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de no pasar adelante sin dar la vuelta á donde quedaba el visorrey, y ansí lo hizo. En este tiempo Bachicao venia por la mar y habia tomado un navio que venia de la Nueva España, en el cual venian algunos soldados y caballos buenos, lo cual todo venia por servicio del visorrey, y Bachicao tuvo aviso de un Miguel Ibañez de la estada del visorrey en San Miguel, y de la venida de Gonzalo Pizarro, y sabida esta nueva por él pensó de ir á Quito y dar al visorrey por las espaldas y desbaratarle, y despues robar á Quito, para ir bien rico á juntarse con Pizarro. El visorrey tuvo aviso cómo le era este Miguel Ibañez traidor, por lo cual le mandó ahorcar, y envió un mensajero á Juan de Delgadillo, alferez que era del capitan don Alonso de Montemayor, soldado que sirvió con gran constancia al rey nuestro señor en estos debates, que se viniese para él, porque pocos dias habia que fué por su mandado á la provincia de Guancabamba á ver si venia gente de guerra de los enemigos por el camino de la Sierra, el cual, luego como vido el mandado del visorrey, abajó á se juntar con él, y habia llegado á Piúra el general Vela Nuñez y dió aviso al visorrey de lo que por él habia sido hecho, y de la venida de Gonzalo Pizarro, y cómo ya no podia estar muy lejos de allí. Muy fatigado estaba el ánimo del anciano visorrey en ver que tan presto se hobiese levantado en el reino fuego tan tiránico, pues via que por una parte venia el tirano tan acompañado de caballeros y gente de tanto valor y á quien el rey nuestro señor habia honrado y dádoles grandes rentas con la encomienda de indios que tenian, y que olvidados tan grandes beneficios se moviesen á seguir las atroces banderas del desleal; y por otra parte via que venia el cosario de Bachicao, y en conclusion el reino y todas las provincias dél estaban puestos en arma y ardian en guerra; pensaba profundamente cuán fatigados estaban los pobres indios y cuántas vejaciones rescibian de los nefarios soldados, y cómo les destruian todas sus provincias, trayéndolos á ellos como si fueran bestias, ensartados en cadenas, cargados con el hato y comida de sus mancebas; y que si queria dejar el reino y irse á España, que le seria mal contado, pues no llevaba consigo ninguna reliquia de las que resultan de la guerra, y que si que

ria oponerse contra los tiranos, que su potencia no era tanta que pudiese darles batalla, é pensó d'escrebir á Bachicao sus cartas graciosas y favorables con perdon de todo lo que por él habia sido hecho, prometiéndole de acrecentar su repartimiento con más in

dios, y aun de le hacer muy principal en todo su campo; y no embargante que Bachicao vido estas cartas del visorrey y el gran provecho que le resultaria de se ir á juntar con él, estaba el ribaldo tan endurecido que no quiso venir en nada, y á la verdad, Dios Nuestro Señor lo dijo que su justicia no quebraria y un malo seria por otro más malo castigado. Y como este facineroso de Bachicao hobiese con tan poco temor suyo dado el palo ó bofeton al fraile, y hechos muchos insultos y ecesos abominables y muy feos, no quiso que conosciendo su yerro gozase de la coyuntura tan favorable quel tiempo le prometia; á la verdad, no se engañe ninguno con pensar que siendo malo ha de hallar, si no se arrepiente, misericordia, porque Dios cuando quiere hacer algun castigo en éstos que digo, lo primero que hace es cegalle el entendimiento y privalle de la razon natural, lo cual se paresció cierto en Bachicao, porque siendo uno de los principales secaces de Pizarro vino á morir á manos de otro que le precedia en maldades, como adelante dará á entender la narracion de nuestro proceso. Y volviendo á nuestra historia. el visorrey no se determinaba en lo que haria, y holgaba quel capitan Juan Cabrera se hobiera dado priesa, porque tenia entendido que viniera con cincuenta lanzas é cien soldados, é con ellos y con los que con él estaban pudiera resistir al tiránico furor de Bachicao ó al traidor de Pizarro; y estando suspenso en lo que haria, dióse una arma y salió la gente que con él estaba, con ánimo determinado de herir en los rostros de los enemigos antes que con cobardia volver las espaldas. Mas tiempo vino que fuera menester este esfuerzo y en muchos faltó, aunque no en el capitan Blasco Nuñez, como es buen testigo el espacioso campo de Anaquito. Dicen que al tiempo quel visorrey iba á tomar sus armas le habian hurtado la lanza y una celada de acero con que su blanca cabeza amparaba del daño qu' estando desarmada con los golpes que le dieran pudiesen hacer. No se supo quién lo hizo el hurto pensado, ni tampoco hallo yo qué ocasion pudo haber para que esta arma se hobiese de dar, sino que los corredores debrian de ver á los de Pizarro, que no muy lejos ya unos de otros estaban, y aun tambien trujeron un indio, que era de Juan Rubio, vecino de San Miguel, el cual andaba en servicio de Pizarro, é huyéndose dél, lo tomaron los corredores del visorrey y supieron Gonzalo Pizarro venir tan cerca. Y á la verdad habíase dado toda la priesa posible con sus banderas hasta llegar al valle de Serran, adonde se hizo

