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CAPÍTULO CIV De cómo estando en Panamá el capitan Hernando Bachicao eran hechos por él é por sus soldados grandes robos y otras no pequeñas maldades.

Bien será que tratemos un poquito del subceso del capitan Hernando Bachicao, que despues de haber llegado á Panamá y aposentádose sus soldados, despachó á Francisco Maldonado y al doctor Tejada para que fuesen á España, y á los vecinos de Panamá mandó que luego sin dilacion ninguna adobasen la nave en que vino el licenciado Vaca de Castro, porque era de Pizarro, y el artillería mandó que se recogiese para la volver al Perú, y no vian los tratantes y mercaderes sino cómo sirvirian á este tirano; y al capitan Juan Vendrel y á otros hizo grandes daños, rescatando por dineros á los que iban en naves á la gobernacion de Popayan, Siempre andaba con unas cuentas en la mano, no para que diese testimonio de vivir bien, moral ni de otra manera, sino para engañar á los hombres, diciendo que por aquellas cuentas contaba los arcabuces y gente de guerra que tenia; y de Su Majestad decia palabras inormes y tan feas que yo al tiempo que las oia temblaba de que un hombre cobarde y tan suez tuviese atrevimiento tan loco, y aun dicen que con el doctor Tejada escribió una carta de desatinos para Su Majestad, la cual el doctor rompió. Pues como se viese apoderado de la cibdad de Panamá, dando rienda suelta á los vicios no entendia sino en lujurias y deshonestidades con sus mancebas, y en comer bien espléndidamente á costa de los pobres mercaderes. E andaba todo tan revuelto en Panamá, que ninguna justicia ni órden habia. Los facinerosos soldados suyos, viéndose en cibdad tan próspera é poblada de mercaderes, juntábanse por cuadrillas, é con amenazas que les hacian eran proveidos á costa de sus fieros de buenas granas y piezas de seda y otras cosas, y comian á su sabor, y como desde la cibdad del Nombre de Dios y Panamá viniesen tan grandes recuas cargadas de las mercaderias que en aquel puerto se descargan, juntados algunos destos soldados salian á los caminos y descargaban las acémilas que les parescian, tomándose lo que en ellas venia, y ansí se hacian grandes robos y insultos. Bachicao por su parte con cautela sacaba á los mercaderes todo lo que queria, diciendo que aguardaba dineros del gobernador Gonzalo Pizarro para pagar lo que allí hobiese gastado, y tanto fué lo que robaron que mu

chos mercaderes quedaron perdidos; y como supiese quel contador Juan de Guzman habia estado allí haciendo gente para el visorrey, lo mandó prender, mas él se habia ido huyendo en un pequeño barco quel capitan Juan Vendrel le dió, y como su principal intento de Bachicao fuese recoger gente y artillería para volverse en las naves al Perú, echaba bando con los atambores para que se allegasen á sentar todos los que quisiesen ir al Perú, é á Martin de Olmos y á Bartolomé Perez dió condutas de capitanes, y lo mismo hizo á Marmolejo. Algunos de los vecinos andaban por la mar huyendo, y otros estaban en Natá, y Bachicao supo que no querian venir adonde él estaba, que habian tenido aviso de los frailes de San Francisco, y como esto supo se fué al monesterio é topando con un religioso llamado fray Luis le preguntó por su compañero, y el fraile le respondió que no estaba alli, que era ido á una estancia; y el cruel tirano, con poco temor de Dios, alzando su violenta mano dió al fraile una gran bofetada, diciendo: Mentís, que á dar algun aviso debe de ser ido; y saliéndose de la iglesia fué á casa de Juan Vendrel y le robó todo lo más de lo que en ella halló, porque se habia ausentado, y lo mismo hizo á Pero Nuñez, secretario. Juan de Illanes andaba huyendo tambien de Bachicao, y como los soldados viesen la largueza que daba para que pudiesen robar, deseando pasar al Perú, adonde habia mayor riqueza, muchos se allegaron á Bachicao, prometiendo de le servir y pasar con él al Perú, y en poco tiempo allegó poco menos de quinientos hombres, dándoles pagas de lo que robaba á inercaderes, y como hasta allí todo le hobiese subcedido prósperamente, acordó de enviar un pequeño navio á Gonzalo Pizarro, en el cual envió cartas haciéndole saber todo lo que por él habia pasado despues que salió de la cibdad de Los Reyes. Hasta entonces no he sabido en qué parte le tomó esta carta Gonzalo Pizarro, mas de que sé quél invió traslado á todas las cibdades deste reino, y yo vi de una en el Cuzco, que habia enviado al capitan Alonso de Toro.

