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y tratasen con Montalvo de Lugo 1, á quien dejó al tiempo que se partió por justicia mayor el adelantado don Alonso de Lugo, y hiciesen con él compañía hermanable y le pidiesen facultad para poder entrar en las cibdades que estan en aquel reino fundadas, para hacer gente y sacar caballos y servicio para ir bien proveido en la jornada del Dorado, de que tan gran noticia de haber en él mucha riqueza se tenia 2. Allegados á Bogotá estos mensajeros, fueron á los principios oidos con alguna aspereza, porque le paresció á Montalvo de Lugo quel capitan Juan Cabrera con mañas se le queria meter en el reino y poblar en la jurisdiccion dél, y que viéndole tan cerca, algunos que dél estaban descontentos se pasaran á su real, y que seria causa de que se rescreciese algun alboroto. Estas consideraciones tuvo algunos dias Montalvo, hasta que sabido ciertamente la venida del comisario general Miguel Diaz, por aviso que tuvo del adelantado don Alonso de Lugo, acordó de no solamente hacer la compañía hermanable con el capitan Juan Cabrera, mas persuadille todos juntos resistiesen al licenciado Almendariz; y para poderlo mejor hacer convocó á algunos vecinos y estantes del reino con palabras temerosas; fingiendo grandes miedos les decia que mirasen que el licenciado Miguel Diaz venia á hacer general castigo y tomar estrecha cuenta de los robos é insultos que habian hecho, y quemas de tantos indios y caciques, y el no querer recibir á Jerónimo Lebron, y otros muchos delictos que habian cometido, y que para remedio de todo ello era menester gozar del tiempo, pues el Perú se aprovechaba dél con la revolucion de Gonzalo Pizarro. Que él queria aliarse con Juan Cabrera, que en el valle espacioso de Neiba estaba con cien hombres de pie é de á caballo, y que entrado con ellos en el reino no seria ninguno parte para les enojar, por la dificultad de los caminos, y que en el entretanto el adelantado don Alonso ternia con Su Majestad tales formas que le enviase la gobernacion, confirmada para el mismo Montalvo. Estas cosas dicen que pasaron en el Reino, adonde para tratar dellas habia congregaciones, y Montalvo, segun dicen, hacia lo que hemos referido. Otras muchas cosas pasaban en el Nuevo Reino que yo no escribo porque no tocan á mi historia, y las que aquí recitamos es porque siendo Juan Cabrera capitan del Perú, tengo forzado de dar noticia

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de la manera que entró y salió á juntarse con el visorrey; el cual, despues de haber despachado á los mensajeros salió de Timaña y vino por el valle de Neiba y provincia de los Pijaos, y se murieron gran cantidad de indios que traian en su bagax cargados con cargas del fardax, y murieron tantos por ser aquella region muy cálida, y por los excesivos trabajos que pasaban y por andar los tristes bárbaros en cadenas. Montalvo diz que volvió á inviar á Diego Diaz de Herrera y al capitan Maldonado para que tratasen con Juan Cabrera su venida al reino, y halláronlo en las lomas que llaman de la Inca, y contado lo que pasaba, como Juan Cabrera fuese varon entendido no quiso creerse ligeramente de las palabras de Montalvo, teniéndole por hombre cabteloso, porque con sus manos y industria que tuvo pocos dias habia fué preso por don Alonso el virtuoso Hernan Perez de Quesada, y molestado y maltratado, y temíase entrado en el reino no se apoderase de su gente Montalvo y lo prendiese á él, y estando indeterminable allegó Suero de Cangas, que es el mensajero que desde el Quito. envió el visorrey, escribiendo sus cartas á Juan Cabrera haciéndole saber el subceso del Perú y las cosas que por él habian pasado, amonestándole que con toda la gente que tenia se volviese á la gobernacion y se viniese juntar con él, y quél mandaba á los oficiales de la Real Hacienda que le proveyesen de nueve mil pesos de oro con que pudiesen aderezarse los soldados, y como Suero de Cangas allegase, los soldados qu' estaban con Juan Cabrera, como viesen que la tierra por donde habian andado era pobre, y como la gente de guerra no pretende sino gastar, luego con ánimos prontos, todos los más, por esto, ó porque á la verdad era gente noble y que tenian deseo de servir al rey, dijeron que fuese adonde el visorrey mandaba, y antes que Juan Cabrera se determinase lo que haria, Francisco Nuñez, y Montalvo, y Luis de Vargas y otros soldados de calidad le dijeron que se determinase y se aparejasen para luego ir á servir al rey; y ansí, tocado un atambor, con mucha alegría se echó bando de la vuelta que habian de dar á servir al rey, y despues de acordado por el capitan Juan Cabrera estuvo alli ocho dias y en allegar á Popayán tardó más de cuarenta, adonde halló á Cárlos de Salazar que venia con segundo mensaje del visorrey para que con toda presteza se fuesen á juntar con él, y traian comision para que fuesen quince mill pesos de oro los que los oficiales reales diesen á Juan Cabrera para el aviamiento de los soldados, y como vino este mandato, Juan Ca