alarde con demostracion que cada uno hacia de las armas que tenia, y teniendo nueva cierta de cómo el visorrey estaba en Pibia, é mandó que se diese toda priesa á andar para le dar la batalla, y ansí iban todos los que le siguian con gran gana de quel visorrey fuese preso ó muerto.

CAPÍTULO CXIII

De cómo el visorrey, despues de haber tenido muchos acuerdos, acordó de se retirar á la cibdad del Quito, y de cómo antes que se partiese allegó el traidor Olivera.

Aunqu' el visorrey Blasco Nuñez Vela tuviese nueva cierta de la venida de Gonzalo Pizarro y de la estada en la costa del capitan Bachicao, no se habia determinado lo que le convenia hacer, porque le parescia que volver huyendo sin ver el rostro al enemigo que seria cosa vergonzosa, y mandó al general Vela Nuñez, y al capitan don Alonso de Montemayor, y al maese de campo Rodrigo d' Ocampo, y al capitan Francisco Hernandez, y al capitan Juan Perez de Vergara, y al sargento mayor Sayavedra, con los más principales, que se juntasen para entrar en consulta y consejo de guerra, y despues que todos estuvieron allí, se trató sobre la calamidad tan triste en quel reino estaba y de cuán encendida andaba la guerra, y de la venida de Pizarro y de lo que les convenia hacer.

Hobo en esta consulta muchas opiniones y votos diferentes, porque á unos parescia que seria cosa muy acertada sobirse á la provincia de Guancabamba y á toda priesa caminar por el real camino de la Sierra, por mí tantas veces memorado, y doblando las jornadas, aunque supiesen dejar los caballos y rosines cansados, ir hácia la rica y opulenta cibdad del Cuzco, desde donde haciendo llamamiento de gente podrian volver á buscar al enemigo, destruyendo por donde volviesen todas sus reliquias. A otros les parescia que siendo tan pocos era cosa muy dañosa ir al Cuzco, pues todas las cibdades orientales tenian la voz y apellido de Pizarro, y que seria cosa muy decente retirarse á la cibdad del Quito, adonde ya llegado seria el capitan Juan Cabrera, y llamando en su ayuda al adelantado Belalcazar con los capitanes del Nuevo Reino podria engrosar su ejército para no rehusar de dar la batalla al enemigo. Pasadas estas práticas en la congregacion, y otras que alli se altercaron, el visorrey determinó de se volver al Quito, no

embargante que deseaba grandemente ser informado de la gente y ejército que Gonzalo Pizarro traia. En este tiempo allegó á la cibdad de San Miguel un mancebo portugués llamado Olivera, nacido en la villa de Zafra, de edad de veinte é cinco años, el cual, llegado adonde el visorrey estaba, publicó con gran disimulacion venir huyendo de Pizarro y con mucho deseo de servirle. Pues como este atrevido mozo llegase al visorrey, le causó sospecha su venida, temiéndose de traicion, y aun no sin gran razon, porque éste, confiado de su ánimo, ó engañado, por mejor decir, del demonio, se ofresció á Pizarro cuando venia por aquellos tan lindos valles subjetos á la cibdad de Trujillo, de venir adonde el visorrey estaba y dalle de puñaladas, y como el tirano tuviese por acabada la guerra con faltarle la vida al visorrey, agradeciendo el hecho que por muy famoso tenia, le prometió más de cuarenta mill pesos si lo hiciese. Con esta cobdicia el malaventurado venia á hacer un caso tan temerario que solamente para pensallo era grande atrevimiento, cuanto más para lo

acometer.

