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su viaje, no entendiendo más de la plática, ni por qué causa; y ampliando en su pensamiento que aquello era quererse huir de Pedrárias, y con esta opinion ó error, calla y no da parte á nadie, hasta que fué tiempo de poder dañar diciéndolo á Pedrárias.

CAPITULO LXXVI.

Pareció bien á los con quien hablaba Vasco Nuñez su intento y palabras, y aprobáronselo, y en prosecucion dello llamó á Francisco Garavito, y dale dello parte, y con 40 hombres despáchalo para Acla; llegados á Acla, hallan que Lope de Sosa no era venido, y que Pedrárias como de ántes gobernaba. Dijose que cuando Vasco Nuñez se partió para el rio de la Balsa, debia ser la postrera vez, Andrés Garavito escribió á Pedrárias que Vasco Nuñez iba como alzado, y con intencion nunca más á obedecelle ni estar á su obediencia y mandado, y Pedrárias, como siempre dél estuvo sospechoso, que nunca pudo tragallo, poco era menester para que lo creyese por verdad, porque corazon que sospecha una vez alterado fácil cosa es en aquello que teme del todo derrocallo. Dijeron que esta falsedad ó testimonio falso, ó quizá verdad, escribió Garavito á Pedrárias, porque Vasco Nuñez, por una india que tenia por amiga, que arriba en el cap. 40 dijimos el cacique Careta haberle dado, le habia de palabra maltratrado. Dos dias ó tres despues de llegado Garavito, llega del Darien Pedrárias, el cual, por la carta de Garavito, luego se despachó muy indignado para haber á Vasco Nuñez á las manos y acortarle los pasos. Preguntando Pedrárias qué hacia y dónde quedaba, dijole Garavito y los que con él vinieron, que en la isla, y dando priesa á acabar los bergantines, y quedaba esperando ciertas cosas que le enviaba á pedir para acaballos y tambien lo que mandaba; con ésto se asosegó algo Pedrárias y disimuló algunos dias lo que traia pensado, dentro de los cuales, un Tesorero, que debia ser proveido por el tesorero Pasamonte desta isla, llamado Alonso Martel de Lapuente, que no estaba bien con Vasco Nuñez porque le pidió en la residencia cierto oro

que le habia prestado, y el Tesorero creyó que habia sido dado, supo de aquel que velaba, cuando Vasco Nuñez dijo en la isla las susodichas palabras á Valderrábano, lo que habia oido y Vasco Nuñez hablado. Va luégo el dicho Alonso Martel á decírselo á Pedrárias; luégo Pedrárias, de súpito, se retificó en sus sospechas presentes y pasadas, y hecho muy furibundo, cuasi de enojo é indignacion desatinaba, prorrumpiendo en palabras contra Vasco Nuñez injuriosas y desmandadas, y con aquella saña escribióle una carta mandándole que viniese á Acla, fingiendo que tenia cosas que con él comunicar tocantes y necesarias para su viaje. Y cosa es aquí de notar, que no hobiese hombre que á Vasco Nuñez avisase de la indignacion contra él de Pedrárias, y el peligro.que padecer si venia esperaba; ciertamente la razon parece que se puede asignar, ó que Vasco Nuñez era tan mal quisto de todos, que todos le deseaban mal, ó que todos temian tanto á Pedrárias que ninguno se atrevió á enojalle, ó que fué juicio de Dios que determinó dalle su pago de tantas crueldades como en aquellas gentes habia perpetrado: y ésta postrera debió ser y debemos creer que fué la verdadera y eficaz, y está harto clara. Y tras la carta, sospechando que no querria venir, despachó á Francisco Pizarro con mandamiento y la gente armada que pudo enviar para que le prendiese donde quiera que lo hallase. Dijose que un italiano, llamado micer Codro, astrólogo, que andaba con Vasco Nuñez, hombre que por ver mundo habia venido á estas partes, le dijo, estando en el Darien, que el año que viese cierta estrella, que señalaba, en tal lugar, correria gran peligro su persona, pero si de aquel peligro escapaba sería el mayor señor y más rico que hobiese por todas estas tierras indianas; y pocos dias ántes desto, dijeron que una noche vido la estrella en aquel lugar, y comenzó á mofar de lo que le habia dicho micer Codro y comenzó á decir á los que con él estaban: «donoso estaria el hombre que creyese á hombres adivinos, especialmente á micer Codro que me dijo ésto y ésto, y hé aquí la veo cuando me hallo con cuatro navíos y 300 hombres y en la mar del Sur, y de propíncuo para navegarla, etc.» Esto dicen que pasó jactándose

TOMO LXV.

