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El mariscal allegó á Panamá é fué muy bien recibido del General y de los demás capitanes, á los cuales habló lo que entendia que les convenia hacer, y dió al General la carta del Emperador nuestro señor.

CAPÍTULO CCXXIII

Cómo el presidente allegó á Panamá, adonde fuè bien recibido de los capitanes que allí estaban, y de cómo le fué á Gonzalo Pizarro la nueva de todo.

Habiendo el Presidente asosegado el alboroto que en Nombre de Dios se recreció con la llegada de los navios en que Verdugo venia al puerto, y mandado lo que el Oidor Cianca habia de hacer en aquella ciudad, y despues de haber atraido al servicio del rey muchos de los soldados que allí estaban, y todo con tanto secreto que por ningunos fuera dellos era entendido, determinó de se partir para la ciudad de Panamá, y así lo hizo acompañado del adelantado Pascual de Andagoya y de otros de los que con él habian venido de España, y anduvo hasta que llegó á Panamá á trece dias del mes de Agosto del año ya dicho; é como el gobernador Rivera y los del cabildo de aquella ciudad supieron de su venida, le salieron á recebir, y lo mismo hizo el general Hinojosa, acompañado de los capitanes y caballeros más principales que allí estaban, y se les hizo un solemne recibimiento, y á todo lo que le preguntaban respondia muy atentadamente y con gran mansedumbre, y como los que estaban en Panamá viesen al capitan Alonso de Alvarado y lo conociesen de tiempo tan largo, preguntábanle por muchas cosas de España, y él á todos daba á entender que les convenia servir al rey, porque lo demás era yerro muy grande. Despues que el Presidente fué aposentado, como el general Pedro de Hinojosa en tanta manera deseaba saber el despacho y poderes que traia, fué á hablarle y con palabras comedidas le suplicó le diese á entender su venida á qué era al Perú, y lo que traia para los que en él estaban, y sin esto comenzó á abonar los hechos de Gonzalo Pizarro y á dar grandes justificaciones, diciendo que si el visorrey Blasco Nuñez Vela se hobiera habido cuerdamente, que no allegaran las cosas á tanta rotura, y que Gonzalo Pizarro, constreñido por muchas embajadas y por ver las leyes cuán rigurosas venian y cuán en daño de los conquistadores, habia salido de las Charcas, donde tenia su casa y hacienda, y que hallando

preso al visorrey en Lima, le habia sido forzado ponerse á todo lo que le habia hecho. El Presidente, conocido tenia cuánto deseaba Pedro de Hinojosa que Pizarro saliese con honra y sin perder reputacion de su tirania, y tambien que muchas veces habia dicho el mismo Hinojosa que en viendo el mandamiento del rey lo habia de cumplir pecho por tierra, y quiso no tentarle á la primera visita, y lo que le respondió fué que él traia mucho y bien y provecho para todos los que estaban en el Perú, principalmente para los que tenian en él repartimiento de indios, porque traia revocacion de las nuevas Ordenanzas de que habian suplicado, y facultad para poder ordenar con parecer de los pueblos lo que conviniese al bien público del reino y beneficio de los pobladores, y que traia poder para asosegar las alteraciones; y como el general Pedro de Hinojosa entendió lo que el Presidente le habia dicho, mostró que ya habia dias que habian tenido nueva de ser cierto aquello que decia, y díjole que le pesaba porque no le decia traer provision de gobernador á Gonzalo Pizarro, porque en diversas cartas que habian escrito de España lo afirmaban, é que entre éstos lo escribió el contador Diego de Zárate. A esto de decirle Hinojosa si traia poder para dar la gobernacion á Gonzalo Pizarro, le respondió el Presidente que decirle más particularidades de las dichas, antes de tiempo, no lo sufria la autoridad de quien le enviaba ni el acatamento que se le debia, é que para el crédito de Gonzalo Pizarro y hacerse sus cosas como le convenian, importaba obedecer y cumplir lo que su rey le mandaba, y que haciéndolo ansí, su honra y bien crecerian; y mostrar otra cosa no podia sino recebir quiebra, y concebirian todos otro conceto que hasta allí habian tenido dél. E pasadas estas pláticas y otras, el General se apartó del Presidente, el cual procuró de encubrir lo que habia en esto que todos tenian por tan cierto, por no entrar en desgracia, y que por ventura no le impidiese la pasada al Perú. Y así al mariscal como á todos los que habian venido con el Presidente preguntaban el General y los capitanes si sabian traer el Presidente la gobernacion para Gonzalo Pizarro; ninguno dellos sabia lo cierto, mas decian que no traia tal despacho. E como el general Pedro de Hinojosa entendiese no venir la gobernacion á Gonzalo Pizarro, ni que el rey era servido de le dar tal cargo, determinó de enviar un pequeño navio á darle aviso de las cosas que ya hemos contado, y á persuadirle se conformase con la voluntad del

