muerto Luis Carrillo, el poblador de la villa de las Anades, donde pagó lo que habia hecho en ella y en las otras partes, y plegue á Dios que con aquella muerte su divinal justicia se haya contentado; Vasco Nuñez, con los que le quedaron, acordó de tomar la tierra, los indios tambien dejaron el agua, y van tras ellos siguiendo el alcance; plugo á Dios que se sustentaron hasta que vino la noche, y con la oscuridad tuvieron lugar de huir por montes y valles, porque de otra suerte niguno dellos escapara. Vino Vasco Nuñez herido, y alguno de los restantes maltratados, y dijose que los Capitanes nuevos de Pedrárias se holgaron viéndolo venir desbaratado, porque se le aguase la fama que tenia de hacer por allí aquellas hazañas, y porque si ellos despues errasen no se maravillase nadie; Pedrárias más quisiera que viniera de oro cargado, y de no lo venir, é cognoscer que perdia mucha gente, no podia no pesalle. En estos dias

llegó cierto navío al Darien que trujo una Provision real, por la cual el Rey daba título á Vasco Nuñez de Adelantado de Coyva y Panamá, donde despues se asentó la ciudad así nombrada; Coyva era una isleta cerca de por allí, que el mismo Vasco Nuñez envió á suplicar al Rey, porque le habian dicho los indios, ó él mal entendido, cuando andaba en el descubrimiento del mar del Sur, que habia ó perlas ó oro en mucha abundancia. Rescibida la Provision hízose apregonar. Comiénzase Vasco Nuñez y los que le amaban á llamar con regocijo Adelantado, no dejando de haber murmullo ó corrillos, dellos en bien, dellòs en mal, porque, segun se dijo y pareció, de la prosperidad de Vasco Nuñez no gustaba bien, con los suyos, Pedrárias, viendo que se le iba saliendo de las manos; y la fortuna no olvidaba á Vasco Nuñez de levantallo, para despues de más alto lo derrocar. Ayudó luégo á lo susodicho, y desabrimientos de Pedrárias, que volvió Andrés Garavito de la isla de Cuba, con 60 españoles, para seguir á Vasco Nuñez, con armas y otras cosas necesarias para pasar por el Nombre de Dios á poblar en la mar del Sur, esperando que el Rey le daria la gobernacion de lo que poblase. Garavito, surgiendo seis leguas del puerto, envió secretamente á avisar á Vasco Nuñez de su venida. No se le encubrió á Pedrárias la venida del Garavito, y el propósito de Vasco Nuñez de como preten. dia sin él gobernar, enviando al Rey por licencia para ello y así salirsele de la mano, fuéle oirlo molestísimo, é, mucho, indignado, le mandó prender y meter en una jaula de madera; puesto que, á ruego grande del obispo, don fray Juan Cabedo, no le metieron en la jaula, y al cabo Pedrárias le mandó soltar, con ciertas condiciones que se pusieron entre ambos. Posible cosa es creer que nunca las cosquillas de los ánimos, secretas, cesaron.

CAPÍTULO LXV.

Como, despues del oro, la riqueza de las perlas, que Vasco Nuñez habia descubierto cuando descubrió la mar del Sur y lo habia escripto al Rey, por aquella tierra sonaba, y Pedrárias, no ménos deseoso de henchirse dellas que de oro hartarse, no se olvidaba, envió á un Gaspar de Morales con 60 hombres, que fuese á la mar del Sur y pasase á las islas que llamaban los indios de Terareguí, la última aguda, que despues de las Perlas se llamaron, en especial una que llamaban la isla Rica, y trabajase de haber cuantas pudiese, porque en Castilla las buenas son muy preciadas y oro es lo que oro vale. Yendo su camino por los pueblos y señoríos de los Caciques que Vasco Nuñez habia dejado en amor y confederacion de los españoles todos quietos, halló que Francisco Becerra, siendo rescibido dellos no ménos pacífica y amorosamente que si fueran todos sus hermanos, los habia robado y asolado, al cual topó en el camino, que se tornaba al Darien cargado de oro y con gran número de indios presos por esclavos. Tomó Gaspar de Morales uno de aquellos españoles, que Becerra llevaba, por guía, para lo que pretendia ir adelante, y los indios y gente que restaba y que sentian irse Francisco Becerra, creyendo que ya sin haber más españoles podian salirse de los montes seguros, llegaba la langosta de Gaspar de Morales, y prendia y robaba lo que Becerra no habia destrozado; y así, robando, matando y captivando, llegó á la costa del mar del Sur, á la tierra y señorío de un Cacique, Tutibra llamado, el cuál lo recibió de paz, y les dió de todo lo que tenia, y les hizo todo buen hospedaje en su casa. No tenia más de cuatro canoas, segun pareció, aparejadas, en las cuales no pudieron caber todos los españoles y su aparato que siempre llevaban, por cuya causa

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