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nes, vino el silencio melancólico de los despoblados, se dejó sentir el hambre, al tránsito de los labradores y tragineros sucedió la dominacion de los salteadores de caminos, que se abrigaban en las ruinas de los pueblos desiertos, y todo quedó envuelto en la tristeza sepulcral de una intolerancia implacable, propagándose la desconfianza general producida por el despotismo y el terror que causaban las hogueras del Santo Oficio.

En aquella época, moralmente enferma, comenzaron á tocarse de lleno las consecuencias del régimen establecido por el rey, á quien los partidarios de la monarquía teocrática apellidaron devoto y prudente, pero para quien la historia reservará siempre el nombre de demonium meridianum, que le dieron los que, á despecho de su poder y de su perfidia, supieron salvar la libertad de conciencia. Generalizóse la institucion de los mayorazgos, tradicion del mundo feudal, institucion basada luégo en la vanidad, la ostentacion y la moda, que acabó por esterilizar la tierra; multiplicáronse las capellanías, que constituian un feudo por servicio divino; abandonaron muchos habitantes los campos y los talleres, renunciando al trabajo, á la familia, á sus obligaciones y goces de ciudadanos, para formar más de 9.000 conventos, que llegaron á albergar sobre 100.000 frailes y 40.000 monjas profesas, un personal de más de 168.000 sacerdotes, y además legiones de familiares, alguaciles, carceleros, fiscales, notarios, criados y verdugos de la Inquisicion, acólitos y cantores de iglesia, ermitaños, santeros, demandantes, sacristanes, legos, novicios, monacillos, campaneros, organistas y otras infinitas categorías y variedades de músicos y danzantes, como los seises de la catedral de Sevilla, hasta contarse por cada dos familias un dependiente de la Iglesia, que vivia sin contribuir á la produccion de la riqueza. Las hermandades, cofradías y corporaciones sus hijuelas, llegaron á poseer en España más de la mitad de las casas y á cobrar censos de la otra mitad, poseyendo las tres cuartas partes de las tierras cultivadas, y si no alcanzaron á poseerlas todas, fué porque las de la corona, versidades, mayorazgos y concejos eran inenajenables por la ley; pero si no las poseyeron directamente, además de cobrar de ellas diezmos

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y primicias, que representaban el 10 por 100 de su renta líquida, las disfrutaron de hecho, casi en totalidad, porque los usufructuarios empleaban la mayor parte de sus rentas en misas, novenas, procesiones, dotes de monjas, becas para los estudiantes de teología en los seminarios, decoraciones de altares y de santos, reliquias, imágenes y limosnas á los conventos, iglesias y fundaciones religiosas.

Los colegios y las universidades, propagando los ridículos errores legados por los sofistas antiguos, hicieron de la vida intelectual una vida especial, sin relacion con las tradiciones populares, las alteraciones políticas, los descubrimientos de la industria y las conquistas del arte; todo era retórica y más retórica, imitacion banal, metáforas y arcaismos. La imprenta, admitida por los Reyes Católicos como novedad inocente y curiosa, fué perseguida por ellos, así que cayeron en cuenta de lo peligrosa que era á su preponderancia este elemento de ilustracion, mucho más oprimido por Cárlos V, desde que le utilizaron los comuneros para sus peticiones, pactos y manifiestos, y perseguido con saña por Felipe II, para suprimir toda idea que pudiera contrariar la sacrílega alianza del sacerdocio y el imperio: de ahí data nuestra inmovilidad en la ciencia, nuestro atraso en la industria, á que tanto contribuyó la expulsion de judíos y moriscos, la falta de intimidad religiosa que degradó la conciencia de nuestro pueblo y le hizo caer en una especie de idolatría, cerrando y estrechando su espíritu en el molde ultramontano, para no dar entrada al que se emancipaba y elevaba al compás de las exigencias de los nuevos tiempos. Consiguió la monarquía teocrática que emigraran las grandes inteligencias, que se extendieran las tinieblas, que se generalizára la ignorancia, no logrando sin embargo pervertir del todo el espíritu del pueblo, ni extinguir la luz de algunos talentos, que necesitaban ser privilegiados para hallar medio de protestar de semejante régimen al siniestro resplandor de las hogueras inquisitoriales. Asombra que, frente á ellas, se repitieran de boca en boca, y áun circuláran impresas en diccionarios y en forma de refranes, breves y gráficas frases, que formulando la filosofía práctica popular, encierran los juicios más atrevidos y profundos de las institu