rey, y á que enviase á mandar si era servido que pasase al Perú el Presidente de la Gasca; y asimismo escribieron los capitanes que estaban en Panamá á Gonzalo Pizarro y á todos los que con él estaban, todo sobre encaminarle al servicio de Su Majestad. El Presidente tambien escribió algunas cartas breves, recontando en ellas su venida y cómo deseaba pasar al Perú para darles á entender lo mucho que Su Majestad deseaba hacerles mercedes y las que de presente les enviaba; é á los cabildos de las ciudades escribió sobre lo mismo, persuadiéndoles con palabras de gran peso al servicio del rey, y amonestándoles el daño que de hacer otra cosa se les seguiria, y las muchas mercedes que el rey nuestro señor á todos hacia. El General envió con la nueva desto á un Diego Velazquez, criado del comendador mayor Pizarro, y el Presidente dió sus cartas á un fraile dominico llamado fray Francisco de Sant Miguel, al cual rogó publicase por todas partes su estada en Panamá y cuán en breve se iria al Perú, y del provecho que venia á todos los moradores dél de su venida, pues sin las mercedes que Su Majestad hacia, perdonaba todo lo que hasta allí se habia hecho. A los obispos de Los Reyes, y Cuzco, y Quito, escribió lo mismo, y que hiciesen todo lo posible á ellos en servicio de Su Majestad. Tambien escribió al provincial de los dominicos, é con un fraile francisco envió á encomendarse al provincial de su órden, y dado todo el despacho que habia de llevar, Diego de Velazquez se partió de Panamá, y con un San Pedro, vecino del Quito, tornó á escrebir cartas á muchas personas del Perú el Presidente.

CAPÍTULO CCXXIV

Cómo los capitanes de Panamá hablaban al Presidente ofreciéndosele al servicio del rey, y cómo se volvió Hernan Mejia al Nombre de Dios.

No ignoraban los que estaban en Panamá el presidente Gasca tener grandes poderes y traer facultad para allanar las cosas del Perú; mas como muchos dellos en tanta manera fuesen aficionados á las cosas de Gonzalo Pizarro, é hobiesen dél recibido grandes intereses, deseaban que los bullicios del Perú hobiesen fin con quél quedase estimado. Mas aunque esto fué así, miraban la coyuntura tan favorable quel tiempo les prometia para servir al rey y ser perdonados de lo pasado y tener esperanza para ser muy acrecentados