brera fué á la cibdad de Cali y los soldados con él, y se vistieron y aderezaron de ropas y no se proveyeron de armas por haber falta dellas y no hallarlas á comprar, y si habia algunas cotas bastas y ruines, se pagaban á cuatrocientos y á quinientos ducados, y corazas viejas valian al mismo precio; y despues que Juan Cabrera hobo estado en Cali algunos dias, se partió para la cibdad de Popayán, desde donde habia de ir en busca del visorrey.

CAPÍTULO CIX

De cómo despues de haber hecho tala la mayor parte de la provincia de Carrapa, el adelantado Belalcazar se partió á Picara á hacer la guerra á los bárbaros.

Ya se acordará el lector cómo dijimos en los capítulos precedentes que el adelantado don Sebastian de Belalcazar salió de la cibdad de Cali, y de lo que hacia en la provincia de Carrapa, desde donde invió por su teniente, como en la narracion de nuestro proceso dijimos, á la cibdad de Antiocha, al capitan Madroñero. No embargante que muchos de los españoles que estaban con el adelantado eran expertos y entendidos en la guerra de los indios, estaban tan rebeldes que no bastaban embajadas á quel principal señor de aquella region, llamado Yrrua, quisiese venir á ofrescer la paz ni á dar la obediencia á Su Majestad, y como Belalcazar viese la dureza de los bárbaros mandó que fuesen talados los mantenimientos y cortados á espada los maizales, y aunque se hizo en esto gran daño y fueron arruinadas muchas casas y pueblos, no bastó á que Yrrua quisiese salir de paz, no embargante que sabido por sus confines y vecinos la tala de los maizales y destruicion de los mantenimientos, rescibió gran pena; mas tenia por tan odioso el imperio de los españoles y el mandar que sobrellos querian tener, que determinó de antes morir ó andar por los montes como fiera que no salir á tener con ellos confederacion, y envió sus mensajeros á los señores de la provincia de Picara rogándoles que estuviesen firmes en no ofrecerse por amigos á los crueles cristianos, pues habiéndolos dejado en libertad sus padres, querian tenellos como por esclavos y hacer los daños y vejaciones tan violentas. Como sabian que los de Picara no estaban de otro propósito, antes habian alzado los mantenimientos y hechos grandes sacrificios al demonio y tenian in

En el ms., alzados.

