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donando al azar sus propiedades y sus bienes, y regresaron á sus casas con esta profecía: «<Males y persecuciones son de ordinario sobre la tierra, la suerte de los que, desarraigando abusos, promueven el bien y la virtud» (1); aquellos varones son bien dignos de la apoteosis que nuestra generacion les ha decretado. Ya no queda de ellos más que los nombres: sobre sus tumbas ha escrito la nacion algunas palabras que los caracterizan sobre unas se lee: «Filosofía;» sobre otras: Elocuencia;» sobre otras: «Genio;» en la mayor parte: «Patriotismo, Progreso, Virtud.»>

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Es glorioso pertenecer á la raza de los hombres que, con su alma, su inteligencia y su san⚫ gre, escribieron en la historia de España la página de 1812; es satisfactorio pertenecer al siglo xix, que en tres años borró tres siglos de absolutismo; es honroso haber militado en el partido que formo cuadro, guardando en el centro. la bandera de la soberanía nacional, coronada con los laureles que ganó en Bailén y en Vitoria. Pero aún no ha terminado la lucha, aún vá y viene la muerte entre los invasores y los invadidos, cuando tenemos que apuntar, tras de la poesía del alzamiento y de la guerra de un pueblo heróico, la traicion de las clases privilegiadas, la ingratitud y la iniquidad de un príncipe. Disueltas las Córtes Constituyentes, procedióse á la eleccion de las ordinarias, en la cual tomaron parte muy activa la nobleza y la antigua magistratura, clases heridas en su amor propio por la reforma de abusos, á cuya sombra medraban, clases de quienes habia dicho el mismo invasor: «Los individuos del Consejo de Castilla quedan destituidos como cobardes é indignos de ser magistrados de una nacion brava y gene rosa;» (2) los obispos, canónigos y frailes, que teniendo por único interés la conservacion de su influencia, habian hecho de la cruz un arma de guerra contra los franceses, empezaron luégo á hacer del púlpito y del confesonario un elemento de discordia entre los españoles, viendo que Cádiz como Bayona hacian imposible la restauracion del país en el estado que tenía bajo Godoy y María Luisa: de ahí que el espíritu de las Córtes ordinarias fuera muy dife

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rente del que habia dominado en las Constituyentes: reuniéronse en Noviembre de 1813, y se trasladaron á Madrid en Enero de 1814.

En Noviembre tambien entraba en París Napoleon, despues de repasar el Rhin con sus destrozadas huestes, vencidas en Leipsick, y empezaba á negociar con Fernando, ofreciéndole la corona de España á condicion de arrojar de la Península á los ingleses. El huésped de Valencey sabía bien la apurada situacion del em- . perador y la fuerza de la liga europea que se habia formado: calculó que era pasada la época de humillarse á él, puesto que todo indicaba que su poder habia concluido, y se negó á tratar sin el consentimiento de la nacion española, representada por la regencia. «Si prometiese yo algo á V. M. (decia á Napoleon) y despues estuviese obligado á hacer lo contrario, ¿qué pensaria V. M. de mí? Diria que era un inconstante y se burlaria de mí, y además me deshonraria para con toda la Europa.»

Fernando, á pesar de eso, firmó un tratado en que, sin nombrar á las Córtes ni á la regencia, se le reconocia rey de España por Napoleon, y aquel se obligaba á reintegrar á los españoles partidarios de José en el goce de sus derechos, honores y prerogativas, así como en la posesion de sus bienes, y envió este documento á la regencia para la ratificacion por medio del duque de San Carlos, dándole dos instrucciones, una pública para no disgustar á Napoleon, otra secreta para escudarse con los españoles, despachando al propio tiempo agentes secretos para sembrar cizaña entre los liberales y sondear á los generales y tener dispuestos á los soldados.

Las Córtes contestaron al tratado firmado por Fernando con el decreto expedido por sus antecesoras en 1.° de Enero de 1811, cuando tanta prisa se daba el huésped de Valencey á pedir esposa á Napoleon, en que decian: «Que no reconocerian, y ántes bien tendrian por nulo y de ningun valor ni efecto, todo acto, tratado, convenio ó transaccion, de cualquiera clase ó naturaleza, otorgados por el rey miéntras permaneciese en el estado de opresion y falta de libertad en que se hallaba.» Fernando insistió en otra carta, en que ya dejaba ver á las claras sus propósitos; el Congreso repitió la res

puesta, despues de oir el dictámen del consejo de Estado, que decia que «no se permitiese ejercer la autoridad real á Fernando VII hasta que hubiese jurado la Constitucion en el seno del Congreso, y que se nombrase una diputacion, que al entrar S. M. libre en España, le presentase la nueva ley fundamental y le enterase del estado del país y de sus sacrificios y muchos padecimientos» (1).

Fernando el Deseado recibió mientras tanto sus pasaportes, y con el título de conde de Barcelona, salió de Valencey para España el 13 de Marzo de 1814.

Cerremos este capítulo ántes que pise nuestro suelo, que no caben juntos el bosquejo que acabamos de hacer de la España de 1812, conel que trazaremos de la España de 1814.

Las Córtes de Cádiz encontraron sobre el mapa de Europa un espacio que tenía casi del todo borrado el nombre de nuestra patria; pero no encontraron una nacion, porque una nacion es una sola familia, nacida con los mismos de

(1) Las Cortes de la nacion española, recopilacion de documentos. Madrid: imprenta nacional 1814.

rechos, unida con el mismo espíritu, regida por una misma ley, llamada al beneficio de la misma herencia: vencieron al privilegio y destruyeron la iniquidad para hacer puesto á la verdadera nacion; abrieron una nueva era en la historia de la Península, haciendo trasformaciones que renovaron, no sólo el gobierno, sino la sociedad; declararon cerrada la España antigua y nos legaron la España moderna, que nacida entónces y contrariada despues, una vez y otra, adelanta siempre y vive algo. variada en su aspecto, pero animada del espíritu que la legaron los patriarcas de 1812.