Teniendo el visorrey el recelo que decimos, mandó al maestre de campo que le prendiese y aun le diese tormento hasta que confesase á lo que venia. Rodrigo d' Ocampo mostróse tan remiso en esto, que no solamente no dió tormento al traidor, mas tampoco lo prendió, excusándose lo más que podia de no hacer justicia de ningun delincuente, y mostraba estar mal con el general Vela Nuñez y intentó formar bandos entre los capitanes, mostrándose en ello parcial. El visorrey, visto el gran descuido de Rodrigo d' Ocampo, por entonces disimuló, y llamando ante sí á Olivera le preguntó: ¿Qué gente trairia Pizarro? y respondió que traia docientos arcabuceros y ciento y veinte infantes y docientas lanzas, que antes eran más que menos. Pues como ya por las espías y corredores qu' estaban por el camino de Los Llanos supiese el visorrey que Pizarro venia muy cerca, y se hobiese determinado de revolver al Quito, mandó que se recogiesen para se ir, y estaba tan mal ordenado el campo del visorrey y tan derramados los españoles, que no podian juntarse todos á tiempo de salir luego. Y ya Pizarro no estaba sino seis leguas de San Miguel y venia con voluntad de amanescer sobre la cibdad y dar la batalla al enemigo y procurar de le desbaratar.

El visorrey mandó tocar al arma para que si los enemigos viniesen, arrostrar con ellos ó retirarse al Quito.

CAPÍTULO CXIV

De cómo el visorrey Blasco Nuñez Vela salió de San Miguel á toda priesa huyendo él y los suyos la via del Quito, y Pizarro le dió el mayor y más largo alcance que ningun capitan ha dado á otro en la mayor parte del mundo.

Bien sé que en este tiempo el capitan Diego Centeno dió la muerte á Francisco de Almendras, justicia mayor por Gonzalo Pizarro de la villa de Plata, y que fuera bien que tratara la historia dello; mas como llevamos nuestra narracion en esto del visorrey, proseguirémoslo hasta su entrada en el Quito, y luego en el discurso de la obra volverá á tratar lo demás. Y verdaderamente yo estoy tan cansado y fatigado del continuo trabajo y vigillas que he tomado por dar fin á tan grande escritura, que más estaba para darme algun poco de contento y gastar mi tiempo en leer los que otros han escrito que no en proseguir cosa tan grande y tan prolija. Dios es el que da esfuerzo para que yo pase adelante y prosiga estas guerras ceviles hasta quel Presidente en nombre del rey funde el Audiencia en la cibdad de Los Reyes. Y agora hemos de contar esta retirada del visorrey y el seguimiento que le hacia Gonzalo Pizarro, porque le dió de alcance más de docientas leguas, cosa de admiracion y que ninguno habia leido que alcance tan grande en el mundo se haya dado por tierra bien proveida de encumbrados cerros, de valles tan hondos que quitan la vista, é rios y ciénegas é paludes no pocas. Como el visorrey viese que ya el enemigo estaba tan cerca y hobiese mandado armar su gente, delante della y de los capitanes les dijo: Bien sabeis cómo los enemigos estan tan cerca de nosotros, que segun dicen nuestros corredores no hay seis leguas. Yo creí que Bachicao se hobiera pasado al servicio del rey, ó que lo mismo hobiera hecho algun capitan de los que con el tirano vienen. Estan tan endurecidos en sus desvergüenzas, que no piensan sino en nuestra muerte. Y á la verdad, enjemplo nos dan para que, pues ellos por seguir su opinion quieren morir ó vencer, siendo tan inica y perversa, que nosotros, pues la tenemos buena y leal en servicio de Dios y del rey, que no espantados de la potencia suya, si vinieren antes que podamos salir de aquí, que afrontemos con ellos y procuremos de vencer, ó que quedando en el campo muertos se entienda para siempre nuestra lealtad, que con las vidas pagamos