tencion de dar cruel guerra á los cristianos si viniesen á entrar en su provincia, y por los caminos hacian hondos hoyos, puesto en lo bajo dellos estacas muy agudas, por encima atapábanlos sotilmente con yerbas, para que entrados los españoles, como irian descuidados cairian en ellos, ó sus caballos, é serian muertos. Sin esto, por todas partes hincaban estacas y aderezaban lanzas y dardos. Pues como el Adelantado viese que no podian traer á su amistad al señor Ýrrua, acordó de se partir á la provincia de Picara y entrar por la tierra del señor de 1 Opirama, el cual con otro su comarcano se me dió á mí en encomienda en la reparticion que de aquellas regiones se hizo, y antes quel Adelantado partiese de Carrapa, invió sus mensajeros á los valientes é muy temidos indios de la provincia de Pozo, los cuales, como fuesen tan amigos de guerra, no sabian sustentarse en paz. Alegrábanse de ver que los cristianos anduviesen arruinando las regiones y poniendo en mucha nescesidad á los moradores dellas, paresciéndoles que idos adelante los cristianos, fácilmente podian traer presos gran cantidad dellos para henchir sus malditos vientres, y como llegasen los mensajeros del Adelantado, vieron que decia que se partiesen dos mill dellos con sus capitanes para andar con los cristianos en la guerra, y ellos, tomando sus armas fueron contentos con tanto que todos los indios é indias que tomasen en la guerra pudiesen comer sin que ningun cristiano se los tomase, y ansí se juntaron con los cristianos. Yo me hallé en esta guerra, como tengo dicho, y entramos en Picara y estaban los bárbaros tan desvergonzados, que sin ningun pavor de los fuertes caballos ni de los perros, ni tampoco de las amoladas lanzas que llevábamos, se nos ponian por lo alto de los collados y laderas, vestidos no de otras cosas que sus lanzas y dardos, y adornados de bocinas y atambores, con lo cual hacian gran ruido, y al bajar por una loma de sierra que abajaba á lo llano de Picara, dieron en nuestra retaguardia y corrió peligro, y el bagax y gente de servicio. Los Pozos, como entendian la guera de sus comarcanos, aguardábanlos por algunas partes y prendieron aqueste dia más de cincuenta personas, y como la Pascua de Resurreccion sacrosantisima quiere venir, que los carniceros, amolados sus navajones degüellan á los inútiles carneros, ansí estos indios, con gran gana de comer de sus tan confines en parentesco y allegados á su patria, pues no hay más de una legua de una

En el ms, á.

provincia á otra, con cuchillos de pedernal los hacian piezas. Y una cosa noté, porque infinitas veces lo vi por mis propios ojos: que ansí que eran presos los malaventurados por sus enemigos, sin hablar palabra se abajaban hasta que con un baston, dado en la cabeza un gran golpe, era aturdido, y aunque de la burla no quedase muerto, y con el cuchillo le cortasen la cabeza, no hablaba ni le pidia misericordia, por donde se verifica y colige la gran crueldad de aquellas nasciones. Luego hacian pedazos todos aquellos humanos cuerpos y hasta las inmundicias dellos las metian en grandes ollas, y sin aguardar á que estuviese bien cocido era por ellos comido, y la sanguaza se bebian, comiéndose los corazones y asaduras crudas. Las cabezas inviaban á sus provincias, que era como señal de triunfo. Esta perniciosísima costumbre tienen aque llos diabólicos hombres. Dios nos libre del índico furor, porque en todas las naciones del mundo se usó alguna clemencia y bondad, y entrellos no hay sino maldades é vendicaturas, que no se puede innumerar la mucha cantidad y falta de gente por se haber comido unos á otros. El Adelantado mandó asentar el real, desde donde salió el capitan Rodrigo de Sória é fué á dar guerra al señor Chambiricua. Los indios aguardaban desde lo alto, dando grandes voces, haciendo mucha alharaca, y ansí, yendo que íbamos cerca, huian luego; los capitanes de la provincia de Pozo, con sus indios, destruian todo lo que podian, quemando las casas, talando los mantenimientos, é hicieron infinito daño en aquella guerra, comiendo todos los que podian haber. Dos dias estuvimos en esta entrada con el capitan Rodrigo de Sória, y no bastó á que los bárbaros quisiesen confederarse con los cristianos ver que eran sus parientes y hijos presos é comidos por sus crueles enemigos los del Pozo, y sus mantenimientos arrancados, destruidos, y sus pueblos quemados y muy arruinados; antes, endurecidos en la rebelion determinaban de continuar la guerra, teniendo por dichosos á los que en ella morian, pues era por la libertad de su patria, y hacian grandes sacrificios al demonio. Juntados los señores y otros de los principales de los bárbaros, acordaron de inviar la mayor cantidad que pudiesen de sus vasallos para que poniéndose encima de las tiendas de los cristianos les diesen grita, como si ellos con su silencio no supiesen fatigar á los voceadores con las veloces saetas, que con las ballestas no pocas lanzaban para ellos; y una mañana amanesció en un pequeño collado que encima de nuestro real estaba, más de mill y quinien