CAPÍTULO CV

Cómo estando el traidor de Bachicao en la cibdad de Panamá haciendo grandes males. se ordenó de le matar, y de cómo descubierta la conjuracion dió algunas muertes en los que supo que trataban de se la dar á él.

Cosa muy lamentable es oir las maldades qu' este tirano hacia en Panamá, y que sien

do varon tan detestable y vicioso, y sobre todo tan cobarde que siempre volvia las espaldas al rostro del enemigo, hallase tanto aparejo para ejecutar sus crueldades, y á la verdad, de pocos tiranos he leido que siendo cobardes no fuesen crueles y quisiesen ser temidos, y digo esto porque ya habrá el lector entendido cómo salió de la cibdad de Los Reyes con solamente quince soldados, y que con estar en Panamá más de mil hombres con los que tenian en sus mismas naves, los hobo de engañar, y ya que se tratase de le matar no faltase quien le diese aviso de la muerte que le querian dar; y como Bachicao se viese con tanta gente, mandó á los capitanes que sacasen las banderas y se hiciese alarde de todos los que habia en Panamá para ir con él al Perú, y dada una pavonada por la cibdad se recogieron en sus aposentos. Estaba en esta sazon en Panamá el capitan Cristóbal Peña, qu' es el que dijimos que el adelantado don Pascual de Andagoya dió la conquista del rio de San Juan, é poder para fundar un pueblo de cristianos en la bahía de San Mateos, y tambien estaba en Panamá don Pedro Luis Cabrera y Hernan Mejia, y como por ellos fuesen vistas las atrocidades é insultos que por Bachicao y sus capitanes habian sido hechas y se hacian, y quel tirano robaria la cibdad antes que se partiese, y sin aquel daño rescrecia otro mayor, que era que con la gente que Bachicao llevase é peltrechos de guerra, podria Gonzalo Pizarro bastantemente engrosar su ejército é ir á dar la batalla al visorrey, pensaron que para excusar aquellos daños seria cosa muy acertada quitar la vida al cosario, pues por su muerte respiraban aquellos daños, y meterse luego en naves é ir con todo el artillería que Bachicao tenia y soldados á buscar al visorrey, y con ellos se concertó tambien Andrés de Ariza, en cuyas casas el Bachicao posaba, y estos fácilmente pudieran matar al Bachicao, mas porque no rescreciese algun tomulto en la cibdad y con verlo muerto no se pusiesen ningunos en armas, acordaron que don Pedro de Cabrera hablase con Pedro de Casaos, natural de la cibdad de Sevilla, que era corregidor en aquel reino, para que despues de muerto Bachicao saliese con la vara del rey en la mano y apellidando 1 su real nombre aprobase la muerte. Dos dias estuvo don Pedro en acabar con él que lo haria, porque estaba muy duro, ó por temor de Bachicao ó porque no creyó que saldrian 2 con ello; y ordenado, pues, entre éstos la conjuracion contra Bachiieao, parescióles que

