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y aunque llenó su almacen
del coraje de un Roldan,
pasó el Ebro D. Basilio
con tanta facilidad
como pasa un aguador
por la calle de Alcalá.

Y aqui acabó la campaña
del brigadier singular

que siempre fué persiguiendo
á la faccion criminal

y nunca logró alcanzarla,
lo que acontece, en verdad,
á todo el hombre que busca
lo que no quiere encontrar.

Dos partes escribió el brigadier Narvaez durante su encargo de perseguir á las facciones de Aragon; uno al capitan general de Castilla la Vieja, diciéndole: que los carlistas iban tirando los fusiles en el mayor desórden, y otro al comandante general de ambas Riojas, diciéndole: que habiendo la faccion pasado el rio no tenia esperanzas de alcanzar el triunfo que apetecia. Todos los partes de NARVAEZ, como militar, son por el estilo: ó se reducen á enterar al gobierno de triunfos alcanzados por otros militares, ó á manifestar que tiene el sentimiento de no haber derrotado completamente á la faccion por la razon sencilla de no haber tropezado con ella. Cuanto mas hojeo la historia contemporánea, mas me convenzo de que NARVAEZ es..... un hombre muy grande.

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CAPITULO XVII.

TERCERO Y ÚLTIMO SITIO DE BILBAO.-CÉLEBRE PASO DEL PUENTE DE LECHANA.

Encargado el general ESPARTERO del mando en gefe del ejército del Norte desde los acontecimientos políticos que motivaron la dimision de Córdova, continuó dando repetidas pruebas de pericia militar y de un valor en que, lo repito, nadie le ha escedido y pocos le han igualado. Pero faltábale conquistar el mas puro é inmarcesible de sus laureles, y los enemigos le ofrecieron para ello ocasion con motivo del memorable sitio de Bilbao.

Es demasiado reciente la historia de aquellos sucesos para que mis lectores hayan podido olvidarlos, y por otra parte lanarracion de todo lo que dentro y fuera de la invicta Bilbao tuvo lugar durante el sitio seria demasiado larga, razon por la cual omito todos estos detalles y paso desde luegoá la grandiosa operacion por medio de la cual salvó el ilustre ESPARTERO á Bilbao de los. horrores de una guerra sangrienta, y á la nacion de las calamidades del despotismo. La historia de ESPARTERO, publicada por la sociedad de ex-milicianos, dá cuenta de la espresada operacion del modo siguiente:

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«Habia de efectuarse el 24 de diciembre, dia que estaba destinado por la Providencia para demostrar lo que puede el valor de los pechos españoles; dia en que estos se mostraron dig

nos hijos de los Cides y Pelayos; dia en que se batió el pendon de la tiranía ahuyentando las huestes fanáticas que le tremolaban; dia cuya memoria no podrá borrarse jamás de los que no sean sordos á la voz de la patria y del honor; dia de júbilo para la causa legítima de Isabel II y de la libertad; de gloria inmensa para las armas españolas mas que nunca cubiertas de laureles, de regocijo grande para los héroes bilbainos. Tras tanta fatiga soportada, tras tanto sacrificio esforzado, habia de amanecer el dia de la redencion de aquel pueblo modelo. Suspirábanle todos los que con acrisolada constancia habian cubierto sus débiles murallas, vaticinándole como seguro los que conocian el carácter y decision del general ESPARTERO.

No titubeó este, llegado que fué aquel dia, sobre la determinacion que debia tomar, disponiendo que la brigada del coronel Don Baudilio Mayol que se hallaba acantonada en Cestao, pasase la ria de Galindo por el puente establecido frente al Desierto, de que hemos hablado, construido por la marina real inglesa. Auxiliada esta fuerza con media batería de lomo, servida por individuos de la misma nacion, marchó á situarse, segun las órdenes del general, en la altura que dá frente á la desembocadura de la ria de Azua: debia colocar ademas los tiradores en la torre arruinada de Luchana y en los edificios inmediatos á la ria de Burceña. Tenia por objeto este movimiento el atraer la atencion del enemigo hacia la izquierda del Nervion, para que disminuyese las fuerzas que tenia dispuestas para embarazar el ataque de nuestras tropas y para que al mismo tiempo favoreciese à las que estaban destinadas á lanzarse sobre el puente de Luchana; porque siendo este punto la llave de las posiciones de Cabras y la Calzada, y de toda la cordillera de Archanda, era el tomarle prévia é indispensable operacion y la mas vital que en aquella ocasion podia presentarse. Pero dificilísima en el mas alto grado, tenia de arrojada otro tanto que de necesaria. El enemigo se hallaba fortificado á la parte opuesta de la cortadura de un arco de mas de 40 piés de diámetro, ocupaba varias casas inmediatas á él, zanjas y parapetos establecidos con oportuna destreza, estaba protegido por dos baterías, situada la una à 50 pasos sobre el camino y en la falda del monte Cabras la otra; porque preciso es confesar con la imparcialidad que á nuestro carácter conviene, que si torcidos y reprobados deseos abundaban en el campamento de los carlistas, si la ruina de la patria y de la libertad era su