tos indios que con su acostumbrada grita y vocerío nos denostaban, lo cual visto por dos mancebos determinados y muy osados, quel uno habia por nombre Diego Gonzalez, natural de Valverde, y el otro no quiero nombrar, tomadas sus rodelas y espadas hicieron una notable hazaña, que fué que saliendo del real sin ser vistos por los españoles ni sentidos por los bárbaros, dándose priesa con sus ligeros pies, por debajo de una pequeña montaña fueron á dar aquel cerro a londe los indios estaban haciendo grandes visajes, y caminando por él arriba allegaron á donde estaba el mayor poder dellos; llamando á grandes voces en su ayuda al apóstol Santiago comenzaron á herir en los indios, que espantados de ver tan gran bonidad, temerosos, faciendo grandísimo ruido, volvieron los cobardes las espaldas á los rostros valientes de los dos mozos, los cuales viendo el paso libre y que los indios habian desamparado el cerro, se volvieron á su real, donde fueron muy bien recibidos del Adelantado y de todos los cristianos. Pasado esto, viendo el Adelantado que no querian los indios salir de paz, acordó con determinacion de no volver á Cali hasta que fuesen acabados de conquistar, y mandó al capitan Rodrigo de Sória que no se aprestase para ir á la jornada de Los Rios hasta que la provincia de Arma quedase asentada y los bárbaros pacíficos, y acordó de mudar de allí el real y que se les hiciese la guerra con todo rigor hasta que constreñidos en nescesidad, ellos mismos se moviesen á pedir la paz; donde por agora lo dejaremos y tratará la historia de la salida que hizo el tirano de Bachicao de la cibdad de Panamá.

CAPÍTULO CX

De cómo despues que Hernando Bachicao hobo hecho la gente que quiso en Panamá, salió della con grand flota para ir al Perú.

Ya me acuerdo que tengo escritos los desafueros, insultos y maldades tan atroces que por el capitan Hernando Bachicao y sus cómplices eran hechas en Panamá, y la muerte que dió á los capitanes Bartolomé Perez y Antonio Hernandez, como el letor habrá visto en los capítulos pasados. Agora será bien que nuestro proceso trate su salida de allí, y pasa ansí: que despues de haber dado aquellas muertes, estaban muy temerosos no pocos de los que habitaban en la marítima cibdad de Panamá, temiendo Bachicao no les levantase algun alzapić para despues de les haber robado sus haciendas y

desposeidos de lo que tenian, quitarles las vidas, y cabsados deste temor no entendian en otra cosa sino en agradalle haciéndole grandes presentes, y el traidor, no contento con esto, pedia á muchos gran valor de sus mercaderias y enviábales cédulas firmadas de su nombre, diciendo por ellas que del Perú le seria enviada la paga. Sus soldados, por amenazas ó por otras vias, se proveyeron de todo lo que querian, y despues quel tirano, con la opresion que tenia en Panamá, se hobo adrezado y peltrechado, proveidas sus naves de vituallas y mantenimiento y en ellas metida la mayor parte de artillería que habia en el reino de Tierra Firme, mandó á sus capitanes que llevasen las banderas á las naves y que todos se fuesen á embarcar para seguir el viaje del Perú, y echado bando por los atambores, se iban á embarcar los soldados que tenia juntos, que pasaban de quinientos, y porque Gomez de Tapia no quiso dar un pequeño barco que tenia, para que ayudase á meter los soldados en las naves, invió á su casa para le prender con intencion de le mandar luego ahorcar; por avisos que tuvo se puso en recabdo. Bachicao, no lo pudiendo haber á las manos se partió para la costa, donde estaban en el puerto los bateles y barquetes con que se habian de ir, adonde todos, aunque con fingimiento, se le ofrescian y él respondia que con brevedad daria la vuelta á aquella cibdad y los ternia á todos por singulares amigos; y entrado en los navios salieron pasadas de veinte y seis velas, todas grandes naves, que llevaban á Bachicao y su gente, y que iban las demas cargadas de mercadurías, de que no poco pensaban los contratantes ganar, como es la verdad que quien ha en tiempo de guerras, digo las que habido en este reino, más provecho, son los mercaderes, que mucho s' enriquecieron con lo que ganaron en ellas. Despues que todos estuvieron en las naves, alzadas las áncoras y tendidas las velas comenzaron de caminar la vuelta del Perú, quedando los vecinos de Panamá muy alegres con su ida, volviéndose á ella los que andaban desterrados, é las naos qu' estaban en el puerto del Nombre de Dios que salieron para ir á España; allegados á ella dieron nuevas del alzamiento del Perú y de la venida de Bachicao á la Tierra Firme, y de los grandes daños, robos é insultos que en él hizo, y los mercaderes de Sevilla recibieron gran pesar, por ser aquellas haciendas todas suyas, y Su Majestad del Emperador nuestro Señor con los grandes de su alto é muy poderoso Consejo sintieron grandemente la prision del

