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negros por el precio que ellos mismos querian dar; y por dar asiento en algunas cosas que les quedaba que hacer, el Adelantado mandó á Francisco Hernandez que fuese á la villa de Ancerma á castigar los que hallase culpados, y le aguardaria en Cali, adonde se partió luego y vinieron nuevas de cómo habia allegado á la Tierra Firme el licenciado Gasca, lo cual no he podido escrebir ni podré tan aina.

CAPÍTULO CXCVII

De cómo el general Pedro de Hinojosa vino de Taboga con su gente á Panamá, y de lo que proveyó.

Por lo quel lector habrá leído en los capítulos de atrás, terná memoria de cómo hecimos mincion quel general Pedro de Hinojosa con los capitanes del Perú que estaban en la Tierra Firme hicieron concierto con los de la ciudad de Panamá que con sus naves se volverian á la isla de Taboga y en ella estarian algunos dias aguardando á que viniese el proveimiento d' España, y que por sus dineros les diesen los mantenimientos y cosas nescesarias; y estando esto concertado, Pedro de Hinojosa se fué á Taboga; y agora hemos de contar su vuelta á la ciudad, y pasó desta manera: que estando en aquella isla, siempre le proveian de mantenimientos y de vinos con lo demás necesario, y tuvo aviso de cómo habia en la ciudad algunos movimientos, y aun que se hacia junta de gente, forneciéndose de armas, siendo autor dello Juan de Illanes, que aun no era salido de Panamá. Pues sabido por los soldados, daban grandes voces á los capitanes para que moviesen con las naves y barcas de remos á meterse en la cibdad y aposentarse en ella, diciéndoles que demasiadamente habian tenido complimentos con los moradores de Panamá, y otros dichos de soldados que siempre hablan libremente. Oyendo Pedro de Hinojosa el tomulto que habia entre los soldados, les mandó apaciguar, diciendo al capitan Pablo de Meneses que luego se partiese á Panamá á saber lo que en ella habia. Llegado Pablo de Meneses supo que Juan de Illanes, no habiendo hallado entero favor en los vecinos, se habia retirado al Nombre de Dios con algunos soldados para irse por el mar Oceano á la provincia de Cartagena, 6 á otra parte, y que se habia dejado el artillería, la cual habia habido don Juan de Mendoza y otros que estaban del armada en la ciudad. Entendido por el general Hinojosa

lo que decimos, no quiso moverse hasta que las treguas fuesen pasadas, y como viese el tiempo complido y que de España no venia ningun proveimiento, mandó que todos se recogesen á las naves, y ansí fué hecho, y llegado á la ciudad, Pedro de Casaos lo recibió bien é todos los más de Panamá; en Nombre de Dios se holgaron, porque creyendo que estando en la Tierra Firme el armada, Pizarro inviaria moneda, la cual los soldados gastarian en les comprar á ellos sus mercaderías, no dejaban algunos de engañarse en esta vana esperanza, porque no pocos fardos y lios fueron robados y tomados por los nefarios soldados, sin les pagar otra cosa que lo que paga la gente de guerra cuando roban lo que quieren, é sin los soldados lo harian algunos capitanes, no embargante que Hinojosa castigaba con gran rigor estos ladronicios y otras fealdades que se hiciesen. Estando, pues, en Panamá, Hinojosa, del arte que habemos contado, vino nueva de cómo el capitan Melchior Verdugo habia salido de la cibdad marétima de Trujillo con alguna gente, y aun que habia ido á la provincia de Nicaragua, adonde por comision de los muy poderosos señores presidentes é oidores hacia junta de gente para ir contra Pizarro. Con esta nueva se turbaron algo y entraron en consulta para acordar lo que sería más acertado hacer el general Hinojosa y los capitanes Juan Alonso Palomino, Rodrigo de Caravajal, don Pedro Luis Cabrera y Hernan Mejía, Pablo de Meneses, don Juan de Mendoza y otros, y allí trataron sobre lo que sería más acertado hacer, y despues de que sobrello hobieron hablado, se acordó quel capitan Juan Alonso Palomino fuese en una nave á Nicaragua, bien guarnecida y artillada y llena de soldados arcabuceros, para que si encontrase con algun enemigo y le fuese forzado afrontar con él y tener batalla naval, que se hallase poderoso: y ansí el capitan Palomino se partió para procurar de deshacer á Verdugo, ya que no. tuviese potencia de engrosar ejército ni de hacer armada; y para estar aparejados los de Panamá, si algo subcediese, el general Pedro de Hinojosa nombró por capitan á don Pedro Luis de Cabrera, natural, co:no atrás dijimos, de la ciudad de Sevilla, y lo mismo hizo Hernan Mejía, su yerno; Pablo de Meneses, Juan de Vargas, hermano del capitan Garcilaso de la Vega, se nombraron tambien por capitanes. Hechos estos proveimientos, el general mandó al capitan don Pedro de Cabrera que se partiese con ciento y veinte soldados á la ciudad del Nombre de Dios, y tuviese aquel puerto y mirase con engaño no

