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renzo de Aldana, prudentemente, y no como se lo dejó mandado el tirano, entendia gobernar la cibdad, sin consentir que en ella fuesen hechos los agravios é insultos que se hacian en otras partes del reino, y como fuese en todo el Perú público de su estada alli, muchos, huyendo de la tirania de Alonso de Toro y de Pedro de Fuentes y de los otros secaces 1 de Pizarro, se venian á Lima, donde por él eran amparados, y algunos, de secreto, favorescidos, y no procedia contra ningunos, aunque de vello tan piadoso murmuraban los amigos de Pizarro; ni tampoco consintió ni dió lugar que ninguno hablase palabra desacatada contra el servicio de Su Majestad, y congojábase de ver las cosas cuán mal guiadas habian sido, y deseaba grandemente que el rey tuviese el mando y señorio absoluto en todas las provincias como soberano señor que era dellas, y no se osaba descubrir con ninguno ni dar á entender otra cosa sino que deseaba el honor de Pizarro, sino con religiosos; y estando desta manera en Lima, y viniendo, como digo, de unas y de otras partes algunos soldados huyendo de la crueldad de los tiranos, no dejaron algunos de conjurar contra Aldana y trataban de le matar y alzar bandera por el rey, los cuales, juntamente con Diego Lopez de Zúñiga, natural de Salamanca, trataban el motin, y como tuvo poco efecto, no diremos sino que siendo descubierto, el Diego Lopez fué desterrado de la cibdad de Los Reyes, y tornando á conjurar contra Aldana Juan Velazquez, Vela Nuñez y otros, fueron presos por Pero Martin de Sicilia, á los cuales castigaron con gran rigor, y á Juan Velazquez cortaron la mano; y ansí, estos pobres, por querer con su lealtad mostrar sus personas y aventurallas para tirar la tirania y quel rey clara y abiertamente fuese conocido y tenido por señor, por su desgracia y poca ventura, descubierto el negocio por algunos dellos mismos, pararon en hemos dicho. Con estas cosas, Lorenzo de Aldana andaba muy recatado, temiendo, no embargante que se hobiese hecho el castigo pasado, no tornasen á querer de nuevo algunos otros conjurar contra él; y no se engañaba, porque Perucho de Aguirre, con ciertos soldados, teniendo en poco la muerte, determinadamente concertaban de matarlo y alzar bandera por el rey; estas cosas pasaban en la cibdad de Los Reyes; en Guánuco andaba huyendo Juan de Vargas, por temor de los tiranos; en Goamanga no sucedió cosa notable más que de aquella cibdad salió

lo que

En el ms., secases.

cierta gente, y por capitan Martin de Andueza, y anduvo apaciguando ciertas provincias que estaban rebeldes; en Arequipa, Pedro de Fuentes habia vuelto á ella, y todas las cosas se hacian como más convenian al servicio de Gonzalo Pizarro; del Cuzco y villa de Plata ya hemos escripto largamente lo que pasaba, y lo mismo de la cibdad del Quito.

CAPÍTULO CLXVII

De cómo el capitan Juan de Llanes salió de la cibdad de Panamá para se ir [á] alguna provincia de las confinantes al mar Oceano, y de cómo el general Pedro de Hinojosa volvió á la cibdad de Panamá, de la isla Taboga.

Bien será que concluyamos con el subceso de Tierra Firme, porque volvamos luego á tratar lo tocante al visorrey hasta que su cabeza fué cortada en el campo de Anaquito, y bien se acordará el lector cómo en los capítulos precedentes hicimos mincion cómo el general Pedro de Hinojosa y los capitanes de Panamá estuvieron para romper, los cuales se concertaron por excusar el daño que resultara si se diera la batalla, en que Hinojosa con su armada estuviese mes y medio en aquella isla, y que pasado aquel tiempo se pudiese volver con su armada al Perú. Pues dice agora nuestro cuento que los de Panamá, no embargante que muchos se holgasen con tener paz y confederacion, para poder vender sus mercaderias, otros, arrepentidos de lo hecho murmuraban de sí propios, pues hallándose setecientos hombres juntos no fueron parte para prender 6 matar aquellos que habian venido, pues no allegaban á trecientos; el capitan Juan de Llanes y Juan Vendrel holgaran de haber escogido entre los de Panamá algunos que tuvieran su misma voluntad para haberse opuesto contra los del Perú, y no embargante que se hobiesen concordado ya unos y otros y pasado entrellos grandes juramentos y pleito homenajes, los soldados que estaban en Taboga, como su venida del Perú no fué por alojarse en aquella isla, sino por aposentarse en Panamá, incitaban con palabras á sus capitanes para que amanesciesen en la cibdad y la ocupasen, y los de Panamá tambien trataban algunos que seria cosa muy acertada ir con el artillería y más gente que pudiesen y dar sobre los que estaban en Taboga; mas no hobo efecto ninguno destos acuerdos ó pensamientos; de la isla de Taboga siempre iban á la cibdad algunos soldados de la armada, y fueron maltratados de palabras, algunas