visorrey. Francisco Maldonado pasó al condado de Flandes, adonde el rey estaba, á darle los despachos que de parte de Pizarro llevaba, y lo mismo habia hecho Diego Alvarez de Cueto, y por entonces no se proveia cosa alguna en España para lo de acá hasta tener nuevas de lo que habia sido hecho por el visorrey; y Bachicao, navegando con sus navios vino hasta el puerto de Manta, donde tuvo alguna necesidad de bastimento, y de allí caminó por la mar adelante hácia Túmbez.

CAPÍTULO CXI

De cómo estando Gonzalo Pizarro en la cibdad de Trujillo supo la nueva del desbarate de Chinchichara, y de lo que hacia el visorrey en San Miguel.

Pues como Gonzalo Pizarro hobiese llegado á la cibdad de Trujillo y en ella fuese muy bien recibido de los moradores y habitantes que en ella estaban, holgábase dándose á todo contento, teniendo en poco al visorrey, porque le parescia que ya que quisiese rehacerse en el Quito y revolver hácia la cibdad de San Miguel, fácilmente le seria á sus capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda de lo desbaratar, y estando en Trujillo apercibiéndose para salir y ir en busca de su enemigo, allegó un secuaz suyo y muy diligente, llamado Diego Vazquez, que como supo quel visorrey venia á meterse en Piúra, dándose gran priesa á caminar y dejando de acudir al que siguia al partido del rey, fué á dar aviso al tirano de cómo el visorrey habia dado la vuelta y dió de sobresalto en los capitanes Alvarado y Gonzalo Diaz y los habia desbaratado y preso á mucha gente de los que con ellos estaba, y que sabido por el capitan Villegas y por otros que se temian del visorrey el desbarate de los capitanes, se habian huido á los montes. Llegado á Trujillo este Vazquez, Gonzalo Pizarro sintió la pérdida de sus capitanes, mas no mostró tener en nada al visorrey. Luego mandó á Francisco de Caravajal, su maestre de campo, que con presteza diese órden de que la gente de guerra saliese de Trujillo, y tambien vino á encontrarse con él Gonzalo Hernandez de Heredia, vecino de los Chachapoyas, y Villegas tambien se fué á encontrar con él, al cual Gonzalo Pizarro le dió en la provincia del Collao la encomienda de un pueblo de indios llamado Capachica; 6 ya que salia de é Trujillo habló con un hombrecillo de poco ser y muy suez, llamado Alonso García de Triana, y para los que leyeren esta escritura

