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en ella; allí nombró el visorrey por capitan de gente de á caballo á Francisco Maldonado, vecino de la cibdad de Tunjar, que es en el nuevo reino de Granada, provincias de Bogotá; tambien nombró que lo fuese Hernando de Cepeda, vecino desta villa de Pasto, y por entercicion del capitan Juan Cabrera nombró por capitan tambien de gente de á caballo á Garcia de Bazan, que habia sido su alferez, y allí tambien mandó el visorrey que Francisco Hernandez fuese capitan de todos los arcabuceros que habia, y entendió en mandar hacer armas de cueros de vaca doblados, que eran muy recias y provechosas para recebir cualquier golpe de pica, lanza ó espada; el capitan Maldonado estuvo algo enfermo, y mientras el maese de campo Juan Cabrera andaba haciendo la guerra á los indios, mandó el visorrey á Sancho de la Carrera, vecino del Quito, que con algunos caballos ligeros fuese á correr el campo hácia la cibdad del Quito y viese si venia el enemigo. Sancho de la Carrera se partió á lo hacer y el maestre de campo Juan Cabrera, con los demás que andaban fuera, despues de haber hecho algun daño en los indios se volvieron á la villa.

CAPÍTULO CLIII

De cómo estando Gonzalo Pizarro con determinacion de salir del Quito siguiendo el alcance del visorrey, fué hallada una carta dentro de su palacio, y de cómo sobrello se dió tormento al capitan Diego Maldonado, y de su salida del Quito.

Por lo que tenemos escrito habrá el lector entendido la llegada de Gonzalo Pizarro á la cibdad del Quito, desde donde invió, como contamos, á Juan Marquez á que hiciese alzar la provincia de los Pastos, y estando aparejando su partida los capitanes y él para ir en seguimiento del visorrey, trataban sobre aquel negocio en sus consultas y congregaciones, y estando retraido Gonzalo Pizarro con los capitanes Guevara y Cermeño y Hernando Bachicao, allegó á la puerta el capitan Diego Maldonado, y como estuviesen tratando sobre los negocios en que andaban, Diego Maldonado habló allí con Gonzalo Pizarro, diciéndole que mirase cuántas y cuán crecidas mercedes le habia hecho Dios nuestro Señor, pues le sacó de la Canela despues de haber pasado tantos y tan grandes trabajos, traídolo para que reviviese el nombre de los Pizarros, que ya de todo punto estaba caido; y que pues hasta allí le habia sido la

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fortuna próspera y habian siempre hecho sus hechos á su sabor, que debia de, mirando á Dios Ꭹ al rey, hacer sus negocios con temor dellos y enviar personas de autoridad y valor á que informasen á Su Majestad de lo que hasta allí habia subcedido, y que de aquella manera podia justificar su causa; é oyendo estas palabras Gonzalo Pizarro á Diego Maldenado, le mandó que callase, porque no entendia lo que decia, ni habia de ir guiado de aquella manera; y ansí cuentan que salido de allí Diego Maldonado, Gonzalo Pizarro quedó tratando sobre lo que habia primero hablado, que era en que se fuese en seguimiento del visorrey, y aquella noche dicen quel licenciado Rodrigo Niño escribió una carta con letras disfrazadas y sin firma y la dejó dentro en la cámara de Gonzalo Pizarro, en la cual casi decia las palabras formales que Diego Maldonado habia dicho, añidiendo que debia de enviar relacion á Su Majestad suplicándole, perdonando lo pasado, los quisiese tener por sus vasallos llanísimos, porque no entenderian en otra cosa sino en serville como á su rey y señor natural; pues como la gente saliese fué hallada la carta que decimos, é leida luego, creyó Gonzalo Pizarro que pues aquel mismo dia Diego Maldonado le habia hablado sobre aquellas cosas, quél debió d'escrebir la carta, y mandó llamar á consulta al maestre de campo Francisco de Caravajal y al licenciado Cepeda y al licenciado Caravajal y á los otros capitanes, y venidos les mostró la carta diciendo que era motin y alborotar el reino y que convenia hacer justicia de quien aquella carta habia escrito; dicen que Cermeño, el capitan, y Ovando, no solamente afirmaron haber Diego Maldonado echado la carta, mas lo juraron solenemente; lo cual creo yo que debia de ser por le robar el hacienda que allí tenia; y ansí como Gonzalo Pizarro oyó aquello que habian jurado, mandó al maestre de campo que hiciese justicia, y fué el capitan Cermeño con veinte arcabuceros á traer á Maldonado y vinieron con él á casa de Gonzalo Pizarro, adonde unos eran de parescer que fuese luego muerto, y otros que se inquiriese la verdad y luego se hiciese justicia; el maese de campo Francisco de Caravajal dijo: no es menester alargar más tiempo en dar la vida á este que ya vive de gracia y tiene merecida la muerte desde el tiempo que salió del Cuzco; diciendo estas palabras lo quiso echar por unas ventanas abajo, y dicen quel licenciado Benito Juarez de Caravajal, 6 el licenciado Cepeda, quel uno dellos lo excusó, y creo que fué Caravajal antes que Cepeda, el cual dijo que no era