en el reino, porque los de acá no encarezcan sus hechos algunos de los que han mandado, diciendo que solamente miraban el servicio del rey, lo cual seria cosa muy ridiculosa creerlo, pues sólo el interese pone por delante, qu'es no poca adolencia, si bien queremos en ello mirar; porque muchos, con estos mudamientos, que no tenian nada, los puso la fortuna en tal alto estado, que tienen á veinte mil pesos de renta, y á cincuenta, y algunos á más cada un año. Dejando de más sobresto hablar, como el capitan Hernan Mejia se hobiese adelantado primero que ninguno al servicio del rey, y hobiese venido, como dijimos, á Panamá, habló con el capitan don Pedro Luis Cabrera, el cual, sin ser sentido por ninguno, se ofreció al Presidente para el servicio del rey. Tambien hablaron al Presidente los capitanes Juan Alonso Palomino y Pablo de Meneses, y esto era porque como vian que Pedro de Hinojosa hablaba tan á menudo con el licenciado Gasca, paresciéndoles que trataban él solo de le entregar el armada, querian ellos ganar por la mano, con temor desta sospecha, y ansí ofrecíanse al Presidente, y al General hablaban que lo quél mandase y no otra cosa se habia de hacer, y aun dicen quel capitan Juan Alonso Palomino habló al General que si él queria, qu' embarcaria al Presidente en un navio para que se volviese, y don Pedro Cabrera por una parte se ofrecia al Presidente, por otra escribia cartas á Gonzalo Pizarro, de grandes ofrescimientos, segun afirman. Quiero pasar adelante, que las maldades y cautelas desta gente, Dios lo ha de castigar como suele. Hernan Mejia se volvió al Nombre de Dios por mandado del General, el cual muchas veces iba á visitar al Presidente. En este tiempo, estando el Oidor Renteria en Panamá, le sobrevino una enfermedad de calenturas, de que murió, el cual fué enterrado en la iglesia mayor, y dende á pocos dias vino al Nombre de Dios el Oidor Cianca. El presidente siempre dijo tener voluntad de pasar al Perú, teniendo grande esperanza de convertir á Gonzalo Pizarro al servicio de Su Majestad, y luego que llegó á Panamá no pudo ponerse en camino, porque quiso dejar lo de aquel reino puesto en el servicio del rey, y tambien porque los tiempos eran contrarios y peligrosos para la navegacion al Perú, por lo cual le paresció, ya que hobiese de ir, aguardar al mes de Enero, cuando las brisas reinan en el mar. Sin esto, presumia que Pedro de Hinojosa no le daria lugar á que pasase al Perú, antes le impediria la ida hasta tener respuesta de Gonzalo Pizarro del despacho que llevó Diego Velazquez. Estaba

en Panamá un Rodrigo Lopez, señor de una nao, que despues fué ahorcado por traidor é secace de Pizarro, en la ciudad del Cuzco. Este habló en secreto al Presidente, diciéndole quél aprestaria la nao y que en ella se podria ir, si fuese servido, al Perú; el Presidente no vino en ello porque le convino no salir de aquella suerte, y habló algunas veces al General sobre la ida al Perú, el cual, no embargante que su intencion era no darle lugar á que saliera de Tierra Firme hasta tener respuesta á la fragata, decíale que no le detendria si se quisiese ir; pero estas palabras eran tan tibias, que se entendia su intencion, y queriendo salir del Nombre de Dios tres navios, el Presidente envió á cada uno dellos un pliego de cartas para el Emperador y Principe don Felipe su hijo, nues tros señores, y para los de su muy alto Concejo, en los cuales daba cuenta larga de todo lo que hasta allí habia pasado, dando esperanza que la rebelion de Gonzalo Pizarro habria fin, porque cansados los del Perú de sus crueldades y de las de Caravajal, habian de conocer su yerro y pasarse al servicio del rey, mayormente viendo la clemencia que con ellos se tenia; estas cartas fueron luego á España. En este tiempo vino un navío del Perú que todos los que en él venian dieron grandes confianzas de allanarse el reino, ni los alterados dél, si no eran por rigor, y todos, como digo, afirmaban lo mismo. Decian de la ida del maese de campo Francisco de Caravajal á las Charcas, y no contaban el desbarate de Pocona porque no lo sabian, ni tampoco decian de Gonzalo Pizarro más de que era salido de Quito para Los Reyes, y que se trataba de enviar procuradores á España. Vino tambien nueva á Panamá cómo el licenciado Miguel Diaz de Almendariz habia mandado ir desde Cartagena á las ciudades de Cartago y Antiocha armada al mariscal don Jorge Robledo, y que las tuviese en tenencia hasta quél volviese del Nuevo Reino, donde iba á entender en los negocios del adelantado don Alonso de Lugo y del capitan Hernan Perez de Quesada, y que viniendo Robledo de Antiocha, y teniendo aquellos pueblos Belalcazar, gobernador de Popayán, hacia gente el uno para contra el otro, é que se creia que vernia á rompimiento; lo cual sabido por el Presidente le pesó, é con unos de aquellas ciudades escribió al adelantado Belalcazar y al mariscal Robledo mandándoles de parte del rey que deshagan la gente y quel mariscal se retraiga á Antiocha y el Adelantado á Cali, é que las ciudades se estén como se estaban, hasta que venga á lo averiguar el gobernador Mi

