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las cibdades del reino. Es verdad questo parescia entonces muy claro que no á pocos de los que daba estas cédulas era por complir con ellos y porque le siguiesen, y ansí, como ellas se dieron con esta intencion, aprovecharon á pocos ó á no ningunos. El maese de campo y el capitan de la guardia Diego d' Ocampo se habian quedado atrás, como dijimos, y despues de haber estado escondidos tres dias en el monte, salieron y iban en seguimiento del visorrey.

CAPÍTULO CXXIII

De cómo el visorrey llegó á la provincia de Tomebamba, y de la muerte que allí dió á su maese de campo Rodrigo d' Ocampo.

Salido de la montaña el visorrey y los que le seguian, algun tanto se conhortaron, é iban tan flacos y descoloridos que parescian ya difuntos; los caballos tan lasos y trasijados que era compasion ver á todos cuál salian, y ansí anduvieron hasta llegar á los reales aposentos de Tomebamba, adonde fueron proveídos por los señores de aquellos valles de mantenimientos, ansí para ellos como para los caballos, y el visorrey acordó de reposar allí dos ó tres dias á aguardar á los que quedaban atrás, inviando recaudo para que su hermano viniese, y mostró tener grande odio y aborrescimiento al maese de campo, por las cosas pasadas, é ayudó á esto tener émulos y muchos contrarios Rodrigo d' Ocampo, y las muchas sospechas que contra él ponian. Tambien se quejaba el visorrey de su capitan de la guardia, porque habiéndolo él honrado y favorescido se hobiese quedado en tiempo de la mayor nescesidad, y juraba que no serian allegados cuando luego fuesen muertos. Era el visorrey, como todos saben, hombre arrebatado y muy iracundo, y que cuando se enojaba se encendia grandemente sin retener en su pecho lo que pensaba, que era causa los enemigos hiciesen más á su salvo sus cosas y los amigos anduviesen muy descontentos. Y digo esto porque estando el visorrey tan mal acompañado, no habia de poner en plática públicamente tener deseo de matar á los capitanes ya dichos, porque pudiera ser que les dieran aviso y rescreciera gran daño. Pues como allegase alguna gente de los que venian atrás y dijesen cómo el maestre de campo y el capitan de la guardia venian, el visorrey se admiró, porque tenia creido que de su voluntad se habian quedado para se juntar con Pizarro. Pues como tuviese la sospecha que ya hemos dicho, creyó que venian á efectuar su propósito,

que segun él creyó era de lo matar 6 prender, de lo cual venian bien quitados, á lo que yo creo, porque nunca los vian acaudillar amigos, ni hablar las pláticas que decian Serna y Gaspar Gil, ni esperar tener vida de mano del contrario, puesto caso que los descuidos y remision del maese de campo fueron muchos y que era digno de muerte por ellos, porque privacion de cargo en semejante trance no se sufre. Entendida la venida de Rodrigo y Diego d' Ocampo por el visorrey, habló con los capitanes diciéndoles que venian y que mirasen por sí si quisiesen intentar alguna traicion. El general Vela Nuñez venia con su indispusicion caminando, y como lo alcanzase Rodrigo d' Ocampo, el general le dijo que se fuese con él, porqu' el visorrey iba grandemente sentido dél é creeria que le mataria si le tomaba, lo cual se ivitaria yendo todos juntos, porque ternia en él buen tercero. El capitan de la guardia se adelantó para purgarse ante el visorrey, y como llegó á Tomebamba, el visorrey mandó que fuese preso y puesto á recaudo, sin querer oir ninguna excusa de las que daba, y despachó á Cristóbal de Funes, natural de Guadalajara, y Alonso Cerdán, natural de Córdoba, para que partiéndose luego, adonde quiera que encontrasen al maestre de campo le diesen de puñaladas é le matasen. Rodrigo d' Ocampo, no embargante quel general le avisase de lo que le convenia, se pasó luego de largo y anduvo hasta que llegó al aposento de Tomebamba, y como Funes y Cerdán le vieron tan cerca determinaron de se volver con él á donde estaba el visorrey, y queriendo ir á le besar las manos, el visorrey le mandó prender sin dar lugar á que le viese ni hablase, diciendo al licenciado Alvarez que mirase las culpas y remision de Rodrigo d' Ocampo, y haberse quedado atrás y dar lugar á que Costilla, el que trujo el mandamiento y despacho de Pizarro para él, se volviese, y dejar en la sierra de Ayabaca el campo sin cintenelas. Estas eran las causas porque le mataban. El licenciado Alvarez fué luego, acompañado de algunos, á donde estaba Rodrigo d' Ocampo, el cual, como sintiese el juego que le querian hacer, quiso ponerse en defensa, pero ya era tarde, é metido en un aposento entró luego fray Bartolomé Montesino, de la órden de Nuestra Señora de la Merced, que en compañía del visorrey andaba, á le confesar. Viendo el anciano capitan de Rodrigo d' Ocampo que la cosa iba puesta con todo rigor y quel fin de su vida se allegaba, dijo que ¿por qué le mataban? fuéle respondido quel visorrey era informado que le era traidor, á

