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En 22 de abril de 1872 el mismo diplomático brasilero publicó bajo su firma en hoja suelta, que tengo ante mi vista, otra esposicion bajo este título: Apuntamientos relativos a fronteira do Imperio do Brazil; com a República do Paraguay. (1)

Espresa que la frontera del Brasil con la República del Paraguay es conocida, que gran parte de ella fué demarcada en 1754, en cumplimiento del tratado de 1750, por una comision mixtal española-lusitana. Asevera poseer los mapas originales de esta comision mixta, que comp.enden las márgen del rio Paraná desde la embocadura del rio Iguazú, donde comienza la frontera del Brasil, hasta el rio Santa Teresa, que desagua en la márgen opuesta en latitud sud 24° 48'.

Refiere que otra comision mixta partió el mismo año de la Asuncion para Curuguaty, pasó la sierra de Maracajú, bajó por el Iguatemy hasta el Salto de las Siete Caídas, y descendió por la márgen occidental del Paraná hasta distancia de 8 leguas, y puso un marco en latitud 24° 28'; y otro próximo al Salto.

Demarcó luego la frontera por el Iguatemy, levantó el plano hidrográfico de este rio hasta sus nacientes, y el topográfico del territorio de sus márgenes, y que en el último de la sierra de Maracajú, llamada tambien Serra Nanduracay, en que nace el Iguatemy, puso la comision un marco, y otro en la frontera contravertiente juzgando ser el frente del Ipané-guazú, y lo era del rio Aguarahy.

Dice que en 1783 se mandó reconocer si existía en la márgen derecha del Paraná, más abajo de las Siete Caídas, el rio Igurey, como lo indicaba el mapa de 1749, con arreglo al cual se señaló la frontera en el tratado de 1750, y que los habitantes del Paraguay dijeron entonces no hallarse semejante rio.

<«El mapa geográfico, dice, y la Memoria presentada por dicho comisionado, confirmaron la existencia del rio Igurey en el

(1) Impreso en folio á dos columnas, perteneciente á la Biblioteca Americana del General don Bartolomé Mitre.

lugar en que lo señalaba el mapa de 1749, y en justificacion de lo que la comision de 1754 tenía dicho de la sierra de Maracajú, y de los incidentes de la márgen del Paraná hasta 8 leguas abajo del Salto de las Siete Caídas.»>

Asevera que la comision mixta en 1789 subió desde la confluencia del Iguazú en el rio Paraná hasta donde desagua el rio Santa Teresa; que exploró la costa del Paraná hasta la lat tud 24' 28' donde los demarcadores en 1754 colocaron en un tronco de árbol una gran cruz, para indicar que hasta allí habían llegado regresando en seguida.

Empéñase en demostrar que la parte no explorada de la frontera lo fué con motivo de la fuga del general don Francisco Solano Lopez, perseguido por las tropas de la triple alianza, quien atravesó la sierra de Maracajú para el este, siguió despues la Cordillera de Amambay por el norte hasta Chinguello, é hizo conocer el camino entre aquellas dos nacientes del Iguatemy y del Apa.

Refiere que Elliott había hecho conocer en un esboso geográfico el extremo septentrional, mostrando las nacientes de los rios Dorado, Santa María y Brillante, que corren para el este, y de los rios Aquídaban, Apa y Miranda que corren para el oeste; que el Apa es conocido por los paraguayos, como lo prueba la série de fortines ó guardias que tienen en la márgen austral desde su confluencia hasta sus nacientes en la Cordillera de Amambay.

Espuestas estas noticias sostiene que siendo conocidos los territorios, podía señalarse con equidad y justicia las fronteras, con mejor razon y ménos riesgo que con Bolivia y el Perú, dos repúblicas con las cuales el Imperio celebró tratados de límites.

El mismo señor Duarte da Ponte Ribeiro organizó un mapa publicado por la oficina de Remburg, que no tengo á la vista, que comprende la frontera del Brasil con el Paraguay, construido por la seccion topográfica del Ministerio de Agricultura del

Imperio, basado, se dice, en los antecedentes que refiere una hoja suelta impresa á dos columnas, bajo el rubro: Limites de Brazil com o Paraguay.

Las citadas publicaciones de que he dado imparcial cuenta, fueron impresas cuando en los diarios del Rio de la Plata se decía que el baron de Cotegipe, plenipotenciario del Brasil cerca del gobierno del Paraguay, abusaba de la víctima para obtener cesiones territoriales. Fue el negociador del tratado definitivo de límites, de que oportunamente voy á ocuparme.

