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y más, determinó de se partir para la gran
cibdad del Cuzco, dejando mandado que la
que le sacasen se le llevase con gran recab-
do. Saldrian con él de aquel lugar hasta
catorce hombres, todos criados suyos, y un
su hermano que habia por nombre Blas de
Soto. Y yendo hácia el Cuzco le venian mu-
chas cartas de Lima y de todas partes, y él,
llevando en su pecho concebido lo que habia
de hacer, callaba, mostrando con el silencio
que tenia que haria lo que por ellos le era
escrito.

CAPÍTULO XV

Cómo Gonzalo Pizarro envió una espía
para que fuese á Arequipa é más adelante
á saber nueras del visorrey, y de cómo se
le allegaban algunos soldados.

En gran manera deseaba saber el capitan
Gonzalo Pizarro si el visorrey Blasco Nuñez
Vela habia entrado en el reino y en la parte
que dél estaba; y para con brevedad salir de
esta dubda llamó en secreto á un soldado
que habia por nombre Bazan, muy diligente
y que conocia muy bien la tierra y sabia los
caminos, al cual rogó se partiese luego para
la cibdad de Arequipa y procurase saber en
ella el visorrey adónde estaba y lo que dél
se decia, teniendo grande aviso de que no
entendiesen que iba por su mandado, antes,
si el visorrey estuviese en alguna provincia
del reino, volviese con gran disimulacion á
toda furia á le avisar; y si no hallase que el
visorrey habia entrado en Perú, allegase á la
cibdad de Los Reyes, adonde sabria cierto
dónde estaba y lo que haria. Bazan, con
ánimo pronto y aparejado para complacer á
Pizarro, se obligó de facer lo que por él le
era mandado; y ansí, llevando cartas del
mismo Pizarro para muchas personas que
eran vecinos de Arequipa y de Los Reyes,
se partió, y andadas algunas jornadas dió
la vuelta porque supo ciertamente el viso-
rrey estar cerca de Trujillo.

En esto, Gonzalo Pizarro llegaba al lago de
Titicaca, que es en la provincia del Collao,
adonde se encontró con el capitan Francisco
de Almendras, el cual, juntamente con dos
mancebos sobrinos suyos llamados Diego de
Almendras y Martin de Almendras, venia á
juntarse con Pizarro, entendido lo que pasa-
ba y de su ida al Cuzco; y ansí, desde que
se vieron Gonzalo Pizarro y él mostraron
gran contento, porque tenian grande amis-
tad desde el tiempo que anduvieron en la
conquista del reino.

Prosiguiendo su camino iban praticando
entre ellos muchas cosas; y como por todas

partes se dijese que el capitan Gonzalo Piza-
rro venia al Cuzco y esta fama se hobiese
extendido, salieron algunos vecinos de las
cibdades á encontrarse con él, y ansí en el
pueblo de Ilabe, ques del rey nuestro señor,
se vieron con él Gomez de Leon y Noguerol
de Ulloa, Hernando de Torres, vecinos de
Arequipa, y un soldado que se decia Fran-
cisco de Leon. Y, ansí, cuentan que despues
de que hobieron holgádose unos con otros,
todas sus práticas y congregaciones era tra-
tar sobre la aspereza de las Ordenanzas y
rigor tan grave con que el visorrey las ejecu-
taba, y la poca benivolencia que mostraba
para oir la suplicacion que los vecinos que-
rian hacer para adelante el acatamiento de
rey, como á su soberano y natural señor. Sin
éstos acudian muchos soldados á juntarse
con Pizarro de los que andaban derramados
por aquella provincia; y el primero que con
él se juntó ha por nombre Martin Monje, y
siguió la guerra harto tiempo y agora es
vecino de la villa de Plata. Los soldados jun-
tábanse con Pizarro porque barruntaban la
guerra y aborrescian la paz, por poder robar
á su voluntad y usar de lo ajeno como suyo
propio, y porque por ispirencia que todos
tenian sabian que con la mudanza son apro-
vechados unos y otros perdidos; de manera
que faltando la paz y el sosiego y tranqui-
lidad en el reino, de soldados pobres rema-
necen vecinos prósperos, y de señores de
grandes repartimientos se hallan pobres y
aun sin las vidas, que es lo peor. Y ansí,
muy alegres se ofrecian á Pizarro, mos-
trando ánimos prontos y aparejados para
todo lo que por él les fuese mandado; y él,
que neciamente se queria oponer por
la co-
munidad, les respondia graciosamente, agra-
desciéndoles la voluntad que le mostraban.