lo cual respondió que todos los pecados le perdonase Dios, ya qu'él no; dicen que preguntado que por qué se habia quedado atrás y dejado el campo sin velas en la sierra de Ayabaca, respondió que fué descuido, y visto que no bastaba ninguna salva para ser creido, se confesó y encomendó á Dios Nuestro Señor, y dándole un garrote murió mostrando ánimo sosegado y reportado al tiempo de la muerte. Desta manera fenesció el pobre viejo, en edad de casi setenta años. Tenia tanta fuerza y vigor como si hobiera cuarenta. Esto hecho, el visorrey mandó que se confesase su capitan de la guardia Diego d' Ocampo, porque le habia dejado y quedádose con el maese de campo, y por otras cosas, que cierto el crimen dellos no era de muerte. Como los capitanes viesen la muerte que le querian dar, especialmente el capitan Francisco Hernandez, tanto rogaron al visorrey, que condoliéndose de el mozo Diego d' Ocampo le dió la vida, mas no el cargo.

CAPITULO CXXIV

Cómo Gonzalo Pizarro venia siguiendo al visorrey, y lo mismo Bachicao, y de lo que hizo en Quito Gomez de Estacio.

Caminando venia Gonzalo Pizarro en seguimiento del visorrey y con gran presteza y mayor deseo de haberle á las manos para que la guerra hiciese fin, y engañábase, porque la agilidad no se habia de acabar hasta que siendo él muerto, su cabeza destroncada del cuerpo diese testimonio del famoso castigo que por sus traiciones se habia de tomar, que no es pequeño caso para los hombres tener avisos y regla cierta para vivir con temor de Dios y en servicio del rey, pues veemos que siendo Gonzalo Pizarro hombre de poco saber, sin cimiento, hobiese emprendido la hazaña que llevaba entre manos, y que todos los caballeros famosos y más principales se moviesen á seguir sus banderas, y que despues ellos mismos se mostraron sus enemigos y le pusieron en el trance de la muerte, como diremos adelante; despues quel sanguinario cruel de Caravajal hobo muerto en Ayabaca á los que contamos, se partieron en seguimiento de los que iban huyendo, llevando no menos trabajo que ellos. Pues como fuesen caminando, tomando siempre en el alcance el fardaje que habia quedado á sus enemigos, y algunos soldados, supieron la muerte quel visorrey habia dado á los capitanes Serna y Gaspar Gil, y la sospecha que llevaba de su maese de campo, y sin estos dichos se hicieron testigos de haber

