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terse en el puerto del Nombre de Dios, diciendo que seria muy importante echar de Tierra Firme á los del Perú, para que estuviese libre aquel reino y Su Majestad no deservido de los que en él estuvieren; y ansí, sin hacer estruendo entraron en el puerto á la segunda vigilia de la noche. Estaba en este pueblo el capitan Pedro de Cabrera, y como se temiesen de la venida de Verdugo ó de otro capitan, estaban siempre en una de las principales casas del Nombre de Dios mucha gente junta para resestir á quien viniese si quisiese entrar en la ciudad contra su voluntad. Con esta gente se halló aquella noche el capitan Hernan Mejia, que tambien estaba en el Nombre de Dios. Pues como entrase Verdugo con los suyos, como habemos contado, se fué á la casa donde estaba el capitan Hernan Mejia y la gente, porque don Pedro no se halló aquella noche con su gente, antes afirman que la tuvo en los brazos de su amiga. Llegados, pues, comenzaron de combatirla; los que estaban dentro, espantados del súpito acontecimiento, no sabian qué gente era la que contra ellos habia venido, hasta que por el apellido conocieron ser Verdugo; comenzaron d'encastillarse y de jugar con los arcabuces; la noche hacia parecer mayor el ruido que lo que era, y siendo el tomulto de las voces grandes, recudiendo el sonido dellas por toda la pequeña ciudad, los soldados del Perú salian furiosos á ir á donde sus capitanes estaban. Los mercadores y vecinos, creyendo que eran franceses, unos entendian en huir al monte y otros en esconder la moneda, y otros con sus armas salieron á ver lo que era, y como el monte no estuviese lejos se fueron con gran priesa á meter en él; y en esto, aunque jugaban los arcabuces no hicieron daño, por ser como era de noche. Viendo, pues, Verdugo que recrecia gente, mandó poner fuego á las casas, y en esta escaramuza los unos ni los otros no pudieron mostrar su esfuerzo y virtud, porque Hernan Mejia, creyendo que Verdugo venia más potente de lo que estaba, y viendo que la casa ardia, por ser armada sobre madera, la desampararon, y acompañado de los soldados que con él pudieron salir se fué á Panamá al mayor andar que pudo. Las casas con gran ruido ardian y fueron con el incendio consumidas, y lo mismo mucha mercadería que dentro habia; todos los más de los soldados que allí estaban del Perú fueron por el monte á salir á Panamá. Venido el dia, Verdugo mandó á los suyos que no robasen ni hiciesen en los robadores ningun daño, y él les habló á todos, diciendo que por ser

vir al invitísimo César nuestro señor habia venido con voluntad de morir en su servicio, ó echar á los capitanes del Perú de toda Tierra Firme; y ansí, despues de les haber hablado, mandó que se recogesen todas las armas que hobiese, y que se aderezasen los arcabuces y tiros. Todo se hacia con gran presteza, allegando á sí las más gentes que podia de las que en aquella ciudad estaban, y mandando tambien que fuesen espías fieles al camino que va del Nombre de Dios á Panamá.

CAPÍTULO CCXX

De cómo sabido en Panamá lo que pasaba, lo sintió mucho el general Pedro de Hinojosa, y de lo que proveyó, y de cómo salió el gobernador Rivera con los capitanes del Perú, los cuales fueron al Nombre de Dios, donde Verdugo fué desbaratado é huyó por la mar.

Pasado lo que habemos contado, en la ciudad del Nombre de Dios, los que salieron de aquella grita ó ruido anduvieron con tanta celeridad que en breve tiempo dieron la nueva en Panamá á Pedro de Hinojosa y á los otros capitanes que allí estaban, la cual, haciendo mayor el poder de Verdugo de lo que era, los puso en gran cuidado, sintiendo mucho Hinojosa el desbarate de su capitan y haber perdido al Nombre de Dios, y luego mandó que todos los soldados se juntasen y se pusiesen en órden, y envió á tomar los caminos porque ni pudiesen entrar ni salir en Panamá sin ser sentidos. Sin esto, todas las armas se adrezaron, y al rio de Chagre mandó fuesen que las por armas que hallasen en los barcos y que trujesen el biscocho y alpargates que hobiese, pues era necesario y muy conviniente para el proveimiento de los soldados. Teniendo recelo no viniese Verdugo á Panamá, envió corredores diligentes hácia el Nombre de Dios para ver si venia, mandando tambien los navios que estuviesen bastecidos y aderezados, si para menester fuese, entrar en ellos. Estos proveimientos hizo Hinojosa con gran cordura, y por ver si su gente estaba con cuidado mandó tocar al arma, á la cual salieron los capitanes y soldados con buena determinacion, y dijo que siempre estuviesen en escuadron. Despues de juntos, el general mandó que saliesen al campo, y allí brevemente les habló que bien habian entendido la entrada de Verdugo en el Nombre de Dios, y aun de cómo habia desbaratado al capitan don Pedro y puesto fuego á

