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TERCERO LIBRO DE LAS GUERRAS CEVILES DEL PERÚ

EL CUAL SE LLAMA

LA GUERRA DE QUITO

НЕСНО POR

PEDRO DE CIEZA DE LEON

CORONISTA DE LAS COSAS DE LAS INDIAS

CAPÍTULO PRIMERO

De cómo el visorrey Blasco Nuñez Vela salió de Sant Lúcar, y lo que le sucedió hasta ser llegado á la cibdad de Panamá, que es en el reino de Tierra Firme.

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Pues como el visorrey Blasco Nuñez hobiese mandado aderezar las naves para salir de España é proseguir su viaje á los reinos del Perú, despues de estar todo aderezado, con los caballeros que le iban acompañando salió de aquel puerto sábado á tres dias del mes de noviembre, año de nuestra reparacion de mill y quinientos y cuarenta y tres años, y navegando con gran velocidad por el gran mar Océano, anduvo hasta ser llegado en la Gran Canaria, adonde, despues de haberse proveido de las cosas necesarias para la mar, entrado en la nave el licenciado Cepeda, que iba por Oidor, salidos de aqueIla isla prosiguieron su viaje, enderezando al Nombre de Dios, y pasaron algunas cosas en él que no tocan á nuestra escritura. Allegó al Nombre de Dios el visorrey dos dias despues de la Pascua de los Reyes del año de mill y quinientos é cuarenta é cuatro años, adonde estuvo quince ó diez y seis dias, los cuales pasados, acompañado de los que venían con él se partió á la cibdad de Panamá.

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En gran manera me congojo en ver que un varon tan acabado como fué el visorrey, fuese á meterse en las manos de varones tan inicuos y perversos: porque ya que en él faltó consejo, y en alguna manera no se hobo con prudencia en las cosas de la gobernacion, no merecia que se le diera muerte tan cruel como hoy lo testifica Añaquito, tan vecina á la equinocial. Las cosas que han de ser no las podemos excusar, pues mana todo de la voluntad del altísimo Dios.

Allegado el visorrey á la cibdad de Panamá sin aguardar á los Oidores, que por algunas causas no salieron con él, antes quedaron en el puerto de Nombre de Dios, halló en aquella ciudad al licenciado Pedro Ramirez de Quiñones, Oidor qu' es agora de Los Confines, tomando residencia al doctor Villalobos y al licenciado Paez, Oidores que habian sido en la Audiencia que habia estado asentada en aquel reino. Luego tomó el sello real y fué puesto en un cofre con la veneracion que convenía; y sin considerar más de hacer lo que le habia mandado S. M., é trayendo como traya diversos capítulos de las Ordenanzas para ejecutallas en toda parte que se hallare, entendió luego en la ejecucion dellas, queriendo que todos los indios é indias del Perú fuesen enviados á aquel reino, cada uno á su tierra é naturaleza, á costa de las personas que los tenian, pues la voluntad del rey era que fuesen libres como súbditos vasallos suyos. Y no embargante que era cosa santa é justa lo que se mandaba, algunos dellos habia que eran casados, y otros que querian bien á sus señores y estaban media

namente industriados en las cosas de nuestra santa fé católica; y aun destos que mandaban que fuesen se huyeron no pocos dellos á partes secretas, por no ir á donde les mandaban, y otros se iban á las iglesias, de donde por mandado del visorrey los sacaban; y metidos en las naves fueron la vuelta del Perú, y en el camino murieron muchos dellos en la mar, de manera que llegaron muy pocos á sus pátrias, é los que llegaron volvian á sus ritos é idolatrías como antes solian; de manera que ningun provecho resurtó de querer cumplir esta ordenanza. Y algunos conquistadores que se iban á España é de muchos años tenian indias de si servicio en las quales habian habido hijos, queriéndolas llevar consigo, se las mandaba quitar para enviallas á sus tierras á costa de sus amos; y si sobre ello altercaban ó hablaban algo, les mandaba pagar doblado en flete ó matalotaje; é como algunos tuviesen los hijos pequeños é quisiesen suplicarle no permitiese que muriesen por no tener madres, mandaba que pagasen mayor suma, usando en este caso como los jueces portugueses del toston.