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mucho Vasco Nuñez de su felicidad; el cual, rescibida la carta de Pedrárias, estando en una isleta llamada de Tortugas, dejando á Francisco Compañon haciendo los navíos en la grande, puso luego por obra su camino en cumplimiento de lo que le mandaba; dijeron tambien que los mensajeros, llegando cerca de Acla, le dijeron que Pedrárias, su suegro, estaba de él muy indignado, pero él, hallándose inocente, creia que llegando ante Pedrárias y mostrándole no habelle ofendido lo aplacara. Topó á Francisco Pizarro con gente, que le iba á prender, y díjole: "¿qué es ésto, Francisco Pizarro? no solíades vos así salirme á rescibir. >> Salieron á rescibirlos del pueblo, y Pedrárias proveyó que lo llevasen preso á la casa de un vecino llamado Castañeda; envió á Bartolomé Hurtado á las islas para que tomase y tuviese por él los navíos y toda la armada. Mandó al licenciado Espinosa que procediese contra Vasco Nuñez por todo el rigor de justicia que hallase, porque todo su fin era despachalle; y por descuidalle fuéle á ver un dia y díjole: «No tengais, hijo, pena por vuestra prision y proceso que yo he mandado hacer, porque para satisfacer al tesoro Alonso de Lapuente y sacar vuestra fidelidad en limpio lo he hecho.» Despues que Pedrárias entendió que el proceso esta ba, al menos coloradamente, fundado para cortalle la cabeza, dijeron que fué á donde estaba preso y con rostro airado le dijo: «Yo os he tratado como á hijo, porque creia que en vos habia la fidelidad que al Rey á mí en su nombre debíades, pero, pues os queríades rebelar contra la corona de Castilla, no es razon de tractaros como á hijo, sino como á enemigo, y por tanto de hoy más no espereis de mí obras otras sino las que os digo.» Respondió Vasco Nuñez que habia sido y era todo falsedad que le habian levantado, porque nunca tal pensamiento le vino, porque, si él tal intencion tuviera, no tenia necesidad de venir á su llamado, pues tenia 300 hombres consigo y cuatro navíos, con los cuales, sin vello ni oillo él, se fuera por esa mar adelante donde no le faltara tierra en que asentar pobre ó rico; pero como venia con simplicidad y de tales propósitos libre, no temió de venir á Acla por su llamado, para verse así preso y

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publicado por infiel á la corona real de Castilla, y á él en su nombre como decia.» Fuése Pedrárias de la cárcel y mandóle poner más prisiones, y el licenciado Espinosa, dando cuenta á Pedrárias de los méritos del proceso, dijo que incurrido habia en pena de muerte, pero que por los muchos servicios que en aquella tierra habia hecho al Rey, merecia que se le otorgase la vida. Respondió Pedrárias muy airado: «Pues si pecó muera por ello.» El licenciado Espinosa no quiso sentenciarlo á muerte, diciendo que merecia perdon por los señalados servicios que habia hecho, protestando que no lo sentenciaria si no se lo mandaba espresamente por escrito. Pedrárias, que no via la hora de sacalle desta vida, poco tardó en dalle su mandamiento, y ciento le diera sin deliberar lo que hacia. Espinosa entonces hace de veras el negocio, acumulándole la muerte de Diego de Nicuesa, y la prision y agravios del bachiller Anciso, y sobre todo fundó su sentencia; la cual fué que le cortasen la cabeza, yendo el pregonero delante diciendo á voz alta: «Esta es la justicia que manda hacer el Rey, nuestro señor, y Pedrárias su Lugarteniente, en su nombre, á este hombre, por traidor y usurpador de las tierras subjetas á su real corona etc.» Lo cual, oido por Vasco Nuñez cuando lo sacaban, levantó los ojos y dijo: «Es mentira y falsedad que se me levanta, y, para el caso en que voy, nunca por el pensamiento me pasó tal cosa ni pensé que de mí tal se imaginara, ántes fué siempre mi deseo servir al Rey como fiel vasallo y aumentalle sus señoríos con todo mi poder y fuerzas.» No le aprovechó nada su afirmacion, y así le cortaron la cabeza sobre un repostero harto viejo, habiéndose ántes confesado y comulgado, y ordenado su alma segun lo que el tiempo y negocio le daba lugar. Luégo tras él la cortaron á Valderrábano, y tras aquel á Botello, y tras éste á Hernan Muñoz, y el postrero fué Argüello, todos cinco por una causa viéndose unos á otros; y porque para degollar al Argüello quedaba ya poco dia, viniendo la noche, hincáronse de rodillas todo el pueblo ante Pedrárias pidiéndole por merced que diese la vida á Argüello, pues ya eran muertos los cuatro y parecia que

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