Imágenes de páginas
PDF
EPUB

gar á los indios de las provincias de Arma é las confinantes á ella, acordó de que se fundase un pueblo de cristianos; ansí, por los vecinos que en ella habian de residir se partió el capitan Miguel Muñoz á fundar la villa que por nombre tuvo de Arma; é volviendo á lo de Antiocha, allegando el Adelantado á Panamá, despues de haberse purgado antel acatamiento de los señores del Audiencia, fué á su gobernacion con deseo de se vengar y aun tornarse de nuevo á apoderar en la cibdad de Antiocha; allegó alguna gente de pie y de á caballo y con ella se fué para allá, adonde con tratos que tuvo con Isidro de Tapia fué rescibido por gobernador, y repartiendo los pueblos de los indios entre las personas que le parescieron, salió de allí y fué por el rio grande abajo, y pasada la admirable puente de Bremico fué en demanda de la junta de los rios. Lo que le subcedió no me he yo obligado á escribirlo, y por eso en nuestra narracion no diremos más de que allegó á unos valles donde habia alguna copia de gente, é tuvo noticia de que adelante habia mucha más é que poseian gran cantidad de oro, lo cual sabido dió la vuelta por llevar pocos caballos, y en este medio tiempo Belalcazar habia enviado por su teniente é capitan de la cibdad de Antiocha al bachiller Madroñero, hombre inclinado á crueldad y vengativo y que no tenia capacidad para gobernar provincias qu' estaban revueltas, el cual como allegase á Antiocha tornó por su mano á repartir las provincias y quitalles á quien las 1 tenia, de manera que ya se habia hecho tres repartimientos: uno por el fundador Robledo, y otro por Pedro de Here dia, y otro por él. Mirad qué concierto y órden habria en los indios, pues que cada hora conoscian un señor, y por quedar malquisto Madroñero con los vecinos de aquella cibdad, é porque supo que iban muchas quejas dél al gobernador Belalcazar, acordó de se ir á ver con él, y haciéndolo ansí se partió de Antiocha y fué á la cibdad de Cali, donde en aquella sazon residia el adelantado Belalcazar, y no obstante que Madroñero hobiese agraviado á todos los más de los descubridores y conquistadores que con Robledo se hallaron en la fundacion de aquella cibdad, y haber en la provincia de Cartama echado en cadenas muchos indios de los que estaban confederados con los españoles, é que fueron por los crescidos canes muertos no pocos dellos, Belalcazar, no solamente no le castigó, mas confirmóle los poderes é cargos que primero le habia dado. Cosa mal hecha

[merged small][ocr errors]

y que á todos paresció mal; mas en ninguna provincia que hobiese gobernador la justicia andará recta, ni los que en ella habitaren 1 dejaran de ser molestados, é hasta agora por las muertes que han habido los gobernadores que han gobernado en este nuevo imperio de Indias se podrá colegir qué tales fueron sus vidas, porque jamás hobo en ellos templanza, ni se moderaron cosa alguna, ni conoscieron las mercedes que de mano del invitísimo César nuestro señor rescibieron, para serville como era justo. En conclusion, los gobernadores de Indias más se han tenido por reyes dellas que no por prefectos, y agora si hay retitud y órden en todo, es la causa de las Reales Audiencias é visorreyes y presidentes que presiden en gran parte destas Indias; y hago esta digresion para que si alguno hobiere vivo, que son pocos, que mire con atencion que le conviene vivir rectamente y amar la justicia, y ansí será de Dios 2 servido y la voladora fama no lo terná en olvido. En el inter quel capitan Madroñero vino á purgarse antel gobernador Belalcazar, el adelantado don Pedro de Heredia dió la vuelta de aquel descubrimiento que queria hacer, y llegado á la cibdad de Antiocha la tornó á ocupar é repartió otra vez las provincias entre las personas que le eran amigos, y prendió á algunos de quien tuvo sospecha, y por tener nueva que en aquel tiempo habia llegado á la provincia de Cartagena por juez de residencia el licenciado Miguel Diaz Almendariz, se partió dejando por su teniente y capitan al licenciado Gallegos, y súpose en la gobernacion de Popayan todo lo que Antiocha habia hecho el gobernador Pedro de Heredia, y como se supiese de su ida á Cartagena, Madroñero se fué Antiocha con los que iban con él, y entrando en ella de noche haciendo gran ruido, prendió al licenciado Gallegos y le quebró la vara, diciendo quél no venia á hacer justicia sino á vengar injurias; é haciendo otros desatinos y liviandades se apoderó de la cibdad y envió al licenciado Gallegos y á otros presos adonde estaba el gobernador Belalcazar, y tornó á confirmar el repartimiento que habia hecho, y despues lo prendieron á él, como diremos; por donde brevemente habrá el lector entendido las mudanzas de aquella cibdad. Acuérdome al tiempo que la fundamos, que me dijo Robledo que le queria poner por nombre Antiocha, y yo les respondí: no le faltarán guerras como á la de Siria; y porque conviene que volvamos á tratar de lo que pasaba en la cibdad vecina á la