Llegados los Oidores á Panamá se hicieron algunas fiestas, y cuentan que los Oidores y el visorrey no estaban muy conformes, antes en secreto ni él trataba bien dellos, á lo que dicen, ni ellos dél. E como se tratase del rigor de las nuevas leyes, y la dificultad que traya ejecutallas en el Perú, por haberse alterado los de aquel reino en tanta manera, los Oidores hablaron al visorrey sobre que no debia mostrar voluntad de la ejecucion de las leyes por entonces, hasta que se viere apoderado en el reino del Perú, y el Audiencia asentada, que seria más fácil hacer lo que S. M. mandaba. Y el visorrey tuvo aviso de las cosas que habian pasado en el Perú é la mucha gente que habia en aquel reino; de lo que habia hecho el gobernador Vaca de Castro é como estaban muchos tiros de artillería é arcabuces é pólvora en las ciudades del Cuzco é Lima; é le avisaron muchos que entrase con sufrimiento é modestia en el Perú, porque si entraba de otra manera podria ser levantarse contra él; porque demás de las armas y gentes que habia en aquel reino, cada dia pasaban muchas y agora de nuevo iban. Mas él, no mirando á estos dichos, dicen que respondia: quél solo con una capa y una espada bastaba para todo el Perú. Y muchos, oyendo sus dichos, adevinaban en lo que habia de parar; porque viendo que las Ordenanzas eran ásperas para gente que tan libremente habia vivido como los que estaban en el Perú, y cuán duro les habia

de parecer el yugo tan grande dellas, entendian que se ponian en arma, pues estaban ya acostumbrados por cosas livianas á contender en guerra.

CAPÍTULO II

De las cosas que más pasaron en Panamá: de lo que le dijeron al visorrey el gobernador Rodrigo Contreras y los Oidores sobre las Ordenanzas.

No habia menos bullicio y alboroto en la Tierra Firme que en el Perú, oyendo al visorrey que decia que luego habia de ejecutar las Ordenanzas y tener el reino en tanta retitud y justicia, que ninguno se desmandase á vivir con tanta soltura como hasta allí habia sido. Rodrigo de Contreras, gobernador que habia sido de la provincia de Nicaragua, estaba en aquel tiempo en Panamá, y mirando que el visorrey no queria retener en su pecho cosa alguna de lo que habia de hacer, antes públicamente, que por todos era oido, afirmaba con juramento que no seria desembarcado en el puerto de Tumbez, cuando los indios habian de conocer que eran vasallos y súbditos del Emperador nuestro señor, y que los encomenderos no habian de tener con ellos en qué entender en más que en cobrar los tributos que eran obligados á les dar, y que luego las Ordenanzas reales se habian de ejecutar como el rey mandaba, se fué á su posada y le dijo: La alteracion que hobo en este nuevo imperio de Indias desde las islas á esta parte, en saber los españoles que en ellas vivian venir las nuevas Ordenanzas, vuestra señoría no creo que lo inora, pues si las orejas no tiene sordas, el tomulto no siendo acabado, podrá oir el clamor que sobre ello tienen. No me quejo yo ni los de acá de que S. M. haya enviado las nuevas leyes; mas como sea príncipe tan cristianísimo, desea que con retitud las cosas de acá sean gobernadas é con moderacion; y teniamos por cierto que viniendo á las ejecutar sus ministros, celosos de su servicio real, mirarian que la expedicion de los negocios no requiere llevarlas á ejecucion; y viendo que vuestra señoria públicamente da á entender que no habrá llegado á la Nueva Castilla cuando han de ser cumplidas y ejecutadas en uno mismo, me congojo. Y las Ordenanzas que trae no sólo no las publique, mas vaya al reino y esté un año y

y no tenga en poco mis palabras, antes las oya con atencion.

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más en él, y despues de ver asentadas las provincias y que en ellas no hay alboroto, en tal caso, el tiempo, que es maestro de acaescimientos, dirá lo que haya de hacer; y si se cumplen, yo desde aquí me hago adivino de grandes males que han de rescrecer, porque los que viven en aquel reino no son de baja suerte como en España decian, sino todos los más hijosdalgo, y vienen de padres magníficos, y han de permitir antes morir que venir á tener por bien el cumplimiento de las Ordenanzas; y como haya cabeza 2 principal, prometo que no falten dicinciones ni guerras, pues ya el alboroto de allá es tan grande.

