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DE LAS

LUCHAS POLÍTICAS

EN LA

ESPAÑA DEL SIGLO XIX

POR

A. FERNANDEZ DE LOS RIOS

SEGUNDA EDICION

REFUNDIDA Y CONSIDERABLEMENTE AUMENTADA

ILUSTRADA

CON VISTAS DE SITIOS, EDIFICIOS Y MONUMENTOS HISTÓRICOS; ESCENAS MEMORABLES;
RETRATOS, FACSIMILES Y AUTÓGRAFOS DE HOMBRES POLÍTICOS, ESCRITORES, GUERRILLEROS, CAUDILLOS Y PERSONAJES
NOTABLES; REPRODUCCIONES DE OBJETOS CURIOSOS Y DE ESTAMPAS YA ANTIGUAS Y POCO CONOCIDAS

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DERECHOS RESERVADOS

Madrid: 1879.-Imprenta de Enrique Rubiños, plaza de la Paja. número 10

PRÓLOGO

A pocos países puede aplicarse como á España aquella desconsoladora definicion de Lingard: «La historia no es más que el cuadro de las miserias que ha sufrido la humanidad por las pasiones de algunos hombres; y no hay pueblo más necesitado que el nuestro de conocer á fondo los anales de su vida, la crónica de sus sufrimientos, las lecciones de lo pasado, para que le sirvan de enseñanza en lo porvenir.

No fué de eso de lo que se ocuparon comunmente los historiadores españoles; trazaron los cronistas asalariados galerías de magníficos retratos, cuya única falta consistía en lo poco que se asemejaban á los originales; emplearon los monjes su holgura y sus ócios en referir milagros, narrar batallas, contar los muertos, multiplicándolos á su conveniencia, y escribir enormes infólios; especialistas hasta no mirar las fases históricas sino desde un punto de vista limitado, áridos hasta el punto de fatigar al lector más paciente, y fantásticos hasta el extremo de convertir en pura novela los hechos más interesantes; pero rara vez sondearon las fuentes ocultas de ellos, porque ni la censura lo toleraba, ni habia llegado tampoco el momento de fundir la historia en el crisol de la filosofía.

Con el siglo actual cundió la renovacion profunda de los estudios históricos, que no se contentan ya con la investigacion fehaciente de los hechos, ni siquiera de las causas abstractas de cada evolucion, sino que quieren elevarse al conocimiento de los séres, resucitar sus pensamientos y pasiones, aproximarlos á lo presente, y deducir de ellos las leyes generales y, por decirlo así, orgánicas de la vida de los pueblos. Esa revolucion histórica, triunfante en toda Europa, no ha alcanzado, sin embargo, en España á romper por completo juicios falsos, intencionalmente propagados: abundan ya obras excelentes, inspiradas, algunas, por los muchos documentos que fueron parar á los archivos y bibliotecas del extranjero, huyendo de las hogueras del Santo Oficio; pero aún son pocos los escritores que se han decidido á romper resueltamente con lo convencional; á ponerse, francamente, al lado de la verdad; á derribar los pedestales alzados en falso; á ensalzar las cosas útiles y meritorias; á levantar á

á

los débiles y oprimidos; á denunciar á los opresores y los tiranos de todas especies; á revelar las máximas y las artes, por el egoismo explotadas para someter y dominar; á poner de relieve las figuras de los que consagraron su vida al servicio de los hombres, esforzándose en elevar su dignidad, abriendo paso á los fueros de la razon, la emancipacion de las almas y la inviolabilidad del pensamiento; á deslindar, en fin, las glorias venerandas de la patria, que se han apropiado los que sólo tuvieron en ellas una parte subalterna y fatal, y la obra de los que, adjudicándose una aureola artificial, expulsaron los elementos de vigor y los gérmenes de vida, agostaron las fuerzas más poderosas y las instituciones más fecundas, trajeron la decadencia, y cambiaron el puesto que España ocupaba á la cabeza de la civilizacion, por uno de los últimos en la escala de las naciones atrasadas.

Del falseamiento sistemático de la historia á traves de siglos, y del disimulo complaciente de él, que ha sido muy comun en los tiempos modernos, han resultado la persistencia en el criterio histórico, fabricado por la escuela antigua; la furia con que sus defensores degenerados se revuelven contra el que se atreve á levantar una punta del velo con que se cuidan de ocultar las vergüenzas de un pasado ignominioso; la idea equivocada de que las reformas modernas son novedades totalmente extrañas, y el temor, en fin, y la alarma que se logran producir en ocasiones, con el sólo anuncio de lo que se inició, se planteó y prosperó maravillosamente hace cuatro centurias.

Comprendiendo las Córtes de 1820 la necesidad de poner remedio á este grave mal, encargaron á la Academia de la Historia, por decreto de 15 de Abril, la reunion de todos los documentos para escribir la de nuestra Revolucion; pero el caso es, que la historia política de España no se ha escrito aún, á pesar de que, últimamente, han ido surgiendo dentro y fuera de la Península numerosos elementos para buscar la realidad auténtica de los sucesos, y rectificar las imposturas tradicionales, única arma de que se sirven los partidarios de lo caduco para combatir las verdades democráticas. Requiere aquel trabajo la paciencia de los antiguos benedictinos; remontarse á los orígenes, buscar las causas primarias de los grandes acontecimientos, evidenciar sus consecuencias, que explican nuestro pasado lamentable y nuestro presente lleno de dificultades, no contentándose con referir y juzgar de plano, sino evocando, resucitando y rehaciendo períodos que se borraron, para que el lector se identifique con los actores, aprecie exactamente los actos, y no se deje seducir por la nube de vanagloria de que se ha rodeado á los personajes.

Ni á tanto, ni á mucho ménos aspira este modesto estudio de las Luchas poli ticas en la España del siglo XIX, que si fuere una mera cronología de sucesos, no podria ofrecer gran novedad, y si se contentára con poner de relieve las experiencias

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