1 En el ms., apedillando.-2 En el ms., sarlian.

seria bien dar parte dello á Bartolomé Perez, capitan de Bachicao, porque tenia en su compañía muchos soldados de los que habian sido tomados en Túmbez al visorrey, y éste sabia de cierto que aborrescia las tiranias de Pizarro, y aun las de Bachicao, y que deseaba el servicio del rey; y como el capitan Bartolomé Perez les hobiese respondido gracio samente quel haria lo que ellos querian, con nescia presuncion quiso hacer cabeza de sí propio y no dar lugar á que don Pedro, ni Hernan Mejia, ni el capitan Peña fuesen participantes en lo que concertaron, y saliendo Bachicao á tomar placer con sus mancebas, salir ellos y matarle, y para que si fuera acompañado de algunos de sus cómplices, que Bartolomé Perez con los de su compañía se opusiese contra ellos, el cual pensó de no hacello ansí, sino dar parte al capitan Antonio Hernandez y á un soldado osado, llamado Orduña, y á otros amigos suyos, y matar á Bachicao y luego nombrarse por general de todos ellos y ir en busca del visorrey, é hecho esto, ya que los otros pensaban que en breve Bachicao seria muerto, Bartolomé Perez, dado parte á éstos que digo, haciéndose autores principales, conjuran contra la perniciosa cabeza de Bachicao, concertando de le matar de á dos dias, y aquel soldado llamado Orduña, tomando aparte á Francisco de Marmolejo, natural de Sevilla, alferez general de toda la armada de Bachicao, le contó en gran secreto lo que pasaba, diciéndole que por tenerse por tan su amigo le avisaba dello porque pudiese procurar de ser capitan general del armada. El malvado de Marmolejo, fingiendo holgarse con saber aquellas nuevas, le preguntó que quién eran los autores, y el vizcaino le dijo que eran los capitanes Bartolomé Perez y Antonio Hernandez, y Santillana y el alferez Cajero con otros algunos soldados, y no dijo nada del capitan Peña, ni de don Pedro, ni de los demás que lo habian ordido, porqu' el Bartolomé Perez dió á entender quél sólo era el que muchos dias habia deseado que Bachicao fuese muerto; y en la verdad, provechosa cosa fué para don Pedro y el capitan Peña y Hernan Mejia y Andrés de Ariza que no los nombrase el Bartolomé Perez, porque no podian dejar de ser muertos. Marmolejo dijo al Orduña que se habia holgado con que le hobiese avisado de aquella tan buena hazaña que se queria hacer, y quél ayudaria como los demás para que Bachicao fuese muerto; y partido Orduña de Marmolejo, contó á los capitanes Bartolomé Perez y Antonio Hernandez lo que le habia pasado con el Marmolejo, y recibieron grandísima pena, porque

creyeron que lo habia de descubrir, con el cual temor acordaron luego determinadamente de ir luego á le matar, y por inconvinientes que pusieron lo dejaron, y tambien porque su fin no habia de ser en Panamá, sino en Xuli, qu' es no muy lejos de Chuquito.

CAPÍTULO CVI

En que se concluye el pasado hasta la muerte de los capitanes Bartolomé Perez y Antonio Hernandez 1.

Por la manera que habemos contado se ordenó la muerte de Bachicao, é cierto sin dificultad se la pudieran dar si no fuera tan necio é incipiente Bartolomé Perez como fué, pues ya estaban determinados Hernan Mejia y el capitan Cristóbal Peña con otros de arriscar sus personas á todo peligro por se la dar; pues como Marmolejo hobo entendido las palabras de Orduña, pensando lo que haria sobre aquel tan importante negocio, acordó de lo descubrir á Bachicao, y aun no fué bien venida la claridad del dia cuando levantándose de su lecho se fué al aposento de Bachicao y vido que entraba en él desarmado, con solamente una ropa larga así como salió de donde habia estado aquella noche envuelto en sus lujurias, y metiéndose con él en el más secreto aposento le contó muy por extenso lo que pasaba, y de la muerte que le querian dar, y quién y cuántos eran los autores, con todo lo que más habia oido decir Orduña, y el capitan Bachicao, oyendo lo que Marmolejo le habia dicho, despues de haber estado un poco pensando dijo: No puedo yo creer que quieran acometer tan gran maldad Bartolomé Perez y Antonio Hernandez, pues de soldados que eran los he hecho yo capitanes. Marmolejo tornó á decille: Yo cumplo con avisaros lo que debo al servicio del gobernador Gonzalo Pizarro. Bachicao, creyendo que seria ansí verdad y que no le iba en ello sino la vida, despidio á Marmolejo diciéndole quél pornia recaudo en su persona y castigaria hazañía tan fea como aquellos querian cometer; y partido Marmolejo, el capitan Bachicao se vistió una cota, y con su espada y daga lo más disimuladamente que pudo abajó á la calle y fué adonde posaba el capitan Bartolomé Perez, que en aquel tiempo se estaba armando para salir á matar á Bachicao, el cual así como llegó adonde estaba el capitan Bartolomé Perez, industriosamente y con