ciones y las clases entónces omnipotentes (1). Si no hubiera habido más que un español que hubiese consagrado su vida á estudiar los vicios, no sólo de los gobiernos, sino de las instituciones, sin perdonar la persona del monarca, y denunciarlas al mundo con todo el rigor y la elocuencia de su talento; si no hubiera habido más que Quevedo, el escritor cuya popularidad se ha conservado intacta á través de los siglos, llegando hasta nosotros tan viva como si entre nosotros viviera aún, en eso estaría la prueba de que el pueblo y los siglos protestaron y protestan contra la tiranía que él combatió, de que fué fiel intérprete y digno defensor; ideas y tendencias, largo tiempo sofocadas, pero nunca borradas del espíritu nacional. El imperio teocrático habia acabado con los cantos populares, no consintiéndose apénas otros que los místicos y religiosos, glosas impías de oraciones la mayor parte de ellos; desterrados estaban tambien los cuentos populares, como no fueran los que los predicadores introducian en sus sermones en forma de ejemplos, para explotar el gusto del vulgo. Quevedo, el profundo pensador, el eminente filósofo y consumado político, apelando unas veces á la sátira, para aprovechar la indulgencia relativa con los poetas, y dando otras á sus escritos la forma de cuentos y fantasías, consiguió desahogar los sentimientos de libertad que rebosaban en su alma y circular las lecciones más severas á la monarquía, la teocracia y el pueblo (2).

(1) Entre mil que podríamos citar, recordaremos los siguientes para los cuales no hacen falta comentarios: "En larga generacion, hay un conde y un ladron: Sirve á señor, y sabrás lo que es dolor: A la puerta del hombre rezador, no pongas tu trigo al sol: Cuentas de beato, y uñas de gato: Parece tonto, y pide para las ánimas: El lobo, harto de carne, se mete fraile: El abad y el gorrion, dos malas aves son: Al fraile hueco, soga verde y almendro seco: Reniega de sermon, que acaba en daca: Al cabo del año, más come el muerto que el sano: Nunca vide cosa ménos, que de Abriles y obispos buenos: Clérigo, fraile ó judío, no le tengas por amigo: Bien se está San Pedro en Roma: Camino de Roma, ni mula coja ni bolsa floja: Bula del papa, ponla sobre la cabeza y paga la de plata: Roma, Roma, la que á los locos doma, y á los cuerdos no perdona: Da Dios almendras, á quien no tiene dientes: A Dios rogando, y con el mazo dando: ¡Fíate en la Vírgen y no corras!

(2) "Los tiranos son tan malos, que las virtudes son su riesgo. Si prosiguen en la violencia se despeñan; si se reportan los despeñan: de tal condicion es la iniquidad, que la obstinacion los edifica y la enmienda los arruina. Su medicina se encierra en este aforismo: Ó no empezar á

Otros escritores hubo y muy notables, aunque algunos apénas conocidos hoy, que en la forma que pudieron siguieron el mismo camino. No hace falta citar al autor del libro Del Rey y de la institucion real, quemado en París por mano del verdugo, porque, defendiendo el tiranicidio, se suponia que podia haber influido en los atentados de Clemente y Ravaillac; no hace falta nombrar al Padre Mariana, que no contento con una reticencia significativa contra el derecho á la corona de Isabel I, se atrevió á atacar de frente á la tiranía, á descubrir los interesados fines ó el error de sus defensores y á predecir su ruina (1). Sin detenernos más en citar y comentar los escritos que dan testimonio de que ni áun en el período más bárbaro de las persecuciones (2), se consintió sin protesta la tiranía del

ser tirano ó no acabar de serlo.» Política de Dios y gobierno de Cristo.

