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24 NOV 1934

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CAPÍTULO XXIII.

Revolucion de 1820.

SUMARIO.

Objeto y tendencias de esta obra.- Estado de la nacion y de los partidos al verificarse la revolucion.-Triste posicion de Fernando VII.-Desprestigio de su gobierno.-El partido liberal.-La revolucion como gobierno de hecho.-Desmanes del populacho de Madrid.- Jura Fernando la Constitucion del año 12. - Consecuencias de la primera concesion. -Medidas contemporizadoras. - Célebre manificsto del rey.- Entusiasmo que produce.- Tumultos en las provincias.-Traicion del general Freire.-Vacilaciones de la Junta provisional.-Su debilidad, su rigor y sus contradicciones. Siguen restableciéndose las reformas de 1812.-Orígen de las modernas sublevaciones militares.-Carácter de la politica de 1820.-La milicia nacional.-Sociedades patrióticas.-Su preponderancia en la segunda época constitucional. El Conservador.-Impolítica persecucion contra los afrancesados.— Disuelve el gobierno la famosa sociedad de Lorencini.—Apurada posicion de los primeros ministros constitucionales.-Inconveniencia de sn nombramiento. Natural exigencia del liberalismo. -Inflexibilidad constitucional de los ministros de 1820.-Inutilidad de sus esfuerzos.- La Constitucion de Cádiz era el gérmen de aquella lucha entre la monarquía y la democracia.

Antes de dar comienzo á la segunda parte de la HISTORIA POLÍTICA Y PARLAMENtaria de España, creemos conveniente repetir de nuevo cuál es el objeto que á escribirla nos ha impulsado, y cuáles las tendencias que á nuestros trabajos pensamos dar.

Ya en la introduccion de la obra hemos puesto en relieve la utilidad y conveniencia del gobierno representativo sobre los gobiernos absolutos y republicanos, y la necesidad de establecerlo en España de una manera sólida y provechosa en que los poderes públicos funcionen en su órbita legal sin lastimarse ni ofenderse, y en que las prerogativas del trono y los derechos del pueblo se ejerzan sin lucha y sin envidia, y se respeten sin violencia.

Siendo el objeto único de nuestra obra la defensa y enaltecimiento de la monarquía constitucional, hemos dado hasta aquí, como daremos en lo sucesivo, la preferencia en nuestros trabajos á la historia de las Córtes españolas del presente siglo, examinando concienzudamente sus mas notables disposiciones, y apreciando, como se merece, las grandes reformas introducidas por ellas en todos los ramos de la pública administracion, á las cuales debe España su regeneracion política y social, y la reconquista en Europa de su antiguo y distinguido puesto, perdido torpemente en las últimas épocas del sistema absoluto.

Los parlamentos españoles antiguos y modernos se han distinguido generalmente por la rectitud de sus miras, por la calma y gravedad en sus resoluciones, por su asiduidad en los trabajos, por su celo en promover el bien del pais, por su abnegacion y patriotismo en las cuestiones de interes ó de orgullo nacional y especialmente por su elocuencia, colocándose por todas estas circunstancias al nivel de los mas acreditados de Europa. Su historia, pues, debe ser grata tarea para nosotros y de sumo interes y aprovechamiento para nuestros lectores.

Las instituciones representativas, tan características del gobierno de España desde su formal organizacion, y tan en armonía por lo mismo con los hábitos tradicionales de los españoles, han ido arraigándose de tal modo en la política del pais, que hasta sus mas antiguos y encarnizados enemigos no pueden menos de reconocer y confesar que su conservacion y su prestigio son ya una necesidad imprescindible en los tiempos modernos. Conociéndolo así nosotros, hemos acometido la ardua empresa de escribir la HISTORIA POLÍTICA Y PARLAMENTARIA DE ESPAÑA en el presente siglo sin encono y sin lisonja, guiados únicamente de la verdad histórica, y de nuestra buena fe y nuestra conciencia aconsejados.

Hechas estas ligeras manifestaciones, que hemos creido oportunas para la verdadera apreciacion de nuestra obra, reanudaremos el interrumpido hilo de los trabajos, trazando la historia de la segunda época constitucional, una de las mas variadas y notables que registran nuestros anales parlamentarios.