Pues yendo caminando Gonzalo Pizarro de
la suerte que vamos relatando, le llegaron
nuevas cartas que le inviaban Alonso de Toro,
Francisco de Villacastin y otros vecinos del
Cuzco, en las cuales le daban aviso de lo que
pasaba; y todos los más de los vecinos del
Cuzco y otras partes del Perú, aunque mos-
trasen los sentimientos que hemos dicho por
la venida de las Ordenanzas, no se les olvi-
daba el robar á los indios y sacarles todo el
más haber que podian, recelándose de la
tasacion, la cual habia de poner freno á su
cobdicia. Andando Gonzalo Pizarro por sus
jornadas allegó al pueblo de Ayavide, ques
fin de los términos de los Collas por aquella
parte, y en él halló que lo estaba aguardan-
do el encomendero deste pueblo, ques Fran-.
cisco de Villacastin, el que dijimos haberle
escrito, y á un Tomé Vazquez, vecino del

Cuzco, que salió para ir á ciertas minas su-
yas, al rio de Carabaya, y como viese á Gon-
zalo Pizarro alegre como los demás, dejando
la ida á Carabaya se volvió con él á la cibdad
del Cuzco.

Gonzalo Pizarro, viendo que las obras y
voluntades de todos conformaban con las
promesas y ofertas que le habian hecho
en las cartas que le habian escrito, estaba
muy alegre y contento, deseando verse ya
en la cibdad del Cuzco. Por poderlo hacer
con más brevedad dejó el bagax en un pue-
blo que ha por nombre Quiquixana, desde
donde doblando las jornadas caminaba la
vuelta del Cuzco, habiendo primero díchole
un soldado que habia por nombre Espinosa
que tuviese por tan cierto estar el visorrey
en Los Reyes como Jesucristo en el cielo. Y
cuentan que muchas veces en aquel camino
le oyeron decir á Gonzalo Pizarro, que si
Blasco Nuñez no ponia remedio en las Orde-
nanzas, que le habia de hacer un juego que
para siempre tuviese que contar, pues nin-
guno habia querido salir de España á ejecu-
tallas sino él; y que S. M. del Emperador
nuestro señor lo miraba mal en no enviarle
título de gobernador del reino, pues sus her-
manos y él lo habian descubierto á su costa;
y que juraba á Nuestra Señora que las Orde-
nanzas se habian de revocar ó él habia pri-
mero de perder la vida.

Yendo más adelante encontró á Francisco
Sanchez, vecino del Cuzco, el cual, con muy
gran desenvoltura, á voces altas le dijo: que
fuese bien venido y que se diese toda priesa
á andar, porque seria muy justo ir á encon-
trarse con Blasco Nuñez á pagalle el bien
que traia con sus Ordenanzas; y aun sin esto
dicen que
habló palabras feas en deservicio
del poderoso Emperador nuestro señor, que
no poca lástima es pensar en ello. A Juan
Ortiz de Zárate encontró Gonzalo Pizarro en
la provincia de Collao y le persuadió fuese
con él al Cuzco; Juan Ortiz avisadamente le
respondia, sin querer seguirle, conociendo.
por las sueltas y desvergonzadas palabras
que hablaban él y los que le seguian, no
llevar buena intencion ni leal propósito.

CAPÍTULO XVI

De cómo el capitan Gonzalo Pizarro entró
en la cibdad del Cuzco, en la cual halló en
muchos de los vecinos mucha tibieza y
pora voluntad, y de lo que hacía el visorrey
en Trujillo.

En el tiempo que estas cosas pasaban era
teniente de gobernador por Vaca de Castro

García de Montalvo, el cual juntamente con
los alcaldes y regidores de aquella cibdad su-
pieron la venida de Gonzalo Pizarro y cómo
ya estaba junto á su cibdad; y despues de ha-
ber tratado en su congregacion lo que harian,
acordaron de le salir á recibir con ánimos ale-
gres, creyendo que no pretendia ni queria
más que ser procurador general del reino; y
ansí salieron todos á encontrarse con él y le
hicieron alegre recibimiento, y él se fué apo-
sentar á sus casas ó palacios, adonde muchos
de los vecinos le visitaban poco y no mostra-
ban que deseaban quél con mano armada
respondiese por todos, y otros, al contrario,
le hacian grandes ofrecimientos, animándole
para que sin mirar dificultades cstuviese
fuerte para salir adelante con lo comenzado.