Esto dicen que Contreras dijo al visorrey, el cual dicen tambien que le respondió en esta manera: Si es que la maldad de todo punto precede á la bondad, y la tirania á la lealtad, y el rey con estos reinos no tiene más parte que aquella que los que en él estan le quieren dar, yo creeré que lo que decís será ansí; pero si afirmais que no les ha alterado la intencion de S. M., ¿cómo no querrán que se cumpla su voluntad real? Con la pobreza que nuestros padres vinieron á descubrir este imperio, bien lo sabeis, pues no ha tantos años que Colon salió de España, y háse ido la cobdicia en tanto metiendo en las voluntades de los de acá, que por adquirir dineros han hecho grandes males y casi destruido totalmente las provincias; y si agora estas leyes no vinieran, de aquí á diez años no hubiera otra cosa que en ellas ver que los edeficios arruinados, los collados y rios de la tierra. Y pensar ninguno que los ministros del rey hemos de guiarnos á los apetitos de acá, no lo creais ; y ninguno se desvergüenzará que yo no le quite la cabeza de los hombros, en señal de su traicion. Y diciendo esto se metió en su retraimiento, y el gobernador Rodrigo de Contreras se salió de allí; no tardando mucho que el licenciado Zárate, pesándole de que el visorrey dijese que luego habia de ejecutar las nuevas leyes, paresciéndole que no era cordura hablar sobre cosa que tan enojosa era de oir á todos, y entrándose á donde el visorrey estaba, le dijo: que oyendo las cosas que oia sobre lo tocante á las Ordenanzas, le parescia que para entender cómo se habian de ejecutar, que era cosa decente por entonces no hablar en ellas nada, antes las debia echar en el

'ni gente suez.-2 y abtor.- yo.-4 porque la espada terná atravesada mi corazon; y si la voz yo pu diere formar, lanzaré de mi pecho palabras en que por ellas dé á entender que tengo de ser secutor de las leyes. como fuese varon tan entendido y de tan claro juicio.

fondon de una caja, fasta verse en la tierra del Perú y entender si se podian cómodamente ejecutar. Y á esto y á lo que le dijeron los Oidores Cepeda, Alvarez, y Tejada, respondió quél se entendia y haria lo que le paresciese. Y porque el contador Juan de Cáceres le afirmaba que por la noticia que tenia de la gente del Perú, colegia que si luego mandaba ejecutar las Ordenanzas, se pornian en arma, antes que obedescerle, respondió ásperamente, diciendo que sino fuera criado del rey, le mandara ahorcar.

Y pasando estas cosas y otras, el visorrey se aprestaba para se ir al Perú, y los Oidores le tornaron á hablar sobre las Ordenanzas, aconsejándole que primero que se publicasen diese lugar asentar el Audiencia, y que despues de formada se haria lo que S. M. mandaba, con maduro consejo. Y el visorrey, teniendo en poco sus amonestaciones, les respondia que habia de hacer lo que le era mandado, y que para hacello, él solo bastaba. Y crecia la sospecha entre los Oidores y él.

CAPÍTULO III

De cómo Francisco de Carvajal allegó á la cibdad de Los Reyes con gran desco de se ir á España, y de cómo el visorrey se embarcó en Panamá para el Perú.

Ya hemos dicho en lo de atrás cómo Francisco de Carvajal, deseando salir del reino habia procurado el favor del gobernador Vaca de Castro para ello y de los del cabildo del Cuzco; y ansí, con la ayuda que le hicieron salió de aquella cibdad con todo el más dinero que pudo, deseando verse en España para tener alguna quietud. Y de su ida no perdieran nada Antonio de Altamirano y Lope de Mendoza y otros muchos; pero estaba ya por Dios determinado, por nuestros muy grandes pecados, que este fuese azote tan cruel como presto la escritura dará á entender. Y salido de la cibdad del Cuzco anduvo hasta que llegó á la cibdad de Los Reyes, y se fué á apear á las casas del tesorero Alonso Riquelme; el cual, como supo su venida, temió no le viniese á matar por mandado de Vaca de Castro, por la enemistad que con él tenía; y luego otro dia, por todas las vías exquisitas que pudo procuró no tener tal huésped en su casa; mas como Francisco Carvajal era tan mañoso, demás de entender al tesorero se aposentó de más reposo en su casa. Y á cabo de algunos dias que habia que llegó á Los Reyes dió las cartas que traia de Vaca de Castro, y cuenta á los del