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las casas y hecho otros daños no poco feos, para lo cual él no traia poder ni comision de Su Majestad, ni más que una provision librada de los Oidores y Presidente del Audiencia de los Confines para hacer gente é ir con ella en socorro del visorrey, porque aún no sabian de su muerte, y que determinaba de ir á dar en él antes que hiciese más daño ni tuviese más poder. A lo cual todos le respondieron que cumplirian su mandamiento é irian adonde él mandase; y pasado esto se volvieron á la ciudad, y como algunos de los que estaban en Panamá no se hobiesen hallado en la batalla que en Quito se dió al visorrey, y paresciese que Melchior Verdugo mostraba hacer la guerra por servir al rey, no estaban muy de gana para ir contra él, y aun al mismo general Pedro de Hinojosa le pesaba porque se hobiese recrecido esta contienda, viendo que si allegaban á las manos no podian dejar de morir gente de una parte y otra, con lo cual Dios y el rey serian deservidos; y parescíale que irse y dejar el reino de Tierra Firme á Verdugo, que perdian mucha reputacion, y que ille á dar batalla con su autoridad, que resultaba el daño ya dicho; y para librarse destos temores se fué luego adonde estaba el gobernador Rivera, y á él y á los del cabildo dió bastante informacion de lo que Verdugo en la ciudad del Nombre de Dios habia hecho, y de cómo no traia comision ni poder de Su Majestad para hacer guerra; que por haber puesto fuego á las casas que llenas de mercaderias estaban, era digno de gran pena, y por tener el reino gobernador en nombre del rey no quiere entremeterse en aquel negocio; mas que mirasen que Verdugo desde Nombre de Dios querria venir á Panamá á hacer más daño del que habia hecho; por tanto, que convenia que no lo consintiesen, pues ellos y no Verdugo eran los que habian de dar cuenta á Su Majestad dello. Como aquesto hobo dicho Pedro de Hinojosa, los mismos del cabildo y el gobernador, que era el doctor Rivera, pidieron á Hinojosa favor para ir contra Verdugo y echalle de la ciudad del Nombre de Dios, lo cual yo bien creo que fué mañeado entre unos y otros, y ansí el mismo gobernador se aderezó para ir al Nombre de Dios, haciéndole Hinojosa y los demás capitanes pleito homenaje que en todo complirian sus mandamientos como de gobernador que era en aquel reino de Su Majestad, y ansí luego se ordenó la gente que habia de ir, mandando el general que fuesen de nuevo rondas y velas al camino que va al Nombre de Dios, porque no les fuese aviso público que se