Primero que hiciéramos narracion de la
entrada de Gonzalo Pizarro en la cibdad del
Cuzco, habia de contar nuestro cuento la del
visorrey en la cibdad de Los Reyes; por lle-
var con órden el curso de nuestra historia
no se puso al tiempo que se habia de poner;
pero basta que entienda el letor que fué
descuido mío, y que el visorrey entró en Los
Reyes primero que Pizarro en el Cuzco.
Tambien contamos en lo de atrás cómo el vi-
sorrey estaba en la cibdad de Trujillo orde-
nando algunas cosas tocantes al buen trata-
miento de los naturales y poniendo órden en
la tasacion, y que los indios supiesen la liber-
tad que tenian; lo mismo decimos agora, que
todavía entendia en estas cosas y en otras
que despues se pudieran hacer por su man-
dado. Y antes que digamos su venida á Los
Reyes contaremos la salida que hicieron
della ciertos vecinos del Cuzco,

CAPÍTULO XVII

Cómo algunos vecinos de la cibdad del Cuzco
se fueron de Los Reyes sin aguardar al
visorrey, y cómo turo de ello aviso.

Todavía era grande el alboroto que habia
en la cibdad de Los Reyes en saber las nue-
vas que siempre del visorrey venian y de la
gran reguridad que mostraba en cumpli-
miento de las nuevas leyes, y la demasiada
órden que mandaba á los indios que tuviesen
para con los encomenderos. Vaca de Castro
no se holgaba poco en oir lo que del visorrey
decian, á lo que cuentan, y cuán mal quisto
venia; y fingidamente, de industria, en lo
público lo aplacaba, diciendo algun bien
para en viendo tiempo venir á decir más
mal, poniendo por delante á todas las provin-
cias cuán pacíficas estaban y cuán en servi-
cio de Dios Nuestro Señor y de S. M., antes

que el visorrey entrase en ellas, y que era mal aconsejado en entrar en el reino con tanta reguridad. Y los vecinos del Cuzco, Hernando Bachicao y Gaspar Rodriguez, con los más que habia, tambien hablaban lo mismo, mostrando tener voluntad de irse de Los Reyes sin aguardar al visorrey. Y como practicasen estas cosas en muchas partes, Santillana, mayordomo del visorrey, tuvo aviso dello, el cual á gran priesa le hizo un mensajero, avisándole cuánto convenia que con brevedad viniese á ella, y no estar en Trujillo entendiendo en cosas livianas y muy menudas, y que no convenia á su abtoridad y gravedad de su persona; en fin, le dió cuenta de lo que pasaba y del gran tomulto que habia en la cibdad y en otras partes. Y ansí, un Mendieta, criado tambien del visorrey, tomó la carta y con mucha presteza salió de Los Reyes y en pocos dias allegó á la cibdad de Trujillo, adonde ya el visorrey habia sido informado por Diego de Agüero de algunas cosas de las que habian pasado. Y á Los Reyes fué nueva que el visorrey le tenia preso, lo cual no era cierto ni él jamás pensó de lo prender.

Llegado, pues, Mendieta, alguna turbacion mostró rescibir el visorrey, no ostante quél no creia quel reino abiertamente se levantaria contra él; é decia que si en su compañía toviera cincuenta avileses, que con ellos bastara á la pacificacion de todo el Perú aunque quisieran tirar coces contra las Ordenanzas. Y luego dió órden en su venida á la cibdad de Los Reyes, no embargante estar Vela Nuñez su hermano enfermo, y con él salieron de Trujillo el capitan Diego Alvarez de Cueto, su cuñado, y el mismo Vela Nuñez y los demás caballeros con algunos vecinos de Trujillo y de Piura.