Empezó la segunda época constitucional, como empiezan siempre las mudanzas políticas; con aplauso de unos y con sentimiento de otros.

A decir verdad, la vuelta al poder de los constitucionales el año 20 si no fue muy aplaudida por lo general de la nacion tampoco fué mirada con disgusto, por la esperanza de prudentes reformas y adelantamientos en beneficio de los intereses generales.

Bien comprendia el pais que aquella no era cuestion nacional como en 1808, sino una lucha política entre una fraccion y el monarca. La España de entonces no era ni con mucho la de ahora. La creacion de los partidos políticos era muy reciente, y pocos los españoles que se hallaban decididamente afiliados á los que con tanto empeño se disputaban el poder,

Los partidos políticos no se estienden ni robustecen en seis años. Se necesita mucho tiempo para que lleguen á hacerse numerosos y respetables. Los principales elementos de que se van formando son el interes, la conviccion, la venganza, el estudio, la ambicion, la educacion, los compromisos casuales y las tradiciones de familia.

Elementos que solo pueden desarrollarse con el tiempo, que trae en sus negras alas, para robustecer los partidos, las mudanzas políticas, las revueltas populares, los desmanes del poder, los cambios de fortuna, los agravios individuales y las guerras civiles. Por eso no es de estrañar que los partidos políticos en 1820 fuesen tan exiguos, y que la nacion mirase con indiferencia sus luchas y persecuciones.

Verdad es que desde 1814 habia cambiado notablemente el aspecto de la nacion, convirtiendo el españolismo de la guerra de la independencia en política de partidos, los patriotas en liberales, los fernandistas en absolutistas. La nacion en los últimos seis años habia perdido su unidad monárquica, su unidad patriótica, su unidad religiosa.

No era ya la España de 1808, que se levantaba en masa y acometia como un solo hombre à las huestes aguerridas de Napoleon, animada de un mismo sentimiento, impulsada por una causa misma. Ahora era la España liberal la que se insurreccionaba

contra la España absolutista á los ojos de otra España mas numerosa que las dos, indiferente y apática en aquella contienda.

La política habia sembrado ya entre los españoles los odios y las persecuciones de que siempre va provista, y habia cortado al mismo tiempo la raiz al frondoso árbol de la unidad nacional, sin cuya sombra no pueden florecer la agricultura, la industria ni el comercio.

Al verificarse el cambio de 1820 habíase perdido ya la fe en los absolutistas, el candor político en los constitucionales, el patriotismo en casi todos los españoles. En su lugar habíanse desarrollado la ambicion, el espíritu sistemático de partido, la vanidad política, la intolerancia de las ideas, la rutina de los principios.

Y no eran ya los partidos tampoco los que luchaban con buena fe como en 1812, no. Era el partido liberal el que luchaba ahora con Fernando VII; era el recuerdo de los agravios sufridos en pugna con la esperanza de causarlos de nuevo; era el combate de la democracia con la monarquía; era el antagonismo de lo antiguo con lo moderno. Lucha á muerte entre ambos elementos, trabada con ira, sostenida sin nobleza, terminada con descrédito de ambos combatientes.

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La posicion política de Fernando era por demas violenta y enojosa. Vencida su soberanía, tenia que recibir ahora á la fuerza lo que buenamente no habia querido aceptar en 1814. Entonces pudo modificar el liberalismo á su antojo, imponiéndole su voluntad, y ahora tenia que someterse á él sin modificacion alguna, con todas sus exageraciones, sus desaciertos y sus violencias.

En 1814, sin ensangrentarse con los corifeos del, bando liberal, tolerando sus doctrinas en lo que de sensatas y provechosas tuviesen, habria tenido en ellos amigos tibios en vez de enemigos encarnizados, y aunque la revolucion los hubiese colocado ahora junto á él, ni ellos llegaran con odio, ni él los recibiera con repugnancia.

Pero precisamente debia ser violenta la union en el poder de Fernando y los jefes liberales, que le enseñarian á todas horas. las sangrientas señales que los grillos y los sufrimientos habian

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