En el ms, habituaren, favorecido.

Equinocial, dejemos lo de Antiocha hasta quel discurso de la obra dé lugar á hablar en ella.

CAPÍTULO C

De cómo el visorrey nombró capitanes en la cibdad del Quito y determinó de ir sobre la cibdad de San Miguel.

Ya contamos en los capítulos de atrás cómo desde la cibdad del Quito el visorrey habia enviado á llamar al capitan Juan Cabrera, que en este tiempo queria entrar á descubrir las provincias del Dorado, é ya le habian acudido Gaspar Gil y Sayavedra y otros, y como se viese con la copia de gente que hemos escrito, acordó de nombrar capitanes, lo cual luego fué hecho y se nombró Francisco Velazquez Vela Nuñez por general, y á Rodrigo do Campo por maestre de campo, y á don Alonso de Montemayor por capitan de gente de á caballo, y Diego do Campo se nombró por capitan de la guardia, y á Francisco Hernandez y á Juan Perez de Vergara por capitanes de infantería de piqueros, y á Jerónimo de la Serna y á Gaspar Gil se les dió cargo de compañías de arcabuceros. A Blas de Saavedra se nombró por sargento mayor, y hecho este nombramiento de capitanes, el visorrey mandó que todos se juntasen para entrar en consulta y tratar del arte que se haria la guerra, diciéndoles que á él le parescia que seria cosa acertada ir á la cibdad de Puerto Viejo y ver si Bachicao ó su gente cuando volviesen tomaban allí puerto, y dar en ellos y desbaratallos, diciendo que se fuesen adelante. El maestre de campo y el capitan Francisco Hernandez, en la consulta no concordaron con el visorrey, antes dijeron que seria gran yerro salir del Quito, sino estarse en él hasta ver si el capitan Juan Cabrera venia, ó de aquella gobernacion acudirian á servir al rey algu nos de los que en ella estaban, y que en viéndose con copia de quinientos españoles podria empezar la guerra por la parte que quisiese. El visorrey todavía estaba impuesto de salir del Quito, y se trató que se fuese á ocupar la cibdad de San Miguel, pues era más importante que Puerto Viejo, y estando en ella tenia lo á ella comarcano, y ansí despues de haber altercado en la congregacion que estaban, se acordó de hacerlo. Habiase enviado al capitan Heredia á los Bracamoros á sacar la gente que en ella habia, y fué preso por el capitan Gonzalo Diaz de Pineda y muerto él y un Mesa, y los espa

En el ms., Saya breda.