Pasadas en la cibdad de Los Reyes las cosas que hemos dicho, visto por los vecinos del Cuzco que en ella estaban cómo no hobo efeto lo que se trataba entrel licenciado Vaca de Castro y el cabildo, y quel visorrey seria salido ya de Trujillo, paresciéndoles ya que era gran dificultad para ellos el cumplimiento de las leyes y que fácilmente les seria oponerse contra el visorrey y constreñirle á salir del reino y volver á colocar en el gobierno dél al licenciado Vaca de Castro, con quien todos tenian grande amistad y le eran muy amigos, especialmente Gaspar Rodriguez de Camporredondo, con el cual quieren decir y afirman por verdad quel licenciado Vaca de Castro habló en gran secreto que fuese á la cibdad del Cuzco, y si hobiese

El ms, dice Santillan.
H. DE INDIAS.-11.-2

á ella venido el capitan Gonzalo Pizarro, se conformase con él, y si no, que se hiciese rescibir por teniente de gobernador, pues el visorrey en ella no estaba rescibido; y que hobo cierta trama entre Vaca de Castro y los vecinos para que mostrándose abtor Gonzalo Pizarro se opusiese contra el visorrey, creyendo que despues fácil cosa les seria el facer volver á su casa á Gonzalo Pizarro y que se desistiese de lo comenzado, tornando á rescibir de nuevo todos los cabildos á Vaca de Castro por gobernador. Estas cosas y otras muchas cuentan que pasaron entre unos y otros, que yo holgara de saber para las escrebir, no embargante que me dieron la razon dello varones de autoridad y que no saldrian de la verdad por cosa ninguna. Ansí que praticado entre unos y otros lo que decimos, Gaspar Rodriguez de Camporredondo salió á la plaza y mirando á los que en ella estaban conosció á Santillana, criado del visorrey, y á grandes voces le dijo como él se iba á la cibdad del Cuzco á defender su hacienda, y lo mismo harian todos, pues el visorrey tan cruelmente se queria haber con ellos; y como esto dijo, despidiéndose de Vaca de Castro salió él y Hernando de Bachicao y Beltran del Conde para se ir á la cibdad del Cuzco. Diego Maldonado y Pedro de los Rios hicieron lo mismo, tomando el camino marétimo de Los Llanos con voluntad de se ir á meter en la provincia de Andaguáilas y no hallarse en los movimientos que creian que se habian de levantar, pues ya los nublados estaban tan congelados que por via ninguna podia dejar de venir en el reino gran trabajo y calamidad.

Allegados á la provincia de Guadocheri Gaspar Rodriguez y Bachicao y los demás que con ellos iban, quemaron las picas que alli habia dejado Vaca de Castro, y los arcabuces y tiros de campo pequeños llevaron á la ciudad del Cuzco, encomendándolos al padre Loaysa, que con toda priesa los fuese siguiendo. Despues de idos estos vecinos salió de la cibdad el licenciado de la Gama, yendo con él un soldado llamado Olea.

CAPÍTULO XVIII

De cómo Gonzalo Pizarro envió por espía á Méxcua á la cibdad de Los Reyes, y de cómo no hallando el aparejo que él pensó en la cibdad, se quería della salir.

Aposentado el capitan Gonzalo Pizarro en la cibdad del Cuzco, como en los capítulos de atrás contamos, viniéronle á visitar algunos de los vecinos, y no todos tenian el

pensamiento de seguir á Pizarro en su deseo; el cual, por ganar la gracia de ellos les decia que habia de poner todas sus fuerzas por el bien comun, como por sus propios hermanos y compañeros, sin decir palabras que diesen á entender su mala intencion y tiránico pensamiento, que era de haber el reino como él pudiese. Los vecinos, como ya tuviesen nuevas el visorrey venir de Trujillo para la cibdad de Los Reyes, adonde ya le habrian recebido, pues lo mismo habian hecho en todas las más de las cibdades y villas del reino, mirando cuerdamente que en lo foturo no les recreciese algun daño el levantamiento de Gonzalo Pizarro, no solamente acuerdan de no le dar favor, mas pocas veces le visitaban; y él, conociendo cuán frios estaban los ánimos de aquellos que le habian inviado á llamar, entristecióse, diciendo que cosa de comunidad no podia ser menos que aquello, y quél se queria volver á Los Charcas; y llamando á Mézcua, criado suyo, le mandó que con toda diligencia fuese á la cibdad de Los Reyes y supiese lo que habia, y si el visorrey entraria en ella presto. Mézcua lo hizo ansí, y Gonzalo Pizarro quiso aguardar á ver su respuesta é si entretanto los vecinos del Cuzco le quisiesen rescibir por su defensor y dalle nombre de procurador general.