1 En el ms., Fernandez.-2 de.

gran disimulacion le dijo: Mandado he al capitan Martin de Olmos que mande torar el atambor para recoger la gente y no lo ha querido hacer, y voy tan enojado que le tengo al rapaz de sacudir. Por eso, andad acá, íos conmigo. Estaba mal este Bartolomé Perez con Martin d'Olmos, y creyendo que Bachicao le decia la verdad, alegremente le siguió, y yendo por la calle allegó adonde tenia por aposento el capitan Antonio Hernandez, y dando voces le llamó diciendo que saliese á ir con él, porque iba á castigar al rapaz de Martin d'Olmos que se andaba burlando dél; y desde aquí envió un amigo suyo muy singular á que avisase á Martin d'Olmos de lo que se estaba ordenado, y que tuviese allegados á sí los más de los soldados de su compañía, y yendo Bachicao á las casas de Gomez de Tapia, aposento de Martin d'Olmos, el capitan Antonio Hernandez, temiendo la muerte que se le iba á dar, se empuñó en el espada tres veces para matar á Bachicao; faltándole el ánimo lo dejó de hacer, y ciertamente si él y Bartolomé Perez fueran osados y determinados, sin mucha dificultad pudieran aun entonces dalle la muerte; y allegado adonde estaba el capitan Martin d'Olmos, con alguna copia de gente, fueron presos entrambos capitanes, y ellos muy turbados preguntaban que ¿por qué se hacia aquella prision? Bachicao llamó al capitan de artillería, que era Francisco de Morales, y mandóle que trujese preso á Cajero, alferez de Bartolomé Perez, y ansimismo mando á Delgadillo que mirase por él. Tambien fué preso un hermano de Bartolomé Perez y se envió á prender al necio viscaino de Orduña, y á Santillana, y por aviso que tuvieron huyeron, y lo mismo hicieron algunos soldados que eran participantes en ello, y como el capitan Cristóbal Peña y Hernan Mejia supieron la prision de aquellos capitanes, temieron de ser muertos á manos de Bachicao, creyendo que Bartolomé Perez diria cómo ellos habian procurado la muerte suya, y pensaron de se huir de Panamá, y á la verdad estaba tan turbado Bartolomé Perez que no tuvo aviso para anteponer á su culpa la que tenian los ya nombrados, por haber sido los principales autores. Sabiendo Bachicao que muchos soldados se habian ausentado de la cibdad, acordó, porque no se siguiese algun escándalo, que fuesen muertos los que estaban presos, lo cual mandó que fuesen luego confesados sin quedar ninguno, é como la justicia y vecinos de Panamá viesen que Bachicao queria matar aquellos, suplicábanle con todo herVor que usando con ellos de clemencia los

desterrase y no diese violentas muertes. Mas no aprovechó sus ruegos para quel tirano dejase de los matar, aunquel provisor con toda la cleresia tambien se lo suplicaron. El capitan Antonio Hernandez no se habia querido confesar, y entró Bachicao dentro y preguntóle que por qué no se confesaba, y dijo que no merescia la muerte y que siempre le habia sido buen amigo, y otras excusas. Bachicao mandó á un negro que le diese garrote, y él, viendo que ya la muerte venia sobrél, y su ánima en breve tiempo saldria de su cuerpo, con grandes voces dijo que le dejasen confesar. Bachicao mandó dar la vuelta al garrote y murió, y lo mismo hicieron los otros que estaban presos, y despues de muertos, los soldados con las nefandas banderas vinieron allí y lleváronlas puestas 1 encima de los cuerpos, los cuales fueron llevados á la iglesia á enterrar. E hizo capitan de arcabuceros á Delgadillo, y la resta de la gente mandó que estuviese en la compañía de Martin d'Olmos. Hecho esto, todos tenian gran miedo de Bachicao, el cual, entrado en las casas de Juan Alvarez, mercader, vido estar al capitan Cristóbal Peña y á don Luis de Toledo, y díjole á Juan Alvarez: ¿Qué hace aqui el capitan Peña? Decilde que se vaya y que en ello acertará. Peña y Santillana se partieron á la cibdad del Nombre de Dios, adonde despues de haber estado algunos dias el capitan Рeña se partió para la Isla Española, y Bachicao se estaba en Panamá haciendo robos y cohechos todos los más que podia; donde lo dejaremos y diremos lo que sucedio al visorrey.

