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habian producido en los consejos de Felipe IV una grande inquietud, que se refleja en el empeño que se ponia en enviar pronto un nuevo gobernador, i en muchas otras providencias. Así, en 9 de abril de 1662, el soberano avisaba al virrei del Perú que habia dispuesto enviar de España, por la vía de Buenos Aires, un refuerzo de mil hombres para socorrer al reino de Chile; i le encargaba que en los auxilios de tropa que el virrei enviase del Perú escusara cuanto fuese posible el que se enrolasen mulatos i mestizos, que aunque orijinaban gastos considerables, no eran de ningun provecho en el ejército. Con la misma fecha, Felipe IV, al confiar al obispo Cimbron el gobierno de Chile, le encargaba que suspendiera las malocas i campeadas en el territorio enemigo, que pusiera término a la venta de los indios como esclavos, que hiciera volver en libertad a los que se hubiesen sacado para el Perú. Por último, creyendo en la eficacia de las medidas de suavidad para pacificar a los indios, i persuadido en su arrogancia de soberano de que las medidas que dictase en Madrid tendrian acatamiento i prestijio entre los bárbaros de Arauco, mandaba que por bando se anunciase a éstos que su real bondad les perdonaba todos los delitos cometidos en el anterior levantamiento i los declaraba libres de toda servidumbre, a condicion de que se sometiesen a su servicio i obediencia. Se comprende que estos ofrecimientos, dictados por la ilusion que el orgulloso monarca español se hacia en el alcance de su poder, i por el desconocimiento completo que en la corte se tenia del carácter i de la condicion de los indios de Chile, no habian de tener ninguna eficacia. Pero era mas grande todavía el error de los consejeros del rei cuando creian que un hombre de los antecedentes i de las cualidades de don Francisco Meneses vendria a Chile a asegurar la paz i la tranquilidad.

Parece, en efecto, que el nuevo gobernador tenia desde España poca confianza en el poder de esas declaraciones con que el monarca pretendia someter a los indios de Chile. La impetuosidad de su carácter le hacia comprender que solo por la fuerza de las armas podria reducir a aquellos bárbaros. Meneses hubiera querido traer a este pais un socorro considerable de tropas; pero en vez de los mil hombres que el año anterior ofrecia enviar el rei, solo se habian reunido unos trescientos, con un acopio regular de armas para equipar algunos centenares mas. Ya que no le era posible obtener un refuerzo mayor, consiguió al menos que el monarca hiciese en favor del ejército que le servia en Chile una declaracion consignada en una real cédula de 20 de febrero de ese año en los términos siguientes: Teniendo presente que la gue

rra de Chile siempre se ha tenido por mui ardiente i ofensiva, reputándola con igual estimacion a la que se profesa en los demas mis ejércitos, he resuelto declararla por guerra viva para que los militares que me sirven en Chile gocen de todos los honores i privilejios que estan concedidos a los ejércitos de España, Italia i Flándes.

En esos momentos se alistaba en Cádiz una escuadrilla que debia partir en breve para el Rio de la Plata. Estaba ésta encargada de conducir a Buenos Aires a don José Martinez de Salazar, nombrado gobernador de esa provincia, a los oidores que venian a ella a fundar una nueva audiencia, i a algunos padres jesuitas. En esa misma escuadrilla debia hacer su viaje don Francisco Meneses con sus trescientos soldados, para continuarlo por la via de tierra desde Buenos Aires hasta Chile, como lo habian hecho otros capitanes. Conocidas la arrogancia i la impetuosidad de Meneses, no era de esperarse que durante la navegacion reinara mui buena armonía entre él i aquellos funcionarios; pero nada podia hacer presumir que las rencillas provocadas por éste tomaran un carácter tan alarmante como el que tuvieron. Apénas llegado a Cádiz, el 23 de marzo (1663), comenzó a acelerar la partida de la escuadrilla, atropellándolo todo, provocando numerosas dificultades i acusando al gobernador de Buenos Aires i al armador de las naves de toda clase de faltas para demorar su partida i para hacer de esta espedicion una em. presa de contrabando i de negocios fraudulentos. Habiendo partido de Cádiz el 12 de abril siguiente, se renovaron durante la navegacion los altercados i pendencias, ya por el rumbo que se tomaba, ya por creer Meneses que no se le hacian los honores correspondientes a su rango, o por las sospechas que abrigaba de que el armador de la escuadrilla pretendia hacer comercio de contrabando en la costa del Brasil. Llegado a Buenos Aires el 27 de julio, Meneses se obstinó en no bajar a tierra, i mantuvo en la nave que montaba la insignia de su mando, resuelto al parecer a hacerse de nuevo al mar con los buques que conducian su jente, para seguir su viaje a Chile por el estrecho de Magallanes. Fué inútil que el obispo de Buenos Aires don frai Cristóbal de Mancha i Velasco i el gobernador de Tucuman don Pedro de Montoya, que se hallaba en esa ciudad, pasasen a la nave en que estaba Meneses, a pesuadirlo de desistir de ese intento. El gobernador de Chile se quejaba de todo el mundo, hacia reclamaciones de toda clase i se negaba a todo avenimiento. Aquel altercado, que tomaba las proporciones mas alarmantes, mantenia a las autoridades de tierra en la mayor inquietud, viendo desobedecidas sus órdenes. Cuando Meneses pretendió salir del puerto, la artillería de tierra hizo fuego sobre su nave i la obligó a