En este tiempo allegó al Cuzco el licenciado Benito Xuarez de Carvajal, tratando mal de las cosas del visorrey, y cómo se mostraba riguroso en la ejecucion de las nuevas leyes, y con su venida se alegró en gran manera Gonzalo Pizarro. El licenciado de La Gama venia caminando la vuelta del Cuzco, muy alegre por haber salido de aquella cibdad antes quel visorrey en ella entrase, viniendo muy enojado por las cosas que dél decian, hablando á todos los que encontraba que se volviesen á la cibdad del Cuzco y dejasen de ir á Los Reyes, porque la crueldad del visorrey era grande. El licenciado Leon, sabido quel visorrey venia cerca de Los Reyes, se salió de aquella cibdad por el camino marítimo de Los Llanos hácia la cibdad de Arequipa, dejando escrita una carta al visorrey, diciendo en ella quél no iba á hallarse en ninguna alteracion, ni en deservicio del rey nuestro señor ni de su señoría, sino á sus pueblos de repartimientos; que por aquella escrita de su mano afirmaba nunca se juntaria con ninguno que no fuese servidor del rey. Mas no lo cumplió ni guardó más tiempo de cuanto tardó en escribir la carta, porque luego se fué al Cuzco, adonde mostró holgarse de la estada en aquella cibdad de Gonzalo Pizarro; y no so

lamente le siguió, pero afirmaba y decia que por leyes y derechos podia Gonzalo Pizarro con título de procurador general ir á suplicar las Ordenanzas, aunque fuese con mano armada, para defender á sí y á los que con él fuesen, si el visorrey los quisiese prender ó hacer algun mal; y con los dichos deste letrado y de otros que no faltaron á afirmar lo quél decia, muchos simples siguieron á Pizarro y no les costó despues más de las vidas y haciendas y quedar por traidores.

Una cosa quiero afirmar, que los vecinos ansí del Cuzco como de Los Reyes no deseaban, ni era su voluntad otra, más que Su Majestad el rey nuestro señor suspendiese las nuevas leyes, porque decian que les venia mucho daño con ellas; y si como escojeron á Pizarro para procurador nombraran á tres ó cuatro conquistadores cuerdos, para que con su abtoridad fueran al visorrey á la suplicacion, y la pidieran con grande humildad, nunca pararan en lo que pararon; mas siendo ellos las ovejas, escojeron al lobo para ser su guardia.

Los que de tiranos se han procurado hacer reyes, no ha sido sino por repúblicas necias fiarse dellos: los de la isla de Calis, que con sus desafueros movieron guerra á los andaluces turdetanos, y constreñidos por necesidad enviaron á Cartago por ayuda y les vino, no solamente quedaron despues por su loco juicio vasallos de sus fingidos amigos, mas toda su república perdida. Y dejando de hablar en cosas muy antiguas, que no hobiera pocos enjemplos en ellas ansí en los tiranos de Cecilia como de Grecia, todas las cibdades de Italia que en poder de señorío estaban, libres y exentas eran; y si agora sirven y tienen señores, ellas y sus regi mientos fueron cabsa de perder su libertad; cómo y por qué, los que son curiosos lo saben y claro pueden ver. En son de libertad peleaba Pompeyo; César decia lo mismo, y Octaviano y Marco Antonio; y quedaron ellos señores, y quien les dió favor, los unos muertos y los otros vasallos. Si los de Cartago no dieran á Asdrúbal é Annibal su cuñado mando y poder sobre su cibdad, aun sus cosas iban adelante.

Y querian los del Cuzco y Lima que Pizarro fuese su procurador y que habia de aventurar él la vida y honra por su libertad dellos, no se acordando de su abtoridad y que era hermano de Hernando Pizarro, el otro movedor de las guerras pasadas, y que era público que despues que salió de la Ĉanela muchos le oyeron decir el rey nuestro señor lo miraba mal con él por no le haber dado el gobierno de la provincia por la muer

te del Marqués, y otras muchas veces dijo que habia de gobernar aunque pesase á todo el mundo. Y desque Gonzalo Pizarro supo la entrada del visorrey, y que le escribian cartas que tomase la empresa, desde entónces se tuvo por gobernador aunque industriosamente lo disimulaba, diciendo él no desear más que el bien comun de todos é su descanso, que para sí harto tenía con que poder vivir.