entrase Verdugo ni otro ninguno en él, sin que primero supiesen si queria ser amigo ó mostrarse enemigo, y los demas capitanes se estaban en Panamá teniendo por lista cada uno la gente de que era capitan; y como ya hemos escrito que antes desto, sabido los movimientos de las provincias australes y la llegada de Francisco Maldonado, que llevó los despachos de Pizarro, el emperador con los de su Consejo trataban de enviar personas de letras para que lo asosegasen, y de algunas naves que vinieron de España dijeron cómo en ella se decia que se proveia al licenciado Pedro la Gasca, al cual se le daban poderes muy amplísimos para que entendiese en lo tocante al Perú, y éstos que contaban estas nuevas, por aplacar á los que allí por Pizarro estaban, echaban falsa fama que tambien le venia provision para que fuese gobernador, de la cual nueva grandemente se holgaban todos en lo oir, y estaba á todo esto el noble varon Vela Nuñez, hermano del visorrey, preso en una nave con prisiones y no bien tractado por quien le tenia á cargo, e Blas de Sayavedra, sargento mayor que fué del visorrey, y otros, y llegó Martin de Alarcon y contó lo que pasó en Quito y la muerte del visorrey, de lo cual pesó á muchos, como atrás en los capítulos precedentes contamos; y paresciéndole á Hinojosa que sería bien enviar con Martin de Alarcon, natural de Trujillo, á Vela Nuñez y á los otros presos, le mandó que volviese al Perú y los entregase en poder de Gonzalo Pizarro, llevándole tambien su hijo que allí estaba. Alarcon se partió, escribiendo Hinojosa con él á Gonzalo Pizarro, pidiéndole dinero para dar á los soldados que en su servicio estaban en Panamá; y dejaremos esto, y diremos lo que hizo Melchior Verdugo.

CAPÍTULO CXCVIII

De lo que hizo el capitan Melchior Verdugo hasta ser llegado á la provincia de Nicaragua.

En los capítulos de atrás hizo nuestro cuento mincion de lo que fué hecho en la ciudad de Trujillo por el capitan Melchior Verdugo, y de cómo se embarcó en una nave con alguna copia de gente y dineros, determinando de ir á las provincias de Guatimala y Nicaragua á dar cuenta á los oidores y presidente que allí residen. Pues yendo navegando, anduvo hasta que llegó á Puerto Viejo, y estando en el puerto mandó algunos soldados de los que iban con él que fuesen