la obligacion que al servicio del rey debemos. Diciendo estas práticas y otras amonestaciones exhortando á los soldados que le siguiesen, salió de San Miguel, viernes por la mañana, habiendo visto muy mala voluntad en el capitan Serna, porque diciéndole el visorrey que sacase al campo su compañía, respondió con alguna soberbia que no tenia más de seis soldados. Y su alferez Chacon, que oyó aquello, sacó toda la resta y quedó en falta Serna; y porque dende á pocos dias fué su muerte, quiero contar aquí algunas ocasiones por donde el visorrey, segun dicen, se la dió, dejando la principal hasta que tratemos su fin; y es qu' este Serna deseaba grandemente el honor de Vaca de Castro y quisiera que volviera á la gobernacion del reino. Y no embargante que en Los Reyes al tiempo quel visorrey fué preso se mostró grandemente bien, y aunque despues fuese en seguimiento del visorrey y diese á entender tener deseo de le servir, debióse de arrepentir, por andar con él ó teniendo otros fines; al tiempo que desde Túmbez el visorrey lo envió con el general, tuvieron una arma, y creyendo ser Bachicao con su gente, se mostró muy pusilámino, tanto quel general le trató ásperamente. Y despues, yendo á salir á la provincia de los Pastos 1le oyeron algunas flaquezas y que deseara 2 no andar con el visorrey. Y dicen qu' estuvo Vela Nuñez por le mandar cortar la cabeza si no fuera por lo que sirvió en la cibdad de Los Reyes. La gente de su compañía le tenia en poco, tanto que su alferez, que entonces era llamado Luis de Figueroa, dejó la bandera, y el visorrey, al tiempo que salió de San Miguel, mirando lo que Serna habia hecho le tomó odio y le dijo que se pusiese con su gente en la una ala de la batalla al tiempo del romper. Y el visorrey dijo á la gente de guerra que en unas angosturas que se hacian junto al camino de Cenan ó de Caxas habian de dar en los enemigos. En este tiempo Gonzalo Pizarro venia caminando, el cual tuvo aviso de la salida del visorrey, mas no supo la certenidad del camino que llevaba. Y dejando el que iba á salir á Caxas, vinieron á la cibdad, por lo cual el visorrey tuvo lugar de

ir

por el que fué, dándose con su gente toda priesa á andar hasta tomar el principio del valle, porque los enemigos no le hobiesen tomado la delantera. Y ansí, despues de haber aquel dia caminado mucho, durmieron en el valle para otro dia subir á la sierra. Gonzalo Pizarro, estando ya cerca de San Miguel, ordenó sus escuadrones, en lo cual

En el ms., Pastas.- En el ms., desearan.

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no poca diligencia ponia el sabio y muy entendido capitan Francisco de Caravajal, su maestre de campo, y llevando las banderas delante caminaban con toda priesa, pensando de alcanzar al visorrey, porque no embargante que ya tenian aviso de su salida de la cibdad, no lo creian, y ya qu' estarian tres leguas della salieron algunos de los que habian quedado á le rescibir y dar la nueva de la ida del visorrey. Sabido ser cierto pesó mucho á todos, y más á Gonzalo Pizarro, que quisiera que la guerra se concluyera allí, y mandó que solamente algunos corredores entrasen en la cibdad, y que todo el campo marchase, porque queria seguir al visorrey, no embargante que la jornada de aquel dia habia sido grande. Todos hicieron lo que Gonzalo Pizarro mandó y siguieron al visorrey, al cual se le quedaron en la cibdad algunos soldados, y entre ellos Gomez de Rojas, y se juntaron con Gonzalo Pizarro. Francisco de Caravajal daba mucha priesa á que la gente caminase, diciendo: No es tiempo, señores, de reposar, sino que con toda diligencia sigamos á estos traidores que van huyendo, porque la presteza es la que acaba la guerra, y el que fuere remiso y perezoso no la siga, porque se perderá; y ansí caminaban con la priesa que digo. Los corredores de Gonzalo Pizarro dieron en el bagax del visorrey y tomaron algun fardax y prendieron Alonso Rengel, contador que era de la cibdad de San Miguel, y á otros soldados, aunque á la verdad bien se puede creer que algunos dellos se quedaban de su voluntad. Francisco de Caravajal mandó que Rengel fuese luego ahorcado. Algunos dicen que por mill pesos de oro que le ofresció para ayuda á los gastos le dió la vida. Otro dia por la mañana, sabiendo el visorrey que los enemigos estaban casi mezclados con los suyos, habló á los capitanes, amonestándoles que animasen á los soldados y que sacadas las banderas le siguiesen con toda presteza para que fuesen á salir á Caxas, porqu' el enemigo no les tomase la delantera por la provincia de Guancabamba 6 Ayabaca. Todos respondieron que lo harian ansí y caminaron todo aquel dia mucho, no haciendo cuenta del fardaje. El traidor de Olivera siempre iba siguiendo al visorrey, el cual como fuese. tan recatado y no nada descuidado, no pudo efectuar su mal propósito, y aguardaba á quel tiempo le diese lugar para lo poner por obra. El visorrey anduvo hasta que le tomó la noche despues de haber subido por una sierra hasta una legua; desde allí á todo lo alto y cumbre della habia cinco; acordaron de dar maiz á los caballos y desque estuvie