justo matar un hombre tan principal como aquél, porque seria escandalizarse el pueblo, sino que diesen órden que si él lo hobiese hecho, lo confesase por su boca y despues hiciesen lo que hallasen por justicia; el maese de campo dijo: pues si no está en más deso, déjenme á mi el cargo, que yo lo sabré; é luego tomó á Diego Maldonado y acompañado de aquellos arcabuceros le llevó á su posada y le dijo: buen caballero y señor capitan, el más rico de todos los del Perú, ved esta carta [á] mi señor y decidme qué os movió á eserebir lo que en ella se contiene, porqu' el gobernador mi señor no tenia nescesidad de consejo; á lo cual no queriendo Diego Maldonado responder, entraron Martin de Robles y el licenciado Cepeda, los cuales venian á hallarse presentes porque no hiciese alguna sinjusticia el maestre de campo por estar mal con Diego Maldonado, y le mandaron tomar juramento, y declaró que no sabia nada, pero que él creia, si alguno la echó, que era el maestre de campo; en fin, Diego Maldonado fué puesto á quistion de tormento y no confesó cosa alguna, por estar inocente de aquel caso. Caravajal, el maese de campo, quiso luego mandarle matar; el licenciado Cepeda y el capitan Martin de Robles no se lo consintieron, diciendo que se diese primero parte al gobernador, y estando la vida del capitan Diego Maldonado en tanto extremo, el licenciado Leon y el capitan Hernando Bachicao, conociendo ó barruntando ser la letra de la carta hecha por el licenciado Rodrigo Niño, fueron para él y desenvainando las dagas alzaron los brazos diciendo que dijese la verdad; donde no, que descargarian los golpes en él. Rodrigo Niño dijo que le asegurasen la vida y que diria lo que era; ellos le respondieron: bien; y ansí contó lo que era, diciendo que por el bien de Gonzalo Pizarro habia escrito la carta, y Bachicao y el licenciado Leon hablaron á Pizarro sobre lo contenido, el cual dió la vida á Rodrigo Niño y mandó que trujesen al capitan Diego Maldonado, que puesto estaba en el burro, y traido, Gonzalo Pizarro le pidió perdon. Luego otro dia Gonzalo Pizarro desterró de su campo al mismo Rodrigo Niño, el cual le echó tantos rogadores que al fin se hobo de quedar como de antes. Gonzalo Pizarro mandó sacar las banderas y que todos siguiéndolas se moviesen á ir en seguimiento del visorrey, lo cual fué hecho como se lo mandó, y anduvieron hasta llegar á Otabalo; pues como los bárbaros vian que iba viturioso, salian á le recibir poniendo grandes arcos en sus pueblos, llenos de flores y de juncia, por donde entrasen; proveian de bastimento

todo lo nescesario; y de Otabalo anduvo hasta llegar á los aposentos de Carangue, adonde le vinieron cartas á Gonzalo Pizarro del pueblo de Tuza, inviadas por Juan Marquez, en que le hacia saber cómo el visorrey estaba en Pasto y que por su causa y buena maña se habian rebelado todas las provincias de los Pastos, que pocos dellos servian al visorrey, y que los indios le decian que venian treinta corredores de Pasto para le prender, por lo cual si fuesen de su campo algunos, que podria ser prendellos; oido aquello por Gonzalo Pizarro mandó á su maestre de campo Francisco de Caravajal que con algunas lanzas y arcabuceros fuese á se encontrar con aquellos corredores del visorrey y procurase de los prender.