al pueblo y pren diesen á Cárdenas, teniente que allí era de Pizarro, y lo trujesen á la nave, y éstos fueron hacer lo que por su capitan les era mandado, y el teniente de Pizarro, con algunos de á caballo huyó, y por no tener los de Verdugo comision para pasar adelante se pudo salvar. Prendieron á Pavon y á Flores y al tesorero Portillo y á otros, que por todos eran nueve vecinos y regidores, los cuales, llegados adonde Verdugo estaba, los mandó luego soltar, diciéndoles que sirviesen constantemente al rey, pues eran sus vasallos, y no acudiesen á Pizarro, pues vian que se habia hecho tirano; y diciéndoles otras palabras de exhortacion para el servicio del rey, Melchior Verdugo se partió en su navío y anduvo hasta que llegó á los puertos de Nicaragua, y fué á presentarse donde estaba el presidente licenciado Maldonado y los oidores, á los cuales dió entera noticia de las cosas que habian pasado en el Perú desde el tiempo que allegó á él el visorrey Blasco Nuñez, y de los movimientos que se habian levantado, pues todos los varones principales del Perú seguian la atroce demanda de Pizarro, y quél. viendo que la demanda era injusta é muy facinerosa, no solamente no quiso ser cómplice en ella, mas que saliendo de la provincia de Caxamalca se vino á la ciudad de Trujillo, adonde con endustria prendió á todos los más de los vecinos que en ella estaban, para tener lugar de hacer alguna gente para ir en socorro del visorrey, y que olvidado de su hacienda, repartimiento tan rico y próspero, se habia metido con los que habia. podido juntar en una nave, y sabiendo la gran potencia del tirano é que todas las provincias tenian su voz, habia tenido por cosa importante venir á darles aviso de todo, como á varones muy poderosos y que representan la persona del rey nuestro señor; diciendo más, que no embargante Pizarro tener apresado todo el reino del Perú, habia tenido atrevimiento tiránico de ir á ocupar la Tierra Firme, adonde estaban sus capitanes; y porque su deseo era de emplearse en servicio del rey nuestro señor, que le diesen facultad para poder hacer gente de guerra é irse afrontar con los capitanes de Pizarro que estaban en Panamá, y de allí ir á dar favor al visorrey Blasco Nuñez Vela, que aun no sabian la batalla, ni aun su muerte, porque lo uno y lo otro fué todo en un tiempo. Estas cosas y otras dijo el capitan Melchior Verdugo en la prática que propuso delante el presidente y oidores que residen en los Confines, y aquellos señores le respondieron gravemente, conforme á su poder y autori

dad, agradeciéndole lo que habia hecho en servicio del rey, y mandáronle que reposase algunos dias, pues venia fatigado del camino. tan largo, en el inter de lo cual ellos ternian su acuerdo para darle el despacho que pedia. En este tiempo allegó el capitan Juan Alonso Palomino aquestas provincias y mandó quemar una nave que allí estaba, que era en que habian venido Diego Lopez de Zúñiga y Esquivel y los otros que fueron desterrados de Los Reyes por el capitan Lorenzo de Aldana. Pues como Verdugo supo la estada del capitan Palomino, hallándose con hasta doce soldados, viendo que con ellos no era parte á enojar al capitan del Perú, fué á toda priesa á la ciudad de Leon, adonde habia dejado su gente, y á informar de la estada de Palomino, y como en la ciudad de Leon aquello fué sabido, nombraron los moradores y vecinos della á un Rodrigo de Viezma, alcalde del rey, para que fuese al puerto para no consentir que Palomino tomase tierra ni hiciese ningun daño; y en el inter que esto pasaba, como Palomino fuese experto en la guerra y muy diligente, á gran priesa saltó en tierra con la gente que le paresció que bastaba, y fué á un estero, adonde halló algunas naves y caballos, y lo trujo todo al puerto y se metió con su gente en su nave. Cuando allegaron el capitan Melchior Verdugo y Viezma, ya estaba dentro, y los de Nicaragua, sin mirar otra cosa que su provecho, secretamente le vendian caballos y armas y lo que el más queria, y se lo llevaban; lo cual, como fué entendido por los del Perú, tanto se desabrieron que hobieron palabras con los de Leon, y á tanto llegó el negocio que se apartaron unos de otros para se afrontar, que ciertamente lo hicieran si allí no estoviera el gobernador Rodrigo de Contreras, el cual pudo tanto que lo apaciguó y puso á todos en paz, no dejando el leal capitan de Melchior Verdugo de tener gran queja de los de Nicaragua, pues secretamente se mostraban amigos de los del Perú. Algunas cosas más pasaron entre Verdugo y los de Leon, que yo no escribo porque voy abreviando cuanto puedo mi escritura. Como el licenciado Maldonado, presidente de la Audiencia, supiese la estada del capitan Juan Alonso Palomino en el puerto de Gracias á Dios, mandó al licenciado Pero Ramirez de Quiñones, oidor, que á toda priesa fuese allá á poner remedio que no se hiciese ningun daño, proveyendo lo que más al servicio del rey conviniese. En este tiempo, habiéndose proveido de lo que le convino y quiso el capitan Juan Alonso Palomino, determinó de se volver, como lo

