Imágenes de páginas
PDF
EPUB

y costumbres. Repeled las pérfidas insinuacionės, halagüeñamente disfrazadas, de vuestros enemigos y émulos. Marchemos francamente, y Yo EL PRİMERO, POR LA SENDA CONSTITUCIONAL; y mostrando á la Europa un modelo de sabidurta, órden y perfecta moderacion en una crísis, que en otras naciones ha sido acompañada de lágrimas y desgracias, hagamos admirar y reverenciar el nombre español, al mismo tiempo que labramos para siglos nuestra felicidad y nuestra gloria. FERNANDO.

Palacio de Madrid, 10 de marzo de 1820.

¿Cómo dudar de la sinceridad de Fernando, de sus buenos deseos, de sus paternales intenciones, despues de leer tan terminante y espansiva manifestacion, sin reticencias, sin ambigüedades, sin escrúpulos? ¿No se veia en aquella noble disculpa de lo pasado con que comenzaba el manifiesto, en aquellas atinadas apreciaciones de lo presente, en aquellas francas promesas para el porvenir, no se veia, repetimos, un monarca arrepentido sin humillacion, enmendado sin bajeza, ilustrado, clemente y paternal ?

Aquellos consejos sobre la union de los españoles, aquellas aspiraciones á sensatas reformas, aquellas afectuosas palabras sobre la Constitucion, dicho todo con un tono de uncion, de sinceridad y buena fe, ¿no ponian de manifiesto el corazon de Fernando? ¡Ah! El corazon de aquel monarca fué siempre un arcai no que no pudieron penetrar sus mas íntimos y sagaces consejeros; un libro cerrado, cuyas páginas solo leia Dios; un oscuro laberinto de caprichos y de pasiones, de proyectos y desconfianzas por cuyas sendas tortuosas y enmarañadas solo podia caminar sin perderse su conciencia.

Hasta el mismo infante D. Carlos, jefe de la brigada de carabineros, publicaba en la Gaceta estraordinaria del 12 de marzo de 1820 la siguiente proclama dirigida á sus subordinados, al jurar la Constitucion.

«Soldados: Al prestar en vuestras banderas este juramento á la Constitucion de la monarquía, habeis contraido obligaciones inmensas; carrera esclarecida de gloria se os está esperando.

Amar y defender la patria; sostener el sólio y la persona del rey; respetar las leyes y enlazaros con el pueblo para consolidar el sistema constitucional: estas son vuestras obligaciones sagradas, y esto es cuanto el rey

espera de vosotros, y lo mismo, cuyo ejemplo os prometo por mi parté, vuestro compañero, Carlos. >>

El manifiesto de Fernando produjo grande entusiasmo en lá turbulenta plebe madrileña que, así como el año 14 llevó arrastrando por las calles la rápida de la Constitucion para halagar al monarca, ahora para adular á la revolucion, llevaba en triunfo otra lápida constitucional para colocarla solemnemente en la Plaza Mayor.

Y lo mismo que se degradó en su servilismo monàrquico, arrastrando la carroza de su rey, se degradaba ahora en su locura democrática, besando de rodillas la susodicha lápida y obligando á los transeuntes á que imitasen su ridícula idolatría.

Por mas pacíficas que sean las revoluciones, por mas que se trate de evitar las consecuencias naturales de un cambio político, no es posible contener y reprimir todos los elementos de discordia y de venganza que las revueltas políticas traen consigo.

El cambio de 1820, en honor de la verdad, apenas se señaló por sus escesos. La lentitud con que se fué elaborando desde la insurreccion de la Isla, la vacilacion de la corte, el cansancio y la indiferencia de la mayoría de los españoles, la espresiva adhesion del monarca al sistema liberal, fueron causas que impidieron el repentino desarrollo de los sucesos, y enfriaron en gran manera los acalorados ánimos de muchos liberales contentos y satisfechos con tan inesperado y pacífico triunfo.

No fué sin embargo en las provincias tan tranquila como en la corte la mudanza de 1820.

La plebe valenciana, la mas sanguinaria y temible en toda clase de revueltas, amotinóse el dia 10 de marzo contra el capitan general Elio, uno de los que mas se señalaron por su rigor en la época pasada de los seis años, y acometido furiosamente, pudo librar la vida acogiéndose al patio del ayuntamiento, desde donde fué conducido á la ciudadela entre las amenazas y desesperados gritos de la muchedumbre.

El vulgo barcelones, aficionado como el que mas á la agitacion y á las revueltas, al saber el tumulto de Zaragoza y el levantamiento de otras provincias, puso en movimiento sus

gremios y sociedades, y abriendo las cárceles y atropellando la Inquisicion, cuyos archivados procesos quemó públicamente, obligó al general Castaños á entregar el mando y á salir precipitadamente de la ciudad para no ser víctima de los catalanes, enfurecidos con el recuerdo de la sangre de Porlier.

Cádiz, sobre todo, fué en los primeros dias de marzo teatro de sangrientas y repugnantes escenas, no representadas por los revolucionarios, sino por el ejército defensor del trono.

Ignoraba su gobernador, el general Fréire, los sucesos del 7 en Madrid y juzgaba á la corte mas animosa y resistente. Amedrentado por el alborotado vulgo el dia 9, que se pronunció por la Constitucion que nació en su suelo y á quien dió vida el año 12 con sus asonadas y aplausos en las galerías, ofreció el general la solemne publicacion del Código, con cuya promesa se retiró el populacho á sus hogares entre músicas y luminarias.