CAPÍTULO CLIV

Cómo los corredores del visorrey vinieron caminando hacia el Quito, y de cómo se vieron con Caravajal, é de lo que hizo el visorrey y Gonzalo Pizarro.

En los capítulos precedentes hecimos mincion cómo el visorrey desde la villa de Pasto mandó á Sancho de la Carrera y á otros que se partiesen hácia Guaca para saber de los indios si el tirano era ya partido de la cibdad del Quito, yendo con grande aviso para que si viesen su campo ó corredores, diesen la vuelta á toda priesa para le avisar; y éstos lo hicieron ansí y anduvieron hasta llegar al pueblo de Illes; el maestre de campo vino con los suyos hasta que allegó á los términos de los Pastos, donde supo cómo era verdad que venian de aquella villa corredores, mas que ya estaban parados; pues como el maestre de campo Francisco de Caravajal oyese aquello, acordó con los suyos de aguardar á que Gonzalo Pizarro llegase allí, el cual como se diese toda priesa á andar con los suyos, en pocos dias allegó donde su maestre de campo estaba, el cual con los mismos que habia traido para correr prosiguió su camino y anduvo hasta tres leguas, y caminando otro dia á toda priesa allegó á unos aposentos, de los cuales salieron, y no mucho trecho de allí, apartándose por un lado del camino real, un Martin de Garay, vecino de la cihdad de Goamanga, fué á salir á un altillo, donde vido dos escuderos con sus caballos, los cuales eran de los corredores del visorrey, y él, creyendo eran de los de su parte, dijo quién vive! á lo cual respondió uno de los otros: el rey y Blasco Nuñez su visorrey; y viendo Martin de Garay que habia más que aquellos que allí pa

rescía, dió la vuelta á toda priesa hiriendo á su caballo de las espuelas; los del visorrey le fueron siguiendo y cayó en una ciénaga ó arroyo su caballo y fué preso por los corredores del visorrey, el cual, viéndose en su poder decia que le matasen y no le llevasen á la presencia del visorrey. Sancho de la Carrera y los otros le preguntaron por el campo de Gonzalo Pizarro, y él respondió que no muy lejos de allí debia estar, y que el maestre de campo Francisco de Caravajal con algunas lanzas y arcabuces venia á correr; pues como ellos aquesto oyeron cobraron temor y volviendo las riendas á sus caballos se comenzaron á retirar á toda priesa, llevando preso á Martin de Garay, el cual viendo aquello, desabrochándose las ropas dió muestra en su pecho en qué parte estaba el camino para herir en sus entrañas, y ansí dicen que decia que le hiciesen tan singular beneficio que le matasen, porque holgaría antes de quedar en el campo muerto, que no verse vivo en presencia del visorrey; los corredores no quisieron ensangrentar sus espadas leales en la sangre del que ansí pedia la muerte, diciendo que no querian ser crueles; que el visorrey haria justicia en viéndole. Caravajal habia llegado con los suyos á unos aposentos que no muy lejos de allí estaban, desde donde saliendo algunos de los que con él venian pudieron ver á los corredores del visorrey y volvieron á toda priesa á dar arma. Caravajal salió con los demás y comenzó de seguir á los enemigos con gran celeridad, los cuales abajaban á un rio, á donde bebieron, y subieron la cuesta arriba, llegando á ellos un comendador portugués llamado Juan Jaco, y con una lanza hirió á un caballo; Sancho de la Carrera denodadamente volvió el rostro contra el comendador portugués y le hirió malamente en un brazo, y con buena órden se iba retirando con los suyos á dar mandado al visorrey de la venida de los contrarios; en este rio se les quedó el caballo de Martin de Garay, el cual, viendo el socorro que tenia se pudo huir, porque ya Caravajal con los suyos les iba siguiendo, y si no fueran tan buenos hombres los del visorrey, ciertamente corrieran grande riesgo, y fué uno dellos preso, y dicen que á intercicion del Martin de Garay no fué muerto. Francisco de Caravajal prosiguió buen trecho y sabiendo del que habian preso cómo el visorrey estaba en Pasto, no curó de más andar, sino volverse á donde Gonzalo Pizarro estaba, al cual dió aviso de todo lo subcedido. Sancho de la Carrera anduvo hasta que llegó al pueblo de Illes, y por todo el camino los perseguian los Pastos tirándoles

