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del esclusivo predominio de los nobles, honrados sus afanes, y protegidas sus personas. Contribuyó tambien á esto último la Instruccion de corregidores encaminada á mejorar la administracion de justicia, que desgraciadamente habia estado poco atendida hasta entonces.

Coadyuvaron tambien á mejorar las costumbres otras saludables providencias: tales fueron, la pragmática sancion sobre juegos prohibidos; la ley que obligaba á los llamados gitanos á renunciar á su vida errante y viciosa; y otras disposiciones-encaminadas á desterrar la vagancia y la holgazaneria, y la desordenada aficion á las fiestas de toros, poniendo coto á la mucha frecuencia con que se repetian.

Fomentáronse los sentimientos de humanidad, fundándose hospicios y otros establecimientos de beneficencia, para alimentar pobres y evitar la mendicidad. Formóse en Madrid una junta general y superior de caridad, á la cual se entregaron anualmente 30 ducados para los objetos de su instituto. Tambien concedió el gobierno al hospicio general 140 ducados anuales, y otras sumas á diferentes, establecimientos piadosos. Con estos y otros fondos que facilitaban el estado esclesiástico y la caridad de otros fieles, se suministraban so corros á muchas personas honradas que vivian en la indigencia, á muchos jornaleros y artesanos que

carecian de trabajo, y en fin á cuantos necesitaban auxilios. El ejemplo de la capital produjo un feliz resultado en otras muchas poblaciones del reino, donde tambien se establecieron asociaciones de beneficencia, se dotaron hospicios y casas de reclusion, propagándose asi los sentimientos morales, y mejorándose notablemente el estado de la sociedad.

CAPÍTULO VIII.

Dos grandes desaciertos en el reinado Carlos III que causaron gravísimos males, y tuvieron un pernicioso influjo en la civilizacion española, á saber, el pacto de familia, y la cooperacion en la guerra contra la independencia de los Estados-Unidos de América.

Fernando VI habia observado rigorosamente el sistema de neutralidad, tan favorable para el comercio y la prosperidad de sus súbditos; pero Carlos III en lugar de seguir tan buen ejemplo, que era el mas conveniente á los intereses de la nacion, tomó un rumbo contrario, movido de particulares consideraciones, y de personales resentimientos. Miraba este monarca con poca aficion á los ingleses, por el hecho siguien

te: Hallándose empeñado en la guerra que sostenian en Italia los Borbones de España y Francia contra la emperatriz Maria Teresa, los ingleses y el rey de Cerdeña (1), se presentó delante de Nápoles una division de la escuadra inglesa, y su comandante intimó á Carlos la orden de declararse neutral en el término de una hora, sopena de ver bombardeada la capital de su reino. El monarca para evitar aquella catástrofe, se vió obligado á prometer solemnemente que observaria por escrito la mas rigorosa neutralidad.

Este desagrado que desde entonces le quedó contra los ingleses, se acrecentó en los primeros años de su reinado en España con motivo de las interminables contestaciones relativas á los establecimien tos británicos, y al comercio de contrabando en las Indias occidentales, y de las frecuentes vejaciones de los cruceros ingleses. Agregábase otro motivo de descontento, y era la constante negativa del gobierno ingles á las reclamaciones de los españoles para hacer la pesca en Terranova.

Estas quejas por una parte, y la adhesion de Carlos á los príncipes de su familia, no menos ar

(1) El rey de Cerdeña faltó malamente á la alianza con los Borbones, pasándose al bando contrario.

raigada en su corazon que la de su padre, lë hicieron firmar en 15 de agosto de 1761 la célebre alianza conocida con el pacto de familia, que tan graves compromisos acarreó despues á los Borbones en España. Resultó como era natural la guerra con la Gran Bretaña, en la cual tomaron los ingleses la Habana con todos los tesoros que se tenian alli guardados, nueve navios de á 60 cañones, tres fragatas y otros buques menores. Por el mismo tiempo invadieron la opulenta ciudad de Manila y las demas islas Filipinas. A estas pérdidas se añadió la del galeon de Acapulco, cuyo valor subia á tres millones de pesos fuertes. Ajustada por fin la paz en París el 10 de febrero de 1763, fue necesario ceder á la Inglaterra las Florídas, para recobrar la Habana y las islas Filipinas (1).

La cesion de las Floridas á la Inglaterra cra una gran falta política de parte del gobierno español, porque tarde o temprano haria á los ingleses dueños del golfo de Mégico; y si la posesion de la Jamaica les facilitaba el modo de arruinar el comercio que hacía Cadiz en las costas de Yu

(1) L'Espagne sous les rois de la maison de Bourbon, tomo 4.o, pág. 502. Memorias del príncipe de la Paz, tomo 3.o, pág. 15 en la nota.

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