pasado ansí los cuerpos sin cabezas que hallaron en el lugar adonde fueron muertos. Y Pizarro y los que le siguian ultrajaban al visorrey, llamándole de cobarde y que hnia como liebre de los canes; diciendo más, que pues á sus mismos capitanes mataba, que ¿qué confianza habian de tener otros ningunos dél? y ansí, diciendo estas cosas y otros donaires que Caravajal hablaba, se metieron por la montaña siguiéndolos con gran celeridad. Bachicao con su gente venia caminando por otro camino la vuelta del Quito con deseo de encontrarse con el visorrey antes que Pizarro se hobiese con él afrontado. Ya se acordará el letor cómo en los capítulos de atrás hecimos mincion que Gomez d' Estacio en Guayaquil prendió á los que Bachicao allí habia enviado, y cómo se fué la vuelta del Quito, adonde en aquella sazon era corregidor Hernando Sarmiento, natural de Sanlúcar de Barrameda, cuñado deste Gomez d'Estacio. Ya habia en Quito gran competencia entre éste y Diego de Torres, alcalde, natural de Oropesa. La ocasion era porque á todos pesaba la venida del visorrey, de Piúra, porque se temian de que su cibdad, que en aquel tiempo estaba próspera por los grandes mineros, fuese saqueada por Pizarro si entrase viturioso. Mostraban sentimiento y gran querella contra Sarmiento porque con sus palabras, desde Túmbez se movió el visorrey á venir al Quito, y habia porfias, sustentando los unos el partido del visorrey y los otros, dando á entender el provecho general que resultaba de la venida de Pizarro, deseaban que ya estuviese dentro de la cibdad, y algunos se mostraban neutrales hasta ver la nueva que habia de los unos y de los otros, porque no se sabia entonces nada; y estando las cosas en este estado allegó al Quito Gomez d' Estacio, publicando venir huyendo de Bachicao, el cual como hobiese entreoido de algunos indios quel visorrey venia desbaratado, deseaba alzarse con la cibdad y apellidar el nombre de Pizarro, y de industria pedia gente y armas. diciendo que queria ir á socorrer al visorrey, porque avivando la nueva, los indios decian que venia huyendo con los suyos de la furia de Pizarro. Diego de Torres entendia la malicia de Estacio y evitaba que no se le diese gente, porque no tenia deseo leal, y escribieron él y otros á la cibdad de Popayán, al capitan Juan Cabrera, que con su gente se diese toda priesa andar para meterse en el Quito y aguardar al visorrey, que los indios decian venir desbaratado.

1 En el ms., en si.

CAPÍTULO CXXV

De cómo el visorrey partió de Tomebamba para se acercar al Quito, é cómo en Tiquicambi supo de los bollicios de Estacio y mandó al capitan Francisco Hernandez que con dos españoles fuese á ver la cibdad de qué arte estaba, y de cómo Pizarro llegó á Tomebamba.

Despues que el licenciado Alvarez, Oidor, hobo hecho por mandado del visorrey justicia del maese de campo Rodrigo d' Ocampo, é ser llegado aquella provincia el general Vela Nuñez con otros que atrás se habian quedado, el visorrey mandó que se aparejasen para salir de allí é ir al Quito, y ansí lo hicieron todos y anduvieron hasta llegar á la provincia de Tiquicambi, qu' es veinte leguas de los aposentos de Tomebamba, adond' el visorrey supo de la estada de Gomez de Estacio en el Quito, y con esto el alboroto de Caravajal, natural de Trujillo, y Ojeda, capitanes que habian sido de Bachicao. Juntamente con esto supo de los bullicios que traian y movimientos, lo cual oido por el visorrey, deseando saber ciertamente el estado en que estaba el Quito, temiéndose no tomase la voz de Pizarro en ver qué iba desbaratado, mandó al capitan Francisco Hernandez que llevando consigo Alonso de Lerma y á Castellanos se partiese á toda furia á la cibdad del Quito, y de su parte hablase á los moradores y vecinos della que no recibiesen ningun desmayo y pena en saber que volvia desbaratado, porqu' él confiaba en Dios Nuestro Señor encaminaria sus hechos como fuesen prósperos; y ansí se partió el capitan Francisco Hernandez á la cibdad del Quito, que treinta y cinco leguas está de Tiquicambi, y dándose toda priesa á andar llegó á ella en tres dias, encontrando primero en el aposento de Pançaleo ciertos vecinos que salian de la cibdad á ver qué gente era la que venia, porque los indios habian dado mandado de la estada del visorrey en Tomebamba y no habian aún sabido la muerte que allí se dió á Rodrigo d' Ocampo Y para ver con sus ojos si era verdad lo que los indios decian, habian salido, y encontraron, como digo, en el aposento de Pançaleo á Francisco Hernandez, el cual les contó lo que habia pasado, y oido por el uno dellos, que habia por nombre Juan Marques, que tambien era casado con otra hermana de Estacio, se volvió á todo andar al Quito, publicando venir el visorrey desbaratado con muy poca gente, y Estacio quisiera efetuar su intencion y propósito, que era, á lo