resultado inevitable, no faltaba una acertada direccion á sus trabajos y una constancia y tenacidad muy en armonía con las risueñas esperanzas que con marcada intencion les habian obligado á fundar. Embarazaba ademas la ejecucion de tan colosal proyecto el horroroso y deshecho temporal que entonces reinaba, capaz de dar al traste con otro valor menos probado que el de los soldados de la patria, llamados à superar tanto obstáculo en medio de un rigoroso invierno, sin otro auxilio que el de su brazo, ni otro mitigante de la intemperie que el fuego que les comunicaba su bien templado corazon. Por último, para que las desdichas fuesen completas habia de faltar el auxilio de ESPARTERO, del general cuyo nombre inspiraba tanta confianza, y tanto valor difundia en las filas, que cedia en aquellos instantes á la gravedad de sus dolencias, y se veia en la precision de confiar, como lo hizo interinamente, el mando de las tropas al general D. Marcelino Oráa, gefe de la plana mayor general del ejército. Parecia con efecto que una mano omnipotente trataba de embarazar el sangriento y porfiado combate que muy en breve iba á tener lugar entre hermanos, entre individuos de la gran familia española; parecia que desencadenados los elementos todos avisaban al hombre que no necesitaba emplear el acero funesto para terminar una existencia harto débil y quebradiza; parecia que una fuerza superior habia determinado dar al traste con las que en contrarios bandos jugaban la desastrosa lid, envolviéndolas en una comun é inevitable ruina. Cuantos obstáculos, cuantas dificultades pueden presentarse á las determinaciones de los hombres, otras tantas se efrecian á la ejecucion de aquel arriesgado proyecto; pero eran españoles los soldados encargados de llevarle á cabo; soldados cuyos pechos rebosaban amor à la reina y á la libertad; soldados que por tan sagrados objetos no una, mil veces, habian jurado sacrificarse. Y los esforzados jamás juraron en valde, ni vacilaron ante el peligro, ni titubearon al aproximarse el momento de cumplir sus juramentos; y alli en la miserable huesa destinada á cubrir los restos mortales, alli vieron la entrada del templo del honor, la gloria é inmortalidad. Conocíalos perfectamente quien como ellos pensaba, su general, que tan ópimos frutos recogia por sus desvelos: no era de dar lugar á que se marchitasen, ni de retroceder un solo paso de la magnífica decision de salvar á Bilbao.

Ocho compañías de cazadores fueron las destinadas para la

atrevida empresa: la 1.a y 2.a del primer regimiento de la Guar dia Real, la 1.2 y 2.a del de Soria, la 1.a y 2.a del de Borbon; (es. tas seis pertenecian á la segunda division), la del tercer batallon de Zaragoza y la del segundo del 4. ligero. El teniente de artille. ría don Manuel Alvarez Maldonado formaba parte de la embarcacion con suficiente fuerza de su cuerpo, destinada á servir las piezas que se habian de tomar al enemigo; asi es, que aun no habian empezado á obrar cuando ya contaban como segura la victoria. Esta brillante columna, mandada por el comandante de infantería de Soria don Sebastian Ulibarrena y el de Zaragoza don Francisco Jurado verificé su embarque à las cuatro de la tarde, para cuya operacion se atracaron al muelle de la casa-venta todas las lanchas de Laredo, Castro-Urdiales y demas del pais que pudieron ser reunidas, que entre todas venian å ascender de 28 á 30, en las que se repartieron tambien todos los guardias marinos y marineros que no tenian destino en los buques que habian de proteger el desembarco. El fin de la empresa era saltar en la orilla ocupada por los enemigos, apoderarse de sus obras y proteger la reabilitacion del puente de Luchana.

Sublime y majestuoso fué el acto de zarpar las lanchas, guiadas y escoltadas por las trincaduras de la marina nacional. La fuerza sutil avanzó por la canal que está cerca de la orilla occidental, llevando la vanguardia las trincaduras Infanta y Reina Gobernadora, y siguiendo los otros buques en el órden que se les tenia señalado, segun lo permitian las circunstancias de cada uno y la fuerza que traia la mucha agua que se despegaba de los montes en aquel momento. El brigadier don Manuel de Cañas, acompañado de su segundo don José Morales de los Rios, tomó el centro de la columna sobre la lancha Vizcaya, dirigiéndose á vanguardia y retaguardia, ó estrechando las distancias segun lo exijia la necesidad de sus disposiciones, que fueron fielmente trasmitidas por el capitan de fragata don Francisco Armero, embarcado en el mismo bote, á quien se fió el encargo de remolcar cualquier lancha que pudiera caer hácia la canal impelida del aguaducho ó de cualquier otro incidente. En el mismo momento de dar principio à la ejecucion, se pronunció de una manera espantosa el temporal que ya reinaba. La nieve y granizo, segun la espresion del mismo ESPARTERO, acompañado del huracan, bastaban para intimidar al espíritu mas fuerte; pero superiores á todo nuestros valientes cazadores, despreciaban en su esforzado ardi

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