iria á embarcar en los navíos para irse al Perú; y para que ansí lo tuviesen por cierto mandó venir las barcas de las naves y que metiesen en ellas ropa, y con gran diligencia mandó que todos los soldados se aderezasen para salir de Panamá, y pudo haber para todos cabalgaduras por las muchas mulas que siempre allí hay. Al capitan Hernan Mejia mandó que fuese delante con los arcabuceros sobresalientes. Luego salió el gobernador con el general Pedro de Hinojosa y los capitanes Rodrigo de Caravajal, Pablo de Meneses y don Baltasar de Castilla y los demás que solian estar en Panamá, dejando buen recaudo, ansí en ella como en los navios, los cuales tenía á cargo Juan Hernandez, capitan de la mar por Gonzalo Pizarro. En este tiempo el capitan Melchior Verdugo se estaba en Nombre de Dios peltrechando de armas y de las demás cosas convinientes para la guerra, y holgara que los de Panamá se contentaran con tener el puerto de la mar del Sur y que le dejaran estarse con el de la mar del Norte hasta ver lo que Su Majestad proveia, pues muerto ya el visorrey no podria salir con su demanda. Conocida su voluntad, algunos de aquellos mercaderes caudalosos le pidieron licencia para ir á tratar algunos medios que le fuesen honestos, mas su voluntad no era otra sino avisar al gobernador y al general de la manera que Verdugo tenia y adonde tenia puestas sus espias; idos éstos, encontraron con el capitan Hernan Mejia, que con los sobresalientes arcabuceros venia delante, como ya habemos relatado, al cual dijeron en el lugar que hallarian las espias de Verdugo. Pues como Hernan Mejia desease vengarse de lo pasado, deseó en gran manera poderlas tomar para que se entrase en el Nombre de Dios sin que Verdugo tuviese aviso; y ansí, entrado por la montaña con los suyos, se dió tal maña, que sin que pudiese ninguno de los que estaban escaparse para llevar la nueva, fueron presos, y con mucha priesa caminaban para se acercar al Nombre de Dios. Pues como Verdugo, sin aquellos que tenia puestos por espias, hobiese enviado algunos indios de los suyos para que mirasen si venia gente, fué avisado por un indio cómo todos los capitanes de Panamá venian contra él; lo cual como Verdugo supo, con gran celeridad mandó tocar al arma, diciendo que se juntasen todos los que habian, que pasaban de más de trecientos y cincuenta hombres, y en esto dábanse tanta priesa andar los de Panamá, que ya llegaban á ponerse encima de un pequeño collado que está junto de la ciudad, y como por aquel camino no

viniese agua y el calor que hizo aquel dia fué grande, murieron de sed Jerónimo de Caravajal, alferez del capitan Rodrigo de Caravajal, y Mata, sargento del capitan Pablo de Meneses; y en esto, como estuviesen tan cerca de la ciudad, el gobernador mandó Antonio de Medina, y á Marchena, vecino de aquel reino, que fuesen á Verdugo, al cual de su parte dijesen que paresciese antél con las provisiones que traia para que se hiciese lo quel rey mandaba. En este tiempo el capitan Verdugo, porque los suyos no se metiesen entre las casas, mandó á los capitanes y alferez que sacasen las banderas á la marina para que junto á unos barcos que en ella estaban se formase el escuadron, y ansí fue hecho, poniendo delante su frente de arcabuceros, y allegaron á él los mensageros del gobernador; mas conociendo cuán metido estaba con los del Perú, no les dió otra respuesta sino que las armas lo habian de averiguar. En esto, el general Hinojosa en aquel alto ordenó su gente como habian de pelear, y el capitan Hernan Mejia con los sobresalientes arcabuceros movió para los enemigos, y llegando cerca unos de otros se comenzó la escaramuza con los arcabuces y fueron algunos muertos de una y otra parte, y entrellos el capitan Rodrigo de Caravajal, gran secaz de Gonzalo Pizarro, y tanto que afirman que si fuera vivo cuando entró el presidente Gasca, que pudiera ser que no le entregaran el armada. Pues como toda la más de la gente que tenia Verdugo fuesen mercaderes y no nada amigos de guerra, tuvieron por mejor algunos dellos huir, que no estar á peligro tan grande, y ansí los demás, vueltas las espaldas, dejando las armas, á toda priesa se fueron á meter en la montaña; y otros, como ya hobiesen llegado los capitanes y toda la gente, arremetiendo para la que quedaba de Verdugo fueron rotos y desbaratados, más por la cobardía de los que huyeron que por falta de ánimo y esfuerzo del capitan, á lo que unos cuentan, y á lo que otros dicen es al contrario, porque afirman que él tenia más ojo al barco para ir al navio que no á ver á los enemigos para pelear. Al fin, dejemos estas opiniones, que cierto Verdugo sirvió notablemente y aventuró mucho y perdió más; el cual, con algunos amigos suyos, temiendo la muerte se metió en las barcas y como mejor pudo se fué á los navíos, y ansí hicieron fin los movimientos de Verdugo. Desbaratado, pues, Verdugo, los soldados quisieron poner á saco la cibdad del Nombre de Dios, lo cual estorbó el general, no embargante que aunque lo procuró con todas sus fuerzas, no se dejó