"Acabaos de desengañar, que el que desciende del Cid, de Bernardo y de Godofredo y no es como ellos, sino vicioso como vos, ese tal, más destruye el linaje que lo hereda. Toda la sangre, hidalguillo, es colorada."

"Si es de buena sangre el rey, es de tan buena el piojo.» Las Zahurdas de Pluton.

"El santo patron de España, más quiere ver sus cruces apuntadas de un mosquete, que paseadas de un desocupado."

"No hay cosa más diferente que estado y conciencia, ni más profana que la razon de Estado. Grandes anales de quince dias.

"¿Podrá uno ser monarca y tenerlo todo sin quitárselo á muchos? ¿podrá ser superior y soberano y subordinarse á consejo? ¿podrá ser todopoderoso y no vengar su enojo, no llenar su codicia, no satisfacer su lujuria? El entretenido, la dueña y el soplon.

(1) "El poder no es como el dinero, que cuanto uno más tiene tanto es más rico, sino como el manjar comparado con el estómago, que si le falta y se le carga mucho se enflaquece... El poder de estos reyes, cuando se extiendan fuera de sus términos, tanto degenera en tiranía que es género de gobierno no sólo malo, sino falso y poco duradero, por tener por enemigos á sus vasallos mismos, contra cuya indignacion no hay fuerza ni arma bas

tante."

"No hay príncipe, no hay monarca de los que más venera el mundo, que pueda negar á la humildad lo antiguo de su origen."

"Si pueden lo que quieren, quieren las más veces lo peor; su gusto ha de ser su primera obligacion, y, cumplan ó no con las del Estado, aunque nos pese los hemos de respetar como á señores. No hay paciencia que no se irrite viendo cuán á pechos toman esto de la desigualdad que, áun donde no sirve de nada, lo hinchado y vano no han de perder un átomo del menosprecio de los demás.”

"Familiarizarse con la soberanía de tales dioses terrenos, ni puede ser útil ni cómodo. Disgustarlos puede ser dañoso."

"Es para los soberanos sobrado el afecto y sólo útil el obsequio. LOPEZ DE VEGA, El perfecto señor. Madrid, impreso por Luis Sanchez, 1626. Con citas de ese género, tomadas de varios autores, podrian formarse algunos volúmenes.

(2) La Inquisicion obligaba á retractarse, imponia penitencias ó sujetaba á otras humillaciones, al arzobispo

antiguo régimen, y volviendo á encerrarnos en los límites que la índole de este trabajo nos impone, fuerza es confesar que ni en la filosofía, ni en ciencias naturales, ni en la industria, cuyos maravillosos progresos en oposicion al ideal absolutista y á las imposiciones dogmáticas caracterizan los tiempos modernos, pudo contribuir con obras originales y fecundas nuestro génio nacional, tres siglos comprimido por el espíritu teocrático.

titucion de Cataluña, mandando contra fuero alojar en las casas á los soldados destinados á hacer frente al príncipe de Condé, los pueblos se quejaron en vano al rey, distraido en sus galanterías habituales: el virey prendió á un individuo del ayuntamiento de Barcelona, la ciudad se armó para defender sus fueros, asesinó al virey y á sus principales oficiales y quemó el palacio en que vivian, la provincia secundó el movimiento de la capital y se erigió en República independiente. «Empeñado Richelieu en el enflaquecimiento de la península, aprovechando el momento de la sublevacion de Cataluña, por él tambien auxiliada, y la ausencia de tropas en Portugal, utilizó como instrumento de sus miras á los portugueses; soliviantó la nobleza, poco aficionada á ser conducida á la guerra á pesar de sus ofrecimientos á Felipe IV; catequizó al clero, nunca satisfecho, y despertó la ambicion del duque de Braganza que, codiciando y temiendo, se sirvió por segundas y terceras manos de su puesto de gobernador de las armas, para volverlas contra quien se las habia dado y en medio de vergonzosas vacilaciones dió su nombre como bandera de la conjuracion de 1640, en provecho de Francia y daño de la península (1).»