que dicen, alzarse con Quito en nombre de Pizarro; mas Francisco Hernandez, dándose priesa á andar, allegó á la cibdad y procuró de asosegar á los que dentro estaban, diciéndole á Gomez de Estacio que el visorrey le tenia por muy amigo y allegado á su servicio, y que habia muerto á Gaspar Gil y á Serna y al maese de campo por causas muy justas que para ello hobo. Gomez de Estacio y los que se habian mostrado sus amigos quisieron ausentarse de la cibdad, temiendo la ira del visorrey, y al fin lo dejaron de hacer por las palabras que Francisco Hernandez les dijo. Sarmiento y Diego de Torres, con otros vecinos de aquella cibdad, salieron á se encontrar con el visorrey, el cual en alguna manera venia mal con ellos por ciertas cartas que se tomaron en el real de Chinchichara al tiempo que fueron desbaratados los capitanes Hernando de Alvarado y Gonzalo Diaz de Pineda, y por entonces disimuló, recibiendo graciosamente á todos ellos, y nombró por su capitan de la guardia á Pedro de Heredia, del cual fué informado de las tramas en que anduvo Gomez de Estacio y de los bandos que habia en Quito, y mandó que se moviesen para entrar en la cibdad, la cual aunque en aquel tiempo estaba tan próspera como en otras veces hemos receptado, por los grandes mineros de oro que tenian, todos sus vecinos y moradores estaban tristes, pensativos, llenos de mucha aflicion, adevinando la total perdicion y triste caida que por los más dellos habian de venir. Procuraban de esconder sus tesoros y haciendas en partes secretas, paresciéndoles que ya el enemigo que venia venturoso tenia sentadas las banderas en la plaza de su cibdad. Pues como ya el visorrey hobiese partido de los aposentos de Tiquicambi y supiesen que allegaban cerca del Quito, salieron algunos á le rescibir, con ánimos tristes, aunque en los semblantes mostrasen alguna alegría. Cerca del Quito fué preso Estacio, é Caravajal, con Ojeda y otros de los participantes, que la traicion que dicen querian hacer era levantarse con la cibdad; y entrando en el Quito el visorrey, le paresció que estaba toda la más della desierta, y el aflegido hombre, como viniese tan cansado y quebrantado del camino y desvelado del no dormir, no embargante que entendió que los ánimos de muchos de los del Quito estaban puestos en la fortuna de Pizarro, y que otros se querian mostrar neutrales, no quiso que entendiesen quél lo inoraba, aunque no entendió por entonces más de quel licenciado Alvarez, Oidor del rey, visto el crimen que habia cometido Estacio y los otros, se hiciese justicia confor

me á derecho. El licenciado Alvarez, hechas las informaciones, condepnó á muerte á Gomez de Estacio, y á Caravajal y á Ojeda y á otros tres ó cuatro se castigaron sin les dar muerte. El visorrey se aposentó en las casas de Diego de Torres, y conociendo que convenia rehacerse y peltrecharse de armas y las otras cosas convinientes, mandó que se hiciesen picas y arcabuces y se recogesen todas las armas que se pudiesen haber. En este tiempo Gonzalo Pizarro, habiéndose metido en la montaña, andaba con toda priesa en seguimiento de su enemigo, y pasaron él y los suyos hartos trabajos; siempre hallaban en el alcance que daban qué robar, y soldados del visorrey que se quedaban, hasta que llegaron á los reales aposentos de Tomebamba, adonde supieron la muerte que allí se le dió al capitan Rodrigo d' Ocampo, lo cual sabido decian grandes blasfemias contra el visorrey, diciendo que era muy fácil su condicion para matar, y que bien lo daba á entender su poco ánimo y el huir que llevaba, porque era cosa muy cierta todo hombre cobarde ser cruel. Poníales mucha lástima que Rodrigo d'Ocampo á cabo de tanto haber servido, siendo varon tan anciano, le tomase el visorrey de aquella suerte. Caravajal, el maestre de campo, decia que la endustria con que quiso vivir Rodrigo d' Ocampo le habia muerto; que si él se pasara cuando con Costilla se lo escribieron, que estuviera vivo y á su placer; y desde aquí determinó Gonzalo Pizarro de inviar al real de Bachicao á los capitanes Pedro de Hinojosa y Martin de Robles, por las causas ya por mí receptadas y por temor que tuvieron no se pasase al visorrey, y ansí fueron á ello. En este tiempo el capitan Juan Cabrera, despues de haber salido de Popayán y andando por más espacio que convenia, allegó á la villa de Pasto, adonde se juntaron con él algunos soldados, y supo por nuevas, antes de allegar allí, cómo el visorrey habia desbaratado en Chinchichara á los capitanes Gonzalo Diaz de Pineda y Hernando de Alvarado, y extendiéndose esta nueva por la gobernacion de Popayán, creyendo algunos quel visorrey estaba viturioso y le subcederian sus cosas prósperamente, se movian para le ir á servir, y como despues se entendiese venir desbaratado, mudaron propósito, no embargante que Juan Cabrera y los suyos fuesen caminando á toda priesa hasta llegar á Otavalo, donde se encontraron con el visorrey; y dejará la historia de tratar desto y contará lo que subcedió en la villa de Plata, porque conviene para la claridad de la obra que ansí se haga.