veces, por Juan de Llanes y por los otros capitanes que estaban en Panamá, y quejábanse á Hinojosa diciendo que quebrantaban las treguas y lo asentado, y que se querian tornar á rehacer para darle guerra, y todos requerian á Hinojosa que entrasen en la cibdad sin aguardar á más, pues los que estaban en ella no pensaban sino en cautelas. Pedro de Hinojosa no deseaba que se recreciese ningun daño, ni que Dios ni el rey fuesen deservidos con su venida, bien que como Pizarro hobiese confiado dél el armada y gente y le fuese grandísimo amigo, queria tener la tenencia de aquel reino para ver qué despacho ó proveimiento venia de España, y para que no le pudiesen ir favor ninguno al visorrey, y queria y deseaba este Hinojosa que estas cosas fuesen hechas sin muertes de hombres ni derramamiento de sangre, y respondia á los suyos que no se via por qué se conociese que los de Panamá habian faltado lo que con él asentaron. Juan Hernandez, piloto mayor, daba muy grandes voces, diciendo que se debria luego ir contra los de Panamá antes que se rehiciesen y estuviesen apercebidos. Pedro de Hinojosa, viendo que todos trataban sobre la ida á Panamá, tomando aparte al capitan Pablo de Meneses le dijo que ¿qué le parescia de las voces que los soldados daban? y que él no determinaba de entrar en Panamá por dicho dellos, pues hasta entonces no sabia ciertamente que los de Panamá hobiesen quebrantado las treguas que se habian puesto. Pablo de Meneses le respondió que para complir con su gente é saber ciertamente las voluntades de los de Panamá, que debria de enviar un caballero para que de parte de todos les hablase y supiese ciertamente lo que pasaba en la cibdad, y praticado esto entrel general Pedro de Hinojosa y Pablo de Meneses, se volvieron á los soldados, diciéndoles Hinojosa que se asosegasen, quel queria enviar á Pablo de Meneses á Panamá para que supiese lo que allá habia, y que venido, se haria lo que más conviniese. En este tiempo, Juan de Llanes, como no hallase favor en los de Panamá, temiéndose los de Pizarro no le prendiesen 6 matasen, dejando el artilleria, acompañado de algunos amigos suyos se partió al rio de Chagres, y embarcados en un barco que allí hallaron fueron á salir al mar Oceano ó del Norte, y desde alli se fué á la provincia de Cartagena con mucha pena y aflicion; y á la verdad, desque este capitan Juan de Llanes entró en Panamá por mandado del visorrey, hasta que despues lo prendió don Pedro y Hernan Mejía, pasó grandes trabajos y estuvo por muchas veces bien