Amaneció el dia 10, y la bella y revoltosa Cádiz adornada con sus mejores galas, preparóse á celebrar con tranquilidad y entusiasmo la restauracion de su Código favorito, colgando sus balcones, levantando y entapizando tablados y proyectando fiestas.

Los batallones de la guarnicion, que habian salido de sus cuarteles en ademan de ir á tenderse por la carrera, descargaron sus fusiles de repente sobre la indefensa y apiñada muchedumbre que regó con su sangre las calles y las plazas, entregándose en seguida la desenfrenada soldadesca al saqueo de la poblacion, robando y asesinando á los ciudadanos y profanando brutalmente la castidad de sus hijas y mujeres.

Ni el ejército frances cometió en la guerra un acto igual de alevosía y salvajismo como el de los soldados de Fréire, sobre cuya frente ha marcado la historia un borron de ignominia que tiznará para siempre sus laureles de soldado.

La política europea se resintió del cambio radical en el gobierno de la península, y ni las potencias del Norte, cuya santa alianza era la salvaguardia de la cruzada absoluta, lograron nada con sus amenazas, ni Francia con sus prudentes consejos consiguió por su parte que la revolucion española retrocediese una línea ni amainase en sus movimientos reformadores.

Alentada desde un principio por Inglaterra, que vive siempre en política de la muerte de las demas naciones, siguió nuestra revolucion sus perniciosos consejos, dirigidos á desatar con imprudentes reformas los débiles lazos que aun unian á las colonias americanas con la metrópoli.

La Junta provisional dirigia mas bien que aconsejaba á Fernando, nada gustoso con tan incómoda tutela. Compuesta de individuos sensatos y caracterizados, trataban estos de contemporizar con la revolucion sin que el prestigio del trono se menoscabase; ilusion que se ha desvanecido siempre al contacto de ambos poderes.

Esas bellas teorías sobre el equilibrio entre la autoridad real y los derechos populares son hermosas visiones que por desgracia de todos nunca se realizan. Ni el ejercicio de esos ambicionados derechos tiene otros límites que la prudencia, ni para el desempeño de aquella autoridad hay mas dique que la conciencia. Y ya nos enseña la historia de todos los tiempos y paises hasta dónde alcanzan la prudencia de los pueblos y la conciencia política de los reyes.

La Junta, que en su buena fe desconocia ese antagonismo ó se olvidaba de la historia, procuró amalgamar la revolucion y el trono para evitar se estrellasen en el primer choque, dejando que el tiempo y las circunstancias fijasen la conveniente posicion de cada uno.

Pero cimentada su conducta sobre tan falsas bases, no podia resistir á veces los bruscos empujes de la monarquía ó de la democracia, y tenia que doblegarse á estemporáneas. y encontradas exigencias.

Convocadas las Córtes en 22 de marzo, segun lo ofrecido por el monarca, con las variaciones que exigian las circunstancias, en cuanto á su eleccion y celebracion, fué la Junta empujada por la espinosa senda de la coaccion y la venganza, viéndose precisada á proponer á Fernando un decreto de estrañamiento del reino y privacion de empleos y honores á los que no jurasen la Constitucion.

Primera contradiccion del liberalismo que, proclamando como

TOMO II.

2

principio la tolerancia de opiniones políticas, obligaba con graves penas a todos los españoles á que jurasen el dogma del partido liberal.

Los famosos diputados persas de 1814 fueron victimas á su vez del espíritu revolucionario, pues la Junta los confinó á distintos monasterios hasta que el nuevo Congreso juzgase sus causas. :

Así se anudó el hilo de los agravios políticos, acabando de sembrar en los partidos la venenosa simiente de las venganzas y rencores con que todos ellos han profanado sucesivamente su causa y han desvirtuado y hecho odiosas sus doctrinas.

Inicuo sistema de persecucion y proscripciones que poniendo en tortura la conciencia de los hombres, los arrastra indefectiblemente al perjurio ó á la miseria, y va creando esa tradicion sangrienta entre las familias, que se trasmiten de generacion en generacion el recuerdo de sus agravios y los deseos de la venganza.

¡Cuántos hijos se han afiliado en los diversos partidos políticos, contra su carácter y sus inclinaciones, por solo el motivo de haber sido sus padres perseguidos ó vejados por el bando opuesto!

No se comprenden ciertas medidas de rigor y de esclusivismo en la Junta provisional con el humanitario, acertado y reparador decreto de 23 de abril, que levantaba el destierro de los empleados y prosélitos de José Bonaparte, mandando ademas se les devolviesen los bienes secuestrados.

La tarea principal de la Junta era la de ir resucitando las reformas de los constituyentes de Cádiz, anuladas en un dia por Fernando VII.

Restableciéronse otra vez los supremos tribunales en la forma y con las atribuciones prescritas por la Constitucion; abolióse el repugnante espectáculo de la horca, y se desterró de nuestros códigos la vergonzosa pena de azotar desnudos por las calles á los

reos.

En lo que no anduvo atinada la Junta fué en licenciar algunas fuerzas de las insurreccionadas por Riego y Quiroga; pues ademas de diseminar por la nacion estos nuevos elementos de

« AnteriorContinuar »