CAPITULO CXXVI

De cómo el tirano Francisco de Almendras allegó á la villa de Plata, adonde en ella era teniente y justicia mayor por Gonzalo Pizarro, é de las cosas que hizo.

Ya se acordará el letor cómo al tiempo que Gonzalo Pizarro estaba en la cibdad de Los Reyes despachó por su teniente á la cibdad de Arequipa á Pedro de Fuente, y de la cibdad del Cuzco al capitan Francisco de Toro, y de la villa de Plata al capitan Francisco de Almendras, los cuales cada uno se fué á gobernar la cibdad y provincia que le estaba asinada. En todas las partes del reino subcedian cosas notables y acaecimientos. Yo no puedo escrebirlos todos juntos, porque seria una confusion ciega y quel letor con gran dificultad lo entenderia, por lo cual usaré de lo que acostumbro en mi narracion, que es contar lo uno y despues lo otro; por lo cual, dejando al visorrey en el Quito y á Gonzalo Pizarro en los reales aposentos de Tomebamba, y tambien lo que le subcedió á Alonso de Toro en la cibdad del Cuzco, contaremos un poco de la villa de Plata, adonde en el transcurso de nuestra obra contamos cómo habia della salido el capitan Luis de Ribera, y Antonio Alvarez, Lope de Mendieta, Francisco de Tapia Retamoso y los demás que con la leal bandera salieron para se juntar con el visorrey con ánimos prontos y aparejados para le servir en todo lo que les mandase; de cómo sabiendo su prision y venida de Francisco de Almendras, temiéndose del tiránico furor se habian ido á los montes Luis de Ribera y el alcalde Antonio Alvarez, Lope de Mendieta, regidor, Juan Ortiz de Zárate, su hermano, con otros. Pues como Francisco de Almendras llegase á la cibdad de Arequipa, desimulaba con los que alli halló, dando con sus palabras esperanza que dél no recibirian ningun mal tratamiento, y ansí con este fingimiente le siguieron algunos, con los cuales se partió y anduvo hasta llegar á la villa de Plata, adonde dende á pocos dias que en ella se vió, desposeyó de la encomienda que tenia de indios al lealísimo y virtuoso varon el capitan Luis de Ribera, y á Lope de Mendieta, regidor perpétuo de aquella villa, y Antonio Alvarez, alcalde del rey que en ella era, y á otros, los cuales mandó poner en cabeza de Gonzalo Pizarro y que los tributos y réditos dellos se guardasen para gastos de