detenerse. Este buque, ademas, se varó en un banco, i no siéndole posible sacarlo de allí, el turbulento jeneral se decidió a desembarcarse. En tierra se renovaron las competencias i dificultades hasta el punto que el gobernador de Buenos Aires, con acuerdo de la real audiencia, se creyó en la necesidad de imponer arresto a Meneses en la casa en que estaba hospedado, i de mantenerlo bajo guardia hasta que a fines de octubre estuvieron hechos todos los aprestos para que partiese a Chile (14). En medio de estos altercados i durante su viaje por la pampa, se desertaron algunos de los soldados que traia de España.

El 1. de diciembre entraba Meneses a San Luis de la Punta, la ciudad mas oriental del reino de Chile. Era entónces aquella. una aldea miserable, aislada en medio de la pampa, i cuyos escasos pobladores, jente pobre i desvalida, vivian ajenos al movimiento administrativo i social de estas colonias. En su deseo de entrar luego en el ejercicio del mando, Meneses se hizo recibir allí en el carácter de gobernador del reino. Continuando en seguida su viaje, llegó a Mendoza el 13 de diciembre, i en esta ciudad dió poder en regla al oidor don Alonso de Solórzano i Velasco para que en su nombre se recibiese en el rango de presidente de la real audiencia de Santiago (15). Estos primeros actos del nuevo gobernador dejaban ver de sobra el atolondramiento de

(14) Estos incidentes estan contados en unas pocas líneas por el padre Lozano en la obra i lugar citados, pero su relacion es de tal manera sumaria que no es posible formarse una idea clara de ellos. Fuera del libro del dean Fúnes, que, como dijimos, no hace mas que repetir la version de Lozano, no conocemos ninguna otra fuente impresa de informaciones sobre estos sucesos. Tampoco hemos podido ver las comunicaciones i documentos que acerca de ellos debió remitir al soberano el gobernador de Buenos Aires. Pero si tenemos copia de una estensa carta de don Francisco Meneses al rei, escrita en los Arrecifes de Buenos Aires el 2 de noviembre de 1663, en que le da cuenta de todos los accidentes del viaje i de los sucesos ocurridos en aquella ciudad. Esa carta consta de cuatro grandes pliegos escritos con tanto desórden en la redaccion que dan una idea mui embrollada de esos hechos. Por lo demas, todo hace creer que Meneses no queria hacer una relacion clara de lo que habia ocurrido, i que por eso, mas que en esplicar prolijamente los hechos, se entretiene en acusar al armador de la escuadrilla, al gobernador de Buenos Aires, a los oidores de la audiencia i a los padres jesuitas, atribuyendo a casi todos ellos el propósito de hacer grandes negocios de contrabando. El rei, por cédula de 31 de diciembre de 1665, encargó al virrei del Perú que investigase la verdad acerca de aquellos desórdenes i altercados; pero esa cédula llegó a Lima cuando gobernaba accidentalmente la audiencia, i segun parece no se hizo nada eficaz con ese objeto.

(15) Este poder se halla publicado por don Miguel L. Amunátegui en el tomo III, páj. 51 de La cuestion de límites entre Chile i la República Arjentina.

su carácter; pero hechos mas acentuados todavía vinieron a revelar en breve lo que podia esperarse de su gobierno.