tomen aviso que teniendo lo nescesario no han de querer haber más, y si lo procuran y se pierden, que sea el daño suyo y la culpa no ajena, sabrán qu' este Alonso García era un probecito mercader, y estando en la cibdad de Cali por gobernador el adelantado don Pascual de Andagoya, casaron á una hermana del doctor Robles, llamada doña Catalina, con este Alonso García, y fué á Panamá, y traida su mujer, pedia la encomienda de ciertos indios que tenia en el valle de Crus, qu'es donde está situada la villa de Pasto, y como Belalcazar entonces gobernaba aquellas provincias y viese que no convenia que Alonso García fuese señor de aquel valle, por intercicion del doctor Robles su cuñado, Oidor que habia sido de la Audiencia qu' estuvo en Panamá, le dió en la villa de Ancerma dos pueblos excelentes y muy ricos, con los cuales podia vivir otro hombre de más calidad que Alonso Garcia, el cual neciamente se oponia contra el capitan que allí estaba, teniendo con él tantas porfias que lo hobo de afrontar de palabra, y dejando su mujer, hacienda y repartimiento de indios. dijo que queria ir á pedir juez y allegó á Lima, adonde viendo quel Audiencia era deshecha y que Gonzalo Pizarro venia poderoso, ofrece su persona á su servicio. Pues como Gonzalo Pizarro viese la voluntad de Alonso García, dióle cartas para los capitanes Rodrigo d' Ocampo y Francisco Hernandez y otros vecinos del Quito y Pasto, para que le acudiesen y hiciesen traicion al visorrey, y Alonso García de Triana se ofresció de hacer en ello notable servicio, y tomadas las cartas y despachos se partió para Piúra, adonde no pudo ser tan secreta su bellaquería que no fuese descubierta, y el visorrey, despues de haberle tomado su confision mandó que fuese ahorcado por traidor, y ansí fué hecho. Mirá si le fuera mejor estar en Ancerma con dos mill indios de repartimiento, que no morir muerte tan fea é quél tan bien la merescia. Y volviendo al hilo de nuestra historia, como Gonzalo Pizarro supiese el desbarate de los capitanes mandó que toda la gente de guerra que venia por la Sierra abajase á se juntar con él á los Llanos. Y vínole otra nueva, quel visorrey desde la cibdad de San Miguel tomaba el camino real de la Sierra para por él irse á meter en la gran cibdad del Cuzco. Gonzalo Pizarro escribió sus cartas á los que tenia puestos por tenientes y guardas de las cibdades de arriba, que mirasen por sí y estuviesen á recaudo para que si el visorrey caminase hácia allá

En el ms., á su.-2 En el ms., y por.

no los tomase desapercibidos, y de Cajamalca abajaron Gomez de Alvarado con hasta ochenta soldados y se juntaron con Gonzalo Pizarro en el pueblo de Tucume, el cual antes que saliese de Trujillo hizo su alferez general á Francisco de Ampuero, y don Antonio de Ribera se volvió á Los Reyes, adonde quedó, como contamos, por capitan y justicia mayor de Gonzalo Pizarro, Lorenzo de Aldana; por los aposentos donde iba era Gonzalo Pizarro muy servido y proveido abastadamente, y llevaria hasta quinientos. españoles. Habia hecho capitan á su hermano Blas de Soto, é con buena órden iba caminando para acercarse al visorrey, el cual ya hecimos mincion de su llegada á la cibdad de San Miguel, adonde ya tambien estaba su maestre de campo Rodrigo d' Ocampo, y vinieron nuevas de cómo Gonzalo Pizarro era salido de la cibdad de Trujillo y venia contra él, y sabido esto mandó al general Vela Nuñez, su hermano, que fuese con veinte y cinco españoles arcabuceros hasta el pueblo ó valle que llaman de Motupe, qu' está veinte y dos leguas de Piúra, para ver si venia gente, y tomar lengua de lo que pasaba. El general lo hizo así con algun riesgo, y caminó por aquel ancho y seco arenal, tan falto de aguas como otras veces hemos dicho, y como Vela Nuñez con todo hervor hiciese lo que le era mandado por el visorrey su hermano, anduvo hasta llegar á Motupe y dió en los aposentos á la segunda vigilia de la noche, y fué preso un soldado de Pizarro llamado Arguello y otro que tenia cargo de los indios, y al Arguello mandó que fuese ahorcado por traidor, y del otro supo cómo Gonzalo Pizarro estaria hasta doce leguas de allí, y viendo el general que no convenia pasar adelante, dió la vuelta á dar aviso al visorrey su hermano de lo que sabia de Pizarro. Dicen algunos que desde este aposento ó pueblo de Motupe escribió Vela Nuñez á Gonzalo Pizárro una carta de desafío de persona á persona, con las armas quél quisiese, diciendo que en aquella manera se ivitarian las muertes de hombres que se rescrecerian si viniesen á darse batalla un campo con otro, y que Gonzalo Pizarro, haciendo burla y mostrando tener en poco á Vela Nuñez, se reyó cuando vido la carta.

CAPÍTULO CXII

Cómo el general Vela Nuñez volvió á Piúra, y de lo quel visorrey acordó de hacer.

Pues como el general Vela Nuñez viese que Gonzalo Pizarro venia tan cerca, acordó

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