de hacer algun robo y algunas muertes, lo cual entendido por él mandó á los mercaderes que paresciesen antél porque les mandaria pagar lo que les habian tomado; mas estas pagas nunca son ciertas. Pasado lo que habemos contado, el general Pedro de Hinojosa dejó en el Nombre de Dios al capitan Hernan Mejia con la compañía que primero habia tenido el capitan Rodrigo de Caravajal, y en este tiempo, de algunos navios que venian de España supieron de la venida del presidente Gasca, y de cómo Su Majestad le habia dado grandes poderes para entender en las cosas que habian sucedido en Perú, y aun echaron fama que traia provision de gobernador para Gonzalo Pizarro; con esta nueva todos mostraron gran contento en la oir, y el general Hinojosa y el gobernador Rivera se partieron á la ciudad de Panamá con los demás capitanes; porque ya es tiempo que contemos el subceso del presidente Gasca, dejando esta materia trataremos su llegada al Nombre de Dios.

CAPÍTULO CCXXI

Cómo el presidente Pedro Gasca anduvo hasta que llegó á Santa Marta, donde supo del gobernador Miguel Diaz de Almendariz la muerte del visorrey.

Ya contamos en lo de atrás de la manera que por el invitísimo César nuestro señor fué proveido por presidente del Perú el licenciado Gasca, é por sus Oidores el licenciado Andrés de Cianca y Renteria, é la manera que se le dió el despacho con los poderes tan largos y espléndidos que trujo para la gobernacion del Perú, é cómo se embarcó en el puerto de Sanlucar de Barrameda para venir á este reino, viniendo con él los Oidores Andrés de Cianca é Renteria, y el mariscal Alonso de Alvarado, y el adelantado Andoaga é otros caballeros de ser; é despues que salió del puerto de España, anduvo hasta que llegó á la isla de la Gomera, en la cual entró viernes, á cuatro dias del mes de Junio, año del Señor de mill e quinientos y cuarenta e seis años, é despues de haberse proveido de las cosas nescesarias para los navios, salieron de aquel puerto é anduvieron hasta llegar á la ciudad de Santa Marta, adonde el presidente mandó á los pilotos que tomasen puerto, é salido en tierra a quince dias de Julio andados, del año ya dicho, fué muy bien recibido él é los Oidores é más caballeros que venian acompañándolo, del licenciado Miguel Diaz Armendariz, go

bernador que era de aquella provincia é de la de Cartagena é de otras partes, y allí supo el presidente cómo estando Gonzalo Pizarro en la ciudad del Quito con copia de más de sietecientos hombres, salió de la gobernacion de Popayan el visorrey Blasco Nuñez Vela con pocos más de trecientos é mal armados é se fué á Quito, donde Gonzalo Pizarro, en el campo que llaman de Anaquito le dió batalla, en la cual el visorrey habia sido muerto, é mucha de su gente, y la demas desbaratada; y ansimismo supo del mismo gobernador cómo saliendo de Nicaragua con copia de gentes é capitanes, Melchior Verdugo, vino al Nombre de Dios, donde á la sazon estaba por capitan don Pedro de Cabrera, y entró de noche é los desbarató, lo cual sabido en Panamá vinieron al Nombre de Dios el doctor Rivera, gobernador, é Pedro de Hinojosa, general, con la gente del Pirú, é lo habian desbaratado, é que Melchior Verdugo habiendo salido del Nombre de Dios se habia venido á Cartagena á se reformar, como era la verdad. Sabidas estas nuevas por el presidente, pusieron en su ánimo grandes pensamientos que mucho le congojaban, pareciéndole que los negocios de todo punto iban roctos é tan mal guiados, que si Dios con su clemencia no alzaba su ira de aquel reino, que seria cosa muy dificultosa tratar de paz ni reducirlo al servicio de Su Majestad, é pensaba qué principio daria á los negocios para que los fines fuesen prósperos; no se determinaba si haria saber su venida en el reino de la Nueva España, ó si se iria á Tierra Firme á probar la fee y lealtad de los que en ella estaban para el servicio del