Felipe III dejaba reinar al duque de Lerma, Felipe IV al Conde-duque de Olivares, y ambos sostuvieron guerras funestas con las naciones más activas, diseminando las fuerzas por todos los mares y todos los campos de batalla de Europa y América, arruinando el comercio, estancando la riqueza pública, tratando á los súbditos como á pueblos conquistados y encontrando siempre de frente el brazo incansable de Richelieu armado con la espada de Francia, la liga de los príncipes protestantes y el ódio de Holanda. En este conflicto, en que los enemigos de España representaban las ideas generosas de libertad de conciencia, de libertad civil y de proteccion de los estados débiles, no sólo quedaron aniquilados todos los planes de aquellos gobiernos, sino que se vieron obligados á retroceder de ellos, dejando el Océano sembrado de tablas de los galeones vencidos y hasta las propias fronteras llenas de cadáveres de nuestros mejores soldados. No pararon en esto los desastres; el rigor de los impuestos, las insolencias de la milicia, las extorsiones, las injusticias, cansaron al fin á los pueblos. Habiéndose atacado la cons

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no Fray Mancio y á unos veinte más de la misma órden, catedráticos de teología; á los obispos de San

lectores

tir sus

y

tiago, Lugo, Leon y Almería; prendió y encausó por emiideas, á ocho prelados y nueve doctores de los que asistieron al concilio de Trento, tan ilustres algunos como Melchor Cano, Arias Montano y dos confesores de Cárlos V; llegó á acusar de sospechas de luteranismo á los mismos fundadores de la Compañía de Jesús, instituida contra Lutero, llamándolos alumbrados; mortificó á los literatos más eminentes, Francisco Sanchez, el docense, Fray Luis de Leon, el padre Mariana, Antonio Perez, el padre Ripalda, Fray Luis de Granada; persiguió á San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, el beato Juan de Rivera, San Juan de la Cruz; prendió y procesó á San José de Calasanz y amenazó á Santa Teresa de Jesús, que estuvo expuesta á ser presa con toda su comunidad en

Sevilla.

Hemos apuntado los testimonios de persistencia del sentimiento liberal á través del antiguo régimen: las creaciones dramáticas son la expresion del carácter de un pueblo y de su estado social; nuestro teatro representa la riqueza genial, la integridad de una raza nunca confundida ni amalgamada por entero, á pesar de tantas convulsiones, y sus obras son el reflejo de las leyendas y los sentimientos nacionales en toda su sencillez natural. Desde los primeros tiempos dirigió nuestro teatro la opinion popular, y reflejó el espíritu liberal, tratando de los sucesos contemporáneos, y examinando los fundamentos de la sociedad española, y de las instituciones más altas, del papa al rey (2).

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Pero el teatro pasó de alegría de la vida que era, á preparativo para las procesiones del quemadero. ¡Qué otra cosa podia ser en un pueblo á quien no habian dejado más fiestas nacionales que las mascaradas con coraza, los sermones aterradores, y las contorsiones de los relapsos, atados á postes y rodeados de llamas! La Inquisicion extinguió las verdaderas tradiciones populares y con la persecucion de los sospechosos, con la censura de los libros y la hecatombe de las ideas, esparció un oscurantismo religioso que atrofió las más bellas cualidades morales de una raza vigorosa y creadora. Pusiéronse en boga los misterios, para cuya decoracion se usaban dalmáticas é instrumentos de la pasion, y entre cuyos personajes entraba casi siempre uno, que dió orígen á la frase hacer diabluras ó hacer el diablo á cuatro; porque el éxito de muchas de esas farsas, pendia á veces del número de diablos que entraban en escena; pues bien, hasta de ese personaje cómico se halló medio de hacer uso para condenar la curia romana y la ambicion clerical. Cuando España agonizaba, Felipe IV vino á hacer de las comedias y las comediantas casi una institucion del Estado. Esa aficion tuvo al ménos una ventaja, abrir una válvula, casi la única, á la expansion de las ideas de que se hallaba animado el pueblo, que conservaba en su fuero interno el amor á la libertad y el sentimiento de su propia dignidad. Se aplaudian las ideas de Calderon, y al mismo tiempo se presenciaba la escena de sacar á los que se creian endemoniados, los espíritus malos que se suponia tenian en el cuerpo; las comedias y los exorcismos se dividian el imperio moral de España. ¿Cómo siendo sinceros y firmes en sus creencias podian coexistir en aquellos hombres el fanatismo más ciego, que los llevaba á presenciar los autos de fe, y la despreocupacion y el espíritu de independencia y de libertad que los movia á aplaudir en los teatros pensamientos que hoy mismo serian considerados como grandes osadías (1)