ñoles que salieron fueron recogidos por Gonzalo Diaz, que juntamente con el capitan Hernando de Alvarado estaba ya en los términos de la cibdad de San Miguel, y como el visorrey hobiese determinado de salir del Quito, pidió á los vecinos de aquella cibdad que le hiciesen algun socorro, y le dieron pasados de cincuenta mill pesos de oro, sin otros socorros particulares que á soldados habian hecho, y con este dinero y con lo que más tenia el rey de sus redictos, se aderezaron los soldados que tenia el visorrey, el cual en este tiempo hizo proceso contra muchos de los que seguian á Pizarro, los cuales á son de trompeta fueron dados y apregonados por traidores; y hecho esto despachó otro mensajero enviando á mandar á los oficiales de la Real Hacienda de la gobernacion de Popayan, que de los quintos que el rey allí toviere diesen á Juan Cabrera quince mill pesos de oro para que pudiesen aderezar á los soldados que con él saliesen de la entrada donde iba, escribiéndole que con brevedad se viniese á juntar con él. En este tiempo el general Vela Nuñez no estaba en Quito, sino en la provincia de los Puruaes, en los asientos del rio Bamba, y como se determinase por el visorrey y por todos los capitanes de ir á la cibdad de San Miguel, el visorrey mandó al maestre de campo Rodrigo do Campo y al capitan Francisco Hernandez que saliesen del Quito con sus compañías á se juntar con él. El visorrey tenia alguna sospecha del maese de campo porque al tiempo que le fué á ver á Túmbez le habia pedido grandes cosas, las cuales eran que le confirmase los indios y negociase con Su Majestad cómo se los diese perpetuos, con el hábito de Santiago, y otras cosas, que quieren decir quel visorrey habló en secreto con el capitan Francisco Hernandez para que mirase de el arte que se habia el maese de campo en el servicio del rey; mas por entonces nunca él pensó de deservir al rey, y el daño que acarreó fué su remision y ser amigo. de interese, como adelante parescerá, y cierto no era hombre de capacidad, ni que él habia de usar aquel cargo mas, porque andaba el reino lleno de traiciones y maldades que por lo que dél se podia presumir; como el visorrey le mandase á él y á Francisco Hernandez ir á Rio Bamba, salieron del Quito y anduvieron hasta que se juntaron con el general, y el visorrey les invió luego á mandar que se fuesen á los arruinados edificios de Tomebamba á le aguardar, y él salió luego tras ellos y anduvo hasta que llegó

1 En el ms., á los.

allá, adonde todos juntos le aguardaban. En este tiempo fué nueva de la cibdad de San Miguel cómo el visorrey habia de ir sobre ella, la cual se creyó que la inviarian algunos vecinos del Quito por estar mal con el visorrey, ó por querer ganar la gracia de Pizarro; los capitanes Hernando de Alvarado é Gonzalo Diaz de Pineda con alguna copia de gente estaban en un pueblo que ha por nombre Chinchichara, qu' está de la cibdad de San Miguel nueve leguas, desde donde pensaban resistir al visorrey, no sin contradicion de Jerónimo de Villegas, capitan y teniente que era de la cibdad de San Miguel, el cual, ó por ser dado á mirar en agüeros y señales ó por otra causa, era de opinion que no hiciese aquella jornada, porque se perderia.

CAPÍTULO CI

De cómo el visorrey salió de la cibdad del Quito y llegó á la provincia de Tomebamba, Y lo que más hizo.

do entrel maese de campo y el capitan don Alonso no estaban las cosas tan prestas como él quisiera, porque ninguna cosa de lo quél mandó hicieron, y con haber que habia dos dias salido con alguna gente el general Vela Nuñez, el visorrey le envió á mandar que se volviese, diciendo que se queria ir á España y dejar el reino, pues por cosas tan livianas unos con otros tenian competencia, y como el capitan Francisco Hernandez viese la determinacion del visorrey, le dijo que no quisiesen pagarle sus servicios con ingratitud, pues via con la voluntad que todos le venian sirviendo, y que demás desto á su autoridad no convenia dejar el reino tan revuelto, y otras cosas le dijo Francisco Hernandez, y que si de alguno se tenia por deservido, que le mandase cortar la cabeza, y llevase su propósito adelante y no hiciese otra cosa, porque se ternia por flaqueza muy grande; y el visorrey proveyó que su hermano se estuviese, y mandó luego que saliesen las compañías con sus capitanes y que se quedase el maestre de campo en Tomebamba á hacer salir toda la gente y á traer las municiones de la guerra y parte del bagax que se quedaba, y salido el visorrey de Tomebamba por el camino que mejor y más seguro le paresció, anduvo siete ó ocho dias, con muy gran trabajo, por los rios y crecidas sierras que hay por aquella parte, porque no tenian aparejo de adobar los caminos á causa de quedarse en Tomebamba los picos y barras y los otros peltrechos para ellos convinientes; quejábase de la remision del maese de campo, cuán espacioso era en lo que habia de hacer, diciendo quel capitan 6 soldado que militase en la milicia de la guerra que no fuere diligente é presto, que causará grandes males y que no hará cosa bien hecha ni acertada; y con el trabajo y fatiga que digo caminó el visorrey por un camino muy espeso y lleno de sierras y rios y en tiempo que por ser invierno echaban de sí las altas nubes gran cantidad de agua, y habia por falta de bastimentos por estar las provincias de los indios arredradas á una é á otra parte del camino, y á cabo de algunos dias allegó muy cerca de la provincia de Ayabaca, adonde procuró de tomar lengua para saber en qué parte estaba el capitan Gonzalo Diaz de Pineda, porque Iñigo Cardo y los otros tres soldados que de Lima salieron con el barco de pescadores, dijeron cómo los indios les habian dicho que estaba en Caxas ó en Chinchichara. A este Iñigo Cardo, natural de Portogalete, habia mandado el visorrey que guiase el campo como hombre que bien sabía la tierra, é guió al visorrey como buen