piedras y dardos desde donde hallaban lugar dispuesto para ello; de allí fueron hasta Îlegar al pueblo de Funes, donde hallaron ciertas lanzas de la compañia del capitan García de Bazan, y volviéronse todos á Pasto, quedando cinco leguas de la villa aquellos que habian salido, para que si los enemigos viniesen, pudiesen volver á dar aviso al visorrey, el cual, como supo de Sancho de la Carrera lo que habia subcedido, le pesó porque no mataron á Martin de Garay, y mandó que toda la gente de guerra estuviese aparejada para saber cuando el enemigo viniese. Gonzalo Pizarro, entendido quel visorrey estaba en Pasto, mandó que todos se pusiesen en órden y anduviesen á toda priesa para le seguir, y era tan aborrescido el visorrey de los que seguian á Pizarro, que no entendian en otra cosa sino en su destruicion, y ansí con ser aquella tierra áspera, llena de céspedes y de quebradas dificultosas, no fué menester mucho exhortallos para que se pusiesen en el camino, y ansí fueron en seguimiento del visorrey, y allegados sus corredores al pueblo de Funes fueron vistos por los del capitan García de Bazan y volvieron á toda priesa á dar aviso al visorrey, el cual como lo supo mandó que todo el bagax sa'iese, haciendo lo mismo los vecinos de Quito con sus mujeres, y se diesen toda priesa á andar hasta que pasasen el rio Caliente. Caminando la vuelta de Popayan habia quedado conquistando los naturales que se habian rebelado Alonso de Fuenmayor, con hasta cuarenta soldados, y subcedió un gran desman, que sabido por Gonzalo Pizarro dellos los pudo prender, aunque algunos dicen que ellos se quisieron pasar á él, ó que ya que á esto no se atrevieron, avisó de su venida, y que por la remision de Fuenmayor fueron presos; estos vinieron á la villa de Pasto, donde se entregaron á Pizarro. Despues de haber despachado el visorrey á toda la gente de pie y á los vecinos casados del Quito y á todo el bagax, acordó de ir á hacer rostro á los enemigos para los entretener y que los suyos pudiesen seguir su camino, porque en Pasto se determinó por él y por los capitanes y el Oidor Alvarez de que seria cosa acertada con brevedad retirarse á la cibdad de Popayan; quedaron con el visorrey hasta ochenta ó noventa lanzas y treinta ó cuarenta arcabuceros; con éstos volvió para ver si el capitan Bazan, que por su mandado estaba hasta tres leguas de allí, traia nuevas de la venida del enemigo, y para lo entretener algun tanto porque su gente pudiese pasar el rio Caliente, que va por entre dos incumbradas sierras, doce leguas de la villa de

Pasto y veinte y ocho de la cibdad de Popayan. Estaban tan temerosos todos los más de los que con el visorrey estaban, en oir la venida de los tiranos, que bien se les parescia en los rostros cuán enojoso les era el volver hacia ellos; yendo, pues, caminando, encontraron al capitan García de Bazan, natural de la cibdad de Jerez de Extremadura, el cual dijo que Pizarro habia partido aquel dia del pueblo que ha por nombre Tuquerresmey, que es dos leguas y media de allí, por donde que segun razon no estaria media legua dellos; é oido esto por el visorrey preguntó qué caminos más habia que el real donde ellos estaban, que pudiesen venir á la villa; fué avisado por hombres que bien sabian la tierra, que por la mano diestra iba un camino que pasaba por la otra parte del volcan, por el cual podia Pizarro con su gente tomalles la delantera y allegar al rio Caliente antes quél, y que por la mano siniestra podia bajar al valle de Atus y entrar en la villa si estaba tan cerca como decian; oidas estas cosas por el visorrey, despues de mirados otros inconvinientes muy dificultosos que habia, determinó á toda priesa caminar hacia la provincia de Popayan, y porque creyó que Pizarro habia tenido noticia de cómo él tenia en la villa de Pasto trecientos hombres con los cuales habia dicho que habia de aguardar para le dar la batalla, mandó á seis escuderos, los que más alentados y ligeros caballos tenian, que se quedasen para que los enemigos, viéndoles, creyesen que eran corredores y quél con la demás gente no estaba lejos de allí, y quél podria ir su camino y ellos á toda priesa lo viniesen siguiendo.