vecino á la muerte, y con pasar por vida tan calamitosa, siempre tuvo buen ánimo y gran voluntad al servicio del rey. Pues como Juan de Llanes salió de Panamá, don Juan de Mendoza, que en ella estaba, con otros soldados de los Pizarros, tomaron toda el artilleria y se apoderaron en ella, y allegó Pablo de Meneses, y sabido lo que pasaba envió aviso al general Pedro de Hinojosa de todo ello, y siendo ya pasado mes y medio que Pedro de Hinojosa estuvo en la isla de Taboga, con voluntad de Pedro de Casaos y de los de Panamá se vino con toda su gente á la cibdad, adonde fueron los soldados y él aposentados, y no embargante que Hinojosa era varon virtuoso y que deseaba que no fuesen hechos insultos ni agravios por los soldados, no pudo dejar de haber alguna desórden, porque la gente de guerra no es amiga de retitud, aunque si algun soldado hacia algun hurto ó cometia otro delito y lo acusaban antél, luego era preso y mandaba entregarlo á Pedro de Casaos para que hiciese justicia; y los de Panamá, como quedaron tan asombrados de Bachicao y tan descontentos de las tiranias y robos que hizo él y sus cómplices, y viesen la retitud de Pedro de Hinojosa, le mostraban grande amor y le proveian abastadamente á él y á los suyos de las cosas nescesarias. En este tiempo allegó á la cibdad del Nombre de Dios el mariscal don Jorge Robledo, el cual, despues de haber estado. allí algunos dias y escrito á la gobernacion algunos amigos suyos, se volvió á la cibdad de Cartagena, adonde estaba en aquella sazon el licenciado Miguel Diaz Almendariz aparejándose para ir á la gobernacion 6 provincia de Santa Marta, y subiendo por el famoso rio que el mismo nombre tiene, ir al reino de Bogotá, porque habian abajado dél los oficiales reales y otras personas á dalle priesa que fuese, porque convenia ansí al servicio de Su Majestad. Vela Nuñez, hermano del visorrey, en todo este tiempo estaba preso con los demás en una nave, y era mirado con mucha diligencia por mandado de Hinojosa.

CAPÍTULO CLXVIII

De cómo el visorrey se daba mucha priesa á hacer armas en Popayan, y de cómo mandó á su maese de campo Juan Cabrera que se viniese á Popayan, y de cómo se aprestaba para ir á la villa de Pasto.

Pues como el visorrey hobiese mandado al capitan Cepeda que con algunas lanzas de su compañía se partiese para la villa de Pasto y le enviase aviso de lo que habia en ella,

Cepeda se partió y anduvo hasta llegar aquella provincia, é sabido no estar ocupada por los Pizarros, se metió en la villa y escribió luego al visorrey lo que pasaba; fué llevado á Popayan preso, segun unos dicen, y otros que de su voluntad se fué, un Alonso de Fuenmayor, porque habia recebido cartas de Pizarro y enviádole aviso de las nuevas que se tenian del visorrey, y de cómo estaba en Popayan haciendo junta de gente. Pasando el visorrey con él algunas palabras, le perdonó, y dábanse los oficiales gran priesa á hacer cañones de arcabuces, y tanta era la gana y voluntad que el visorrey tenia de salir de Popayan, que él mismo estaba todo el más tiempo del dia entendiendo en barrenar los cañones y que fuesen puestos en las cajas, que se hicieron buena copia dellos, y echóse fama en Popayan que Gonzalo Pizarro era salido del Quito y habia dejado en su lugar á Pedro de Puelles, y alegráronse con aquella nueva los soldados, porque cierto el nombre de Pizarro les era muy temeroso de oir; y el visorrey, viendo que podia sacar de Popayan cantidad de trecientos y setenta españoles de pie y de caballo, sin querer aguardar á más mandó que todos se empezasen aparejar para salir de la cibdad, y escribió á su maestre de campo Juan Cabrera, que estaba en Cali, que con toda brevedad se viniese á juntar con él, y tambien mandó que hiciese lo mismo Rodrigo Nuñez de Bonilla, á quien habia nombrado por capitan de infantes, y visto el mando del visorrey por el maese de campo Juan Cabrera, y por el capitan Rodrigo Nuñez de Bonilla, salieron de la cibdad de Cali para ir á Popayan. En todo este tiempo yo me hallé en la cibdad de Cali y estaba de camino para ir á Popayan á juntarme con el visorrey é irle á servir en esta guerra, y como vino la nueva de Robledo, me convino abajar á la cibdad de Cartago para me ver con él; y esto toco porque entienda el lector que soy testigo de vista deste negocio, é que yo mi escritura no ia escribo por fama, ni por conjetura, ni por relaciones que solamente deponen de oidas; y volviendo al hilo de nuestra historia, el visorrey, estando todavia en la cibdad de Popayan, mandó al capitan García de Bazan que con las lanzas de su compañia se partiese á un pueblo que ha por nombre de las Guabas, que se habia rebelado, y procurase de lo atraer de paz y al servicio de los españoles, y que los soldados, si los indios estuviesen de guerra, podian tomar algunos para su servicio, para que pudiese con ellos llevar sus cargas, y que él le enviaria á mandar cuando fuese tiempo que se fuese á la