guel Diaz. Cuando estas cartas allegaron ya Robledo habia sido desbaratado é muerto. El mariscal Alonso de Alvarado daba priesa en que se aclarase públicamente el general é los demás capitanes en servicio del rey, y aun decia al Presidente que pues ya tenia cierto de algunos capitanes é soldados, que prendiesen al general, y así habrian buen fin los negocios del armada. El Presidente deseaba mucho que Pedro de Hinojosa se volviese de su voluntad al servicio del rey, porque conocia dél que no deseaba otra cosa, é que si no se adelantaba, que era por le haber fiado Pizarro el armada, é por ver la respuesta que daba á lo que se le habia expuesto en la fragata con Diego Velazquez, é tambien ya era más parte en Panamá el Presidente que él, por el ofrecimiento que habian hecho los capitanes, é como trujese una carta de Su Majestad del Emperador nuestro señor para Gonzalo Pizarro, acordó de le hacer mensajero é se le enviar, é tambien escrebirle sobre que cumpla el mandamiento de Su Majestad, é como lo pensó dió parte dello al Oidor Cianca y al mariscal Alonso de Alvarado, y lo mismo al General, diciéndole que de nuevo escribiese á Gonzalo Pizarro para que no mirase á dichos de hombres apasionados é bulliciosos para hacer sus hechos, antes tomase parecer con varones prudentes é doctos é temerosos del servicio de Dios, é que haciéndolo ansí no erraria; é despues de pensado á quién inviaria al Pirú, se nombró á Pero Hernandez Paniagua, natural de Plasencia, al cual se mandó que llevase á Gonzalo Pizarro la carta del rey, que aquí pondremos á la letra, é la del Presidente, é que con lo que respondiese luego volviese á donde el Presidente estuviese.

CAPÍTULO CCXXV

De cómo Pero Hernandez Paniagua se partió de Panamá con las cartas para el Pirú.

La carta quel Presidente trujo del emperador nuestro señor para Gonzalo Pizarro no la envió en la fragata que habia partido y enviado el General, creyendo que él por su persona pasara al Pirú y se la entregara, é como por las causas ya recitadas se enviase mensajeros para estar ciertos cómo salia á los negocios Pizarro, se le dió á Pero Hernandez Paniagua la carta del rey para que se la llevase á Gonzalo Pizarro, la cual decia en esta guisa:

Gonzalo Pizarro: por vuestras letras y por otras relaciones he entendido las alteracio

nes y cosas acaecidas en esas provincias del Pirú despues que á ellas llegó Blasco Nuñez Vela, nuestro visorrey dellas, é los Oidores de la nuestra Audiencia real que con él fueron, á causa de haber querido poner en ejecucion las nuevas leyes é ordenanzas por Nos hechas para el buen gobierno desas partes y buen tratamiento de los naturales dellas, de que me ha desplacido, ansí por los daños que dello se han seguido, como por el estorbo que ha habido para la instruccion y conversion de los naturales dellas, é bien tengo por cierto que en ello, vos ni los que os han seguido no habeis tenido intincion á Nos deservir, sino á excusar la aspereza é rigor de que el dicho visorrey queria usar sin admitiros suplicacion alguna; y así, estando bien informado de todo é habiendo oido á Francisco Maldonado lo que de vuestra parte é de los vecinos de esas provincias nos quiso decir, hemos acordado de enviar á ellas por nuestro presidente de la Audiencia real al licenciado de la Gasca, del nuestro Consejo de la santa y general Inquisicion, al cual habemos dado comisiones y poderes para que ponga en quietud y sosiego esa tierra y provea y ordene en ella lo que viere que conviene al servicio de Dios Nuestro Señor y noblescimiento de esas provincias y beneficio de los pobladores vasallos nuestros que las han ido á poblar, é de los naturales dellas. Por ende, yo vos encargo y mando que todo lo que de nuestra parte el dicho licenciado os mandare, lo hagais y cumplais como si por Nos os fuere mandado, y le deis todo el favor y ayuda que os pidiere y menester hobiere para hacer é cumplir lo que por Nos le ha sido cometido segun que por la órden y manera que él de nuestra parte os lo mandare y de vos confiamos, que yo tengo y terné memoria de vuestros servicios é de lo quel marqués don Francisco Pizarro vuestro hermano nos sirvió, para que sus hijos y hermanos reciban mercedes. De Benelo, á diez y seis dias del mes de Hebrero de mill é quinientos e cuarenta e seis años.-- Yo el rey.-Por mandado de Su Majestad, Francisco de Eraso.