CAPÍTULO CVII

De cómo el visorrey allegó á Chinchichara y desbarató á los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda, y el fin dellos.

Ya se acordará el lector cómo hecimos en los capítulos de atrás mincion quel visorrey, acompañado de sus capitanes y gente de guerra, venia con intencion de tomar la cibdad de San Miguel, llamada por otro nombre Piúra, la cual tenia la voz de Pizarro, y estaba por su teniente é capitan en ella Jerónimo de Villegas, y cómo allegado á la provincia de Ayabaca despachó á Francisco Hurtado para que fuese á la provincia de Guancabamba y prendiese á ciertos españoles que decian los indios estar allí; y este mismo dia, ya algo tarde, las velas del vi

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sorrey tocaron al arma con gran ruido, y todos en breve tiempo fueron armados y mostraron ánimo para acometer á quien contra ellos viniese, y sabido por qué habia habido aquel alboroto, supieron que del real de Gonzalo Diaz decian habian salido seis de á caballo para ir á Guancabamba y que dieron súpitamente con Hurtado é los que con él iban, é siendo presos contaron cómo Gonzalo Diaz y Hernando de Alvarado estaban en Chinchichara muy descuidados de la venida del visorrey, y como Hurtado con ellos se volviese al visorrey y creyendo ser enemigos, se habia tocado al arma. El cual, como supiese el descuido de los capitanes que seguian la opinion de Pizarro, mandó á los alferez que sacadas las banderas marchasen con sus capitanes con toda priesa para dar de sobresalto en los que estaban en Chinchichara, que solamente nueve leguas habia desde allí adonde ellos estaban, y para que más fácilmente pudiesen ir mandó que se quedasen en aquellos aposentos todo el bagaje y fardaje, sin llevar otra cosa que las armas y lanzas y los arcabuces y mechas encendidas, y ansí como él lo mandó fué hecho, y caminaron toda aquella noche con gran trabajo por ser aquella tierra áspera de sierras y los caminos tan fragosos que con gran dificultad podian por ellos andar; y tanta priesa se dieron que cuando vino otro dia, á tiempo quel sol salia y se mostraba por aquellos hondos valles y altos collados, estaban juntos á los enemigos, que encima de un cerro que señoreaba el camino por donde el visorrey venia tenian asentadas sus tiendas, y Gonzalo Diaz, con deseo de saber si el visorrey venia cerca, porque ya tenian nueva cómo era partido de Tomebamba, queria con ocho ó diez lanzas subir á la provincia de Ayabaca para tomar en ella lengua de los indios. El visorrey, creyendo que eran sentidos, mandó que se tocase un tambor y la gente puesta en órden diese en ellos. Dicen que en este tiempo una esclava de Gonzalo Diaz, mirando por dónde venian dió voces que se pusiesen en arma; pues como los capitanes viesen que los enemigos estaban encima dellos, con gran temor, mostrando mucha flaqueza, cabalgaron en sus caballos sin querer hacer rostro al enemigo y volvieron las espaldas dando toda priesa á sus caballos en huir. Los suyos, como vieron á sus capitanes que los habian desamparado, los siguieron, y ansí dejando sus tiendas con lo que en ellas habia, todos procuraban de huir del visorrey temiendo su ira. Algunos de los que habian salido de los Bracamoros, mostrando que deseaban jun