villa de Pasto; y estando ya para salir de Popayan el capitan García de Bazan, llegaron cartas al visorrey de los vecinos de Pasto, en que le hacian saber cómo Gonzalo Pizarro era ido á la cibdad de Los Reyes y quedado en Quito el capitan Pedro de Puelles. Pues como recibió estas cartas el visorrey, mandó á Bazan que anduviese sin parar hasta ser llegado á la villa de Pasto, adonde le aguardasen, porque saldria presto de Popayan, y partido el capitan Garcia de Bazan, el visorrey mandó que los soldados, arcabuceros y piqueros, comenzasen á salir tras las banderas que los alferez luego sacaron. El capitan Cepeda estaba en la provincia de los Pastos, y como Juan Marques estuviese en Tuza por espia, y los otros corredores que estaban en Carangue derramasen fama que Pizarro era ido la vuelta del Cuzco, ó de Los Reyes, para que con aquella nueva el visorrey se aprestase para le venir á buscar, los indios la extendian por todas partes como les era mandado, y por esta causa pudo el capitan Cepeda escrebir al visorrey lo que oia, diciendo que todos los indios daban noticia de ser Pizarro salido del Quito, y todos los que estaban en Popayan lo deseaban, paresciéndoles que como Pizarro estuviese ausente, que no serian parte para prevalecer contra ellos los que quedasen en el Quito; y ansí todos, aderezados lo mejor que pudieron, salian de Popayan, y tuvo tambien el visorrey nueva de los bullicios que habia en Las Charcas, por un soldado que habia por nombre Leoncillo, que habia venido con Pizarro del Quito, el cual se habia quedado en Pasto, y éste, como entendiese algo de lo que habia sido hecho en Las Charcas por el capitan Diego Centeno, pudo dar dello noticia al visorrey, y afirmábale que Pizarro lo habia sentido mucho, y que creia que desde el Quito subiria con su persona á lo remediar, y algunos quisieron decir que antes quel visorrey partiese de Popayan, supo y tuvo nueva que Gonzalo Pizarro estaba en Quito con toda su gente; lo cual no es cierto, ni supo tal, y como ya estuviese toda la más de su gente fuera de Popayan, acordó de salir de aquella cibdad para ir á la villa de Pasto.

CAPITULO CLXIX

De cómo el visorrey Blasco Nuñez Vela salió de la cibdad de Popayan con el resto de gente, y de cómo allegó á la villa de Pasto.

Agora habemos de contar la salida que hizo de Popayan el visorrey Blasco Nuñez, y proseguiremos la escritura hasta que su

cuerpo destrozado sin cabeza dé testimonio de la crueldad con que se usa la guerra cevil, y de la maldad que cometieron los que siguieron las atroces banderas de Pizarro. Es verdad que ninguna nacion de las del mundo ha sido para con sus reyes tan leal como los nuestros españoles, porque no embargante que ha habido algunos levantamientos, no se hallará que hayan ido á dar lo obidencia á ningun rey extranjero, ecepto los de Barcelona, que éstos, en tiempo de nuestros padres, en la guerra loca que movieron contra el serenísimo don Juan rey de Aragon, enviaron á Francia ofreciendo el senorio de su condado, con título de rey, al conde de Angleria 6 señor de Marsella, por que viniese á los amparar; y no embargante que los del Perú se mostrasen rebeldes contra el servicio del rey, y Gonzalo Pizarro allegase á tener tan gran potencia, nunca se intentó de inviar á pedir favor á rey extraño; verdad es que se platicó de enviar á nuestro muy Santo Padre Paulo tercio por la invistitura del reino, y esto no hobo efecto porque se trataba entre pocos y todos los más lo reprobaran y tuvieran por cosa de juego; por tanto, entienda el lector quel rey por los del Perú no dejó de ser amado Ꭹ tenido como soberano señor, no embargante que algunos hablaban sueltamente contra su servicio, y que si otros eran pertinaces para seguir la rebelion, que era por temor de no ser castigados y punidos; y esto digo porque seria cosa rediculosa condenar generalmente á todos los que se levantaron, no embargante que no los salvamos de culpa. Pues como ya el visorrey hobiese mandado salir toda la mas de su gente de la cibdad de Popayan la vuelta de la villa de Pasto, con gran deseo que tenia de verse ya en el Quito, creyendo que Gonzalo Pizarro seria dél salido como le habian certificado, y ansí salió el visorrey de la cibdad de Popayan, acompañado del adelantado don Sabastian de Belalcazar y del maese de campo Juan Cabrera y de los otros capitanes, y con toda diligencia anduvo hasta que llegó á la villa de Pasto, adonde se aposentó con toda su gente, y no podia por ninguna manera tener aviso cierto de lo que pasaba en Quito, porque el traidor de Juan Marques estaba en Tuza, como hemos dicho, y este hacia entender á todos los indios cómo Gonzalo Pizarro era salido del Quito, y que ansí lo publicasen por todas sus provincias; é como aquestos bárbaros siempre acuestan á la parte que ven más poderosa, y como