Como el rey nuestro señor sea príncipe tan cristianísimo, escribió esta carta á Gonzalo Pizarro creyendo que bastaba para reducirle á su servicio; mas poco aprovechó, segun que adelante diremos. Juntamente con ésta llevó Pero Hernandez Paniagua otra del presidente para el mismo Gonzalo Pizarro; el tenor de ella, sacado del original, dice así:

Ilustrísimo señor: Creyendo que mi partida á esa tierra hobiera sido más breve, no H. DE INDIAS.-11.-18

he enviado á vuestra merced la carta del emperador nuestro señor, que con ésta va, ni escrito mi llegada, pareciéndome que no cumplia con el acato que á la de Su Majestad se debe, sino dándola por mi mano, que no se sufria que carta mia fuese antes de la de Su Majestad; pero viendo que habia dilacion en mi ida, é porque dicen que vuestra merced junta los pueblos en esa ciudad de Los Reyes para hablar en los negocios pasados, me paresció que con mensajero propio la debia enviar, y ansí envio à solo llevar la de Su Majestad y ésta á Pero Hernandez Paniagua, por ser la persona de la calidad que requiere la carta de Su Majestad, é tan principal en aquella tierra de vuestra merced, é uno de los que mucho son entre sus amigos é servidores.

Y lo demas que yo en ésta puedo decir es que en España se ha altercado sobre cómo se debian tomar las alteraciones que en esas partes despues quel visorrey Blasco Nuñez Vela, que Dios perdone, entró, en ellas ha habido, é despues de bien mirados y entendidos por Su Majestad los paresceres que en esto hobo, le pareció que en las alteraciones no habia habido hasta agora cosa por que se debiese pensar que se habian causado por deservirle ni desobedecerle, sino por defender los desas provincias del rigor y aspereza de Blasco Nuñez Vela y defender que no ejecutase las ordenanzas contra el derecho que estaba debajo de la suplicacion que para Su Majestad tenia dellas interpuesto, é para poder tener tiempo que su rey les oyese sobre su suplicacion, antes de la ejecucion, é que así parecia por la carta que vuestra merced escribió á Su Majestad haciéndole relacion de cómo habia acebtado el cargo de gobernador por habérselo encargado el Audiencia en nombre de Su Majestad debajo de su sello, diciendo que en aquello le serviria, é que de no acebtar seria deservido, é que por esto lo habia acebtado hasta tanto que Su Majestad otra cosa mandase; lo cual vuestra merced, como bueno y leal vasallo, compliria y obedeceria.

Yansí, entendido esto por Su Majestad, me mandó venir á pacificar esta tierra con la revocacion de las Ordenanzas de que para él se habia suplicado, é con poder de perdonar en lo subcedido, é de ordenar, tomando el parecer de los pueblos, lo que más conviniese al servicio de Dios y bien de la tierra é beneficio de los pobladores y vecinos della, é para remediar y emplear los españoles á quien no se pudiese dar repartimientos, que se les diesen descubrimientos, que es el verdadero remedio con que los que no

tuvieren de comer en lo descubierto, lo tengan en lo que se descubriere, é ganen honra y riqueza, como lo hicieron los descubridores de lo descubierto y conquistado. A vuestra merced suplico mande mirar esta cosa con ánimo cristiano y de caballero hijodalgo y de prudente, con el amor y voluntad que debe é siempre ha mostrado tener al bien desa tierra é de los que en ella viven, con ánimo de cristiano, dando gracias á Dios y á Nuestra Señora, de quien es devoto, que una negociacion tan grande y pesada como es en la que vuestra merced se metió y hasta agora ha traido, se haya entendido por Su Majestad é por los más de España, no por género de rebelion ni infidelidad contra su rey, sino por defensa de su justificacion é derecho que debajo de la suplicacion que para su príncipe se habia interpuesto tenia; y que pues su rey, como católico é justo ha dado á vuestra merced y á los desa tierra lo que suyo era é pretendian en su suplicacion, deshaciéndoles el agravio que por ella pretendieron haberles hecho en las Ordenanzas, vuestra merced llanamente dé á su rey lo que es suyo, que es la obidencia, cumpliendo en todo lo que por él se le manda, pues no sólo en esto cumplirá con la natural obligacion de fidelidad que como vasallo á su rey tiene, pero aun tambien con la que debe á Dios, que en ley de natura y de escritura y de gracia, siempre mandó que se diese á cada uno lo suyo, especial á los reyes la obidencia, so pena de no se poder salvar el que con este mandamiento no cumpliere.