Despues de haber mandado el visorrey salir de Quito al maestre de campo y al capitan Francisco Hernandez, quedó proveyendo en la cibdad algunas cosas que convenian y mandó al capitan don Alonso de Montemayor que tuviese bastimento en Tomebamba, pues la mayor parte de la provincia estaba á él encomendada, y llegado don Alonso á Tomebamba hobo algunas porfias y palabras entre él y Rodrigo do Campo, y allegó á tanto la cosa que aina lo averiguaran con los soldados y sus compañías, y fué esta pasion porque ciertos indios que en aquella provincia tenia el maese de campo los pretendia el capitan don Alonso, diciendo ser suyos, y no queria obedescer en nada el mando superior de ser Rodrigo do Campo maese de campo. Al fin fueron puestos en paz y el visorrey salió del Quito á cuatro dias andados del mes de marzo, año del Señor de mill y quinientos y cuarenta y cinco años, con toda la resta de la gente que habia en el Quito, y juntos todos en Tomebamba se huyeron dos esclavos la vuelta de Túmbez, y no se dió tal maña el maestre de campo como fuera justo para los mandar prender, pues siendo suyos parte de los indios de aquella provincia, fácilmente los pudieran haber á las manos. Estos dijeron á Gonzalo Diaz cómo el visorrey queria ir á la cibdad de San Miguel, mas no le supieron dar bastante relación por qué camino pensaba ir. El visorrey llegó á Tomebamba á quince de marzo con no poco deseo de salir de allí, y por las diferencias que habia habi

él

adalid. En estos pueblos se tomó un español, del cual supo el visorrey adonde estaban los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda, y sabido por él, luego se partió de Ayabaca y anduvo hasta allegar á los aposentos de Caxas, desde donde mandó á Francisco Hurtado, natural de Murcia, que con algunas lanzas fuese al aposento de Guancabamba, adonde se decia que habia ciertos españoles, y procurase de los prender. Hurtado se partió luego á hacerlo.

CAPÍTULO CII

De cómo Gonzalo Pizarro, sabido quel visorrey se rehacia en el Quito, se aprestó con su gente para salir de la cibdad de Los Reyes.

Yo quisiera concluir el subceso de Chinchichara y la huida de los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda, y tambien lo quel tirano de Bachicao hacia en Panamá, é la conjuracion que contra él allí se ordenó, y lo mismo la venida del capitan Juan Cabrera á la cibdad de Cali, y la muerte que Diego Centeno dió al capitan Francisco de Almendras. Todos estos acaescimientos pasaron en un tiempo, y con ellos la salida de Gonzalo Pizarro de la cibdad de Los Reyes, é como yo otras veces he dicho que es á mi cargo en la narracion desta obra contar por extenso lo que pasaba, dejado lo uno volveremos á lo otro. El trabajo y la fatiga para mí ha sido, quel lector por la órden de los capítulos hallará lo que quisiere, pues todo se incluye en lo que escribo; y como el visorrey desde Túmbez, acompañado del capitan Rodrigo do Campo y de los otros que con él vinieron, fuese á la cibdad del Quito y allí procurase favor de todas partes para se rehacer, no faltó quien con toda diligencia invió la nueva á Gonzalo Pizarro, que en Los Reyes entonces estaba. y sabida por él se juntaron sus capitanes y amigos para mirar lo que les convenia hacer sobre aquella nueva. El licenciado Cepeda en aquella consulta dió á entender á los capitanes que convenia ir en seguimiento del visorrey hasta ponerlo en tal estado que sea muerto 6 preso, porque habiendo sido tan maltratado, si se viese con pujanza y tal potencia que pudiese tornar á ser restituido en el mando primero, á todos los más principales cortaría las cabezas, porque de un hombre vengativo ninguna esperanza de que usara de clemencia se ha de tener. Francisco de Caravajal, el maestre de campo, bien entendia que Cepeda con recelo del delito