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hasta allí habian visto quel visorrey habia venido huyendo y Pizarro con sus banderas dándole alcances, y que tenia al pie de ochocientos hombres de guerra, y quel visorrey no traia cabales cuatrocientos, pusieron sus voluntades en Pizarro, porque le vian más potente, y ansí era dellos servido y avisado y el visorrey ningun favor tenia si no era por fuerza; á esta causa no pudo ser el visorrey informado de lo que habia en el Quito, y sin esto habia gran diligencia en guardar los pasos y caminos en Carangue, Otabalo, Tuza, por hombres sueltos de á caballo que allí estaban no para otra cosa, los cuales ponian tanta diligencia que por ninguna vía podia indio ni español ninguno, aunque quisiese, ir á dar aviso al visorrey; el cual, llegado que fué á Pasto, encargó al capitan Cepeda que tuviese alguna inteligencia para tener alguna nueva del Quito, y un vecino de aquella villa, llamado Andrés Gomez, se ofreció de ir al Quito y enviar con algunos indios suyos señas por donde se entendiese si estaba Pizarro en la cibdad 6 si era salido della, y de la gente que estaba dentro, y el visorrey, agradeciéndole aquel servicio que queria hacer, le dió licencia y escribió al capitan Cepeda que lo dejase pasar, y ansí se partió este Andrés Gomez para ir al Quito, adonde tenia un tio suyo privado de Pizarro, con el cual parentesco y por ser grande amigo del capitan Pedro de Puelles creyó no recebir daño ninguno; é quieren decir unos que se movió éste con celo leal de servir al rey y avisar al visorrey de lo que hobiese en Quito; otros lo cuentan al contrario, diciendo que fué por dar aviso á Pizarro de las cosas que por el visorrey habian sido hechas. Estando yo en la cibdad de Los Reyes vide yo que vino este Andrés Gomez á purgarse antel presidente Gasca y lo dieron por libre. Gonzalo Pizarro no dejaba de tener aviso de todas las cosas que al visorrey sucedian, y dicen que de la villa de Pasto le escribieron dos vecinos della, quel uno habia por nombre Alonso de Fuenmayor y el otro Luis Perez, y por otros que no sabemos; algunas destas cartas hobo el visorrey, que vinieron á su poder, el cual despues que hobo estado algunos dias en la villa de Pasto aderezando armas y haciendo de los cueros de las vacas celadas recias, con otras armaduras, acordó de salir con toda su gente la vuelta del Quito, creyendo que Gonzalo Pizarro ya dél habia salido, teniendo en poco á Pedro de Puelles ó á otro capitan que quedase en su lugar; y despues que los alferez hobieron sacados las banderas, y lo mismo el estandarte real del águila, que iba á cargo de Ahumada, ve

cino de aquella villa, salió el visorrey della á primero dia del mes de enero, año del Señor de mill y quinientos y cuarenta y seis años; y dejarémoslo ir caminando y diremos el suceso del maese de campo Francisco de Caravajal, porque conviene ansí, y luego volveremos á dar fin á esta guerra de Quito.

CAPÍTULO CLXX

De cómo Francisco de Caravajal, maese de campo de Gonzalo Pizarro, anduvo hasta que llegó á la cibdad de Trujillo, y de cómo quedó allí por lugarteniente de Gonzalo Pizarro el capitan Pedro de Vergara.