cabildo de su viaje á España, y de la utilidad y provecho que al reino se recrescia con su ida, y que por su parte habia S. M. de ser bien informado de las cosas de la provincia y del agravio que se les hacia á los conquistadores si por entero las nuevas leyes se hubiesen de cumplir; lo mismo decia Vaca de Castro por sus cartas, y que diesen poder á Carvajal para que negociase en España lo que convenia al reino. Los del cabildo, vista la carta de Vaca de Castro y lo que decia Francisco Carvajal, respondiéronle equívocamente, que pues el gobernador por sus cartas les avisaba su venida á Los Reyes seria breve, que se estuviese en la cibdad hasta que viniese, y venido, se haria lo que mandaba como gobernador que era del rey; y esta respuesta se le dió dentro en su cabildo y ayuntamiento, estando en su congregacion. Y Carvajal, paresciéndole que por le tener en poco los del cabildo de Los Reyes le habian dado respuesta tan frívola, se salió dél muy sentido, y los del regimiento quedaron riendo, haciendo burla dél, teniendo por cierto que cuando Vaca de Castro viniese del Cuzco estaria ya en la tierra el visorrey y no seria parte para les hacer ninguna molestia por no haber querido enviar á Francisco de Carvajal á la España.

En este tiempo, el visorrey Blasco Nuñez Vela deseaba en gran manera salir de Tierra Firme, y embarcado en la mar austral en naves, navegar para con presteza allegar al reino de Perú, porque en gran manera deseaba asentar el Audiencia en Los Reyes, teniendo por fácil cosa ejecutar las Ordenanzas, oyendo enojosamente y con dificultad á los que otra cosa le hablaban. Y dejando en Panamá á los Oidores, llevando consigo el sello real se embarcó en la cibdad de Panamá á diez dias andados del mes de febrero del mismo año, y allegó al puerto de Tumbez en nueve dias, viaje no visto ni oido que con tanta presteza ni velocidad haya allegado ningun navío. Y desde Tumbez escribió sus cartas á la cibdad de San Francisco del Quito, é Puerto Viejo é Guayaquil, para hacelles saber de su venida al reino y del cargo que en él traia por mandado del Emperador nuestro señor, y que su deseo era de hacer á todos bien y tenellas en justicia, y que por eso lo habia aceptado; y que en llegando á la cibdad de Los Reyes se fundaria el Audiencia y chancillería real, adonde oiria y haria justicia á los que caresciesen della. Y aunque les envió á decir esto, proveyó algunos mandamientos para la nueva gobernacion y sobre el tratamiento de los indios, los cuales se tuvieron por enojosos y

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pesados, porque hasta aquel tiempo la justicia habia sido, como dice el pueblo, de entre compadres; y murmuraban del visorrey, y á donde llegaba la fama de su venida pesaba no poco, y de todos los más era su nombre aborrecido, y todos por temor de la tasacion no entendian en otra cosa que en sacar la más cantidad de oro que podian á los indios y caciques.

CAPÍTULO IV

Cómo el gobernador Vaca de Castro escribió desde la cibdad del Cuzco al capitan Gonzalo Pizarro, y de su salida del Cusco.

Pasadas en la cibdad de Cuzco las cosas que hemos contado en los capítulos pasados, ho cesando el alboroto y tomulto que cabsó las nuevas de las Ordenanzas, antes se practicaba lo mismo; y aun cuentan que Hernando Bachicao, Juan Velez de Guevara, Gaspar Rodriguez de Camporredondo, Cermeño con otros, hablaron á Vaca de Castro, diciéndole que pues era gobernador del rey, que se estuviese en su mando y cargo, pues sabia que todos le habian de servir y dar favor en lo que les mandase. A lo cual dicen que Vaca de Castro les respondió como quien entendia cuán mutables eran las voluntades de los hombres del Perú y cuán inconstantes, y que para hacer sus hechos desean tener cabeza á quien despues, saliéndose ellos á fuera, echen la culpa de lo que subcediese. Y en esto no se engañaba Vaca de Castro, porque los que mueven sediciones é pendencias locas y guerras coloreadas con justificaciones, tomando cabdillo y quien tome la voz del negocio, aunque ellos le sean cómplices en la demanda, cuando ven tiempo sálense á fuera, publicando conciencia y afirmando con grandes juramentos que por fuerza sirvieron al tirano, y alegan otras cosas que al fin les vale.

Entendiendo esto Vaca de Castro les respondió que habia tenido la provincia á su cargo por mandado del rey, y que no haria otra cosa que irse á la cibdad de Los Reyes á aguardar al que por mandado de S. M. venia por visorrey. Y diciendo esto mandó al secretario Pero Lopez que aderezase las escrituras y testimonios, porque queria luego salir del Cuzco.

Quieren algunos decir, y aun hombres de vista me lo han á mí afirmado, que el gobernador Vaca de Castro escribió á Gonzalo Pizarro que viniese con toda presteza y se mostrase procurador del reino y su defensor. y que casándose con una hija suya, él iria á España á negociar la gobernacion del Nuevo To

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