Ocurre ahora preguntar-¿fué conveniente para la República. del Paraguay celebrar el tratado firmado por el señor Berges y el señor Paranhos en 1856, aplazando la cuestion de límites? ¿Cuál de los dos países ha obtenido mayores ventajas con el aplazamiento?

Hay un hecho que conviene recordar: no se cumplió lo estipulado en 1856, para que una comision mixta reconociese los territorios disputados, y segun sus informes, pudiesen el gobierno paraguayo y brasilero fijar los límites de sus fronteras.

La guerra de la triple alianza había dado diverso giro y diferente solucion á la controversia. Vencido el Paraguay, deshechos sus ejércitos y nuestro el presidente Lopez, el plenipotenciario del Brasil, baron de Cotegipe, negoció directamente el tratado, pues por la guerra quedaba abrogado el de 1856.

En el tratado de la triple alianza ya se señalaron los límites internacionales del Brasil y de la República Argentina con el Paguay, y estudiando el tratado celebrado por el baron de Cotegipe, se verá si la guerra dió ventajas de territorios mayores que la frontera que había propuesto el señor da Silva Paranhos en 1856 ó si el Brasil no modificó sus pretensiones antes y despues de la victoria.

***

COSTUMBRES CHILENAS

UNA JUNTA DE DOCTORES

(RECUERDOS DE ANTAÑO)

La escena pasa en Santiago y en la casa del tio. El abuelito está gravemente enfermo y yo, con mis trece años, gravemente enamorado de la primita Elena, que apenas tiene doce primaveras sobre sus hermosas mejillas de rosas y sus grandes ojos azules. Nuestros amores eran susceptibles de todos los sonrojos é instintivamente buscábamos las ocasiones furtivas para comunicarnos. Discretos y recelosos, simpatizábamos mucho con las medias luces y las medias sombras: los pasadizos, las colgaduras y las grandes preocupaciones de los de la casa, eran nuestros buenos amigos y nuestros amables cómp'ices.

Desde la enfermedad de nuestro comun ascendiente, me enviaban todas las mañanas á saber de su estado.

Aquella mañana había mucha agitacion en la casa, varios coches aguardaban en la calle; todo me hacía presumir que un concurso extraordinario la invadía; era, pues, una buena mañana para mis amores.

En efecto, se trataba de una junta magistral de doctores, convocada por el médico de cabecera para disertar y resolver por mayoría científica, sobre la enfermedad y el tratamiento del

abuelito, cuyo estado había empeorado visiblemente desde el dia anterior.

No se me permitió el acceso á la habitacion del enfermo, y se me dijo que no lo podría ver hasta que los sabios doctores hubieran terminado sus magestuosas funciones.

Fuí entonces á mi primita que estaba en una pieza distante otra de por medio del dormitorio invadido.

Estábamos en lo mejor de nuestros tiernos coloquios cuando oímos un gran ruído de voces que se acercaban por el lado bloqueado.

Temiendo ser sorprendidos, no tuvimos más que el tiempo preciso para escondernos en el hueco de una puerta, provista de unas grandes cortinas que nos ocultaban completamente á las miradas de los que iban á pasar y que al fin no pasaron de allí, sentándose al rededor de una mesa de centro, pidiendo tinta, papel, plumas y agua, por lo que presumimos que tardarían en dejarnos expedita la retirada, desde que los tales preparativos anunciaban que aquellos señores se disponían á celebrar un consejo solemne.

Observamos con una curiosidad infantil. Por los anteojos de varios, las grandes barbas de otros, las narices monumentales de dos ó tres, las canas y el aspecto heteróclito de todos, colegí que tenía al alcance de la vista y del oído á los amables doctores que involuntariamente habían servido á nuestros íntimos é inocentes intereses de enamorados. Ese servicio involuntario me hizo quizá pensar en que á pesar de los anteojos, las canas y los soberbios apéndices nasales, aquellos personages debían ser muy sabios, y me alegraba interiormente considerando la buena fortuna de mi abuelito al caer entre sus manos.

Entraron dos criados, trayendo ci uno recado de escribir, y el otro, en vez de agua, una bandeja atestada con copas, cigarros puros, bizcochos y una enorme licorera bien surtida.

Luego que se hubieron retirado los fámulos, á indicacion de

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