Bien se acordará el lector cómo en los capítulos de atrás hecimos mincion de cómo Gonzalo Pizarro tuvo nueva de la muerte que Diego Centeno y Lope de Mendoza dieron á Francisco de Almendras, su capitan, y de cómo habian alzado bandera en nombre del rey, la cual nueva la tuvo por muy dificultosa, ansí por hallarse tan lejos de la provincia de Las Charcas, como porque sabía que habia en ella caballeros valerosos y muy determinados y que todos se juntarian para le descomponer del ser é mando que tenia; para atajar estas cosas y castigar á los que se habian mostrado contra él, mandó que fuese á lo remediar su maese de campo Francisco de Caravajal, dándole bastante poder, como ya hemos referido. Pues dice agora la historia que despues de haber partido del Quito el capitan Francisco de Caravajal con sus compañeros, anduvo hasta ser llegado á la cibdad de San Miguel, que Piura por otro nombre se llama, adonde mandó á los vecinos que le proveyesen de algunos dineros é otras cosas para ayudar los gastos de la guerra que 1 iba á hacer á Diego Centeno, y los que con él se habian levantado; tantos temores les ponia, envueltos con sus fieros, que los tristes hobieron de complir en todo su mandamiento, y ansí, despues que de allí sacó lo que pudo, diciendo no pocos donaires, anduvo hasta que llegó á la cibdad de Trujillo, que está situada en el valle de Chimo, adonde era lugarteniente de Gonzalo Pizarro el capitan Pedro de Vergara, el cual grandemente deseaba el servicio del rey é hizo poco agravio con el mando que tuvo, no embargante que fué remiso, pues pudiera grandemente servir al rey con juntarse con Melchor Verdugo y prender ó matar al cruel sanguinario de Caravajal. Mas en el Perú

En el ms., é que.

los capitanes nunca se determinan sino á su salvo, y muchos soldados en los casos que se ofrescian arriscaban sus vidas á todo peligro por el servicio del rey, teniendo en poco sus haciendas, que no es pequeño dolor ver los tristes que escaparon cuáles andan, pues aun no tienen lugar seguro para ser sustentados despues de haber en las nuevas de las batallas tantos perdido las vidas. Como llegase el capitan Francisco de Caravajal á Trujillo recibiéronle con gran solenidad, como si el rebelde anduviera en servicio del rey, y estaba en este tiempo Melchor Verdugo en la provincia de Caxamalca, qu' es donde el poderoso rey Atabalipa fué muerto, al cual le fueron cartas del tirano Pizarro para que viniese á juntarse con el traidor de Caravajal para ir á la provincia de Las Charcas, y como Verdugo las tuvo en poco, Francisco de Caravajal envió alguna gente para que le prendiesen, y siendo avisado no tuvo efecto, y dicen que habló con un clérigo llamado Alonso Henao para que fuese á verse con el capitan Pedro de Vergara y tratase con él para que juntándose unos y otros fuesen á prender ó matar á Caravajal, y Vergara, poniendo por delante algunos inconvinientes y teniendo por dificultoso el hecho que queria intentar Melchor Verdugo, no se determinó en nada, antes se volvió á la cibdad de Trujillo, porque habia salido della el maese de campo. Caravajal, despues de haber hecho alguna gente y robado todo el más dinero que pudo, se partió para la cibdad de Los Reyes, adonde en aquel tiempo estaba en nombre de Pizarro el capitan Lorenzo de Aldana, como otras veces hemos dicho. Pues como en Los Reyes supiesen estar tan cerca Caravajal, temieron algunos su crueldad y no viniese á los matar, y estaban muy temerosos, y el tirano, dándose toda priesa á andar, llegó á la cibdad, donde fue recebido de todos los que en ella estaban, mostrando con su venida gran contento, lo cual unos lo mostraban fingido y otros verdadero; llegado junto á la iglesia, yendo acompañándolo Lorenzo de Aldana, don Antonio de Ribera y otros, mandó á los soldados que con él habian venido que se fuesen aposentar en las casas que en la cibdad les estaban asignadas; aquí supo Caravajal los subcesos de Las Charcas y lo que habia pasado entre Diego Centeno y Alonso de Toro, y como por el tirano fuesen sabidas estas cosas y estuviesen ya envejecidos en las cosas de la guerra, mirando que convenia á la presteza para de presto concluir con los hechos de Centeno antes que por Toro y por los demás fuesen desbarata

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