hizo, á la Tierra Firme, á se juntar con su general Pedro de Hinojosa, sin querer saltar en tierra, aunque fué requerido de parte de la Chancilleria Real que lo hiziese. Ido Juan Alonso Palomino, el capitan Melchior Verdugo provocaba á muchos caballeros que allí estaban para que juntándose con él fuesen á la Tierra Firme afrontarse con los capitanes del Perú que en aquel reino estaban, y hallando en todos voluntad para ello, envió á la Audiencia sus mensajeros para que los señores della le diesen provision para que pudiese hacer gente y tener autoridad. Vista la demanda de Verdugo por el presidente Maldonado y por los Oidores, despues de haber mirado y pensado la peticion de Verdugo, y no sabiendo nada de la muerte del visorrey Blasco Nuñez Vela, le dieron una provision en la cual le daban poder para que como capitan del rey pudiese hacer gente é ir con ella á dar socorro al visorrey Blasco Nuñez, á cualquiera parte que supiese que estaba. Este fué el poder quel presidente é Oidores de los Confines dieron al capitan Melchior Verdugo, el cual luego comenzó de hacer la más gente que pudo, gastando de los dineros que habia traido; todo lo cual se hizo en la cibdad de Leon, porque para hacer la gente se habia ido á ella Verdugo, yendo con él Nuño de Guzman y Rodrigo d' Esquibel y otros hidalgos, y hecha, pues, en Leon la gente que pudo, se fué á la ciudad de Granada con toda ella, yendo con él el oidor Pero Ramirez de Quiñones para entender en su despacho, porque Verdugo deseaba ya afrontarse con los que en Panamá estaban; y para salir de Nicaragua por el famoso lago del Desaguadero, que va á salir su furiosa agua al mar Oceano, mandó hacer cuatro barcos grandes con sus bancos y remos; despues d'estar hechos y aderezado todo lo que le convino, nombrando por capitanes á Nuño de Guzman y á Rodrigo d' Esquibel, se metió en los barcos con hasta noventa hombres para ir camino del Nombre de Dios; dejarlo hemos ir y diremos un poco del maese de campo Francisco de Caravajal.

CAPÍTULO CXCIX

Cómo salió de la ciudad del Cuzco el capitán Francisco de Caravajal y habló en Ayavire á don Martin de Guzman, y de lo que Diego Centeno hacia en la villa de Plata.

Costumbre mía es cuando dejo una materia para tratar de otra dar noticia al lector de lo escrito, para que fácilmente pueda

comprehender lo que se sigue; y así, ya por lo que ha leido se acordará cómo contamos la entrada en el Cuzco del maese de campo Francisco de Caravajal, y de las cosas que allí hizo, y de cómo salió de aquella ciudad despues de haber cohechado y robado todo el oro y plata que pudo, llevando consigo muchos vecinos; é porque Diego de Alba, con excusas procuró de se quedar, le mandó que diese dos caballos y armas, el cual lo dió. Después que Caravajal tuvo su gente fuera del Cuzco, salió él con sus alferez y anduvo hasta que llegó al antiguo pueblo de Urcos, en el cual perdonó, como atrás recepté, á Diego Lopez de Zúñiga, y á Juan Vasquez de Tapia, por gran cantidad de moneda que le dieron. Pues como aqueste tirano fué uno de los prestos y diligentes capitanes que ha habido en gran parte, en breve tiempo allegó al pueblo de Ayavire, celebrado por mí en mi primer libro por haber muerto con gran crueldad el rey Inga Yupangue todos los moradores dél, sin que ninguno quedase, y por haber despues pobladolo de mitimaes, y hecho templos excelentes y edificios maravillosos á su usanza. Aquí halló el maese de campo al capitan don Martin de Guzman, que por mandado de Alonso de Toro tenia cargo d'estar en la provincia de Collao para no consentir que fuese hecho ningun agravio á los naturales, y para el proveimiento de otras cosas. Como allí llegase Caravajal, don Martin le entregó hasta veinte españoles que tenia, y por le dar cantidad de dineros, Caravajal lo dejó sin quererlo llevar consigo. El capitan Alonso de Mendoza habia muchos dias que estaba en el pueblo de Ilave, y como Diego Centeno tuviese aviso dello, habia enviado treinta escuderos ligeramente armados para que fuesen por corredores y llegasen hasta la puente del Desaguadero, qu'es por donde vacia aquel palude 6 gran lago de Titacaca, que ochenta leguas tiene de bojo; pues como allegasen allí los de Centeno, se volvieron no osando pasar la puente que sobre haces de juncos se arma. Alonso de Mendoza supo cuán cerca habian llegado, el cual con once soldados que le habian quedado se retiró al pueblo de Chucuito, adonde tuvo nueva de la salida de Caravajal del Cuzco, el cual no tardó muchos dias de allegar á Chucuito, donde se holgó de hallar al capitan Alonso de Mendoza. Dende á pocos dias que allí llegó, nombró por capitan de ciertos infantes, piqueros y arcabuceros, Alonso de Mendoza, y lo mismo hizo á un Morales, inclinado á maldades y que tenia siempre la lengua presta para renegar, porqu' el oficio que habia tenido le