Y lo considere ansimismo con ánimo de caballero hijodalgo, pues sabe que este lustre y nombre le dejaron é ganaron sus antepasados con ser buenos á la corona real, y adelantándose más en servirla que no otros que no merecieron quedar con nombre de hijosdalgo, é que seria cosa grave que le perdiese vuestra merced por no ser cuales fueron los suyos, y pusiese nota y obscuridad en lo bueno de su linaje, degenerando dél; y pues despues del ánima ninguna cosa hay entre los hombres tan preciada, especialmente entre los buenos, como la honra, hase de estimar la pérdida della por mayor que de otra cosa ninguna, fuera del alma, é más por una persona que tan obligado á mirar por ella le dejaron sus mayores y obligan sus deudos, cuya honra juntamente con la de vuestra merced recibiria quiebra no haciendo él lo que á su rey debe, porque el que á Dios en la fee ó al rey en la fidelidad no corresponde como debe, no sólo pierde su fama, mas aun escurece é deshace la de sus deudos

y linage, é que ansimismo lo considere con el ánimo y consideracion del prudente, conociendo la grandeza de su rey y la poca posibilidad suya para poder conservarse contra la voluntad de su principe; y que ya que por no haber andado en su corte ni en sus ejércitos no ha visto su poder y determinacion que contra los que le enojan muestra é tiene, vuelva sobre lo que dél ha oido y considere quién es el Turco, y cómo vino en persona con trecientos é tantos mill hombres de guerra y otra gran muchedumbre de gastadores á dar la batalla, y que cuando cerca del cabe Viena se halló, entendió bien que no era parte para darla á nuestro rey, sino que se perderia si la diese, é se vió en tanta nescesidad, que olvidado de su autoridad le fué forzado retirarse, y para poderlo hacer tuvo nescesidad de perder treinta mill hombres de á caballo que delante echó para que aquellos pudiesen ocupar á Su Majestad que no viniese ni supiese cómo se retiraba él y la otra parte de su ejército; é que ansimismo considere quién es el rey de Francia, su casa y estado, y cómo abajó á Italia en persona con todo su poder creyendo sujuzgar todo lo que Su Majestad en aquellas partes tenia, y que despues de haber puesto todas fuerzas por muchos dias, é insistiendo la porfía, al ejército y capitanes de nuestro rey bastaron le dar la batalla y romper á él y á su ejército y prenderle y traerle preso á España; é considere la grandeza de Roma y cuán fácil fué al ejército de nuestro señor entrarla é saquearla y hacerse señor de todos los que en ella estaban; é considere cómo despues de haber visto el Turco que por sí no habia bastado á dar la batalla á Su Majestad, antes le habia sido nescesario retraerse afrontosamente, é viendo ansimismo el de Francia 1 lo poco que bastaba contra el poder de Su Majestad, acordaron entrambos de se confederar contra nuestro rey, é pusieron en la mar la mayor armada de galeras, galeotas, fustas y otros navios que ha grandes años que se juntó, y que el poder de Su Majestad y el valor de su persona se mostró tan grande, que en dos años que esta armada estuvo junta no bastó á tomar una almena de tierra de Su Majestad, antes el primer año, Su Majestad ocupó y tomó los ducados de Gueldes y Julies y otras plazas de la frontera de Flandes, y conociéndose tan inferior el rey de Francia, aunque con todo su poder anduvo hacia aquella parte, ni osó llegar á socorrerlo ni ponerse tan cerca que Su Majestad le pudiese nescesitar á la batalla, é ya que

En el ms., Fenicia.

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