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bia de experimentar todos estos afectos en los tres grados de su empresa, no sosegaba en el primero arrastrando el deseo de descubrir y conquistar. Dejando pues en la nueva Isabela la mayor parte de los españoles para su poblacion, y de la armada para resguardo de estos, se hizo á la vela el 24 de Abril de 1494, con un navio y dos carabelas. Reconoció en las costas de la misma isla Española el puerto de Monte-Cristi, un caudaloso rio á quien dió el nombre de Guadalquivir, y el puerto de S. Nicolás, á que llegó el 29, siendo en toda la costa visitado de los indios á quienes regalaba y atraia.

II. Desde S. Nicolás vió y observó la punta oriental de Cuba, distante solas diez y ocho leguas, á la cual hoy se denomina punta de Maisí, y entonces llamaban los naturales Bayatiquiri. Dióle Colon el nombre de alfa et omega, (1) cuya alusion no se dice, y aunque pudiera darse al Alfa el de principio, por aquello del Apocalypsis: ego sum Alfa et ómega, esto es principio y fin cuya memoria indica el ô inicial de omega conque solian significarse en cifra: no hallo en que forma pudiere llamarle fin, si no lo era de su actual investigacion principiada por Cuba. Dirigió á ella su navegacion y atravesando felizmente aquel corto crucero, descubrió en su costa de Sur una franca bahía que denominó Puerto Grande: ancló en él, y acudiendo los indios con mucho pescado y comestibles, los obsequió y regaló procurando adquirir de ellos noticias de la tierra.

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III. Salió de Puerto Grande el primero de Mayo, y continuando el reconocimiento de la costa del Sur, observó dilatados puertos, altas y elevadas montañas y caudalosos rios: que despues de fertilizar la tierra

(1) Sigue Herrera en la Década lib. 2o cap. XIII.

con sur cristalinas aguas, arrojaban pródigos sus desperdicios á el mar. Continuaban en toda la costa las visitas de los naturales, que conduciendo en su canoas peces y comestibles, daban alcance á los bajeles no distante de ellas, y con el buen recibimiento, correspondencias é informes favorables que les hacian los indios, que habian ido á Castilla, crecia en aquellos el amor, y respeto á los forasteros. Pero observando éstos al rumbo del Sueste algunas islas, dirigieron las proas hacia ellas, y reconocidas las de Jamaica y otras menores, volvieron el dia 18 á la isla de Cuba. En él llegó á los navíos un indio jóven con la solicitud de permanecer en ellos, seguíanle sus padres llorosos, y sentidos de aquella resolucion procurando disuadirle de ella, más el resuelto mancebo ocultándose en el navío, puso fin á la persuacion y en posesion su deseo.

IV. Continuó el reconocimiento de Cuba por dicha costa del Sur hasta llegar al cabo que llamó de Cruz, y montado, cargó á lo interior de la costa. Halló en esta ensenada muchas isletas, graciosas y de frondosa arboleda, en que resonaba la música de multitud de aves, cuyos colores hacian mas vistosa la montaña, recomendándose entre ellas unas grullas encarnadas que solo las hay en Cuba: y porque la multitud de dichas isletas, hacia difícil la denominacion númerica de ellas, las llamó en comun el Jardin de la Reina (1) en sus canalizos y sonda reconoció copioso número de tortugas de corpulencia extraordinaria, y multitud de peces de todas especies, recomendóse entre éstos el que llaman Revés por la calidad de no soltar lo

(1) De cuya hermosura hace mencion nuestro Solorzano, lib. 1 de Jure Indiarum, cap. VI, no 13

Hanc Cube insulam † septingentæ aliæ, eæque amænissimae in coronæ forma circumstant; quæ a Columbo ob sui pulchritudiner & veriditatem....

que agarraba hasta hacerlo pedazos, de suerte, que si tomado en el anzuelo, se asía de alguna tortuga la atraia indefectible á la obediencia del cordel, y tambien se admiró de la fuerza y fiereza del tiburon. Divirtióse el Almirante en estas observaciones, y las de las isletas, navegando hasta una, que reconoció mayor y poblada de naturales, á quien denominó Santa Marta, y la cual segun la situacion en que se hallaba, parece ser la llamada hoy Cayo de doce leguas, por distar otras tantas de aquella costa de Cuba.