habia puesto en semejantes costumbres, pues afirman fué arriero en Panamá y en otras partes; tambien nombró por capitan á Castañeda, y á Juan Jullio de Hojeda, vecino del Cuzco, dió el fingido estandarte que llevaba; maese de campo mandó que lo fuese Dionisio de Bobadilla; sargento mayor era Baltasar de Cepeda, hermano del licenciado Cepeda; éstos fueron á quien Francisco de Caravajal nombró por capitanes y oficiales para que fuesen sus cómplices en la guerra que iba hacer á Diego Centeno, del cual supo cómo se habian ido á la villa de Plata y que en ella se peltrechaba de armas y otras cosas convinientes para la guerra, y estando aderezándose para salir de Chucuito vino alguna gente de Arequipa, enviada en su socorro por el capitan Pedro de Fuentes, entre los cuales venian algunos vecinos; con esta gente y la suya se halló con docientos y ochenta españoles. En el ínter que esto pasaba, Diego Centeno se dió mucha priesa en aderezar arcabuces con gran diligencia, aunque se tardó tanto que pudo el capitan Francisco de Caravajal allegar al Cuzco y rehacerse de gente por todas las partes, hasta tener la potencia que hemos escrito. Despues de haber juntado ciento y ochenta españoles de pié y de á caballo, salió de la villa de Plata con sus banderas, y anduvo hasta el pueblo que llaman de Macha, desde donde, por saber que aun no habia salido toda la gente del pueblo, volvió á hacer que todos con presteza saliesen, abriendo primero la real caja y della sacando hasta quince mill pesos de oro que habia; éstos y otros veinte mill gastó con la gente que tenia hecha, sin otro mayor número que se gastó por él y por otros algunos de los que tenian repartimientos. Pensaba Centeno de ir la vuelta del Cuzco, no sabiendo cosa alguna de lo tocante al capitan Francisco de Caravajal; y ansí, yendo caminando con su gente con la mejor órden que pudo, allegó hasta el pueblo de Chayanta, adonde salió el capitan Luis de Rivera á juntarse con él con sus armas y caballos, despues de haber pasado muy grandes trabajos y fatigas, y fué muy bien recebido del capitan Diego Centeno y de todos los caballeros que con él estaban. Partiéndose de Chayanta anduvieron hasta que llegaron á la provincia de Paria, adonde Diego Centeno determinó de aguardar algunos dias para que su gente y caballos descansasen, pues venian fatigados del despoblado que habian pasado, y para tener nuevas si tenian por delante algunos enemigos, y ansí todos fueron aposentados, y á nueve dias del mes de Abril, año del Señor de mill y quinientos y cuarenta y