que habia cometido y por no ser castigado por mano del visorrey insistía en la ida contra él; mas como Gonzalo Pizarro en aquella cibdad ya fuese recibido por gobernador, y él desease la guerra como hombre que en ella tanto se habia ejercitado, aprobó el parescer de Cepeda, diciendo que era á todos muy provechoso ir en el alcance del visorrey, y aunque fuese seguillo hasta el mar Océano, porque no era justo que ellos fuesen gobernados por un hombre tan temerario como era él, é que despues de muerto ó preso ternian sus formas y maneras para que Su Majestad los perdonase. Pasadas otras práticas en aquella consulta é congregacion que tuvieron, se determinó de que luego se saliese de la cibdad, y ansí Caravajal dijo que todos los soldados que quisieren seguir á Gonzalo Pizarro en aquella jornada que queria facer al Quito contra el traidor de Blasco Nuñez, que andaba hecho tirano, fuesen asentarse, é que á todos se les daria paga, é como en tiempo de paz los soldados no pueden ser disolutos en robos ni insultos, antes son castigados y la justicia tiene el poder entero para ello, y con la guerra hagan tan grandes delitos y acometan maldades tan pésimas como hemos visto que en este reino han hecho, pues han destruido la mayor parte dél, alegres muchos de los que estaban en la cibdad de Los Reyes en saber la ida que queria Gonzalo Pizarro hacer al Quito, á donde ya sabian que habia tan gran riqueza, echando de sí las capas se adornaban de cueros é plumas y se fueron asentar á donde recibian las pagas cada uno conforme á su calidad: á docientos y noventa soldados se les dió paga á trecientos y á cuatrocientos ducados cada uno, y á quinientos á muchos, y á otros, que eran de más calidad y no querian recibir pagas, pretendiendo repartimientos, les ayudaban con caballos y armas, asentándose por lista los que habian de ir, y es cierto que en el aquel tiempo estaba en la cibdad de Los Reyes la flor de todo el Perú, y no mostraban poco deseo de servir á Gonzalo Pizarro. Adelante, cuando trataremos de la batalla que se dió en el Quito, pondré algunos de los más principales que con él allí se hallaron. El contador Agustin de Zárate, demás de aprovado el parescer de que Gonzalo Pizarro fuese gobernador, é haberlo ausí firmado, le hacia todo servicio con palabras muy adulosas y que en oillas muchos le culpaban por ser tenido por hombre sabio. A don Antonio de Ribera se le dió cargo de que fuese alferez general á la provincia de las Chachapoyas. Se escribió al capitan Gomez de Alvarado

para que con la más gente que pudiese saliese á se juntar con él á la cibdad de Trujillo. Algunos hobo que quisieron decir que cuando le llegó este mandado de Gonzalo Pizarro á Gomez de Alvarado, que tenia intencion de se ir á juntar con el visorrey, lo cual yo no afirmaré, ni tengo por cierto, porque si quisiera bien pudiera irse á juntar con él á tiempo que acababa de desbaratar á los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda; mas, como en algunas digriciones tengo apuntado, siempre con colores quieren salirse afuera los bulliciosos, echando la culpa al tirano; y á la verdad, cosa es cierta quel capitan sin gente es como la nave sin velas ni gobernalle. Alonso de Mendoza se quedó en la cibdad de Los Reyes, fingendo mala dispusicion, é vino á la cibdad del Cuzco, donde juntado con Alonso de Toro hizo lo que diremos.