CAPÍTULO CLV

le

De cómo el visorey se retiró á la cibdad de Popayan, y de cómo Gonzalo Pizarro entró en la villa de Pasto, desde donde fueron siguiendo al visorrey, por su mandado, el licenciado Benito Juarez de Caravajal y el capitan Juan de Acosta, y lo дис mús pasó.

Determinado por el visorrey de se retirar á la cibdad de Popayan, á buen paso con los suyos anduvo hasta que tornó á entrar en la villa de Pasto, adonde desenfrenados los caballos se les dió maiz, y tomadas algunas mochilas dél para comer por el camino que habia desde allí á Popayan, que son cuarenta leguas y en pocas ó en ninguna parte pudieran hallarlo para comer, por estar los indios y pueblos desviados del camino; y como

entrase en la villa, los vecinos que en ella estaban le fueron á hablar, diciéndole ¿qué les dejaba mandado que hiciesen? el visorrey no inoraba que ya deseaban vello ido, para recibir en ella á Gonzalo Pizarro, pues venia viturioso; mas al fin, disimulando con ellos les respondió con gran severidad, que no tenia que decilles sino que mirasen que eran vasallos del rey nuestro señor, y que se excusasen lo más que pudiesen de dar favor á los que perseguian su real justicia, procurando siempre de envialle aviso de lo que pasaba; y ansí, diciendo esto, el visorrey salió de Pasto bien contra su voluntad; por ser aquel pueblo muy abastado y estar en buena comarca holgara de que no le compelieran á salir dél, y ansí se dió toda priesa á andar; Gonzalo Pizarro venia con su gente acercándose á la villa, y como viese aquellos corredores quel visorrey habia dejado, creyó que sin dubda estaba en ella, y los del visorrey volviendo las riendas se juntaron con él; caminando la vuelta del rio Caliente, Pizarro, ya que allegaba cerca de la villa salió á él un vecino della, llamado Meneses, el cual dicen que le dijo cómo el visorrey iba ya huyendo, é oido por Pizarro mandó á su gente que marchase á toda priesa, y anduvo hasta que entró en la villa, donde fué recibido por los vecinos della y asentaron las tiendas en el campo junto á la villa, pesándole á él y á todos los suyos de la ida del visorrey, paresciéndoles que la guerra de nuevo se comenzaba, é denostábanle todos llamándole de cobarde que huía sin hallar donde parar. Gonzalo Pizarro mandó que se aparejasen los que más dispuestos se hallasen para ir en seguimiento del visorrey, y como el licenciado Benito Juarez de Caravajal le hobiese cobrado tan grande ódio y enemistad desde que dió la muerte al factor su hermano, luego se ofresció de ir en su seguimiento. Gonzalo Pizarro fué contento deIlo, mandando que saliesen ochenta lanzas y

setenta arcabuceros con los cuales fuesen los

capitanes Juan de Acosta y Juan Velez de Guevara y anduviesen todo el tiempo ó camino quel licenciado Caravajal les mandase, y ellos se pusieron á punto y salieron de la villa de Pasto yendo en seguimiento del visorrey que á toda priesa andaba por pasar el rio Caliente antes que los enemigos llegasen; el bagax ya habia llegado á él, y aun pasado la mayor parte; el licenciado Caravajal y los suyos partieron de Pasto á la primera vigilia de la noche y anduviéronla toda con gran trabajo, por ser el camino muy dificultoso, lleno de quebradas y rios, de manera que iba con grandísimo trabajo, y no embar