V. Habíase escaseado el agua en los bajeles, y sus navegantes resolvieron arribar á la dicha costa de Cuba, á efecto de solicitarla en ella (1) y haciéndolo felizmente á situacion poblada de naturales, consiguieron el fin y la provision de algunos bastimentos con que éstos acudieron. Reflexionó aquí el Almirante cuanto podria importar para la navegacion de aquellas costas, llevar consigo un indio práctico en ellas, y pidiéndolo á los principales de la poblacion, lo franquearon con urbanidad o temor. Por éste se comprendió que Cuba era isla, y que el Rey ó Cacique de la costa occidental de ella, se hacia respetar y obedecer de sus súbditos por señas, mas no se expresa si usaba de ellas por ser naturalmente mudo ó por hacerse mas temible, cuanto menos ejerciese los manifestativos de la racionalidad.

VI. Continuando al Oeste su navegacion por entre cayos y canalizos, observó Colon la igualdad con que en todas ellas proveyó el autor de la naturaleza aquellos mares de peces, y sus riberas de aves. Vararon los bajeles con más ó ménos dificultad de su salida, pero sin mayor peligro, y con trabajo de la tripulacion, porque encayado en arena ó cieno, fueron alguna vez

(1) Continúa el mismo Herrera al eap. XIV. Dec. 1 lib. 2.

necesarias molestas maniobras para sacarlos, y cansados los ánimos de tanto peligros, escasos y faltos de víveres, resolvió dar la vuelta á la Española. (1) Para ello llegó á una isla inmediata á quien tituló Evangelista, y se tiene por la nombrada de Pinos, en la que se proveyó de leña: comprendiéndose por esto que el Almirante reconoció en este viaje casi toda la costa del Sur de nuestra isla de Cuba, faltándole solo aquel corto espacio de ochenta leguas que corre de la Isla de Pinos hasta el cabo de S. Antonio, término occidental de ella.

VII. Desde la isla de Pinos volvió á costear la de Cuba, buscando al Este la Española: y no previniendo la ensenada, que forma el cabo de Cruz, se entró en el canal de su quiebra, sin montarlo, y se halló sin salida rodeado de tierra. Aflijida la gente, añade el Almirante tenia que animarlos, sobre el cuidado de sacar las naves. Para esto fué necesario retroceder todo aquello que la punta del precitado cabo de Cruz excede á su seno: y aunque el treinta de Junio volvió á encallar la Capitana, libertándose de este peligro con copiosos trabajos, montaron el cabo y salieron á más limpio mar. Navegaron siempre al Oriente repasando las mismas costas porque habian venido, y sufriendo todas las tardes fuertes turbonadas y copiosas lluvias, hasta que el dia 7 de Julio de 1494 anclando en ella, saltó el Almirante en tierra con deseo de oir misa, díjose efectivamente, y aunque no se designa con claridad el paraje de la costa de Cuba en que se celebró este primer incruento sacrificio del Cordero inmaculado, por el rumbo y altura en que se refieren, y hallarse en la costa del Sur (dentro del territorio que hoy compete á la ciudad de Baracoa)

(1) Signe Herrera al cap. XIV, de dicho lib. 2. Dec. 1.

una antigüa y milagrosa cruz, conocida con el distintivo de la Cruz de la Parra, y alguna tradicion de haberse dicho en ella la primera misa, se nos hace más que probable la concordancia de la historia con esta tradicion.

VIII. Recomiéndase como verdaderamente notable que mientras se celebraba este inefable sacrificio, llegó al lugar donde se ofrecia, un Cacique anciano de la tierra, detúvose al reconocer la ocupacion con un género de asombro, que siendo efecto de la novedad imitaba la devocion, observó las altas ceremonias del Sacerdote, la reverencia con que asistian los cristianos, y el respeto con que trataban al Almirante particularmente en la comunicacion de la paz, infiriendo de esto la superioridad de su mando. Con este conocimiento se acercó á él, y luego que se concluyó la misa, en un calabazo de figura de escudilla, que denominaban giguera, le presentó unas frutas del pais, recibiólas Colon con agrado, y manifestándole por signos su benevolencia, tomó asiento, y lo hizo igualmente el Cacique, poniéndose de cuclillas en la tierra, segun el uso reverencial de aquellos: y como manifestaba que deseaba medios de comunicar al Almirante, se solicitó y proporcionó el mejor intérprete que en aquella escasa situacion pudiera traducir de una á otra inteligencia los conceptos y razones del natural.

IX. Abierta la audiencia, dijo el Cacique al Almirante: «Tú has venido á estas tierras (que nunca antes >>viste) con gran poder y has puesto igual temor; sabe »que segun lo que acá sentimos hay dos lugares en la >>otra vida á donde van las almas, uno malo y lleno de »tinieblas, guardado para los que hacen mal; otro ale»gre y bueno á donde se han de aposentar los que >>aman la la paz de las gentes: por tanto, si tu sientes »que has de morir, y que cada uno segun lo que acá

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