CAPÍTULO CIII

De como Gonzalo Pizarro salió con toda su gente de la cibdad de Los Reyes, dejando en ella por su teniente al capitan Lorenzo de Aldana.

Ordenado por Gonzalo Pizarro é sus capitanes la salida de la cibdad de Los Reyes, como en el capítulo precedente hemos hecho mincion, entraron en acuerdo para determinar á quién dejarian encomendada la guarde de aquella cibdad, pues era la llave principal del reino. En los acuerdos que hacian siempre se hallaba presente el licenciado Benito Suarez de Caravajal, que grande odio tenia á las cosas del visorrey desde el tiempo que supo la muerte del factor su hermano, afirmando muchas veces que si podia, con su muerte habia de quedar vengado dándosela por sus propias manos. Andando el tiempo fué Dios servido por sus secretos juicios que hobiese de ser ansí. El licenciado Cepeda ya estaba tan metido en las armas, que poco tiempo ocupaba en el estudio de las letras, y como tratasen en quién quedaria allí por teniente, despues de haber nombrado en el acuerdo algunas personas se acordaron en que no habia ninguno que mejor usase aquel cargo que era Lorenzo de Aldana, ansí por la estimacion de su persona é gravedad, como por ser natural de la patria de Gonzalo Pizarro y haberse mostrado grande amigo de sus hermanos é suyo; é acordado esto por ellos y dádole parte á Lorenzo de Aldana, lo abcetó, y despues de haber Gonzalo Pizarro escrito sus cartas á todas las cibdades de las provincias de Goa

manga, Guánuco, Arequipa, Cuzco é Charcas, haciéndoles saber su embajada hácia las provincias del Quito á echar dellas al tirano Blasco Nuñez, que otro nombre no le sabian llamar, é rogándoles quisiesen tenerse siempre por sus amigos y avisalle de lo que en las cibdades que ellos gobernaban pasaba, y ansimismo que siempre tuviesen dineros habidos de los redictos de los repartimientos, pues los encomenderos de todos ellos tenian obligacion de sustentar la guerra y proveer para los gastos della, pues se habia movido principalmente para lo que á ellos convenia; y escritas estas cartas y dejado mandado al capitan Lorenzo de Aldana lo que habia de hacer, en dos naves, acompañados de algunos amigos é criados suyos, se partió para la cibdad de Trujillo, mandando primero que todos hiciesen lo mismo, y salidos los alferez con las banderas, los soldados hicieron lo mismo, y en breve tiempo allegó á la cibdad de Trujillo, adonde fué bien recibido de los señoradores della y todos les hacian grandes servicios, ofresciéndoles sus personas y haciendas, y como supiesen que los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda estaban en Caxas 6 en la provincia de Chinchichara, escribió al capitan Gomez de Alvarado que recogiese la gente que venia por el real camino de la Sierra y se viniese á juntar con él, ó se fuese á le aguardar donde estaban los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda, y él en Trujillo engrosó su ejército con gente que allí pudo haber, Ꭹ los vecinos de aquella cibdad le ofrescian caballos y armas é otras cosas convinientes para la guerra. Aqui murió Francisco Sanchez, su sargento mayor, que era natural de Zamora, nacido de padres muy humildes; y este era mal cristiano, el cual dijo palabras muy desacatadas contra el rey, y agora al tiempo qu' estaba muy vecino á la muerte y se acercase en el que habia de dar de sus pecados y maldades á Dios cuenta, decia que le pesaba de morir en tiempo que Pizarro dél tenia nescesidad, porque le sirviera con toda fidelidad, y que pues por tomarle la muerte allí no podia pasar adelante, quél queria dar un aviso, y era que los arcabuceros despues de haber cargado con la pelota y pólvora los arcabuces, echasen en cada uno tres ó cuatro pares de perdigones porque no errasen el tiro; y diciendo estas oraciones y otros derreniegos murió con menos contricion que yo querria llevar cuando en semejante tiempo como aquel me viese, y de su muerte le pesó grandemente á Pizarro y á sus capi

tanes.

« AnteriorContinuar »