6 si pasaria al Perú privadamente á encaminar á Pizarro en él y á persuadirle se apartase de la demanda tan loca que tenia; lo uno e lo otro tenia por dificultoso, porque enviar á la Nueva España era cosa muy larga, é ir á Panamá, si los que en ella estaban no le acudian ó le recrecia alguna deshonra, era perder de su honor y reputacion. Pasar al Perú habiendo acabado de matar al visorrey é dádole la batalla, parecíale que más hallaria en los que en él estaban soberbia que humildad; é despues que hobo dado de todo parte á los Oidores y al mariscal, se determinó de pasar al Nombre de Dios é ponerse á todo peligro por complir lo que el rey le habia mandado; é porque le paresció no convenir que Melchior Verdugo hiciese más gente, ni tampoco que por entonces se viniese á juntar con él, le escribió sus cartas diciendo que volviese un navio que habia tomado, é que le parecia debia volverse á Nicaragua, porque allí esta

ria en lugar conviniente para habiendo nescesidad acudir al servicio del rey, é que lo debia de hacer así hasta que otra cosa se le enviase á mandar, porque Su Majestad era servido que las cosas del Perú se allanasen é pusiesen en su servicio con toda beninidad, usando de clemencia con los culpados. Esto envió á mandar el presidente desde Santa Marta á Verdugo á la ciudad de Cartagena, donde estaba allegando de nuevo gente; como lo supo salió de allí para se ir á encontrar con el presidente, el cual, despues de haber encargado al gobernador Miguel Diaz Armendariz algunas cosas convinientes al servicio de Su Majestad, se partió de Santa Marta.

CAPÍTULO CCXXII

Cómo el presidente Pedro de la Gasca allegó al puerto del Nombre de Dios, donde halló al capitan Hernan Mejia, el cual se ofreció luego al servicio de Su Majestad, y se escribió al General de su llegada, é mandó al capitan Verdugo que tomase tierra.

Ya queremos comenzar á tratar grandes cosas é acaecimientos, y adonde por aclararlos no poco trabajo pasé; é por contar la entrada en Tierra Firme del Presidente, dejamos de decir lo que pasaba en el Pirú, é de cómo proveian los procuradores, y tambien cómo ya su virtud de 'Pizarro se acababa é los principales de sus amigos le dejaban, que fué causa de su destruicion. Presto daremos fin á esto é volverá nuestra historia á lo que pasó allá. Despues quel Presidente salió del puerto de Santa Marta anduvo hasta que llegó al Nombre de Dios á veinte é siete dias del mes de Julio, é como el capitan Hernan Mejia viese las velas, creyendo que Verdugo revolvia, mostrándose animosamente se puso á punto de guerra con su gente; mas echados los bateles vino el mariscal Alonso de Alvarado por mandado del Presidente, con otros algunos, á hablar al doctor Rivera, que tambien estaba allí, á los cuales dieron noticia de la estada del Presidente en el puerto, lo cual sabido por el capitan Hernan Mejia se aseguró é salió á le rescibir con los más principales que allí estaban, y entró el Presidente en el puerto del Nombre de Dios á veinte é siete dias del mes de Julio, é mostró en su semblante la más alegria que podia, é habló en general á los que allí á ver le vinieron, cómo su venida no era para más de que