CAPÍTULO XIX

De cómo el visorrey Blasco Nuñez Vela venia acercándose á la cibdad de Los Reyes, y de cómo don Alonso de Montemayor se fué á encontrar con él, y lo mismo hizo el secretario Pero Lopez y otros algunos.

Salido, pues, de la cibdad de Trujillo el visorrey Blasco Nuñez Vela, se venia acercando á la cibdad de Los Reyes con gran deseo de verse en ella, teniendo por cierto que con su presencia se amansarian los bollicios que por todas partes habia. De la cibdad de Los Reyes salieron, sabida la venida del visorrey, dos hombres bien cautelosos, llamado el uno Anton de Leon y el otro Juan de Leon, que estaban agraviados de Vaca de Castro, y por ganar el favor del visorrey salian al camino para le dar cuenta de lo que pasaba. Caminando, pues, el visorrey, allegó al pueblo que nombran de La Barranca, adonde se encontró con el secretario Pero Lopez, que de la provincia de Xauxa se habia adelantado y dió cuenta al visorrey de lo quel licenciado Vaca de Castro le mandó; y dicen quel visorey oia no muy bien las cosas de Vaca de Castro, notándolo de hombre de mucha cobdicia.

Don Alonso de Montemayor habia venido. de la cibdad del Cuzco con el licenciado Vaca de Castro, y como supiese quel visorrey llegaba cerca de Los Reyes, le salió al camino; y el visorrey, por ser don Alonso caballero tan principal, se holgó que hobiese venido á verse con él y le rescibió muy bien, y supo de la salida que habian hecho de Los Reyes los vecinos del Cuzco, y áun de lo que habia hablado en la plaza Gaspar Rodriguez de Camporredondo, y sintiólo grandemente, pesándole por que tan fácilmente se hobiesen movido á aclararse contra lo que S. M. daba, temiendo no fuesen parte de causar algun alboroto 6 escándalo, de manera que haya dificultad para lo amansar; y esto, porque él ya tenia aviso de las cartas que le habian escrito de todas partes al capitan Gonzalo Pizarro. E yendo acercándose á la

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cibdad de Los Reyes salieron della otros caballeros á le rescibir, y por algunos fué aconsejado no debia ejecutar las nuevas leyes, porque gran daño venia al reino dello y S. M. seria deservido. El respondia quél no habia de dejar de complir lo que por su le habia sido mandado. Si él quirey siera, desde que entró en el Perú é vido las provincias alborotadas, é que quitando á las mujeres viudas sus indios de repartimiento tuvieran trabajo (y la honra con necesidad mal se sustenta), otorgar la suplicacion para 3 el emperador, como hizo 3 don Antonio de Mendoza y otros gobernadores ", tuviérase por servido y estuviera este reino sin pasar por tan grande miseria y calamidad 7. Mas, ¿qué digo? quel proveimiento del emperador 9 y venida del visorrey no era sino lo que muchas veces he dicho, azote que Dios inviaba á castigar la soberbia desta tierra y otras cosas demasiadas. Sinó, díganlo los vecinos del Quito, cuánta fué su prosperidad en aquel tiempo, pues en los banquetes y fiestas, alguno 10 dellos ponia en sus tablas saleros llenos de oro molido, en lugar de sal, y todos tenian á treinta mill y cuarenta mill pesos, y otros menos y otros más, los cuales en breve tiempo habian sacado de las minas. Ellos mismos fueron por el visorrey y le trajeron á su cibdad, adonde en los campos de Añaquito fué su muerte y de muchos dellos. No eche nadie la culpa, no, de las cosas que en el Perú pasaron i á la venida del visorrey, sino á los grandes pecados que cometian las gentes que en él estaban, pues yo conocí algunos vecinos que en sus mancebas 12 tenian pasados de quince hijos, y muchos dejan á sus mujeres en España quince y veinte años y se están amancebados con una india, haciendo la cumbleza de su natural mujer. Y ansí como los cristianos é indios pecaban grandemente, ansí el castigo y fortuna fué general.

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