Meneses habia comunicado desde Buenos Aires al cabildo de Santiago su próximo arribo a Chile. Esta corporacion, al recibir la noticia, en 19 de noviembre, habia acordado hacer al gobernador un ostentoso recibimiento i enviar una diputacion a darle la bienvenida a Mendoza (16). Don Ánjel de Peredo, por su parte, se habia apresurado a escribirle una respetuosa carta en que le daba cuenta de los progresos alcanzados en la pacificacion del reino. Meneses supo, al recibirla, que en Chile se habian levantado informaciones para demostrar al rei los servicios del gobernador interino. Esto bastó para que en la misma ciudad de Mendoza dictase, con fecha de 27 de diciembre, una provision por la cual, considerando a Peredo privado del gobierno i a pretesto de que no convenia que el ejército estuviera bajo las órdenes de varios jefes, disponia que el maestre de campo don Ignacio de la Carrera tomase desde luego el mando militar del reino; i ese nombramiento accidental fué respetuosamente acatado por el cabildo de Santiago. Este procedimiento estaba, ademas, calculado por la soberbia de Meneses para eximirse de prestar personalmente el juramento de estilo ante el cabildo de la capital. Así, el 23 de enero de 1664, al hacer su entrada solemne en la ciudad, estaba por medio de sus apoderados en posesion efectiva del gobierno. Fué recibido con todo el aparato de estilo, pero no se le tomó el juramento acostumbrado. Sin embargo de esto, ese mismo dia tuvo un ruidoso altercado con el obispo, de que hablaremos mas adelante; i, queriendo hacer sentir su poder, mantuvo cerca de su persona, i como una guardia dispuesta a cumplir todas sus órdenes, los trescientos hombres con que habia llegado a Chile.

5. Atropellada conducta del nuevo

gobernador: perse cucion de don Anjel de Peredo i del oidor Solórzano i

Velasco.

5. El nuevo gobierno se iniciaba con un lujo de arrogancia, cuyas deplorables consecuencias no era difícil prever. Meneses, hombre de conversacion fácil en las relaciones ordinarias de la vida, asistia a todas las fiestas públicas i particulares que habia en la ciudad, hablaba indistintamente con toda clase de personas, sin medir el alcance de sus palabras, hacia ostentacion de su destreza de jinete, para lo que habia adquirido algunos caballos, a los cuales prestaba das mas esmeradas atenciones, i se hacia notar por sus hábitos galantes

(16) Acuerdo del cabildo de 19 de noviembre de 1663, a fojas 246 del libro 16.

i cortesanos i por una desdorosa disipacion de costumbres (17). Aunque se mostraba igualmente franco i espansivo con todo el mundo, cuidaba de hacer mas atenciones a las personas acaudaladas que le regalaban un caballo o alguna otra prenda. La franqueza de su trato rayaba en la indiscrecion, no solo al hablar de otras personas, sino en conversaciones mas delicadas todavía. Contaba con desenfado el valimiento de los amigos que tenia en España, el concepto que se hacia de él, como de un hombre que no retrocedia ante ningun compromiso, i daba noticias bien desfavorables del estado de la corte. Se refiere que hablaba del rei con mui poco respeto, que imitaba burlescamente su porte i sus movimientos, que decia que por su carácter, su edad i sus achaques, Felipe IV era un hombre inútil; i que si despues de su muerte tomaba la rejencia la reina, se habian de ver en España cosas bien estraordinarias. Meneses era en este particular el eco del partido que en la corte encabezaba don Juan de Austria; i aunque sus apreciaciones sobre el rei fuesen mas o ménos exactas, ellas debian producir un grande escándalo entre los colonos, acostumbrados a ver en el soberano el unjido i el representante de Dios. Así, los testigos que refieren estos hechos los denuncian como verdaderas blasfemias (18).

(17) En las numerosas representaciones que las autoridades i los particulares dirijieron a la corte acerca de la conducta del gobernador Meneses, se habla de estos hechos con mas o ménos amplitud de detalles. Esas acusaciones existen en el archivo de Indias. Casi todas ellas estan firmadas por sus autores; pero hai una anónima notable por su claridad i por el gran número de noticias que contiene. Se titula: "Relacion verdadera que remite al rei, nuestro señor, un leal vasallo suyo significando el estado en que se halla este reino de Chile despues de haber llegado a él el gobernador don Francisco Meneses." De este documento copiamos las palabras que siguen: "Es (Meneses) tan amigo de presentes cuantiosos que a los que tienen qué dar los honra i da loš oficios, los acompaña hasta sus casas, corre a hachazos (paseos con hachas encendidas) en sus puertas, baila en los desposorios i zapatea con las muchachas, de tal suerte, que en todas las fiestas viene a ser la risa de los estrados, que ven estragada la autoridad del oficio que representa, i las canas que le acompañan desmentidas. Salió a unos toros a la plaza, i fuese uno de ellos que mostraba algunos bríos; i dando voces, dió tras él con pretal de cascabeles, corriendo por las calles entre los vaqueros con desjarretaderas, i algunos lisonjeros que le siguieron corriendo por las calles hasta el rio siguiendo al toro. I ese dia, queriendo hacer un lance a un toro que traia una soga arrastrando, le tuvo tan descompuesto fuera de la silla i los brazos sobre el cuello del caballo, que a no ser tan manso, que despues de mal herido no hizo movimiento alguno, lo postra por los suelos i pudiera sucederle algun mal caso, acciones todas que han causado grande risa dando a entender mui poco juicio sin maduro acuerdo."

(18) Carta al rei de los padres del convento de San Agustin de Santiago, de 16

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