seis años, tuvo nueva muy cierta cómo el capitan Francisco de Caravajal venia á se afrontar con él y á procurar que ningun capitan hiciese en el Perú gente con voz del rey, ni tuviese atrevimiento para formar ejército. Sabidas estas nuevas por el capitan Diego Centeno, mandó que se juntasen para entrar en acuerdo los capitanes Lope de Mendoza, Alonso Perez de Castillejo, Luis de Rivera, Francisco de Retamoso, Rivadeneira y otros de los más principales; juntados en su congregacion trataron lo que debrian hacer, porque sin esta nueva habian tenido otra, que junto á la ciudad del Quito se habia dado batalla y que en ella habia sido el visorrey muerto y vencido; por lo cual, viendo que todo el Perú seguia la opinion y partido de Pizarro, si no era los que allí junto estaban, y que venia un tan cruel y sanguinario contra ellos con grande ejército, pensado todo lo que les podria suceder y que no era cosa conviniente aventurar la honra del rey ni tampoco querer tentar su fortuna, siendo tan pocos, contra los que en número eran doblados que ellos, parescióles que seria bien retirarse, no tanto por estas cosas, ni por saber la potencia que el enemigo traia, cuanto por entender que su mismo real estaba lleno de sospechas y pensamientos inciertos, y que por los rostros de muchos se conoscia su voluntad; y á la verdad, habian sido tomados en alcances y en la villa al tiempo que del cerro del Porco se habia retirado el capitan Alonso de Mendoza, y como todos éstos supiesen la destruicion y muerte del visorrey y de cómo Pizarro estaba superior en todas las provincias, no vian la hora que ver las banderas de Caravajal, para llegando á las de Centeno pasarse á ellas; así que entendido por los que estaban en el acuerdo todo esto, y que ternian veinte españoles enfermos y que no se podrian juntar si no fuese hasta noventa españoles amigos unos de otros, los cuales sabian aventurarian sus personas á todo trance de peligro por el servicio del rey, se acordó por todos que se hiciese alarde y que todos los sospechosos se pusiesen en una lista y con ellos algunos amigos para que mirasen lo que pensaban, y que sin dar grandes jornadas, el maese de campo Lope de Mendoza se volviese hácia la villa con ellos; lo cual hecho Diego Centeno con el resto de vecinos y amigos leales aguardase hasta tener entera noticia del enemigo, y que luego iria en seguimiento de Lope de Mendoza, que tornándose á juntar buscarian un fuerte desde donde podrian defenderse del enemigo, ó que si se viesen muy fatigados, que se retirarian

á lo interior de las provincias de los Chichas, hasta que tuviesen nueva de la voz del rey, que segun razon no podia mucho tardar. Determinado, pues, por los capitanes lo que habemos relatado, se hicieron las listas con los dolientes y sospechosos, y se partió el maese de campo Lope de Mendoza hácia la villa de Plata, no sin gran pena de los más que iban con él, porque quisieran pasarse á los enemigos; Centeno quedó allí á lo que

contamos.

CAPÍTULO CC

Cómo el capitan Francisco de Caravajal salió de la provincia de Chucuito, y de cómo el capitan Diego Centeno huyo 1 de Paria.

Despues de haber el capitan Francisco de Caravajal ordenado su campo y nombrado los capitanes y oficiales de la guerra, acordó de se partir de Chucuito para con brevedad deshacer á Diego Centeno y dar la vuelta á la ciudad de Los Reyes, adonde entendía hallar al gobernador Gonzalo Pizarro, pues ya con haber muerto al visorrey habia hecho la guerra de abajo, y la que tenia entre manos más le congojaba el tiempo que en ella gastaba, que no le daba fatiga el ser de Centeno, ni de los que con él andaban, porque á la verdad, siempre los tuvo en poco, sin temer que le habian de dar mucha fatiga, lo cual pudiera ser que le saliera al reves si lo hobieran de haber de poder á poder; y teniendo nueva de la salida de Centeno de la villa y de cómo venia acercándose hácia la provincia de Paria, mandó á los capitanes que mandasen salir la gente para con la mayor presteza que pudiesen fuesen á encontrar con Centeno. Cumpliendo todos su mandamiento salieron de Chucuito, habiendo primero el principal señor de aquellos pueblos, llamado Cariapasa, proveido bastantemente de lo que le fué mandado por el capitan Caravajal. Saliendo, pues, de Chucuito, caminó con su gente para los ricos pueblos de Acora, Xula, Tulabe, Ponta, que son repartimientos que el rey tiene en la provincia de Collao. Era costumbre de Caravajal por todos los pueblos que pasaban tomar por aposento para sí las iglesias, adonde el tirano, con poco temor de Dios, las hacia burdeles de sus mancebas, y aunqu'él viese que en alguna parte decian misa, tenia poca atencion á oir los sacros misterios della, que nunca se levantaba, ni aun cuando se decia el santo Evangelio, y si algun mudamiento

En el ms., huyeron.

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