gante que habia pasado el rio la parte del bagax que hemos dicho, antes que amaneciese dieron en harta parte de lo que restaba é muchas yeguas, potros y esclavos, grandes manadas de puercos y ovejas, y ansí entregándose los soldados en ello, pues el robar se tiene por premio de la guerra, caminaban á toda priesa, porque tanta gana llevaba el licenciado Caravajal de fatigar y molestar al visorrey, que parescia que su salvacion consistia en derramar de su sangre. En este tiempo que llegaba el licenciado Caravajal á la cumbre de la sierra, acababa de llegar á lo bajo del rio el visorrey, bien fatigado de la sed, porque en todo aquel camine no hay otra agua que la que lleva el rio, la cual es una de las singulares y excelentes que hay en gran parte deste imperio de Indias, y ciertamente si el visorrey tuviera aviso de recoger la más gente que pudiera de la suya y aguardara á que bajaran los enemigos, fácil cosa fuera de los desbaratar, porque llegaron tan fatigados de la sed que por henchir sus vientres de agua hicieran camino por las picas sin temor de las pelotas que por los cañones de los arcabuces salen. En este tiempo, como el licenciado Benito Juarez de Caravajal llegase á lo superior de la cuesta, hizo alto con los que con él estaban, y el capitan Juan de Acosta abajó hasta una lomilla quemada que cerca de allí estaba, desde donde miró que el visorrey y los suyos andaban pasando el rio, para tomar el camino que sube á la cumbre de la sierra, y viéndolos pasar á su salvo sin tener contraste ninguno, abajó con todos los que le siguian cuesta abajo para ir al rio. El licenciado Caravajal, viéndolo ir le pesó, diciendo que si algun mal subceso rescreciese, que no le echarian la culpa á Juan de Acosta, sino á él, y que estaba por se volver; y despues de haber hablado sobre lo que harian, acordaron de abajar, y con haber sacado ciento y cincuenta hombres se le habian ya quedado más de setenta, de manera que no llevaba ochenta: unos á robar; otros de flaqueza; otros por no tener mucho ánimo; con éstos que le restaban abajaron por aquella alta sierra cuando el resistero del sol era más caliente y con gran polvareda y tan fatigados de sed que verdaderamente todos pensaron perecer; el visorrey, que los vido abajar, dicen que puso en plática que seria cosa acertada aguardarlos, y que unos decían que todo el campo de Pizarro venia allí y que se verían en trabajo de ser todos muertos ó presos; otros decían que los aguardasen, que los que allí venian no eran sino corredores 6 alguna capitanía

que venian á roballes el fardaje; mas tanto era el miedo y pavor que habian cobrado á los Pizarros, que tuvieron por cosa más segura subir la sierra; en esto los enemigos venian á toda priesa fatigados de la sed, y como sea tan furioso aquel rio hallaron allí algunos lios de ropas y armas del visorrey y del su maestre de campo Juan Cabrera, que con la priesa que llevaban no se pudo pasar; lo cual fué robado por los que abajaban, y ansí como llegaron al rio iban los caballos y mulas con tanta sed que no bastaba herirles de las espuelas para querer pasar de la otra parte, y alli se refrescaron y comieron de lo que traian, y el visorrey con tres ó cuatro de á caballo se paró desde la sierra á mirar á los enemigos, y los que vinieron con el licenciado Benito Juarez de Caravajal dieron una arma, y á lo que allí parescio, segun dicen, mostró poco ánimo el capitan Juan Velez de Guevara, y Sabastian Sanchez de Merlo', vecino de la cibdad de Los Reyes, porque no acordándose de que habian hasta allí venido en seguimiento del visorrey, volvieron las espaldas al rio y los rostros á la fragosa sierra por donde habian abajado, para por ella subir, y como el arma fuese falsa y hasta alli tuviesen el campo seguro, conociendo ser ansí dieron la vuelta. Estando todos juntos en el rio y el visorrey cɔn aquellos tres 6 cuatro, miraba lo que pasaba, quejándose de su fortuna, pues tan infelice le habia sido. Juan de la Torre, que allí estaba, alzando la voz dijo palabras muy desacatadas contra el visorrey, diciéndole que ¿hasta dónde habia de parar y dejar de huir? que era un cobarde y que hasta el paraiso terrenal que fuese le habia de seguir, y otras desvergüenzas, las cuales el visorrey sintió grandemente y dicen que echándose mano de las barbas miraba al cielo y que volviendo las riendas á su caballo fué en seguimiento de los suyos lleno de grande angustia.

CAPÍTULO CLVI

De cómo el visorrey fué siguiendo su camino húcia la cibdad de Popayan, pasando mucho trabajo de hambre, y de cómo Gonzalo Pizarro, sabido la retirada del visorrey, tomó consejo para determinar lo que habia de hacer.

Ya terná noticia el lector cómo el visorrey desde Ipiales despachó al capitan Rodrigo Nuñez de Bonilla á que fuese á donde estaba

1 En el ms., Mierlo.-2 En el ms., volviendo.

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