1 En el ms., Alonso Alonso.

todos rescibiesen mercedes en nombre de Su Majestad; é viendo que seria cosa muy importante atraer á sí al capitan Hernan Mejia, por ser capitan de todos los soldados que estaban en el Nombre de Dios, é que si él se reducia al servicio del rey lo mismo harian otros capitanes de los que estaban en Panamá, estando en su aposento pudo hablar á Hernan Mejia á solas, é le dijo que antes que él saliese de Santa Marta habia sabido su estada en aquella ciudad, con todo lo demás que habia pasado en el Pirú hasta ser desbaratado é muerto Blasco Nuñez Vela, é que no ignoraba con la gran soltura que estaria la gente de aquellos reinos; mas que mirando cuántos caballeros habia entre ellos, é cuán complidos de presunciones para no hacer cosa fea, determinó de venir no con más compañia de la que via, lo cual hizo en confianza de que viniendo él por mandado del rey é por su presidente, tenia por cierto los buenos é leales le habian de acudir á servir al rey, como habian hecho sus mayores, y que holgaria se aclarase con él para lo poder muy bien hacer. Hernan Mejia respondió al Presidente que la bandera que allí estaba, él la tenia por el rey, y no por Pizarro, y que desde entonces se ofrecia á su servicio, y en todo tiempo haria lo que le mandase; lo cual pasado, se abrazaron de nuevo, diciendo el uno al otro que fuese secreto lo que entre ellos habia pasado; y ansi Hernan Mejia se partió del Presidente á tentar los ánimos de los soldados y á conocer sus voluntades, é luego despachó á Panamá mensajero dando cuenta al General de la venida del Presidente, é del deseo que mostraba de le servir á él y á todos los demás capitanes y caballeros que estaban en Panamá. El doctor Rivera tambien escribió al General, del cual habia cartas para el Presidente en Nombre de Dios, é se le dieron. Luego otro dia se vieron ciertas velas, en las cuales venia Melchior Verdugo, porque como supo de la ida del Presidente al Nombre de Dios, luego se partió á juntarse con él y allegó otro dia al puerto, é como los soldados que estaban en el Nombre de Dios supieron que Verdugo era el que estaba en las naves, se alborotaron é quisieron poner en arma, diciendo que no habian de consentir que entrase en tierra, é como el Presidente vió el ruido, mucho le pesó con la venida de Verdugo, é luego le envió á mandar que echase la gente que traía en tierra, y se volviese á Cartagena ó Nicaragua hasta que él le enviase á mandar otra cosa. Verdugo sintió mucho quel Presidente ansí quisiese mandarle no entrar en Nombre de Dios, ni tenerlo en su servicio; mas viendo su vo

luntad, echó la gente que traia en un navio, y él con el otro se volvió á Santa Marta, desde donde se partió para España á dar cuenta al rey de las cosas que habian pasado en el Perú y en Tierra Firme. Pues como en Panamá se supiese de la estada en el Nombre de Dios del licenciado de la Gasca é de los Oidores, é tambien de la venida del mariscal Alonso de Alvarado, cuya reputacion era mucha en estos reinos por los cargos preeminentes que en ellos tuvo, habia grandes acuerdos é pláticas, aprobando unos su venida y otros reprobándola, é ansí unos afirmaban, sin saberlo, que venia con buen despacho é que traia provisiones de gobernador á Gonzalo Pizarro, é perdon de lo que hasta allí habia pasado; otros decian que pues que venia con Oidores, no debia de traer tales provisiones; al fin ya deseaban verlo en Panamá para salir destas dubdas. Despues quel Presidente hobo mandado al capitan Melchior Verdugo que no entrase en el Nombre de Dios, procuró de asosegar á los soldados y amansar la furia que tenian, é tornando á tener sus pláticas con el capitan Hernan Mejia, y estando cierto de su voluntad, determinó de partirse para Panamá, llevando gran confianza de atraer á los capitanes al servicio del rey, no embargante que fué avisado de la grande amistad que habia entre Gonzalo Pizarro é Hinojosa; y antes que saliese del Nombre de Dios mandó al mariscal Alvarado que se partiese á Panamá á hablar á los capitanes, y diese una carta de Su Majestad á Pedro de Hinojosa, por la cual le mandaba que luego diese al Presidente todo favor é hiciese lo que de su parte le mandase, y el mariscal, con gran voluntad de servir á Su Majestad se partió del Nombre de Dios para Panamá. Ya hemos contado cómo venia por Oidor del rey el licenciado Andrés de Cianca, el cual desde que partió de España hasta que la guerra hobo fin, sirvió grandemente á Su Majestad, unas veces como Oidor y otras como caballero, como siempre iremos relatando; y estando el Presidente en este puerto del Nombre de Dios, como sea tan enferma aquella tierra se sintió con mala dispusicion, por lo cual quedó en Nombre de Dios, donde siempre decia á los soldados é más gente que allí estaba lo que les convenia, é los exhortaba en el servicio del rey. El general Pedro de Hinojosa envió á mandar á Hernan Mejia que luego viniese á Panamá, é sabida la estada en Nombre de Dios del Presidente, determinó de enviar á Gonzalo Pizarro nueva dello, y escrebirle lo que le convenia hacer, que era obedescer y cumplir lo quel rey mandaba.

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