tarse con él, no quisieron seguir á los que huian, sino aguardallo para hacerlo, y desta manera fueron desbaratados los capitanes Gonzalo Diaz de Pineda y Hernando de Alvarado, sin golpe d'espada ni de lanza. Gomez d' Estacio, que allí estaba, huyó tambien; Gomez de Rojas fué preso con otros. El visorrey los mandó soltar é mostró buen rostro á Gomez de Rojas. Todo lo que allí se halló de los huidos fué ròbado por los soldados, y la nueva en breve tiempo allegó á la cibdad de San Miguel, é sabida, Jerónimo de Villegas con su mujer huyó á la sierra, y lo mismo hicieron algunos vecinos, é despues quel visorrey hobo desbaratado en Chinchichara los capitanes ya dichos, con toda su gente caminó hasta meterse en la cibdad de San Miguel, y se dió saco en las casas de Diego Palomino y Bartolomé de Aguilar y Francisco Albarran y Juan Rubio y á las de Villegas, diciendo que eran bienes de traidores é que habian de ser robados por los que lealmente servian. A las demás casas de vecinos ni habitantes no se hizo ningun daño. En esta cibdad fué el visorrey muy servido de una dueña natural de Llerena, llamada María de Paz, que era mujer de Francisco Bernaldo de Quirós. Pues volvamos á los capitanes que huyeron. Partidos, pues, de allí, anduvieron hasta meterse en unos montes de algarrobales muy espesos, y pasaron muy gran trabajo, hambres y malaventura. El Hernando de Alvarado murió de hambre ó á manos de los indios, é Gonzalo Diaz dicen que aportó al aposento de Motape, adonde veniendo desambrido comió ciertas raíces ponzoñosas, las cuales le causaron la muerte, y ansí dicen que se le salió el ánima rabiando. Aviso y ducumento muy grande es para que los hombres que esto vieren y leyeren tomen enjemplo de no querer hacer cosa fea, ni dejar de seguir la guerra que fuere justa por la que no lo es. Pues estando en la cibdad de Los Reyes fué Gonzalo Diaz tan favorescido del visorrey y lo hizo su capitan y le dió otros honores, acrescentándolo siempre en honras, y dejó de servillo á él y ser leal, por servir á Pizarro y la facinerosa empresa que traia, y hubo de venir á morir muerte tan desastrada, y que la fama que á todas partes vuela no olvide la traicion que hizo. Y dejando de tratar esta materia, diremos la venida que hizo el capitan Juan Cabrera á la cibdad de Cali, y de la guerra quel adelantado don Sebastian de Belalcazar hacia á los bárbaros en las provincias de Arma y Picara.

1 En el ms., pasado.

CAPÍTULO CVIII

Que trata de algunas cosas tocantes al capitan Juan Cabrera y de su vuelta á la gobernación y juntarse con el visorrey.

Ya terná noticia el lector de lo que escribimos al tiempo quel adelantado Belalcazar fué á la temida provincia de los Paez é los Yalcones, y la guerra que con ellos tuvo, y cómo siendo su teniente general en toda la gobernacion de Popayán, Juan Cabrera, teniendo uno con otro sus tratos y formas, Belalcazar tuvo por bien de que fuese á descubrir todas las provincias que estan á la parte del poniente de la cibdad de Popayán, pasada la trabajosa cordillera de los Coconucos, y que pudiese poblar y repartir, para despues inviar á Su Majestad del rey nuestro señor á suplicalle le hiciese gobernador de lo que descubriese; y partido el capitan Juan Cabrera de aquellas regiones, fué á la cibdad de Timaña, adonde tuvo nueva de cómo estaba en la provincia de Cartagena el licenciado Miguel Diaz Almendariz, que venia por juez de residencia de las provincias que otras veces hemos dicho, y como Juan Cabrera temiese la entrada que hizo en Antiocha, é la prision del adelantado don Pedro de Heredia, y las disoluciones y exerciones que tuvo todo el tiempo que fué general en la gobernacion, y que ansimismo estando en el nuevo reino é provincia de Bogata, siendo en él justicia mayor Hernan Perez de Quesada, viniendo, por mandado del Audiencia Real que reside en la Isla Española, Jerónimo Lebron por gobernador de aquel reino, por su consejo é parecer fué preso por mano de Hernan Perez de Quesada, y maltratado, y qu' estas cosas venian á que Miguel Diaz lo entendiese y hiciese sobrello justicia, é como ya entendiese estar en la gobernacion de Cartagena, deseaba meterse en lo interior de las provincias y en tal parte que no pudiese tomarle residencia.

El dicho licenciado Almendariz tambien supo del subceso del visorrey, y de cómo habia allegado á Túmbez y venia á meterse en el Quito, y con un soldado que desde allí se partió para le servir, llamado Cárlos de Salazar, le escribió ofresciéndole su persona é otras cosas de cortesía; pues como allegase á la cibdad de Timaña, desde donde queria empezar á descubrir por un valle que llaman de La Plata, acordó de inviar al nuevo reino al capitan Maldonado y á Diego Diaz de Herrera para que fuesen á él

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