1 muchos,

la guerra; y como Gonzalo Pizarro tuviese grande odio con el capitan Lope de Mendoza, natural de la cibdad de Mérida, habia mandado á este Almendras que le quitasen los indios y aun la vida, y él, como llegase y ellos fuesen tan prósperos y ricos, luego los quitó á Lope de Mendoza, y se tenia cuenta en los réditos y provechos que daban, para acudir con ellos á Juan de Acosta, que ya empezaba á tener estimacion y ser muy privado de Gonzalo Pizarro, y por ruego de Diego Centeno, á quien queria mucho Francisco de Almendras, y otros, no fué muerto el mesmo Lope de Mendoza; mas salió desterrado de la villa sin haber otra ocasion de que como caballero se habia siempre mostrado leal servidor del rey, sin querer seguir la facinerosa demanda que Pizarro traia, y desterrado Lope de Mendoza, Francisco de Almendras estaba en la villa mostrándose muy altivo é presuntuoso y haciendo bien lo que convenia á la sustentacion en el reino de Pizarro, y por malas informaciones que un Ramirez le dió de don Gomez de Luna, que fueron que habiendo el mismo Ramirez prestado en la cibdad de Arequipa al capitan Francisco de Almendras ciertos pesos de oro, y quedando de hacer la paga en la villa de Plata y no cumpliéndola, fué á pedir consejo á don Gomez de Luna, el cual le dijo que con brevedad debria de cobrar sus dineros, porque forzado Su Majestad del Emperador nuestro señor habia de proveer cómo los que hubiesen delinquido fuesen castigados. Pues como el Ramirez oyó estas palabras á don Gomez, luego en aquel punto, apartando aparte á Francisco de Almendras, le contó lo que pasaba, é que debria tener por sospechoso á don Gomez. Y ansí como el cruel de Almendras oyó aquello, determinó de quitarle la vida al sin culpa caballero. Mas cosa cierta es que en las guerras ceviles no perdona buena intencion, ni salva á ninguno su buen deseo.

CAPÍTULO CXXVII

De cómo el capitan Francisco de Almendras mandó prender a don Gomez de Luna, al cual por su mandado le fuè cortada la cabeza, de que rescibieron grande alteracion los vecinos de la villa y tenian sus consejos secretos para hacer de manera que no fuesen muertos sin culpa, como lo era don Liomex.

La mayor fatiga quel hombre puede tener es ver que anda errado y tiene la conciencia dañada, y es un continuo tormento y una

sospecha tan grande, quel padre no se fía del hijo ni el hijo del padre; y esto entiéndese por los que quieren ocupar reinos y provincias ajenas, que estan tan sobresaltados que les parece que siempre tienen un puñal en derecho de su corazon. Dice Marcelino que siendo emperador de los romanos Felipo, subcesor de Gordiano, estaba en Gito por su capitan un singular y excelente varon, y éste, constreñido de nescesidad y por fuerza hobo de alzarse contra Felipo y nombrarse emperador, aunque antes que aquel abto se ficiese dijo á todas las legiones una pensada oracion, concluyendo con decir que hasta allí él habia comido y dormido seguramente, y que desde entonces le parescia que á donde quiera que iba llevaba encima de su cabeza una tajante espada que colgaba solamente de una cerda de caballo; queriendo decir que habia de pasar una vida trabajosa, llena de fatigas; regla muy cierta, porqu' el que posee lo suyo propio no tiene de qué temer, y por el contrario, si ha habido lo ajeno, siempre le parece que por se lo quitar ha de perder la vida. Ansí, Almendras y aun todos los demás que tenian á cargo el gobierno de las cibdades en nombre del tirano y contra el rey, les parescia tener otra espada encima de sus cabezas, sospechando que todos les procuraban la muerte, y por sustentar la vida hicieron grandes crueldades, porque por casos muy fáciles mataban y robaban, porque con este miedo los temiesen; y ansí, por no más de haber dicho don Gomez de Luna quel rey habia de castigar á los que intentaron la rebelion, pareciéndole Almendras que don Gomez no le era amigo, sin tener otra informacion le mandó prender, y venido un religioso le confesó, y aunque don Gomez de Luna queria mostrar su inocencia, afirmando que no habia cometido delito por donde mereciese la muerte, no se le dió lugar, porque aún no habia acabado bien de confesar cuando echado á su pescuezo un cordel dieron vueltas con un garrote hasta que siendo el cuerpo difunto el ánima salió dél, y Almendras el cruel mandó llevar el cuerpo á la picota pública de la plaza; al pié della mandó que le fuese cortada la cabeza, diciendo que se hacia aquel castigo por amotinador. Muy grande fué la lástima que rescibieron todos los vecinos y moradores de la villa de Plata de ver la repentina muerte de don Gomez de Luna. Algunos dellos temian que Francisco de Almendras no los matase; mas como la villa de Plata no sufria ser gobernada por tirano, é ya su lealtad hobiese dado muestras de que siempre con ella sus vecinos habian de seguir el partido y voz de su

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