sen alentados caminar adelante, y por ser angosto el camino iba con mala órden la gente de guerra. Al capitan Gaspar Gil mandó el visorrey que quedase en la retaguarda. Mas iban todos tan cansados y fatigados y con nescesidad de comidas, que no bastaban amonestaciones del visorrey, ni de capitanes, para que dejasen de se recostar por aquella crecida sierra. En la parte qu' estaban, el capitan Francisco Hernandez siempre iba junto al visorrey y le servia con toda voluntad. Visto por el visorrey que Gaspar Gil habia venido y que muchos soldados se quedaban atrás, cansados, como digo, le pesó de la mala órden que habia.

CAPÍTULO CXV

Cómo el risorrey mandó al maestre de campo que pusiese cintinclas y enviase algunos arcabuceros á recoger la gente que quedaba atrás, y de cómo Gonzalo Pizarro le venia siguiendo.

Aquesta noche quel visorrey, durmió en esta sierra hacia la luna muy clara, y como viese que toda la mayor parte de su gente no habia llegado, temiendo Francisco de Caravajal y Gonzalo Pizarro no viniesen á dar alguna arma, dijo al maestre de campo que mandase abajar algunos soldados con sus arcabuces, para que diesen priesa á que la gente acabase de subir á lo alto. Estaba tan desganado Rodrigo d' Ocampo y con tanta remision hacia lo que le era mandado y cumplia al oficio militar de la guerra, que no solamente dejó de inviar los soldados, mas aunqu' el visorrey le mandó que pusiesen centinelas para que los enemigos no diesen en ellos de sobresalto, no las puso. Quieren decir que demás de no andar contento en compañía del visorrey, recibió cartas de Pizarro. Y aun dicen tambien que le envió entrellas un mandamiento para que pudiese prender la persona del visorrey, y ser verdad que Pizarro envió este mensaje á Rodrigo d'Ocampo no lo dude el lector, mas á la verdad no fué tan breve, sino algunas jornadas más adelante. Gaspar Gil y el capitan Serna habian estado con alguna punta de enemistad y habianse conformado y hecho amigos singulares. Quedado el campo del visorrey sin cintinelas ni velas, fuera causa de que fuera muerto 6 preso, porque despues de haber andado Gonzalo Pizarro y sus capitanes tres leguas más adelante de la cibdad de San Miguel, situaron sus tiendas, habiéndose informado de Rengel y de los demás que se ha