Do para el cuerpo ganar,

Habeis de perder el alma."

TORRES DE NARRO, La Propallaria, Madrid, 1593. (1) Sirvan los que siguen para muestra de los abundantísimos de igual índole, que contiene el riquísimo tesoro de nuestro teatro antiguo:

No cabe explicar en estas páginas esas y tantas otras contradicciones; evidente aparece por una parte, que el impulso de la Reforma habia penetrado en las clases ilustradas, hasta el punto de que el vulgo dijera que el que descollaba por su ciencia: «sabe tanto que está en peligro de ser luterano;» pero esta calificacion, que llevaba consigo tan tremendos peligros, que hacía temblar á todo el mundo y doblarse ante el terror á la Inquisicion, tradújose en esa lucha de la razon y el miedo, y por otro lado en una hipocresía repugnante que llegó á dominar á la nobleza y se extendió en el pueblo hasta formar el rasgo más saliente de aquella sociedad viciosa y enmascarada de devota. Los libros de genealogías nos han legado un repertorio de fábulas milagrosas, mezcladas con una série de bastardías y ejemplos de disolucion, que partian de muy arriba, que nivelaban á los hidalgos con las clases más ignorantes y desmoralizadas, por la completa ausencia de la con

"De Roma no sé qué diga,
Sino que por mar y tierra
Cada dia hay nueva guerra,
Nueva paz y nueva liga.
La corte tiene fatiga,
El Papa se está á sus vicios,
Y al que tiene linda amiga,
le hace lindos servicios."
ZÁRATE, Mudarse por mejorarse.

"Y él comiéndose un capon
(Que tenía con ensanchas
La conciencia, por ser anchas
Las que teólogas son),

Quedándose con los dos
Alones, cabeceando,
Decia al cielo mirando:
"¡Ay, ama, qué bueno es Dios!"
TIRSO, Don Gil de las calzas verdes.

"Bien mirado, ¿qué me han hecho Los luteranos á mí?

Jesucristo los crió,

Y puede, por varios modos,
Si El quiere, acabar con todos
Mucho más fácil que yo."

LOPE DE VEGA, Los milagros del desprecio.

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en sus manos y á la reina á sus piés,» ni del favorito de ésta, Valenzuela, ni de aquel Don Juan de Austria, fruto de los amores de Felipe IV con la comedianta, la Calderona (1). No nos detengamos en el cuadro del hijo que se acoge á los pronunciados contra su madre y la destierra; no recordemos la derrota de la famosa infantería española en Fleurus; no entremos en el laberinto de intrigas austriacas y francesas para disponer del trono de España, ni en la historia de los hechizos y escrúpulos del rey, que consultaba al papa (un monarca extranjero) sobre el modo de arreglar la sucesion en su testamento, y no quiso consultar á la familia española legítimamente representada; no nos ocupemos del menguado rey que, segun la expresion de Mignet, no supo ser hombre siquiera, y que al fin acabó por ratificar y firmar el acta en virtud de la cual cedió 22 coronas á un príncipe francés.