No manchemos este cuadro con las figuras de los persas y los traidores, dispuestos siempre á entonar el Te-Deum del que llega al poder; dejemos brillar las de nuestros maestros en la firmeza de principios; las de aquellos que demostraron que ni la distancia de los mares ni las barreras de las montañas, ni los cetros de los tiranos, ni los cerrojos de los presidios, ni las esponjas de hiel y vinagre, ni las sentencias de muerte tenian poder para acabar con el heróico apostolado de su conviccion.

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II

Perfidia é ingratitud de Fernando (el Deseado)

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El tratado con que el ídolo pone un epílogo á la epopeya de la nacion.-Cómo se anunció lo que vino, pasando el Fluviá. Las ruinas de Gerona.--Cuartel general de Santa Engracia: Capitulacion.-Cuartel general de Zaragoza: Guerra á muerte.-¡Besa!-Aventuras de O'Donnell, conde de Labisbal.-Los que se decian señores naturales de los pueblos.-Magistrados destituidos por cobardes é indignos.-Los generales del antiguo régimen.Los milagros del clero en la guerra de la Independencia fueron invencion del conquistador.-Lo que hubo de fantástico y lo que hubo de efectivo en ellos.-Los venerables cenobitas del Poblet.-Los persas.-Exceso de confianza de las Cortes.-El 11 de Mayo de 1814.-Anarquía absolutista.-Proscripcion general, sistema de terror. -La historia es á veces más inverosímil que la novela.—Habla Fernando á la nacion.—Seis años borrados de una plumada. La revolucion se hace endémica.-Tácito.-Paralelo entre Luis XVIII y Fernando.-Pronóstico de Jovellanos cumplido.-Otra vez la Inquisicion como elemento político.-Otra vez los hijos de Loyola.-El prior de Atocha con facultad para crear condes y marqueres.-El marqués de Matacerrajeros. Regnum meum non est ex hoc mundo. La camarilla.—Tattischeff.—Ministerios de cuarenta y ocho horas.-Un ministro de Gracia y Justicia que no era abogado.—Quién dió márgen á que se dijera que el Africa empieza en los Pirineos.-Anatema contra las afrancesadas.-El militarismo.- O'Donnell, Elio y camaradas.-El ejército.-Miseria que afligia á los que habian hecho la guerra.-El estado de la hacienda discutido en dos décimas.-Protestas contra el despotismo.-Mina.-El Empecinado.-Porlier.-Lacy.-Richard.-Vidal.-La nacion necesita apelar á sí misma. -Labisbal conspira.-Labisbal delata á los conspiradores.-El golpe de vista de Mendizabal.-Riego.-El otro O'Donnell persiguiéndole.-El himno de Riego es el único que tiene carácter nacional.-Fernando tiene que interrumpir la lectura de Chateaubriand-Alzamiento de la Coruña, el Ferrol, Vigo, Zaragoza, Pamplona y Tarragona.-Labisbal se vá desde Ocaña al sol que más calienta. Fernando habla por primera vez de la opinión pública y apela al remedio para los apuros: á la oferta de Córtes.-Era ya tarde.

El país habia abierto su vena generosa, para derramar durante seis años un torrente de acciones y de pensamientos dignos de la epopeya: Fernando VII puso por epílogo á aquellas hazañas la satisfaccion de sus pasiones, estableciendo como sistema la violencia política, sembrando á manos llenas, durante otros seis años, las tropelías y las desgracias: en semejante período todas las grandes figuras desaparecieron, todas las heces sociales se sobrepusieron y preponderaron.

El 5 de Enero de 1814 entró en Madrid la Regencia del Reino, haciéndola la poblacion una acogida entusiasta y yendo á habitar el Palacio Real. Las Córtes extraordinarias continuaron sus sesiones, hasta que fueron elegidas las nuevas ordinarias, teniendo que aprovechar para aquellas el antiguo teatro de los Caños del Peral, mientras se habilitaba convenientemente la iglesia del convento de Doña María de Aragon y señalándose para que se trasladaran al nuevo

local el aniversario del 2 de Mayo (1). «Hombres mujeres y niños presentáronse en formidable falange á trabajar en el nuevo salon de Córtes: los menestrales, los artesanos, los artistas, acudian á contribuir con sus talentos á tan patriótica tarea; los obreros prestaban gratuitamente su

(1) En aquella fiesta se cantó por coros escogidos un himno de Saviñan, dedicado á los mártires del 2 de Mayo, que concluia con las siguientes estrofas:

"Clave en ellos el trémulo anciano,
Clave en ellos el jóven la vista,
Y su pecho en valor se revista,
Y apelliden do quier ¡libertad!
¡Libertad! ¡libertad! que no en vano
Tanta sangre nos cuesta gozarla,
¡Libertad! que jamás derrocarla
Será dado á la inícua maldad."

"Esos restos de tanto valiente
Que recibe la gloria en su templo,
Sean siempre dignísimo ejemplo,
De valor é indomable teson."

"Si otra vez un tirano insolente
Los derechos de España derrumba,
Se alzarán de la cóncava tumba,
Por vengar otra vez la nacion.""

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