bian perdido, el camino quel visorrey llevaba, y luego sin detenimiento entraron en consulta Gonzalo Pizarro y Francisco de Caravajal y el licenciado Cepeda y el licenciado Benito Suarez de Caravajal y el capitan Martin de Robles, Pedro de Hinojosa, Juan de Acosta y el sargento mayor Silveira y el capitan Pedro de Puelles con otros de los más principales para determinar lo que debrian de hacer, teniendo por muy dificultosa la guerra si el visorrey pudiese llegar á Quito y meterse en la gobernacion de Popayan, por ser tierra poblada de muchos rios y desproveida de mantenimientos, por lo cual seria cosa muy acertada, pues no podia ir lejos dellos, procurar de le prender 6 matar, y despues que hobieron platicado sobre lo que seria mejor hacer, acordaron de que luego se partiese el maestre de campo con algunas lanzas y arcabuceros y con su acostumbrada presteza y diligencia diese en el real del visorrey y lo desbaratase, pues seria fácil cosa de hacer. Andaba en el campo de Gonzalo Pizarro un fraile de la órden de Nuestra Señora de la Merced, que habia por nombre fray Pero Muñoz, ques el que atrás contamos que fué á la cibdad de Los Reyes á dar mandado á Gonzalo Pizarro de cómo el visorrey se rehacia en Túmbez. Y como supo que Caravajal queria ir en seguimiento del visorrey, poniendo encima de su corona una acerada celada y armado con su cota, se aparejaba para ir en el alcance que se queria hacer, y algunos varones virtuosos y honrados, paresciéndoles gran fealdad la que hacia el fraile inregular, suplicaron á Pizarro nɔ consintiese que fuese con ellos, y contra su voluntad el fraile se quedó en el campo, y Caravajal se partió con los que habian de ir con él; y caminando á más andar toda aquella noche, de tal manera que llegó al principio de aquella incumbrada sierra por donde el visorrey habia subido, y es cierto que hay en ella pasos tan dificultosos que con aguardar una hora los pudieran romper con barias y azadones de tal manera que por ninguna via pudieran pasar por ellos. Yendo más adelante Caravajal topó á un soldado del visorrey, llamado Costilla, natural de Zamora, mancebo mal inclinado, de costumbres perversas. Deste supo cuán cerca de allí estaba el visorrey, lo cual oido le mandó que fuese al campo de Pizarro y le diese relacion de todo. Pasando adelante, subiendo por la cuesta arriba comenzó Caravajal y los suyos á dar en el fardaje del visorrey y á robar todo lo que podian, abriendo los cofres y lias para ver si en ellos habia algun oro ó plata, y se prendieron algunos soldados de

los del visorrey, el cual, no embargante que estuviese muy cansado habia tomado aquella noche poco reposo, aunqu' estaba descuidado de que los enemigos estuviesen tan cerca dél, porque como el maese de campo se olvidó de poner velas ni rondas, no habia quien pudiese dar aviso, y teniendo el visorrey recelo de la venida de los enemigos, antes que la noche hobiese acabado de hacer su curso, tomando sus armas, á gran priesa cabalgó en su caballo, llamando á grandes voces á los que con él estaban, para caminar. A este tiempo no estaba Caravajal dellos hasta un tiro de arcabuz. Ya iban delante los capitanes Gil y Serna, y Olivera el traidor no se apartaba un punto del visorrey, teniendo la intencion que ya hemos receptado, mas via en el visorrey tan poco descuido que no pudo salir con lo que deseaba; pues como los enemigos estuviesen tan cerca, un soldado dellos, llamado Luis de Figueroa, dió al arma, y al ruido se tocó un atambor y juntáronse con el visorrey ochenta españoles, los cuarenta piqueros y nueve arcabuceros, los demás de á caballo, los cuales se apearon tomando sus lanzas, y el visorrey mostró grande ánimo, porque con estar con él tan pocos, quiso volver á los enemigos, y los capitanes que se hallaron allí eran el general y el maese de campo y el capitan de la guardia Diego d' Ocampo y el capitan Francisco Hernandez; pero como el maese de campo Caravajal viese que tan cerca estaban, mandó tocar una trompeta; algunos de los que con él iban no lo notaron, porque quieren decir quel sonido desta trompeta fué antes que en el real del visorrey se tocase el atambor, y que fué deseño para que con oilla se pudiesen partir. Bien podria ser, mas Caravajal, aunque sus émulos quisieron notalle de cobarde, cierto se engañaron, porque jamás entró en batalla que no fuese en la delantera, y aun las cosas de la guerra las entendia tan bien como muchos de los antiguos capitanes que hobo en Italia. Pues como ya fuesen sentidos unos de otros y se viesen, jugaban los arcabuces, y el visorrey, que pudo reconocer los que eran, no embargante que le amonestaron que se retirase, no lo quiso hacer, antes mandó al capitan Francisco Hernandez que le siguiesen con los piqueros, llevando delante de sí los nueve arcabuceros. Francisco Hernandez tambien le dijo que pues tenia lo alto ganado y el mejor sitio, que aguardase á los enemigos, y no quiso, sino abajó á ellos. El general Vela Nuñez vino adonde el visorrey estaba y le dijo que se volviese arriba y no quisiese oponerse contra los enemigos, pues eran tan

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