ciencia de todo derecho y la disipacion de costumbres: la mujer, que se decia redimida por el cristianismo, habia quedado reducida á un objeto sensual, barnizado de devocion (1), y los bastardos adquirieron una preponderancia que abrió campo al advenimiento del tercer estado. Corria parejas con esa descomposicion, la inmoralidad reinante de la administracion del Estado. El duque de Lerma habia abierto el camino de la corrupcion y de los cohechos, repartiendo los empleos públicos como salario de sus servicios personales; Olivares, y Haro, y otros despues, se enriquecieron haciendo de la administracion un mercado, del tesoro un manantial de medros, del ejército una apariencia de fuerza armada, incapaz de sostener el buen nombre de nuestra infantería; porque, sobre ser en gran parte tan ilusorio, como en las revistas era numeroso, á fin de justificar gastos que no se hacian; sobre llegarse á vender á bajo precio las municiones de las plazas y bajeles; no se daban los mandos á los hombres de más mérito ó más valor, sino á los más galanes ó más intrigantes; no se hacian levas para organizar buenas tropas, sino que se enganchaban soldados refractarios á la disciplina, que en vez de ir á campaña se quedaban en la córte, sin otra ocupacion que el robo y los crímenes (2). Pasemos de ligero por Cárlos II, autómata coronado, niño enfermizo de alma y de cuerpo, condenado á arrastrar una vida imbécil desde la cuna al sepulcro; no hablemos de las alternativas de aquella minoría, en que gobernaron el P. Nithard, que se preciaba de tener «á Dios

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Admira que se haya glorificado á los reyes de la casa de Austria, atribuyéndoles el mérito de haber realizado la unidad. Ocupaban en el siglo xvi los tronos de España y del imperio, y reinaban en el Nuevo-Mundo; no contentos con eso, quisieron la Italia, la Inglaterra y la Francia; pero ¿qué tiene que ver con la formacion de las naciones la ambicion que agitaba á Cár-los V y Felipe II, de una monarquía que era la negacion de la idea de nacionalidad? Áun dejando aparte las naciones y no considerando más que los Estados, se hace demasiado honor á los reyes, atribuyéndoles la formacion de esas sociedades, más ó ménos ficticias, cuando sólo tuvieron el deseo egoista de engrandecer

las corrompidas costumbres de España en aquellos

tiempos.

(2)

El descubrimiento de las Américas llevó á ellas

muchos aventureros en busca de riquezas y de glorias: á mediados del siglo XVII salian anualmente más de 40.000 hombres para fijarse en América ó defender las provincias de los Países Bajos, Italia y Africa. La política into

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belicosa de los primeros reyes de la casa de resultado una disminucion de 4.000.000

lerante Austria, de habitantes

dió

por

en el trascurso de un siglo. En el xvII se

despoblaron por completo 2.851 pueblos, y disminuyó la

poblacion

miliar de pueblos desiertos, Cataluña 304 y Aragon 149, repartiéndose la diferencia hasta 2.851 en los demás

en la mayor parte. Sólo Córdoba contó un

reinos.

(1) Se conocieron de este rey, además del famoso don Juan, los siguientes hijos bastardos: un Don Francisco de Austria, que murió de ocho años; Doña Ana Margarita, que fué monja en la Encarnacion de Madrid; Don Alfonso de Santo Tomás, que fué obispo de Málaga; un Don Carlos ó Don Fernando Valdés, general de Artillería en Mahon; Don Alonso de San Martin, obispo de Oviedo, habido en una dama de la reina; Don Juan Cossío, llamado Don Juan del Sacramento, que fué predicador. La religion dió abrigo á cuatro hijos de Felipe IV, avergonzados de serlo. De ellos sólo reconoció á Don Juan, y á ese, porque no teniendo Olivares hijo legítimo, y queriendo reconocer á uno natural, fruto de miserables relaciones, para disminuir el escándalo movió al rey á que por su parte reconociera al hijo de la Calderona. Este dejó á su muerte tres hijos naturales en otros tantos conventos de España y Flandes. Por lo que hace al hijo de Olivares, cuando ya estaba casado, deshizo el padre el matrimonio legítimo, y por medio del obispo de Avila, hizo que se casára segunda vez con la hija del Condestable,

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